Coronavirus en Japón

A finales de febrero comencé a escribir un artículo para publicarlo aquí respecto la situación, en ese entonces, del coronavirus en Japón. Sin embargo, la falta de tiempo para hacer referencia a diversas fuentes, aunada al nacimiento de mi segundo hijo, me obligaron a dejarlo a medias. Opté mejor por escribir algo nuevo, pero enfocado más a mi opinión como residente de este país. Quiero que quede en la historia de este blog cómo me sentía al momento de escribir esto para que después, ya que todo termine y la situación se normalice, pueda ver un poco en el pasado, como lo he venido haciendo durante toda la existencia de este sitio.

Primero que nada, espero que con todo lo que ha pasado y se ha reflejado en las noticias internacioanles, a la gente se le quite (aunque sea un poco) los estereotipos de “Japón es perfecto”, “Los japoneses son súper limpios”, “Los japoneses siempre piensan en los demás”. La escasez de productos como papel del baño, cubrebocas, desinfectantes con alcohol, y ahora pan, productos enlatados, pañales y algunos otros, así como la forma en la que la gente ha tomado ventaja al momento de hacer sus compras, refleja la naturaleza del ser humano de ver por sí mismo. Pero digamos que hasta ahí no hay muchas sorpresas.

Los números reportados de personas infectadas con coronavirus en Japón han desatado debates a nivel internacional, y han polarizado a la sociedad en dos bandos:

  1. Los que creen que Japón actuó con rapidez al promover el cierre de escuelas y el trabajo desde casa (de ser posible) desde principios de marzo, logrando con esto evitar una explosión de casos como se ha visto en otros países.
  2. Los que creen que Japón está maquillando los números porque no hacen la prueba de detección de coronavirus a todos los casos sospechosos. Muchos afirman que Japón, además de tratar de mantener su integridad y apariencia hacia el resto del mundo, también estaba presentando números bajos para evitar un posible aplazamiento o cancelación de los juegos olímpicos.

Las discusiones han sido muchas. Los del primer bando afirman que si Japón estuviera mintiendo con los números se reflejaría en un colapso del sistema de salud que difícilmente podría ser ocultado; mencionan que Japón se adelantó y tomó medidas apropiadas en tiempo y forma, logrando con esto aplanar la curva. Por su parte, los del segundo creen que una vez que los juegos olímpicos sean pospuestos se verá la realidad y gravedad de la situación. Lo que sí es cierto es que, sea cual sea la realidad, al menos en Tokio la gente ha dejado de cooperar en lo que se refiere a evitar salir de no ser necesario. Explico:

Las escuelas primarias, secundarias y preparatorias de Japón fueron cerradas el 2 de marzo y hasta el fin de las vacaciones de primavera, es decir, hasta el 7 de abril. Sin embargo, y como todo lo que ha hecho Japón hasta este momento respecto al coronavirus, no fue orden gubernamental, sino “petición”. Casi todas las escuelas hicieron caso, pero hubo algunas que simplemente dijeron que no había razones de peso para cerrar debido a que no había habido casos en el área que les concernía. Con todo, se pidió que se suspendieran, o en todo caso limitaran, las ceremonias de graduación (que normalmente ocurren a mediados o finales de marzo), y que en general la gente se abstuviera de ir a lugares concurridos (se habían confirmado casos en gimnasios también). Bien que mal, la gente cooperó… hasta el pasado fin de semana del 21 al 23 de marzo: era un fin de semana “largo” puesto que el viernes era festivo, y se le pidió a la gente abstenerse de salir en la medida de lo posible para evitar contagios masivos. ¡Ah! Pero para esto, el gobierno había dicho días atrás que las restricciones (o bueno, quienes las siguieron por la petición hecha semanas atrás) podrían ser levantadas en las zonas en las que no se hubiera presentado un incremento de contagios significativo… Esto fue lo que bastó para que la gente comenzara a tomar las cosas más a la ligera y saliera a pasear y divertirse como si ya todo se hubiera acabado.

