Hablando de seguros

Hace poco más de un mes, entre esos raros días del verano japonés donde por extrañas razones no hace tanto calor, no hay un tifón cerca pero sí está soplando el viento como si de uno se tratase, tuve la mala fortuna de pegarle a la puerta de un carro con mi puerta en el estacionamiento de un supermercado. Lo que más me dolió es que ni siquiera tuve oportunidad de reaccionar porque el viento me arrebató la puerta justo en cuanto la abrí…

En el carro al que le pegué no había nadie. Revisé inmediatamente los daños esperando que no fuera a ser tan notorio, pero obviamente lo era. No obstante, no era un golpe tan extremo, pero de cualquier forma tendría que hablarle al seguro para avisarles y que se hiciera lo necesario para reparar el daño. He de ser sincero: si me hubiera dado a la fuga probablemente nadie hubiera notado nada. Sin embargo, recordé que hace muchos años a mí mi tocó que le pegaran a mi carro de forma similar y la persona esperó a hablar conmigo en vez de ignorar el asunto; además, la verdad no me iba a sentir nada bien conmigo mismo si no me hubiera hecho responsable. Así que, a esperar a que el dueño llegara.

El tiempo que transcurre entre que comienzas a esperar y que el dueño aparezca parece eterno, y te pasan muchas cosas por la cabeza: la clase de persona que será, las posibles reacciones que tendrá ante el percance, represalias en caso de que sea alguien conflictivo (sí, también los hay por este lado del charco), y un montón de etcéteras que lo único que hacen es alimentar una ansiedad que de por sí ya está a flor de piel.

Después de unos 10 minutos llegó aquella esperada persona: una señora de unos 60 años que había realizado compras cotidianas. Ahora, imagínense la reacción de dicha señora al ver que de repente un extranjero la saluda, le explica lo que pasó y le pide que vean juntos el daño, no sin antes asegurarle que el seguro pagará los daños. Les doy 10 segundos…

Su primera reacción fue de susto, que ahora que lo pienso mejor podría ser clasificada hasta como de terror: brincó hacia atrás al ver su puerta, y era notable que intentaba tener la menor interacción posible conmigo porque se alejaba de mí y trataba de mantener su distancia. Afortunadamente, se calmó y me dijo que en cuál compañía de seguros estaba mi carro, y cuando le respondí, me dijo que ella personalmente quería hablar con mi representante. Asentí y marqué por teléfono, explicándole al representante lo que la señora quería, pero ella se negó, y me dijo que ella quería marcar directamente desde su teléfono. Ahí entendí qué estaba pasando: ella estaba siendo precavida tanto en dar sus datos personales como en que no estuviera siendo estafada por mí, ya que podría ser que yo me hubiera puesto de acuerdo con alguien para asegurarle a ella de que los daños serían reparados y después simplemente desaparecerme. El representante dijo que no había problema, por lo que le pasé los datos a ella y, acto seguido, marcó. Su rostro mostró cierta tranquilidad al corroborar lo que yo le había dicho, e incluso mencionó que le daba cierta tranquilidad el hecho de que la hubiera esperado, porque era más fácil huír del lugar y hacerse de la vista gorda.

Con todo, nunca me quiso pasar sus datos. Yo tuve que corroborar que el representante ya tenía los de ella para poder también estar en paz. Al final, y después de unas 10 disculpas profundas de mi parte, la señora me dijo que no había problema: confiaba en que los daños se pagarían y que todo estaba bien. Me agradeció mucho todo y se fue.

Hasta aquí todo está, digamos, normal. Y así estaba hasta que recordé lo que un policía me dijo una vez: hay que dar aviso a la policía ante cualquier accidente, por mínimo que sea. Hablé aterrado con el representante de seguros y me dijo que, aunque era cierto, en este caso no era necesario por las siguientes razones:

  • La persona afectada ya había confirmado que no había nadie en el carro cuando sucedió el accidente
  • Yo estaba plenamente consciente de que había sido mi culpa

La policía llega a dar parte de un accidente para determinar que no hay heridos y deslindar responsabilidades. El seguro necesita una declaración formal de la policía para estimar cómo y de cuánto va a ser el pago necesario, pero como en este caso las dos partes estaban de acuerdo en que todo era 100% de mi lado y no había nadie en el carro en el momento del golpe, el seguro se podía usar sin mayor problema.

