Los años maravillosos – final

Después de varios años de haber comenzado esta serie de escritos, por fin llegamos a la parte final.

Si no tienes idea de qué se trata esto, te recomiendo que leas primero todas las partes anteriores para que estés en contexto, de lo contrario, es muy probable que no entiendas muchas de las referencias hechas aquí.

Ya se la saben: palomitas, bebida y ponerse cómodos al momento de leer esto, porque hay mucho que contar.

¿Listos? Vamos entonces al final:

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En un lugar inesperado

Cuando llegué a Japón en abril de 2003, la primera noche la pasé en Narita, sin imaginarme cómo era el lugar en el que pasaría los próximos años. Había leído sobre Fukuoka, y prácticamente todos los comentarios eran buenos al respecto. Me emocionaba ir a un lugar como ése, pero, como ya están enterados, la ciudad a donde llegué y estuve durante largo tiempo es Iizuka. No me lo esperaba, pero estar en el campo japonés me ayudó a entender y valorar mi origen como mexicano.

8 años y medio después, me mudé a Tokio. El primer lugar donde viví lo escogí principalmente por condiciones laborales, y casualmente terminó estando cerca de Akihabara (me podía ir caminando). Ya saben lo que pasó en ese lugar y por qué me salí de ahí.

La ciudad donde habito ahora sigue estando en Tokio, pero muy cerca del límite norte con Saitama. La idea era encontrar un lugar alejado del bullicio de la metrópoli, pero que no afectara tanto el transporte hacia la empresa anterior. Así fue como, sin realmente planearlo, terminé en Higashi Kurume.

Tokio está compuesto por 23 distritos especiales (llamados en japonés “Ku” 区), 26 ciudades en el área de Tama (al oeste de los distritos) y una serie de islas. Lo que generalmente vemos en noticias, imágenes y demás corresponden por lo general a alguno de los 23 distritos, que a continuación listo:

  • Adachi (足立区)
  • Arakawa (荒川区)
  • Bunkyo (文京区)
  • Chiyoda (千代田区)
  • Chuo (中央区)
  • Edogawa (江戸川区)
  • Itabashi (板橋区)
  • Katsushika (葛飾区)
  • Kita (北区)
  • Koutou (江東区)
  • Meguro (目黒区)
  • Minato (港区)
  • Nakano (中野区)
  • Nerima (練馬区)
  • Oota (大田区)
  • Setagaya (世田谷区)
  • Shibuya (渋谷区)
  • Shinagawa (品川区)
  • Shinjuku (新宿区)
  • Suginami (杉並区)
  • Sumida (墨田区)
  • Taitou (台東区)
  • Toshima (豊島区)

Higashi Kurume es una ciudad tranquila si la comparamos con el área metropolitana de Tokio. De hecho, cuando alguien viene para acá esperando (para bien o para mal) encontrarse con edificios altos, montones de gente en las estaciones y un mar de carros, se llevan la sorpresa de que no es así. Ciertamente hay calles que se llenan de carros y toma tiempo salir de ellas, pero esto se debe a que sólo hay un carril de cada lado, y no son pocos los que quieren dirigirse al este de Tokio.

Hace unos meses, hice una transmisión en vivo en mi canal de Ustream, en donde muestro una parte de los alrededores de esta área de Higashi Kurume, puesto que vivo  relativamente lejos del ayuntamiento.


Broadcast live streaming video on Ustream

Ustedes perdonarán tanto movimiento de cámara, pero estos videos los grabo con el teléfono mientras camino.

Todo muy bonito, sí, pero… ¿qué tiene de especial este lugar? Es ahí donde entra el factor sorpresa, si es que les gusta la animación japonesa, y en especial un autor y una obra que es de mis favoritas.

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Monads – Yo también tenía que escribir al respecto

Seguí la tradición: cuentan las leyendas que cuando una persona comienza a ver la luz al usar Monads, invariablemente escribe un tutorial. Pero en mi caso, no es un tutorial, sino más bien una breve explicación de lo que son, junto con algunos ejemplos. Esto es con el fin de que yo mismo compruebe si entiendo el concepto general, y al mismo tiempo de que salgan gurús en programación funcional y me corrijan y me digan en qué estoy mal.

Ésta no es una guía exhaustiva, y omitiré muchos conceptos, pero pondré referencias por aquello de que haya interesados en el tema.