Luego, llegó a Tokio la temporada de sakura, y con ello, los hanami (días de campo que se llevan a cabo bajo los árboles de cerezo, o sea, pretexto para beber), y como parece ser que ver las sakura y tomarle fotos es súper indispensable para todos los japoneses, la gente comenzó a congregarse en los sitios famosos para tal efecto. En favor del gobierno, esos lugares prohibieron la realización de los hanami y pidieron que quienes fueran a ver las flores, aunque fuera de pasada, mantuvieran su distancia y respeteran las reglas de etiqueta al momento de toser, invitando también que usaran cubrebocas (la efectividad, o falta de ella, es tema para otra ocasión). Sin embargo, aquí y allá se podía comprobar que la gente en realidad pensó que la situación ya no era tan grave: los parques llenos, la gente saliendo a pasear y a centros de recreación, que estuvieron cerrados por dos semanas pero después reabrieron sus puertas, y en los parques más pequeños los hanami estaban a la orden del día. Al responder a entrevistas, la gente decía que como las restricciones eran simplemente peticiones y no eran obligatorias, decidieron salir, porque además ya estaban cansados de estar encerrados… El término コロナ疲れ (corona tsukare), que significa literalmente “cansancio por el coronavirus”, comenzó a tomar forma.

Es la actitud antes mencionada lo que preocupa al gobierno… pero al mismo tiempo es el mismo gobierno quien, indirectamente, la ha alentado. Desde el principio, con el manejo del crucero Diamond Princess, y luego con la falta de aplicación de medidas fuertes en aeropuertos, la situación pinta para estar totalmente fuera de control… y sin embargo parecía, y hago énfasis en parecía, que Japón realmente estaba haciendo las cosas bien… hasta que por presión internacional el Comité Olímpico Internacional se haya tenido que ver obligado a posponer las olimpiadas a más tardar un año. Cabe mencionar que aunque Japón recibió muchas críticas al respecto, el país no tiene autoridad alguna sobre la realización del eventom y la prueba está en el cambio de sede que sufrió el maratón olímpico: en vez de llevarse a cabo en Tokio se decidió que se realizaría en Sapporo incluso bajo las protestas del gobierno de la capital nipona.

Curiosamente, y vamos a decir que hasta por coincidencia, el número de infectados en Tokio comenzó a aumentar una vez que la decisión de las olimpiadas había sido tomada. Y aunque la situación, todavía hasta este momento, no está fuera de control (o al menos eso parece), los del segundo bando arriba mencionados parece ser que tenían razón…

A partir de que el coronavirus comenzó a tomarse más en serio (por algunos), también se comenzó a promover el trabajo desde casa. Como era de pensarse, muchas empresas que sí pueden dejar que sus empleados realicen sus labores desde sus hogares se mostraron reacias, argumentando, entre otros pretextos, que no sabían cómo implementarlo. No fue sino hasta que comenzaron a salir casos positivos e coronavirus entre los empleados cuando, como por arte de magia, algunas empresas (incluyendo grandes consorcios) lo implementaron. Cierto es que, con el nivel de micro-administración que se tienen por este lado del mundo, los jefes y altos mandos no saben realmente cómo comprobar que los empleados realmente estén trabajando y no haciendo otras actividades al estar en casa, pero dadas las circunstancias muchos tuvieron que improvisar. Leo casos de gente que tiene que tener siempre una webcam activada para que pueda ser monitoreada; otras tienen que enviar correos 3 veces al día para reportar avances, e incluso otras piden que los empleados contacten a sus jefes si se tienen que ausentar por más de 10 minutos del teclado. Exageraciones, si ustedes están de acuerdo, pero eso no quita el hecho de que se tuvo que dar un cambio masivo a muy corto plazo en una sociedad que es reacia a los cambios. No obstante, el hecho de que mucha gente no tenga opción y tenga que salir a subirse en trenes que hasta la semana pasada estaban de nuevo llenos, aunque no como antes en los que parece que las leyes de física se rompen en días normales (2 cuerpos ocupan el mismno lugar al mismo tiempo), es un factor de riesgo que, hasta que el gobierno no fuerce a la población a meterse y permanecer en casa, siempre existirá.

