Jun Naruse (成瀬順, aunque al principio se llama Jun Watarai) es una niña de primaria como muchas: alegre, juguetona, llena de sueños, pero con una característica adicional: le encanta hablar. Siempre está hablando, siempre tiene algo que comentar; simplemente no se puede quedar callada.
Desde pequeña, Jun admiraba el castillo al final de la colina, imaginándose que un principe celebrará un gran baile y soñando con poder asistir algún día. Jun es inocente, y no tiene idea de qué es el castillo; ella simplemente sueña con el príncipe y con el gran baile que se lleva a cabo dentro. La realidad es que el castillo no es otra cosa más que un “Love Hotel”. Para quienes no les sea familiar el término, los “Love Hotel” son lo que en México llamaríamos “moteles” u “hoteles de paso”, y su finalidad principal es la de proveer un espacio privado para que las parejas puedan tener relaciones sexuales (por aquello de las paredes delgadas en Japón y que el de al lado todo escucha).
Un buen día, Jun sale de la escuela y corre desesperada por llegar a la entrada del castillo, simplemente para admirarlo y alimentar su sueño. Al arribar, comienza a imaginarse el interior como el de un castillo de verdad, y mientras disfruta la imagen que su mente crea del lugar, de repente un carro sale del castillo. Jun corre a esconderse, pero se da cuenta de que el carro le es conocido, y el que lo maneja es nada más y nada menos que su papá, pero al lado lleva a otra mujer que Jun no conoce. Sin embargo, la inocencia de Jun le hace creer que en realidad su papá es un príncipe, ya que salió de dentro del castillo, y ella no sabía que su papá podía entrar ahí.
Acto seguido, Jun regresa a casa y, debido a su personalidad, inmediatamente le cuenta a su mamá lo que vio. “No sabía que mi papá era un príncipe, pero la princesa no eras tú mamá”. La mamá le pide que no diga más, y que nunca vuelva a mencionar ese incidente a nadie.
En los últimos días, varias personas me han preguntado por distintos medios sobre una noticia que suena radical, y hasta se antoja para ser un error de traducción y hacerla más sensacionalista. Acá la nota en español:
Mi primera impresión fue precisamente la de “otra vez están inventando”, pero esta vez no es así. Hubo un error, sí, pero no en la traducción ni en la interpretación, sino en el comunicado en sí. Veamos:
Según lo que he podido encontrar en internet, el problema se genera en un comunicado expedido en junio por el Ministerio de cultura y educación de Japón (文部科学省, Monbukagakusho, “Monkasho” de aquí en delante), en el que, al manifestar que se requiere una reforma en las universidades nacionales, menciona que se esforzará en medidas como la abolición de estructuras relacionadas con los programas de entrenamientos a profesores (nivel licenciatura y posgrado) y los programas de humanidades (nivel licenciatura y posgrado), así como el cambio en áreas que son altamente requeridas en la sociedad actual. Aquí la parte del comunicado que menciona lo anterior, en japonés:
El problema radica en que, en efecto, se usó la palabra 廃止 (haishi), que significa “abolición”, y de la forma en que está escrito se entiende lo que los medios han estado mencionando.
El comunicado ha sido objeto de muchas críticas dentro de Japón, pero el hecho de que se haya traducido al inglés y se haya reportado alrededor del mundo no le ha ayudado en nada a Monkasho a apagar el fuego. Varios profesores han expresado su indignación ante las palabras que el ministerio escogió, manifestando que se puede malinterpretar y dar lugar a situaciones como la que está pasando. El director de la Universidad de tecnología Toyohashi, expresa:
“Desde las discusiones del año pasado, esta clase de palabras (廃止, abolición) estaba siendo usada, pero el comunicado difiere de la visión que Monkasho había expresado hasta entonces. Hasta cierto punto puedo comprenderlo si se refiere a que el programa “Curso con cero licencias” (ゼロ免課程, zero-men katei), que no pide como requisito de graduación obtener licencia para enseñar, es innecesario. Sin embargo, al mencionar al aŕea de humanidades y ciencias sociales, da la impresión de haberse inmiscuido en algo más amplio”.