Como nota, sé que en español los términos son Funtor mónadas, pero nada más no me entran en la cabeza, por lo que los usaré en inglés. Además, aunque no está dirigido a un lenguaje en particular, la mayoría de los ejemplos mostrados están en Scala.

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Ignorancia musical

Aunque desde pequeño escuchaba música y tenía mis canciones favoritas (“el yerberito”, de Celia Cruz, cuando yo tenía unos 4 años de edad, por mencionar un ejemplo), he de confesar que mis conocimientos musicales eran, y aún son, extremadamente parcos.

Muchas de las personas que me conocen personalmente no pueden creer que no conozca a una banda o una canción que, por lo general, todo mundo conoce (o debería conocer). Me pasó hace poco, en una ida a Tokio: fuimos a un karaoke y una amiga puso una canción de Coldplay, a lo que yo pregunté: ¿quién es Coldplay?”. Y así me ha pasado antes en incontables ocasiones.

Sé que los gustos musicales varían con cada persona: desde los que gustan de música clásica (que me encanta), hasta lo que odian el mainstream, pasando por ritmos como reggaeton, bandas norteñas, y un largo etc. Pero créanme que mi caso es grave…

Por ejemplo, no a todo mundo le gustan los Beatles, pero al menos pueden identificar algunas de sus canciones, aunque sea las más famosas, ¿cierto? Yo no podía hacerlo hasta hace unos años, ya que estaba aquí, en Japón, Y no es que conociera las canciones y no supiera quién las cantaba: simplemente no las conocía.

Algunos artistas o grupos me sonaban de nombre, y en algunos casos sí conocía las canciones pero ignoraba quién las cantaba, pero en general siempre he sentido que me falta mucho conocimiento en lo que a música se refiere.

Me puse a pensar cuál podría ser la razón. La música me gusta, incluso tengo canciones favoritas… ¿entonces? Le di varias vueltas al asunto, y a lo que llegué fue a mi familia.

Ya he mencionado en ocasiones anteriores que mi padre fue muy estricto con nosotros, aclarando claro que no es malo ser estricto pero sí lo es serlo de más; obviamente la música que a él le gusta a nosotros no nos agradaba del todo, pero hasta ahí todo es “normal”. La cuestión es que mi papá asociaba los grupos modernos con rebeldía, anarquía y, en algunos casos, hasta con satanismo (la famosa frase de “esas son cosas del diablo”). Mi mamá también entra en esta última categoría, pues siendo mi abuelo (q.e.p.d.) mariachi, sus gustos musicales estaban orientados hacia ese tipo de música. Por lo anterior, la música moderna que escuchaba cuando era chico era limitada.

Hasta la secundaria nunca me importó realmente todo esto, aunque recuerdo que tenía un cassette de Thalía que escuchaba muy seguido (la nena me encantaba 😛 ); en la secundaria, uno de mis compañeros idolatraba a “The Cure”, pero yo ni por enterado de quiénes eran, y por el puro nombre y la influencia de mi padre, yo también lo asociaba a que era música que “no debía de escuchar”. Sin embargo, cuando entré a la prepa comencé a notar que cuando se hablaba de música yo estaba completamente perdido. Conocía lo más común (el mainstream) sólo hasta cierto punto, pero cuando se trataba de hablar de grupos (preparen risas) como Maná (pueden reirse, gracias) yo ni siquiera los conocía. De hecho, cuando hacían fiestas con música en la prepa (lo que comúnmente se conoce/conocía como “luz y sonido”) notaba que la mayoría de la gente interpretaba o tarareaba las canciones. ¿Y yo? Calladito. Sin saber qué onda.

Por influencia de algunos amigos en la misma prepa comencé a escuchar más música. Por mencionar algunos ejemplos, conocí a Ace of Base, Toni Braxton, Aerosmith, entre otros. No obstante, no nacía en mí el sentimiento de querer escuchar más música: si escuchaba por casualidad algo nuevo, me interesaba, pero si no, ni enterado de su existencia. Recuerdo que un amigo, súper aficionado a los Beatles (¡saludos Pablo!) no podía creer que no supiera quiénes eran ellos ni tampoco que no pudiera decir el título de al menos 5 canciones de ellos.