Al menos eso era un alivio… hasta que vino la parte “fea”:

Debido a que cualquier golpe a otro carro se trata como accidente, la cuota mensual del seguro aumentará por 3 años en un total de 110,000 yenes. El representante me dijo que si la reparación salía en menos de eso, me convenía mejor pagarlo de mi bolsa para que la cuota no se incrementara. Suena lógico, pero de todas formas es una buena cantidad la que tendría que desembolsar.

El golpe había sido algo realmente pequeño, algo que un buen laminero en México repararía por una cantidad justa y haría un trabajo profesional (sí, conozco el trabajo de varios lamineros en mi rancho y son realmente buenos), así que por un instante pensé que no sería tanto, pero recordé que esto es Japón y aquí para todo hay protocolo… Además, hace también muchos ayeres un amigo tuvo un accidente similar y el chistecito le había salido en 70,000 yenes (que su seguro pagó).

Llegó el presupuesto de la reparación: 120,000 yenes más el costo de renta de un carro provisional mientras el de la señora estaba en reparación. O sea: a usar el seguro.

El representante me dijo que de una vez reparara mi carro también con el seguro, ya que de cualquier forma iba a user usado. El daño que tuvo mi carro es realmente mínimo, al grado que hay que estarlo buscando para poderse dar cuenta de que tiene un par de raspones. Hoy pregunté en la agencia del carro y el señor que ha sido el que me ha atendido desde el año pasado me dijo:

“Si fuera yo, no lo repararía. Es un daño mínimo y prácticamente ignorable. Pero como de todas formas vas a usar el seguro, pues vamos reparándolo. Hay que cambiar toda la parte de abajo de la puerta”.

TODA LA PARTE DE ABAJO DE LA PUERTA POR DOS RASPONES

Digo, sí, el seguro va a pagar, pero no manchen, sí que se van a los extremos aquí. Estoy casi seguro que un buen laminero en México se aventaría el trabajo en un par de horas, me cobraría mucho menos y todo sería de gran calidad (insisto: sí confío en los mecánicos de México, al menos en los que he conocido).

Al final, la lecciones aprendidas fueron:

  • Obviamente hay que tener seguro para andar en carro aquí, Ya lo sabía, pero esto me lo volvió a recordar por si lo iba a olvidar algún día en mi vida en Japón. Si no hubiera tenido seguro, quién sabe en qué lío estaría hoy
  • Si un accidente del calibre del que tuve sale en 120,000 yenes, no quiero ni pensar en lo que sale uno más estrepitoso
  • NUNCA soltar la puerta del carro al abrirla cuando haya viento. No quiero más sorpresitas como ésta
  • Ya le bailé con 110,000 yenes durante 3 años

Así de divertidas las cosas por acá. Afortunadamente no hubo personas lesionadas ni fue un accidente que lamentar (más de lo que ya lo he lamentado).

6 años 6

Otra vez el tiempo pasa volando. Y al igual que el año pasado, el título no es un error.

Hablando del año pasado, desde entonces me medio imaginaba que la situación global por el coronavirus seguiría en estas fechas, pero no pensaba que lo hiciera con la magnitud que ha presentado. Y si consideramos lo pésimo que el gobierno japonés ha manejado la pandemia, definitivamente no se ve para cuándo.

Justo en el momento que este escrito vea la luz, mi hijo cumplirá 6 años. Huelga decir que cada día y cada momento con él es único y especial, pero no puedo dejar de pensar en todo lo que nos hemos perdido por la pandemia. Hemos tratado de llevar las cosas de la forma más “normal” posible, pero ante tantas limitantes, a veces termino rascándome la cabeza para saber cómo manejarme hacia con él y su desarrollo. Y para terminarla de amolar me pasa todo el rollo emocional que ya he explicado anteriormente… En fin. Ha sido un año ciertamente pesado y lleno de retos.