El programa que el director menciona, ゼロ免課程 (literalmente traducido como “Curso con cero licencias”), es un curso en el que no se pide que los estudiantes obtengan la licencia para la enseñanza como requisito para graduarse de la universidad. Surgió como respuesta a una serie de factores, entre los cuales destacan: 1) que muchos graduados del área de pedagogía no se convertían en profesores, y 2) que las instituciones que contratan gente dejaron de tomarle importancia a las materias que los postulantes habían tomado durante la universidad. Argumentando que los estudiantes que están en esa área adquieren una gran variedad de conocimientos y que tienen capacidad de investigación, el programa nació para que pudieran graduarse más fácilmente.
Así como el director arriba mencionado, muchos profesores y medios han criticado no solamente el anuncio, sino que aunque Monkasho ha reconocido que “las palabras que se usaron no fueron las apropiadas”, que “se prestan a confusiones”, y que no pretende cortar esas áreas, sino que los programas tienen que se reexaminados, sí ha mostrado desinterés en las mismas, así como del hecho de que no ha señalado a algún responsable en específico, ni tampoco tiene intenciones de sacar una versión corregida del comunicado.
El tema es largo y hay mucho qué discutir y analizar. Lo que aquí pongo no pretende ser un análisis a fondo, solamente una visión general del mismo. Seguramente se seguirá hablando de esto, así que hay que estar pendientes de lo que se pueda anunciar en el futuro.
En los últimos meses he visto nuevas facetas de la cultura japonesa que no conocía (por no tener un hijo japonés).
Hace poco, Emi mencionó la frase del título de este escrito, refiriéndose a su mamá y a la relación que tiene con sus 2 nietos: el hijo de su hijo y el de su hija; relata que es una situación común en Japón, y me puso a pensar si en México (u otros países) también se presenta.
A lo que se refiere la frase (que dicho sea de paso se lee “Musume no ko to yome no ko”) es que, desde el punto de vista de la suegra, es más fácil interactuar con el niño de la hija que con el del hijo (de ahí lo de “el niño de mi nuera”). Esto se debe a que se no hay que pensarle mucho cuando se le quiere decir o hacer algo al niño de la hija porque prácticamente la hija lo aceptará sin problemas, pero en el caso del niño de la nuera hay que pensársela más porque la opinión de la nuera puede ser distinta, y a fin de cuentas puede molestarse por algo.
Buscando en internet, me encontré con que mucha gente (en Japón) concuerda en ello; incluso he encontrado mensajes en donde es la nuera donde se queja de que el trato que su hijo recibe de su abuela es “diferente” al que recibe el niño de su cuñada. Las respuestas a estos mensajes iban a lo mismo: es “normal”. Esto también se basa en que, por lo general, la relación entre nuera y suegra no es del todo buena (y en algunos casos se considera una batalla), pero creo que esto también se dice en México, ¿no? (obviamente habrá excepciones).
Que yo recuerde, y mencionando el caso de la familia de mi mamá, mi abuela siempre trataba igual a sus nietos, fueran hijos de sus hijos o de sus hijas. No había diferencia. Pero acá, aunque no hay diferencia en el cariño que mi suegra les da a sus dos nietos, sí es notorio que le piensa más o se detiene de algunas cosas en el caso del niño de mi cuñado. NO es para nada en mal plan.
Detalles que ignoraba y voy conociendo gracias a ser papá por acá.
¿Hay en sus países (o regiones) algún trato similar a éste?
Nadie puede negar que recibir un regalo despierta un sentimiento de gusto y agradecimiento. Después de todo, ¿a quién no le gusta que le regalen algo? Lo mejor es cuando alguien te regala algo de corazón y no por compromiso, pero un regalo es un regalo, y ya saben que a caballo regalado no se le mira el diente.