Hace un par de fines de semana la gobernadora de Tokio pidió a los habitantes de la metrópoli a abstenerse de hacer salidas que no fueran absolutamente necesarias porque estamos a nada de que se tenga que declarar estado de emergencia y lo quiere evitar a toda costa. ¿El resultado? Sí, mucha menos gente se vio en las calles… pero también se vieron aquello a los que les valió completamente y salieron nada más porque sí. Como ejemplo: una chica que fue invitada a una boda mencionó que mientras quedarse en casa no fuera obligatorio era difícil dejar de asistir a ese evento. Con todo lo que conlleva asistir a una boda en Japón puedo entender la carga y presión social que los invitados tienen (tema de otro artículo, pero en resumen: les conviene que mejor ni los inviten), pero ni así justifico su decisión… y ni qué decir de las parejas que se estaban tomando fotos con las sakura en pleno río Meguro al lado de un policía que recitaba un mensaje advirtiendo a todos del riesgo que se corría por la propagación del coronavirus. Sí… la gente bien obediente.

Al día de hoy es extremadamente difícil conseguir cubrebocas y desinfectantes. El gobierno tuvo que prohibir explícitamente la reventa de cubrebocas porque estaban a precios exorbitantes y hubo casos de gente que lucró con eso, incluyendo el de un político que se ganó más de 8 millones revendiéndolas y que lo único que tuvo que hacer fue pedir disculpas e inclinarse… ¿Multas? ¿Separación del cargo? Nah. Seguro aprendió la lección. Las compras de pánico volvieron a hacerse presentes, y los supermercados se abarrotaron desde el miércoles en la noche, haciendo que la petición de la gobernadora de evitar aglomeraciones y lugares cerrados fuera total y completamente inútil.

Personalmente, me considero parte del segundo bando…Conociendo cómo el gobierno puede reaccionar ante las crisis por lo que sucedió en Fukushima en 2011, realmente no me sorprendería que en los próximos días se anuncie el cierre total de Tokio y se imponga una cuarentena por al menos varias semanas. Ver la reacción no tanto del gobierno, sino de la gente en sí, me hace pensar que muchos creyeron que sí hubo una crisis pero que Japón la libró y que ahora estamos fuera de peligro, sin estar conscientes de que ese pensamiento es lo realmente peligroso. Y aunque digan que los casos de COVID-19 en menores y recién nacidos son leves, estoy preocupado por mis hijos, tanto en su salud fìsica como mental, puesto que mi hijo el grande ya ha pasado mucho tiempo encerrado en casa, y aunque le encantan los videojuegos realmente extraña las salidas que él y yo hacíamos cada una o dos semanas en donde simplemente nos íbamos sin plan y la pasábamos muy bien fuera, ya fuera en las arcadias, en algún parque de diversiones, museo o evento especial, y terminar en las aguas termales.

No obstante, aun como mi preocupación y mi selección de bando, me encantaría estar equivocado y que Japón realmente haya hecho las cosas bien. Me haría muy feliz retractarme sabiendo que la crisis realmente ya pasó y que en poco tiempo podremos regresar a nuestras actividades normales…

En cuanto a mi trabajo, he estado laborando desde casa desde mediados de febrero, con un descanso de dos semanas por el nacimiento de mi segundo hijo. La empresa es genial en ese aspecto, y mi jefe ha comprobado que tiene a un equipo de profesionales a los que no necesita estar supervisando para saber que están trabajando. Soy  muy afortunado, la verdad… no creo que las cosas hubieran sido tan fáciles en la empresa anterior. Pero mentiría si dijera que no tengo nada de estrés, aunque creo que miles, si no es que millones de personas en el mundo se sienten igual que yo.

Escribiendo párrafos días después… tuvo que morir  por el coronavirus un gran comediante japonés, Ken Shimura, para que mucha gente que todavía pensaba que la situación ya había mejorado comenzara a considerar que no era así.