Con todo, el regocijo de ver a mi hijo crecer día a día es algo que ningún estado mental ni ninguna pandemia me puede o podrá quitar nunca. Incluso ahora que comienza a responder de mala gana, que está mostrando resistencia a ver o leer cosas en español, que está descubriendo su potencial y que convive con más niños de su edad, no hay día en que no me sienta orgulloso de él, de lo que hace y de cómo lo hace, y de cómo va desarrollando su personalidad y las similtudes y diferencias que tiene con la mía. En pocas palabras, es todo un deleite ser papá… aunque a veces pierda la calma y quiera estar un rato completamente a solas :S

A ver, vamos listando los logros importantes alcanzados por mi hijo desde el 16 de mayo de 2020:

  • Leyó el manga completo de Kimetsu no Yaiba. Es bien “chido” poder hablar sobre la historia, los personajes, lo que pasa, lo que nos gustó y lo que no de la obra, y de cómo esperamos ver la versión animada del 遊郭編 (yuukakuhen), la parte donde pelea Tengen.
  • Vio toda la serie animada de Ranma 1/2 y leyó los últimos dos tomos del manga (37 y 38) para saber en qué terminaba. No le gustó mucho la pelea vs Saffron, pero le dio risa lo que le pasa a Shampoo cuando sale del huevo (no voy a decir más para no “espoiliarlos” :P)
  • Comenzó a ver el anime de Inu Yasha. Yo le perdi la pista con Midoriko, y ya no me acuerdo mucho…
  • Vio el anime completo de Jujutsu Kaisen. Yo me quedé en el capítulo 2.
  • Le puse un capítulo de Ruroni Kenshin y ya va en la pelea vs Shishio. De hecho tiene días practicando la canción de “Sobakasu”
  • Poco antes de comenzar la nueva animación de Dragon Quest le hablé al respecto. En las últimas semanas se ha convertido en una de nuestras actividades juntos cada semana, pues ambos estamos viendo como Pop se lleva la obra, y por ahí de paso Dai medio pelea contra los malos 😛
  • Comenzó a ver Kekkaishi. Yo ni la he visto.
  • Vio todos los capítulos de Garfield que hay en Netflix, en español.
  • Comenzó a ver Inspector Gadget también en español.
  • Ver cada semana Doraemon y Crayon Shin chan es de ley para él.
  • Comenzó a jugar Minecraft en computadora. Windows 10, lamentablemente, pero poco a poco iremos corrigiendo eso (estoy pensando usar KDE Plasma con él para que no se pierda tanto cuando comencemos con Linux).
  • Puede pelear solo vs Lynels en Zelda BOTW, y ganarles.

Este año quiero contarle sobre la tierra media, la historia del anillo único, e iniciarlo en el mundo de Terramar. Ahora que estuve arreglando el cuarto donde trabajo, vio el libro de Foundation, de Isaac Asimov, y me preguntó de qué se trataba.

¿Voy bien en su educación o creen que deba ser más estricto? 😀 Es indispensable que vea Dragon Ball, y por ahí cuando vio los mangas que tiré de Aa Megami Sama (ya leerán después qué pasó) le hablé de la importancia de conocer a Belldandy, lo que obviamente causó que mi esposa me dijera que no le estuviera enseñando historias de “otaku”. Pero ustedes saben que hay secretos entre padre e hijo que es mejor que la mamá nunca se entere…

Por todo esto y mucho, mucho más, no cabe duda de que ser papá es lo mejor del mundo… aunque a veces quieras mandar a los hijos a Marte porque ya no los aguantas y solamente quieres descansar.

¡Feliz cumpleaños hijo! Y excelente selección para la cena en tu día: hamburguesas. Me pregunto de quién habrá heredado el gusto por ellas.

Nihongo ga tabemasen

El título es una frase errónea en japonés que se ha convertido en una especie de meme entre los extranjeros que residen en el país del sol naciente cuando quieren expresar, en broma, que no entienden japonés. La frase es gramaticalmente incorrecta, pero se supone que se usa cuando uno quiere fingir que no entiende japonés, sobre todo para evitar interacción innecesaria con gente como vendedores, el “temible” cobrador de la NHK (que ya explicaré después), y en general, cualquier situación en la que no se quiera uno meter que implique escuchar a alguien o alegar algo en específico.

Escogí el título para enfatizar que, a pesar de ya haber cumplido 18 años de vivir en Japón, todavía me falta mucho para poder comunicarme correctamente. Pensarán algunos que estoy siendo modesto, sobre todo por esto:

Para quienes no ubiquen qué es eso, es el certificado que avala que aprobé el nivel 1 de la prueba de habilidad en el japonés, mejor conocida por sus siglas en inglés: JLPT (Japanese Language Proficiency Test). El nivel 1 es el nivel más alto de dicha prueba, y como tal, se caracteriza por ser muy difícil, ya que tienes que entender muchísimas cosas de vocabulario y gramática japonesa, incluso de expresiones que normalmente no se usan en el habla cotidiana.