Al momento de recibir un regalo en México, al menos ni a mí ni a mis hermanos nos inculcaron que teníamos que “regresar el favor”, es decir, agradecer el regalo con otro regalo. Sin embargo, eso es precisamente lo que se hace en Japón, y ese regalo que se da como agradecimiento por haber recibido uno se llama “お返し” (Okaeshi), que si lo traducimos literalmente sería como “devolución”.
Dar un okaeshi en Japón se considera signo de educación, cortesía y agradecimiento. No obstante, para mí sigue siendo muy raro estar obligado a agradecer un regalo con otro regalo (y de una cantidad determinada). A la tierra que fueres…
Y por cierto, esto no es una cadena interminable: no es que uno le da un regalo al otro, éste le agradece con un regalo, y de nuevo hay que volver a comenzar. Una vez que el que dio el regalo original recibe el okaeshi, ahí terminan las obligaciones.
¿De cuánto debe ser y qué se debe dar como okaeshi?
La cantidad que hay que gastar en el regalo del regalo depende de lo que se haya recibido, así como de la ocasión. Por lo general, el costo debe ser entre un 10 y 20% del costo aproximado del regalo original.
En cuanto a lo que se debe regalar, lo que es un estándar son dulces tradicionales japoneses, como manju, senbei, youkan o similares. En algunas ocasiones, como cuando recibes algún detalle cuando alguien te visita al estar hospitalizado, dar katsuobushi (鰹節) también es común.
Otro ejemplo de ocasión especial es cuando te casas y alguien a quien no invitaste a la boda te envía un regalo. En ese caso, muchas personas aconsejan comprarle algo a esa persona de un 50 o 60% del costo aproximado del regalo recibido, y ese obsequio debe ser preferentemente algo que la otra persona se alegre en recibir. Sí, la mitad o más…
El okaeshi se debe dar en un lapso de máximo 4 semanas, siendo éste solo un estimado; preferentemente no hay que darlo de forma inmediata, pero tampoco hay que esperar mucho para hacerlo.
Como mencionaba arriba, todavía no me puedo acostumbrar a tener que preocuparme por dar okaeshi al momento de recibir un regalo. Justo ayer anduve en Shibuya buscando el okaeshi que le daría a un compañero de trabajo, un señor ya mayor, que tuvo la amabilidad de regalarme una cuchara de madera que él personalmente hizo para mi hijo, para usarla cuando comenzara a comer. El detalle fue increíble, así que, siguiendo fielmente las costumbres niponas, durante mi hora de comida fui a comprar el regalo de agradecimiento. Terminó siendo una caja con algunos dulces japoneses, que costó 2160 yenes. Todo eso lo grabé en Periscope, y aquí lo dejo para que lo disfruten.
El okaeshi es una de esas tradiciones japoneses que conozco desde que llegué por acá, he vivido y seguido, pero que me sigue pareciendo “rara”. Todos los regalos que he recibido, sobre todo ahora que nació mi hijo, se agradecen profundamente, pero no puedo negar que el hecho de tener que dar okaeshi me parece un poco excesivo.
La costumbre de regalar dulces
Como dato extra, regalar dulces tradicionales no se limita a okaeshi ni a regalos en ocasiones para celebrar. Hay situaciones en las que, por educación, se acostumbra también obsequiarlos:
Llegar tarde a una cita. Ya sea que te des cuenta de que vas a llegar tarde, des aviso de ello, y uses un poco de ese tiempo para comprar los dulces, o bien darlos en la siguiente ocasión en la que te encuentres con quien hiciste esperar.
Disculparse con alguien por algún error. Por ejemplo, ir a disculparse directamente con alguien de otra empresa por algún error en los negocios o en la forma de comportarse.
Cuando nace un niño, llegar con los vecinos a regalar dulces y disculparse de antemano por las molestias que el niño les ocasionará (específicamente llorar por la noche).
Ir a consultar a un antiguo amigo, colega o profesor.
Podemos resumir lo anterior como “cuando le vas a causar, o le causaste, molestias a alguien”. De los casos nombrados, solamente el segundo no me ha tocado, pero los demás sí los he vivido personalmente, sobre todo el tercero hace poco. Siendo Japón un país en el que el silencio por la noche se respeta estrictamente, el hecho de tener un bebé que invariablemente llorará por la noche es fuente de molestias para las personas que viven alrededor, así que tuve que ir con mis dulcecitos con los vecinos y con la casera.