Al momento de escribir este párrafo, estamos en el tercer día de estado de emergencia… pero no es obligatorio, ni aplica para todo el país. Resulta que nada más se aplicó para 7 prefecturas (Tokio, Chiba, Saitama, Kanagawa, Osaka, Hyogo y Fukuoka), pero no hay leyes que permitan forzar a la gente a quedarse en su casa: todo es a base de “por favor”. La idea es que, al poner a esas prefecturas en estado de emergencia la gente tome conciencia y se abstenga de hacer salidas innecesarias… lo que obviamente no sucede en todos los casos: desde quienes no pueden trabajar desde casa hasta los que de plano creen que todo es una exageración y siguen realizando sus actividades normales. Se habla de la “sana distancia” también acá, pero no todos tratan de guardarla. Cierto es que se ve mucha menos gente en lugares como Shibuya, Asakusa, Shimbashi y demás, pero fuera de ahí es como si nada realmente estuviera pasando.

La gobernadora de Tokio ha hecho anuncios también en inglés para la comunidad extranjera en la capital nipona:

https://www.youtube.com/watch?v=Z99YBdtUy5E

A ojos de muchos japoneses, Koike parece una mejor líder que el mismo primer ministro. Ella ha buscando una cuarenta más estricta, chocando con lo que Abe planea. Algunos dicen que es puro teatro, pero lo cierto es que sus mensajes se han sentido mucho más claros y directos que los del líder de la nación.

Debo de parar en algún momento de tratar de mantener esto actualizado, y creo que será aquí, porque de otra forma este artículo nunca va a ser publicado.

Cuídense mucho por favor. Espero que la situación les sea lo más leve posible y que pronto podamos dejar esto atrás.

“Comida mexicana”

Noten por favor las comillas del título.

Encontrar comida mexicana en Japón no es tan difícil. Perdón, me refiero a “comida mexicana”, es decir, a aquella que los japoneses creen que es mexicana. En resumen: si dice “salsa”, es tan picante como una décima o centésima parte de un dulce de tamarindo con chile, o tiene aguacate, ya califica como comida mexicana.

Muchos se podrán imaginar que la comida Tex-Mex es considerada como mexicana por este lado del mundo. No están equivocados. La comida de ese estilo me gusta, es muy rica, pero no la puedo llamar mexicana. No obstante, digamos que entiendo por qué la gente cree que eso es mexicano. Es como el sushi y la pseudo comida japonesa que se encuentra en México. Claro: hay lugares que son la excepción y en general se acercan muchísimo al sabor y presentación originales, tanto aquí con la comida mexicana como allá con la japonesa.

Pero para todo hay límites.

En la búsqueda de lugares para comer cerca del trabajo llegamos a una calle cerca de la estación de Yotsuya (Tokio) en donde encontramos no uno, ni tres, sino dos restaurantes mexicanos separados tan solo por algunos locales. El de la foto es el primero, llamado “El árbol”, y es el mejor decorado de los dos, al menos por fuera. El otro, al cual no le tomé foto, se llama “Salsa Cabana Bar”, y es mucho más modesto por fuera y por dentro.

El árbol se ve decente por fuera: banderita de México, el clásico sombrero que todos relacionan con México, puerta de madera (que no sé qué tiene que ver con México)… pero en fin: al menos da el gatazo.

No le tomé foto al menú, pero Google es mi amigo:

http://www.elarbol.jp/lunch.html

La verdad, desde que vi el menú sabía que entrar ahí sería un gran error si es que buscaba comida mexicana, pero la insistencia de un par de compañeros de trabajo fue tanta que no hubo opción.

Omitiré describir el interior del lugar; lo único que sí diré al respecto es que es de los pocos lugares que he visto últimamente que permiten a los comensales fumar en las mesas sin tener un área dedicada para ello.

Regresando a la comida, mi sorpresa no pudo ser mayor:


Esto es lo que el árbol vende como comida mexicana. Debo decirles que es la primera vez en mi vida en me sirven arroz blanco estilo japonés y sopa de miso con mi plato principal en un restaurante que se anuncia como de comida mexicana. Huelga decir que mi reacción fue tal, que mis compañeros de trabajo no podían parar de reírse.