Entonces, si en 2004 aprobé ese nivel y han pasado 17 años desde entonces, ¿cómo es que digo que no me puedo comunicar correctamente? Ciertamente no tengo problemas para comunicarme en japonés, sea escrito o hablado, pero todavía hay ciertos elementos del idioma que necesito pulir, siendo el más importante, creo yo, la forma de estructurar y expresar las ideas, especialmente cuando se trata de un escrito o de algo mucho más formal. Quienes estén familiarizados con el idioma pensarán inmediatamente en el “keigo”, es decir, la manera más cortés de hablar japonés, pero no, no me refiero a eso. Vamos por partes:

Aquellos que hayan tenido la oportunidad de venir a Japón o de convivir con la comunidad japonesa fuera de Japón sabrán que con decir una frase como “Konnichiwa” o “Watashi wa Manuel desu” es suficiente para desatar una reacción en cadena llena de “¡Oh! Tu japonés es muy bueno” (nihongo jouzu desu ne!), lo cual, dicho sea de paso, es también un meme entre la comunidad extranjera en Japón. Sí, cualquiera se da cuenta de que los japoneses están siendo bastante corteses al decir eso; no es que exageren, sino que tienen la idea de que su idioma es complicado para los extranjeros y les alegra que sepan algo del idioma (y la expresión es genuina en algunas ocasiones). No obstante, en muchos casos genera una sensación de incomodidad en la persona que recibe tales comentarios porque “se sienten” falsos: uno sabe que saber decir “¡Hola!” o “Mi nombre es Manuel” en japonés no es indicio de que uno sea bueno en el idioma o que sepa hablarlo. Pero lo más curioso del asunto es que el verdadero “halago” que uno recibe cuando realmente ya sabe hablar japonés es no recibir halago alguno. Dogen lo resume bien en uno de sus videos, en donde comenta que cuando a uno le preguntan “¿Tienes mucho tiempo en Japón?” es cuando realmente hay que sentir que se recibió un halago:

Si no conocen a Dogen, les recomiendo mucho su canal, sobre todo si están estudiando japonés o tienen interés en el idioma.

Sin embargo, siendo uno extranjero sigue siendo complicado estructurar una idea de tal forma que sea entendible para los oyentes, especialmente en situaciones donde se tiene que transmitir una idea de manera formal. Saber comunicarse en japonés es el primer paso, pero lo que le sigue es encontrar esa estructura correcta (y por ende, el vocabulario correcto) que permita que la idea sea entendida perfectamente, sin hacer que los interlocutores tengan que pensar (o a veces adivinar) el mensaje.

Yo lo entiendo de esta forma:

La razón por la que lo anterior sucede es porque aunque se entienda la gramática y se conozca mucho vocabulario, la forma de expresar una idea compleja se basa en el idioma natal y en la cultura en la que crecimos, además por supuesto de la personalidad de cada uno. En múltiples ocasiones me he encontrado con que sí se transmite lo que quiero decir pero hay mejores formas de hacerlo, sobre todo por escrito. Si quiero escribir algo largo en japonés termino estrucurándolo de la forma en la que lo haría en español. Muchas veces me han corregido escritos a pesar de no tener errores gramaticales o de vocabulario; la estructura es lo que me falla.

Lo anterior podría parecer que es nada más mi caso específico, pero me he encontrado con escritos en japonés hechos por extranjeros, y en varios casos he notado un patrón similar. Hay por supuesto extranjeros que escriben y se expresan muy bien, a los que de plano no hay nada que corregirles, ni siquiera una pizca de entonación. ¿Yo? No, todavía no llego a ese nivel.

Para muchos extranjeros, el nivel 1 de la JLPT es la meta del estudio del japonés. Sin embargo, una vez que llegas a él te das cuenta de que es el mero principio, y que lo aprendiste del idioma es una base muy sólida que te permitirá desarrollarlo con la práctica. De ninguna forma minimizo el esfuerzo que se requiere para poder pasar ese nivel, porque sí hay que invertir mucho tiempo y disciplina en el estudio y la práctica. No obstante, lo que sigue después de eso es todavía largo, aunque ciertamente menos complejo gracias precisamente a esa base que se adquirió.

