Aclaración pertinente: Antes de que vayan a decirme que ya estoy ruco, que “le baje” o que me he vuelto muy “purista”, he escrito respecto a este tema antes, concretamente hace más de 7 años aquí y aquí. Porque luego salen con que ya “ando chocheando”.
Las reglas ortográficas se han vuelto muy escurridizas, pues las busco y busco pero cada vez es más difícil encontrarlas, y al parecer mucha gente se ha cansado de buscarlas y mejor optan por olvidarlas.
Hace años que comento esto, mucho antes de abrir el blog, pero veo con tristeza que cada vez a menos gente le importa escribir bien y que los demás también lo hagan. Y si antes era ya notorio, con la difusión de internet, de aplicaciones como Whatsapp, Line, Facebook o Twitter, más personas tienen acceso a medios escritos, lo que conlleva a la proliferación de errores y a resignarse porque nada, o muy poco, se corrige.
A nadie le gusta que lo corrijan, y conforme ganamos años y nos volvemos más seniles nos cuesta más trabajo aceptar que nos equivocamos. Es, creo yo, naturaleza humana. No obstante, las correcciones son necesarias si es que queremos aprender y dejar de cometer errores. El problema radica en el que la sociedad se ha vuelto mucho más tolerante a las fallas en la escritura debido a la inmensa cantidad de datos que se mueven dia a día gracias a la red: blogs, chats, foros de discusión, periódicos en línea, etc., etc., y esa tolerancia se ha convertido en duda, y después de eso, en indiferencia. Ya no nos preocupamos si algo está mal aunque lo entendamos, y de tanto ver los mismo errores, al momento de escribir dudamos de cuál sea la forma correcta, y a final de cuentas nos termina dando igual cómo estén escritas las cosas. “Al fin y al cabo, se entiende”, es lo que terminamos diciendo.
Antes escuchaba a las personas de las agencias de reclutamiento decir que ponían cuidado en revisar la ortografía de los candidatos, pero me pregunto si ahora, después de tantos años de no estar en mi país, se sigue aplicando esa práctica. ¿Y las clases de español en primaria y secundaria? Misterios (sólo mios, porque no vivo en México ahora) que hay que resolver.
Lo que ahora veo no difiere mucho de lo que comentaba hace años aquí mismo. Los errores son básicamente los mismos; el uso de los acentos está prácticamente olvidado; los signos de admiración e interrogación al inicio de un enunciado no se ven por ningún lado. ¡Ah! Pero no escribas mal el nombre de Justin Bieber, porque entonces sí mereces ser crucificado y Barrabás merece ser liberado.
¿Qué ha cambiado entonces?
Una de las principales causas, y al mismo tiempo pretexto, de las fallas ortográficas es la autocorrección de los teléfonos inteligentes, smartphones. Cierto es que es una función muy útil, pero es muy diferente que termines con un mensaje estilo “Tu fruta madre”, a que escojas a diestra y siniestra palabras con o sin acento, especialmente algunas como “el” y “él”, “por que”, “por qué”, “porque” y “porqué”, “cómo” y “como”, etc. Es decir: es muy diferente terminar con un mensaje diferente al que queríamos escribir por la prisa de hacerlo rápido y de escoger, o que el teléfono escoja, una palabra cercana a lo que queremos decir, que ignorar cuándo hay que escoger una palabra acentuada y cuándo una sin acento.
Lo malo es que los errores se han vuelto tan comunes, que se ha perdido el sentido de culpa, fracaso o vergüenza al cometerlos, y al parecer esa pérdida se convirtió en la norma: ahora no está in escribir bien. Siento como que la “onda” actual es: “pues si nadie escribe bien, yo tampoco, y váyase a la verdura quién me diga algo”.
He visto cada joya en las redes sociales, que ponerlas todas aquí sería cuento de nunca acabar. Nada más dense una vuelta por la mayoría de cuentas de Facebook que ponen memes en español. Pero lo más interesante, y al mismo tiempo decepcionante, es ver esos errores en lugares donde no esperaría encontrarlos: anuncios oficiales de la embajada, periódicos (al menos en las versiones en línea) y revistas. ¿Televisión? No la cuento, porque de todas formas es un chiste.
Quizá en México y entre puro hispanohablante ya no dé pena, pero cuando se está en un país diferente y se tiene la oportunidad de enseñar nuestro idioma, equivocarse significa enseñar algo que está mal a alguien que lo va a tomar como correcto. Una vez, en Fukuoka, me tocó cubrir la clase de español de un latino (no José, el cubano-japonés que menciono en la última parte de “Los años maravillosos”). Durante un ejercicio de escritura me percaté de un par de detalles en los alumnos:
- Ninguno acentuaba las mayúsculas.
- Escribían los días de la semana y los meses del año siempre con mayúscula inicial.
Al preguntarles por qué, me respondieron que así les había enseñado el maestro. Ciertamente no es un error de vida o muerte, y probablemente muy poca gente le pondría atención a eso o quizá pensaría que no es un error, pero a fin de cuentas lo es, y como tal, tiene que ser corregido.
Sí, estoy perfectamente consciente de que la finalidad del lenguaje es la comunicación, la transmisión de ideas, y que si el interlocutor entiende lo que el emisor intenta decir, entonces no hay tanto problema. También entiendo a la perfección el hecho de que el lenguaje es una entidad dinámica, que cambia y se ajusta con el tiempo. No obstante, mientras ese cambio no sea oficial (nos guste o no, la RAE al menos define los estándares de nuestro idioma, y estoy totalmente de acuerdo en que algunas veces se mancha), un error es un error, y escribir bien facilita la comunicación, además de ser una señal de profesionalismo y de calidad, sin querer decir que todo lo que esté bien escrito (ortográficamente hablando) tenga que ser siempre algo de calidad.
Ahora mis preguntas son: ¿Ya de plano no se le pone atención a las reglas ortográficas? ¿Ya no se hacen exámenes de español en las escuelas? ¿Vivo en el México del pasado, envejecí y ya no estoy a la moda?