El plato es de carne de cerdo guisada que tiene una salsa que remotamente, pero muy remotamente, sabe como a alguna que le pondría en México. En sí no está malo, pero… este… no lo vendan como algo mexicano. En serio.

Ignoro completamente la idea de los dueños. No sé si simplemente quieran etiquetar su negocio como de comida mexicana por la decoración del lugar, o porque tienen algún tipo de nostalgia por México (no les quise preguntar al respecto), pero definitivamente andan bien perdidos en lo que a comida mexicana se refiere.

Sopa de miso… todavía no puedo dejar de estar sorprendido.

El otro lugar, Salsa Cabana Bar, es al que hay que ir. El sabor se asemeja mucho al original, y venden unos frijoles a la charra que hacen que los 1100 yenes que pagas por el platillo a la hora de la comida valga la pena. A ése luego le tomo fotos para hacer comparación.

Como mencioné arriba, no se trata de ser súper quisquilloso con la definición de lo que es comida mexicana. Entiendo por qué la gente considera esto

como una receta decente para hacer tacos, y por qué hasta mis antiguos colegas insistían en que debería de estar muy contento (en ese entonces) porque un Taco Bell abriría en Shibuya, pero la comida en “El árbol” no tiene absolutamente nada que me haga siquiera considerarla como “bueno… al menos lo intentaron”. Estoy seguro que debe haber otra razón por la que sirven comida japonesa etiquetada como mexicana, pero hasta no preguntarle a los dueños, estará difícil saberlo.

Habiendo vivido ya tantos años en Tokio, me parece sorprendente que la mejor comida mexicana que he probado en Japón haya sido en “El borracho”, un restaurante en el centro de Fukuoka con comida realmente mexicana. ¡Hasta tortas ahogadas pude comer ahí! Tepito, en Shimokitazawa, y la fonda de la madrugada en Harajuku quedan en muy honroso segundo lugar.

EVO Japan 2020

Por segunda ocasión tuve la oportunidad de asistir al EVO Japan. El año pasado no me fue posible porque la sede fue en nada más y nada menos que Fukuoka; me habría gustado ir pero no se justificaba el gasto, así que me quedé con las ganas. Sin embargo, este año el evento regresó a Tokio, o mejor dicho, a Chiba (fue en el Makuhari Messe), así que aproveché que puedo llegar al lugar tomando un solo tren (por como hora y media).

Como antecedente, he de mencionar que iba con toda la intención de participar en el torneo de Street Fighter V porque, según yo, ya me había inscrito, pero resultó que a final de cuentas no lo había hecho: al momento de registrarse había que marcar dos lugares y yo solamente marqué uno, por lo que mi registro fue nada más al EVO en general y no en específico a algún torneo :/ Ni modo. Fue mi error. De todas formas acudí con tal de estar presente y apoyar a la comunidad de juegos de pelea.

La gente que me conoce sabe que no soy ajeno al Makuhari Messe puesto que ahí se celebra cada año, entre otros eventos ya también conocidos a nivel internacional, el Tokyo Game Show, al que he asistido sin falta desde hace ya muchos años, aunque ya no hago artículos al respecto porque el evento lamentablemente ha perdido relevancia y lo único relativamente interesante que podría mostrar serían las fotos de las edecanes, y estoy seguro de que ustedes no quieren eso, ¿verdad? 😀

Para los que no estén enterados de qué onda con el EVO, basta decirles que es el torneo de juegos de pelea más prestigioso e importante del mundo. Su sede original es en Las Vegas, en donde cada verano gente de todo el planeta se reúne para probar sus habilidades en diferentes títulos, además de pasarla bien y hacer crecer a la FGC (Fighting Game Community). En resumen, el EVO es como las olimpiadas de los juegos de pelea, con la diferencia de que aquí cualquiera puede participar en los torneos. Además, si le preguntan a personas que jueguen títulos de peleas seguramente al menos van a saber qué es el EVO, y más de alguno les dirá que es la meta de todo jugador de ese género ganar el EVO. Así de grande se ha convertido. Faltaría dar nada más como dato extra que fue precisamente en un EVO donde sucedió el momento más impactante de todos los tiempos en juegos de pelea, y que fue (y continúa siendo) la inspiración de muchos de los jugadores, tanto casuales como profesionales:

Como muchos de los jugadores de pelea más adiestrados son originarios de Japón, y hay una buena cantidad de ellos que no puede hacer el viaje a Estados Unidos, además de pensar en la comunidad asiática al considerar que es más fácil viajar a Japón que cruzar medio mundo para ir a Las Vegas, el creador del torneo decidió crear la versión Japón del evento hace 3 años, y salvo el año pasado que el evento se movió a Kyushu, la respuesta de la comunidad ha sido muy buena, por lo que parece ser que EVO Japan llegó para quedarse.

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Ser otaku

El famoso término que desató (y a la fecha creo que sigue desatando) controversia; aquí mismo he mencionado la diferencia de connotaciones que tiene en diferentes países, pero de un tiempo para acá me he puesto a pensar un poco más a fondo en la situación que viven los que son denominados así en Japón, especialmente por los casos de abuso (bullying) que se presentan en este país y por las consecuencias que estos pueden tener.

La gente califica a los otaku de “inadaptados sociales”, de gente “enferma” por vivir solamente para su afición, de vivir en un estado perpetuo de sueño al pretender convivir (y hasta casarse) con personajes ficticios, y de llamar “yome” (literalmente “novia”, pero usado principalmente para nombrar a la esposa de uno); critican su falta de cuidado personal, pobre presentación, y a veces hasta de higiene. Para ser sincero, sí: hay quienes encajan perfectamente en el estereotipo, y por eso muchas veces se piensa que son caso perdido. No obstante, pocas personas realmente se ponen a pensar en el transfondo de las cosas, en lo que hay detrás de la persona que vemos y señalamos como “otaku”. 

Como miembros de una sociedad, por naturaleza buscamos estar en un grupo; necesitamos comunicarnos, conocer otros puntos de vista y expresar el nuestro. Necesitamos “encajar”, y qué mejor si es en algo que te gusta. El problema es que desde el momento que los puntos en común son caricaturas, videojuegos, juegos de mesa o algo que la gente promedio no considere “normal”, automáticamente te conviertes en alguien “raro”, y de ahí se agarran todos para decirte cómo no encajas en el grupo de la “sociedad normal” (cualquiera que ésta sea, y si es que existe). Y esto no es exclusivo de Japón o México.

Alguien a quien le guste el fútbol en demasía puede ser llamado de muchas maneras, pero no necesariamente es un desadaptado social para los demás. ¿Por qué? Porque el fútbol se considera algo “normal”; hay mucha gente a la que le gusta y eso es suficiente para encajar en la sociedad. Ciertamente también hay detractores, pero la forma en la que estos se expresan de los amantes del fútbol no se parece a la que usan los que se quejan de los “otaku”.

La comunidad “otaku”, por muy “desadaptada”, “aislada” o “rara” que pueda ser, no es en realidad tan diferente en esencia a, por ejemplo, los grupos de personas que gustan de la lectura y se juntan para leer, o de las mujeres que gustan de una actividad en común y se juntan para realizarla y hablar al respecto.  Los “otaku”, o al menos la gran mayoría, lo que hacen es lo mismo: buscan encajar en algún lado; su refugio es su afición. Tienen trabajo, lo realizan bien y obtienen ganacias por él, y las usan para alimentar su afición. ¿Excesivo? Sì, y todo en exceso es malo, pero no es tan diferente como el aficionado al fútbol que gasta parte de su sueldo en ir a ver los partidos de su equipo favorito, en comprarse la playera oficial, etc., etc. ¿Que los “otaku” se ven ridículos con sus camisetas de monas chinas? A lo mejor, pero ¿qué hace diferente de traer la playera del Atlas a traer una de Belldandy? La aceptación de la gente.