Escribo todo esto como forma de voltear a ver alguno de mis logros. No es para ensalzarme, ni para ponerme como ejemplo en el estudio del japonés. Es más bien para comenzar a ver de nuevo el camino que he recorrido y lo que he alcanzado durante él, como forma de quitarme pensamientos negativos que me han estado afectando la autoestima durante mucho tiempo. Y sí, tiene que ver con salir del pozo en el que todavía estoy.

Cumplí otro año de vivir en Japón. Seguimos en pandemia. Ojalá que para el año que entra ya estemos globalmente en una situación mucho mejor, porque también el mugre virus ha tenido que ver con mi estado actual. Hay recaídas, sí, pero pian pianito creo, o quiero creer, que ahí la llevo.

Un año después

No sé si sea muy rápido o muy lento, pero un año ha pasado desde que:

  • Entramos en pandemia
  • Comencé a trabajar desde casa

Si bien es cierto que estoy profundamente agradecido con la empresa actual por todas las prestaciones y facilidades que ha dado durante todo este tiempo, la verdad es que no es lo mismo trabajar desde casa en medio de una pandemia que cuando no lo hay. No es la primera vez que trabajo desde casa, y en empresas anteriores había sido mucho más fácil y llevadero. Ahora, no tanto.

Pero dejemos de lado todo eso, o al menos lo más que se pueda, ya que hablar de lo que ha transcurrido durante este periodo de tiempo implica mencionar la situación actual.

Hace exactamente un año me convertí en padre por segunda vez. Sin duda, uno de los momentos más felices de mi vida, y el más increíble y a la vez sorprendente, fue ver nacer a mi segundo hijo. Todo era dicha y felicidad, pero no puedo ocultar que también estaba asustadísimo porque había nacido en medio de un estado de emergencia ante la ola de contagios del nuevo coronavirus, que en aquel entonces todavía no se comparaba con lo que vendría varios meses después. Prácticamente me daba pavor salir, pero más que por contagiarme yo, por que por mi culpa se contagiara alguien de mi familia, incluyendo por supuesto el nuevo miembro de la familia.

Las cosas en casa estuvieron relativamente tranquilas y en orden durante un tiempo gracias a la increíble ayuda de mi suegra, que estuvo con nosotros desde antes de que comenzara la pandemia, De una forma o de otra encontramos la manera de aguantar con el estrés de la vida diaria, el estrés del trabajo, el estrés que la pandemia trajo, y el cuidado de 2 niños que demandaban atención. Pero aunque ciertamente tuvimos ayuda, las cosas no fueron del todo fácil para ninguno de los adultos de esta casa.

Es ahí donde la sonrisa de los niños te devuelve todas las ganas de seguir adelante. Es esa luz que traen consigo lo que alumbra la más negra oscuridad en la que uno se pueda encontrar; la misma que te hace recordar que no todo es malo en el mundo, y que la inocencia es una virtud que trae alegría a los que la vemos desde fuera. Es donde te das cuenta de que ya no eres un niño por fuera y que tienes responsabilidades de adulto, pero no dejas de ser niño por dentro y sigues disfrutando jugar con monitos, carritos, muñecas, pelotas, trompos, lotería, etc., etc.

Hoy me encuentro en una situación emocional difícil, pero eso jamás va a hacer que olvide la dicha que es ser padre y la felicidad que te da al ver cómo tus hijos van creciendo y se van desarrollando.

¡Felicidades a doble I! Vamos a ver qué tanto español aprendes de aquí al próximo año.

Al igual que con mi primer hijo, esto será publicado exactamente el día y a la hora en la que mi segundo hijo nació.

¡Feliz 2021!

Por fin, ¡POR FIN! se ha ido 2020 y ha llegado el 2021, en el que la vaca seguramente va a poner orden a todo el desm…. barajuste que hizo el ratón el año pasado.

Espero que a todos ustedes les vaya muy bien y que este año se convierta en el mejor que hayan pasado en sus vidas.

Hay que ver para adelante. Ya se ve la luz al final del túnel en el que 2020 nos metió. Aguantar un poco más para que todo pueda ser como era antes (tanto como se pueda, claro).

¡Sí se puede!