Como extranjeros, no hay que preocuparse por este tipo de detalles cuando se está de turista en Japón, pero cuando vives aquí, son de las costumbres que hay que aprender para poder desenvolverte mejor en la sociedad.
Desde hace aproximadamente un par de meses, comencé a usar la aplicación llamada Periscope, la cual permite transmitir en vivo lo que uno toma con la cámara del celular.
Al principio lo hice solamente por curiosidad, pero poco a poco han llegado espectadores a quienes les parece interesante lo que transmito, por lo que se han convertido en seguidores, aun cuando repito varias veces la misma ruta, ya que por lo general transmito a la hora de la comida en el trabajo y eso hace que el área en la que me puedo mover sea muy limitada.
Existen algunas limitantes al usar Periscope:
El video solamente se puede tomar vertical. Sí, se ve feo y no me agrada, pero de momento no hay vuelta de hoja.
Los mensajes que envían los espectadores aparecen solamente por unos segundos, y después se pierden. No hay forma de ver los mensajes pasados, y si la hay nada más no la he encontrado.
Los videos desaparecen del sitio a las 24 horas. Solamente se puede ver el último Periscope durante ese tiempo si es que se cuenta con la liga directa.
Aunque los primeros dos puntos no dependen de mí, del tercero sí puedo hacer algo al respecto: subirlos a un lugar donde se puedan revisar siempre. Hoy que el bebé me dio algo de tiempo, aproveché para poner algunos de esos videos en mi canal de YouTube, por lo que aquí se los comparto:
Como muestra, aquí dejo el video que tomé en la tienda “Super Potato”, sucursal Ikebukuro.
Si están interesados en seguirme en las transmisiones en vivo, una vez que hayan instalado la aplicación síganme dentro de ella. Periscope usa las cuentas de Twitter, por lo que mi usuario es @medinamanuel.
Tenía un buen rato de querer poner este tema, pero por una cosa o por otra siempre quedaba pendiente. Sin embargo, hace unas semanas, leyendo r/mexico en Reddit, me encontré con una discusión al respecto, la cual me motivó a dedicarle tiempo a este asunto.
En Japón, la propina como tal no existe, lo cual llega a confundir a los extranjeros cuando intentan dejar propina en lugares en donde en sus países normalmente lo harían, como restaurantes, bares, taxis, hoteles, etc. Simplemente basta con buscar en Google “Tip in Japan” para darse cuenta de que “no dar propina” aparece en listas de “qué y qué no hacer al viajar a Japón”. No obstante, pagos o cargos estilo propina sí existen en algunos lugares por acá.
Por ejemplo, hay bares o restaurantes que te cobran “cuota de servicio” en la cuenta, pero es una cantidad fija, no calculada usando el monto del consumo, y es solamente algunos lugares, no todos. Hay otros, que tienen su frasco de “propinas” junto a la caja y cada quien decide si echar algunas monedas o no, y nadie te fuerza o te ve mal si no lo haces.
Existe también algo llamado 「心付け」(kokorozuke), que bien podría traducirse como “propina”, pero solamente se le da a ciertas personas bajo ciertas circunstancias, y no necesariamente tiene que ser dinero, también puede darse con algún obsequio, pero nada ostentoso; es más para mostrar agradecimiento, y por tanto, la persona que lo recibe se sentirá mal si la cantidad recibida es mucha o si el regalo es o parece muy costoso. Pero insisto: es algo muy raro. En los más de 12 años que llevo en este país nunca lo he dado, ni he visto que nadie lo haga.
El verano en Japón ha pegado duro este año. Es mi época favorita del año, pero en esta ocasión cambié la playa y las chicas en bikini por estar en casa y tener un bebé.