De ahí en delante comenzó un cambio: escuchaba más música, pero no me preocupaba por saber quién la interpretaba. Me gustaba la música clásica y conocía piezas como la quinta o novena sinfonía de Beethoven… pero no sabía quién era el autor. Supongo que a muchos les ha pasado que han escuchado una canción y hasta se saben partes de ella, pero no se acuerdan o no saben el nombre, ¿cierto? Más o menos era el pan de cada día en lo que a música se refería para mí.

Todo dio un giro importante cuando me encontré con el idioma japonés. Gracias al boom de la animación japonesa en México era relativamente fácil conseguir música en japonés, no necesariamente relacionada con la animacion. Y a mi familia realmente no le importaba que escuchara música japonesa. Digamos que lo veían “diferente” a escuchar a algo como “U2”.

Uno de los primeros CD que recuerdo haber comprado fue el de endings de Ranma 1/2:

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Japón y el alcohol

El sake es toda una cultura en Japón

Japón tiene muchas incógnitas para el resto del mundo: su sociedad, sus costumbres, la casa imperial, etc. Una de ellas es sin duda el alcohol, que aunque no es exclusivo de este país, la cultura que lo rodea es totalmente diferente a lo que se está acostumbrado en la mayoría de países del mundo.

El sake (酒), palabra con la que se nombra a toda bebida alcohólica (y que técnicamente hablando es una bebida embriagante creada a base de arroz) es más que parte de la vida cotidiana del japonés: es un modo de vida, una costumbre que la misma sociedad te impone y con la que te bombardea, y por desgracia, es una de las bases con las que se mueve esa misma sociedad.

Legalmente no se puede beber alcohol en Japón hasta alcanzar la mayoría de edad (20 años), y aunque secretamente hay menores que toman, la ley es muy estricta al respecto; cuando un artista o alguien famoso menor de edad es descubierto infraganti tomando alcohol o fumando, es un hecho que será un escándalo y que puede hasta perder su carrera por ese motivo. Suena exagerado, pero así es como el gobierno “trata de poner el ejemplo”… Lo malo es que todo lo demás (publicidad, influencias de los medios y la misma sociedad) no dejan de bombardearte con mensajes referentes al alcohol, a beber moderadamente y a que solo debes beber cuando ya seas mayor de edad. Es decir: Japón te mentaliza para que justo cuando cumplas 20 años estés “listo” para probar la gran variedad de bebidas embriagantes que el país te ofrece… pero te dice que no seas niño malo y que si tienes menos de 20, ni de broma te acerques al sake. ¿Suena contradictorio?

Aquí unos ejemplos de publicidad de bebidas alcoholicas:

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Japón y el sexo

Hace unos días me preguntaron en formspring respecto al sexo en Japón. Intenté responder, pero el escrito me quedó tan grande que mejor decidí ponerlo por acá.

El país del sol naciente tiene doble moral respecto al sexo, y es realmente curioso, interesante, y algunas veces absurdo, analizar el tema.

Aviso desde ahora que lo siguiente puede contener palabras o imágenes no tan aptas para niños. Tengan cuidado por si sus pequeños o sus hermanos(as) pequeños(as) andan por ahí.

Videojuegos: ¿qué significan para mí?

Muchos de los que amablemente leen todo lo que escribo quizá no tienen idea de lo importante que han sido los videojuegos a lo largo de mi vida. Es fácil deducir que me gustan mucho, pero tienen historia dentro de mi historia.

Los inicios

De niño me era difícil tener amigos de mi edad. Siempre fui el más joven en la escuela (incluyendo la universidad), por lo que sí tenía amigos, pero los intereses que yo tenía eran siempre diferentes a los de mis compañeros de clase. Así, en mi época de estudiante de primaria, mis compañeros de juego eran 2 vecinos unos 5 o 6 años mayores que yo.

Como era difícil encontrar con quién jugar, los videojuegos comenzaron su aparición. Primero, las famosas “maquinitas” de la tienda de la esquina. Costaba 5 pesos (de los antiguos, la moneda que tiene a Quetzalcóatl) un juego, y claramente decía en la máquina: “La duración de este juego depende de la habilidad del jugador”. El problema era que casi siempre me apagaban la máquina porque no perdía fácilmente y los otros que querían jugar tenían que esperar. El juego que me atrapó en ese entonces fue Solar Fox.

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