El 2020 en un kanji

Kanji de los años anteriores:

Creo que el consenso de este año es claro. De la forma que lo vean o que lo hayan pasado, la realidad es que fue un año diferente, que nos presentó una situación difícil a nivel mundial de la que apenas comenzamos a ver la salida. Incluso en el escrito del año pasado mencionaba la celebración de las olimpiadas en Tokio… Pero más que eso, mucha gente lamentablemente perdió la vida, o quizás algunos de sus seres queridos. Se siente la tristeza y el hartazgo en todos lados.

Sin embargo, creo que también para muchos hubo acontecimientos importantes y agradables, y es quizá en los que nos tenemos que apoyar para salir adelante y continuar en esta aventura.

El kanji de este año lo tenía prácticamente decidido desde el anterior. Obviamente en ese entonces no contaba con una contingencia sanitaria a nivel mundial, pero ni eso es suficiente para quitarme la dicha del momento en el que por segunda vez me convertí en papá. Por tal motivo, el kanji que para mí describe el 2020 es:

Su lectura principal es “ko”, y quiere decir “niño”. El nacimiento de mi segundo hijo se lleva por mucho a todo lo que acontenció en mi vida durante este año que termina. Como muchos de ustedes, yo también dejé de ver a mis amigos, dejé de salir y llevar a mi primer hijo a los lugares a los que íbamos con frecuencia, comencé a trabajar desde casa (primero por mi bebé y luego por el coronavirus), y el cansancio hizo (y sigue haciendo) presencia, pero ni todo eso ha sido suficiente para quitarme el sentimiento que tuve en el momento en el que mi segundo hijo vio la luz y lo tuve en mis brazos. Sin duda será un momento que recordaré toda la vida.

No quiero dejar de mencionar que también hubo pifias y sucesos que lamento mucho. El estrés se ha maximizado durante los últimos meses y no es nada más por el virus: enfrenté un acontecimiento en el trabajo que me pegó fuerte; la inseguridad se apoderó de mí de forma en la que no lo había hecho antes, perdí la concentración en muchos momentos y he notado que se me han estado olvidando cosas. Yo sé que hay mucha gente con 2 o más niños que también le echa ganas todos los días y para las cuales yo soy un completo “novato” (y tienen razón), pero aunque tuve la ayuda de mi suegra por unos meses, ha sido realmente una gran tarea tener que estar al pendiente del trabajo y familia, y no ayuda ver que tu tiempo libre prácticamente ha desaparecido ni que los fines de semana no alcancen para descansar y comenzar otra semana fresco y con ganas en un trabajo que exige precisión y mucha creatividad, la cual reconozco que en estos momento no tengo.

Por lo anterior es que tampoco he podido sentarme a escribir en el blog como lo solía hacer antes. Después de tantos años realmente ignoro cuánta gente sigue leyendo, y reconozco que es difícil que alguien nuevo llegue y se siente a leer en una época en la que las redes sociales acaparan toda la atención, y los medios visuales sean mucho más llamativos que un montón de letras escritas por un viejo cuarentón que a ojos vistas tiene que poner en orden su vida para poder enfrentar lo que viene después.

No obstante, las ganas de seguir con este proyecto no se han terminado. Al igual que mi situación actual, sé que todo esto es pasajero, y en algún momento podré de nuevo tener control y estaré contento de escribirlo por aquí.

El kanji del 2020 en Japón

El kanji del año en Japón es seleccionado con un proceso de votación, pero casi al igual que conmigo, el candidato que ganaría se sabía o intuía prácticamente desde mediados de año

Se lee “mitsu” o “hiso” en “hisoka ni”, y quiere decir “secreto” o también “denso”. Fue esta última acepción la que hizo eco en todo Japón durante todo el año debido a las recomendaciones que se hicieron para tratar de mitigar las infecciones por el coronavirus:

  • 密閉 (mippei). Significa “lugar cerrado”.
  • 密集 (misshuu). Significa “aglomeración”. Se refiere en este caso a personas
  • 密接 (missetsu). Significa “cercanía”, “contacto cercano”.

El gobierno hizo referencia a evitar estas 3 situaciones como “3密” (san mitsu), que en inglés se tradujo como “3C”: Confined and enclosed spaces, Crowded places, Close-contact settings. Se estuvieron repitiendo en todos lados para tratar de generar conciencia en la población, lo que hizo que la gente siempre las tuviera en la mente (aunque no las evitara del todo), por lo que era indudable que ese kanji sería elegido para representar al 2020.