Sí: tener un hijo trae muchas responsabilidades, y en los primeros meses vaya que se siente un cambio en las actividades que se realizan. Sin embargo, esto no quiere decir que uno deba dejar todo lo que hacía, sino que hay que aprender a administrar mejor el tiempo, siempre dándole prioridad a las necesidades del bebé. Hasta hace algunos años, yo no me habría imaginado que ponerle pausa a mis actividades y pasatiempos por atender y jugar con mi hijo sería tan interesante (y al mismo tiempo tan cansado).
Algo que me gusta mucho es iniciar o aprender algo nuevo, Ser un principiante, un “noob”, un “sin experiencia” es un estado en el que aprender se torna muy divertido y donde surgen un mar de dudas que, al menos a mí, me entretiene tanto formular como ir resolviendo. Ser papá no es la excepción. Y por muy cansado, abatido y hasta harto que puedas estar por todos los cambios que trae a tu vida, nada, pero absolutamente nada, puede reemplazar el sentimiento que te invade cuando tu hijo te ve, te reconoce y te sonríe… aunque algunas veces quisieras entender por qué no deja de llorar.
Aprender es una gran experiencia. Ser padre es otra más. No juzgo a nadie, pero no logro entender como hay gente que tiene la fortuna de ser padre (o madre) pero termina abandonando a su bebé. Ojo: no incluyo “dar en adopción”, sino tal cual, abandonar a un bebé a su suerte. Por más fea que la situación pueda estar, el bebé no puede hacer nada por su cuenta, y necesita que alguien esté siempre al pendiente. Dejar indefenso a alguien así es una idea que, si antes de ser padre no comprendía, ahora que lo soy, menos.
¿Cansado? Si, definitivamente lo estoy; pero mi cansancio no se compara para nada con el de Emi. Ambos estamos de acuerdo que necesitamos vacaciones una vez que el bebé haya crecido un poco. Tomará algo de tiempo, pero la aventura de un viaje en familia seguramente valdrá la pena.
He tenido que suspender muchas actividades durante este periodo, incluyendo el blog, pero vaya que ha valido la pena. Poco a poco voy agarrando ritmo (y el bebé también, para tal efecto) y conforme las cosas se vayan calmando, volveré a lo que hacía antes, pero ahora con un agregado interesante. No puedo esperar a poder enseñar a mi hijo a agarrar correctamente un control y de ponerme a jugar con él algún videojuego, o salir a pasear o a explorar los alrededores, o a sentarme a leerle un libro, o a ponerlo en la computadora y enseñarlo a manejarla (Linux, obviamente).
Quiero también aprovechar para agradecer a las personas que han hecho donaciones. Realmente lo aprecio mucho, y todas y cada una de ellas ayudan, sobre todo ahora que viene el pago del hosting de este sitio. Si alguien más desea cooperar para la causa, estaré profundamente agradecido 🙂
Aquí sigo. He estado respondiendo comentarios cada que tengo oportunidad, así que no me he perdido por completo.
Como mencioné en el escrito anterior de esta serie, los Applicative Functors son extensiones naturales de los Functors. ¿Cuál es la diferencia entonces?
Cuando hablamos de Functors, especificamos que estos saben cómo aplicar una función a los elementos que contienen, y el resultado queda “envuelto” en otro Functor del mismo tipo (lo que se conoce como endomorfismo). Pero ¿qué pasa si la función que queremos aplicar está contenida dentro de un Functor?
Recordemos que un para mapear una función en un Functor (levantarla a su contexto), la definición es:
map (f: A => B): F[A] => F[B]
Se puede apreciar que f es simplemente una función que toma valores de tipo A y regresa valores de tipo B; la función no está contenida en ningún contexto. Entonces, si tenemos algo como:
(f: F[A => B]): F[A] => F[B]
no concuerda con lo que map espera, puesto que la función ya está dentro del Functor, y map espera que no lo esté.
Los applicative entran en escena aquí. Definidos en una typeclass, definen 2 operaciones básicas:
Ahora sí, éste es el final de la serie. Si no quieren el mega spoiler, lean todas las 8 partes anteriores. Si comienzan leyendo aquí, les va a arruinar buena parte de la historia.