De entre los primeros 10 candidatos, que por cierto pueden ver en la página 2 del documento oficial, puedo destacar la presencia de 滅 (metsu) en el lugar 7 y de 鬼 (ki/oni) en el lugar 9. Esto es debido al furor que ha causado la historia de Kimetsu no Yaiba (鬼滅の刃), conocida en inglés como “Demon Slayer”, y que incluso su pélícula ha sobrepasado a Sen to Chihiro no Kamikakushi (“El viaje de Chihiro”, o “Spirited Away” en inglés) en cuanto a recaudaciones se refiere. Muchísima gente reconoce el título o ha oído de la obra, así que, aunque sean kanji que normalmente representan algo considerado “malo” (“oni” es ogro, y “metsu” es exterminar) los podamos encontrar en los primeros lugares.

Pásenla muy bien en estas pocas horas que le quedan al año del ratón (según el calendario chino), y prepárense para decirle adiós. Sin duda el 2020 quedará para el recuerdo de una forma en la que creo que nadie quisiera recordarlo, pero que, para bien o para mal, fue parte de nuestras vidas.

Un fuerte abrazo para todos desde el todavía pandémico Tokio. Espero que la edición de este escrito del 2021 contenga muchas más buenas noticias.

Adiós muela del juicio, parte 1

Así nada más para dejar registro:

Hace algunas semanas tuve fiebre en domingo (o sea que ni para enfermarme puede ser entre semana para darme un respiro del trabajo), y todo fue porque tuve una infección en una de las muelas del juicio. Tuve que esperar hasta el lunes, ya sin fiebre y tomando todas las precauciones y siguiendo las indicaciones que me fueron dichas por teléfono, para acudir con el dentista. En resumen: era mejor quitar las muelas del juicio.

Ayer fue la primera. La imagen de arriba fue la hoja que recibí donde vienen las precauciones después de que un diente ha sido extraído (y que claro que tiene un verbo en japonés: 抜歯する “basshi suru”). No es la idea de este escrito traducir todo lo que está ahí escrito, solamente mencionar que la asistente estaba preocupada de si podría leer todo. Para nada me molestó su comentario, sino que me sacó una sonrisa porque tenía mucho que no recibía un comentario de ese estilo. Es de las pocas interacciones que he tenido con personas ajenas a mi familia en este año.

Puse parte 1, porque faltan otras 3…

La vida continúa

Vayamos al grano: ya estoy viejo. Pero eso no es noticia nueva. ¿Crisis de los 40? Creo que llevo ya 2 años con ella. ¿Problemas dentro y fuera del trabajo? Claro, como todos los demás (dichosos aquellos que no los tengan, claro).

Y sin embargo, aquí sigo.

Últimamente he tenido esos ratos melancólicos que te hacen pensar si todo realmente vale la pena, y si hay algo en el futuro que amerite tener que pasar por tantas cosas. Nah, nada de pensamientos suicidas; eso fue cosa de mis años pubertos. Más bien ratos de reflexión, en los que piensas si tu ideología de siempre tener un sueño que perseguir dará frutos a largo plazo. Y la respuesta es obvia: ¡claro que sí!

No obstante, eso no quiere decir que no haya ratos de debilidad, desesperación, e incluso histeria… y la situación con el coronavirus de plano no ayuda.

Mi jefe actual me platicaba hace ya muchos meses: “Cuando tienes a tu segundo hijo, te conviertes en un superhombre”. Y tiene razón. Sí, ya veo venir a quienes tienen 3 o más a decirme “novato”, pero cada familia y cada situación es difícil. No, no estoy llorando porque mi situación sea pesada, pero la verdad no sé de dónde salen fuerzas para levantarme diario a enfrentar al mundo. De ahí que, como he comentado en repetidas ocasiones, mis respetos a todos y cada uno(a) de los(las) padres(madres) de familia que a diario le echan los kilos para sacar a los chilpayates adelante, y todavía se hacen tiempo para tener tiempo de calidad con ellos. A todos, sin importar su clase social, raza, chamba, creencia religiosa, etc. Neta: dense palmaditas en la espalda porque están haciendo una labor titánica, que rara vez es reconocida (imaginen a sus hijos contestándoles de mala gana, gritándoles, rezongando, etc., etc.). Yo no sé cómo mi madre me aguantó cuando era niño.

Veo la situación en Japón:

  • Familias “típicas” donde el hombre promedio no es nada más que un proveedor y que rara vez pasa tiempo con los hijos, la esposa es ama de casa que no pela al marido más que cuando necesita más dinero (recordar que en Japón se acostumbra que el marido le dé todo el sueldo a la esposa y ella es la que administra todo el dinero) y que los niños no vean al papá más que unas contadas veces a la semana.
  • Familias en donde ambos padres trabajan (lo que se conoce como 共働き, “tomo bataraki”, mientras que los niños están en guarderías.
  • Familias en donde el padre o la madre simplemente “fue por cigarros” y nunca regresó, y es uno solo el que tiene que sacar adelante a la familia.
  • “Familias” que se hicieron por la fuerza (léase, se “embarazaron”) y de plano no se aguantaron y se separaron, o aquellas a los que el niño les molestaba tanto que terminaron abandonándolo, o peor aún, matándolo (sí, hay muchos casos así). O incluso aquellos padres de familia que pecan de irresponsabilidad y eso cuesta vidas inocentes.

Probablemente no suene tan diferente a otros países. Y sin embargo una vez que eres parte de esta sociedad se siente la diferencia cultural en cada uno de los casos anteriores. Diría un buen amigo mexicano que “el ojo que todo lo ve en Japón” (o sea, el “qué dirán”) pesa un montón por acá

Me he puesto a pensar mucho en cuál era la situación en mi familia cuando yo era chico, digamos que cuando tenía entre 5 y 10 años, y cuál es mi situación actual con mi hijo mayor teniendo exactamente 5 años ahora. Dejen de lado cómo ha cambiado el mundo (que sí tiene que ver); la experiencia que uno tiene y quiere aprovechar para criar a sus hijos y la falta de pericia que se hace evidente cuando lo que creías que funcionaba para reforzar los lazos padre-hijo no da frutos o termina con un resultado totalmente contrario al esperado.

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¿En qué momento?

Aunque este escrito no es originalmente algo que quería sacar durante la pandemia, creo que es buen momento de finalizarlo, editarlo y hacer que vea la luz.

Tomen lo siguiente como una reflexión/anécdota/historia de un viejo cuarentón. Sé que muchos no lo verán de esa forma, otros tantos me dirán que “ya se me van las cabras” (eso desde que tenía como 20) y otros, muy pocos, quizá asienten un poco… quizás.

La vida está llena de parteaguas, pero creo que la mayoría de las veces ni siquiera sabemos que están ahí; algunos pueden ser bastante obvios, mientras que otros no toman tanta importancia hasta mucho tiempo después. De ahí que una de las frases que más me gusten es la de “connect the dots”, que Steve Jobs menciona en su discurso en la universidad de Stanford en 2005:

Again, you can’t connect the dots looking forward; you can only connect them looking backward. So you have to trust that the dots will somehow connect in your future. You have to trust in something — your gut, destiny, life, karma, whatever. This approach has never let me down, and it has made all the difference in my life.

Dejen les cuento algo (voz de abuelito llamando a sus nietos a que escuchen otra de sus súuuuuuper interesantes historias):

En incontables veces he mencionado aquí, en respuestas a comentarios y en respuestas a correos que me envían, que el plan de trabajo es de los requisitos más importantes para obtener la beca de Monbukagakusho. En total, creo que escribí como 3, uno para cada vez que iba a intentar obtenerla (aunque no metí los papeles hasta la última vez); el último plan que escribí, el que pasó y que a final de cuentas me tiene donde estoy, era en el que menos convencido estaba. Lo consideraba simple, sin mucha profundidad, y con muchos lugares por donde criticarlo… pero de alguna forma pensaba que ya no podía moverle mucho más, tanto porque el tiempo ya estaba encima, como porque desarrollarlo más haría que se perdiera la idea que quería transmitir. El caso es que estaba súper indeciso de si desvelarme e intentar ampliar más la idea o simplemente ya dejar todo por la paz y confiar en lo que tenía hecho. No lo hice en computadora porque no tenía impresora, sino que todo fue con máquina de escribir… Mis amigos habían ido por mí para ir a cenar y estaban esperando que terminara, pero yo no daba señales de que eso fuera a terminar en horas, mucho menos minutos, pero su insistencia me hizo detenerme. Fuimos a cenar hamburguesas.

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