Estamos en una época donde los que vimos animación japonesa fuera de Japón cuando éramos jóvenes ya tenemos la suficiente edad para comprarnos y darnos gustos que antes eran muy difíciles o de plano no podíamos. Ya muchos de nosotros no somos aprendices o recién egresados, sino personas económicamente activas, con una profesión u oficio, y ya no nos sorprende (o no debería sorprendernos) ver cómo la cultura popular de las caricaturas en general (no nada más las japonesas), los juegos de rol y de mesa, los videojuegos y demás aficiones consideradas raras o “solo para niños” en el pasado ahora están presentes en la vida diaria. Lejos estamos de aquellos días en donde tener una convención, bueno, una pseudo-convención de anime y manga era un evento tan especial y tan raro que simplemente no te podías perder. Ya no tenemos que preocuparnos tanto porque nos vean jugando Magic The Gathering, Yugi-Oh o similares y nos digan que estamos invocando al diablo. Ya no hay comentarios tan seguidos de gente que ve un semidesnudo en una caricatura japonesa y automáticamente la tilda de “pornográfica” y “dañina para los niños”. 

No obstante, la crítica a estas aficiones sigue viva: basta ver las reacciones de la gente ante los e-sports. Los comentarios respecto a las grandes cantidades de dinero que alguien se gana en un torneo “solamente por jugar vieojuegos” son generalmente de menosprecio: “¿Cómo puede ser que un chavo de 16 años se gane 3 millones de dólares solamente por estar de ocioso? “. Y ni se mencione que los videojuegos podrían convertirse en deporte olímpico porque “eso no es deporte. No tiene chiste, no hay muestra de habilidades excelsas”, cuando el tiro es deporte olímpico y podría alegarse que necesita mucha menos coordinación que la que se requiere para poder meter un combo complejo en una situación tensa en la final de un gran torneo de juegos de pelea. Me encantaría ver que uno de los que se quejan de esto se pusiera a jugar y entrenara para ganar un torneo de Street Fighter o de Fortnite, a ver si realmente es tan fácil tener el nivel que se requiere para al menos hacer un papel decente en ellos.

Puedes estar en desacuerdo con los “otaku”. Puede que no te guste lo que a ellos les gusta y puede que no te guste cómo lo expresan (algunos sí se manchan, sobre todo los que se clavan con algo y tratan de que todos vean el mundo con su mismo cristal). Sin embargo, y como en todo, no es que toda la comunidad sea así. En muchos de los casos cada individuo simplemente quiere sentirse parte de un grupo, de una comunidad, y fue en las monas chinas, en los “Nintendos”, en los “Pokemon”, esas cosas “de niños rata”, donde encontraron lo que buscaban. A veces es incluso para llenar un sentimiento de soledad o esconderse de algún factor de su vida que los asusta o los intimida (abuso, falta de atención de los padres, problemas personales en la escuela, etc., etc.), y es ahí donde hay que voltear a ver y donde hay que atacar, y no simplemente señalar a una afición como la causa de un suceso lamentable solamente porque la mayoría no la entiende. No es necesario que todos acepten todo, pero que no aceptes algo no quiere decir que es forzosamente malo o que tengas que ofenderlo. Una cosa es tirarles carro (SMASH NO ES UN JUEGO DE PELEAS), pero otra muy diferente es insultarlos.

¿Que si yo me considero un “otaku”, en la definición correcta de la palabra? No, para nada. Me gustan mis aficiones, trato de disfrutarlas al máximo y he aprendido a aceptar que hay gente que nunca las va a entender o a aceptar, pero no me cierro a opiniones y estoy abierto a discusiones al respecto. Tampoco estoy de acuerdo en que alguien vuelva dañino su gusto, ni que trate de convencer a los demás de que X o Y obra es lo mejor del mundo sin estar dispuesto a discutirlo. La única verdad que no necesita ser discutida es que el mejor Final Fantasy de todos los tiempos es el VI 😀

Al final, creo que se trata de simple tolerancia. Conforme me voy haciendo viejo me doy cuenta de lo simples que son problemas o situaciones a las que me enfrenté en mis años mozos, pero bien dicen que no se experimenta en cabeza ajena y que más sabe el diablo por viejo que por diablo.

El 2019 en un kanji

Kanji de los años anteriores:

Creo que es tradición mencionar aquí que uno ni cuenta se da cuando es diciembre. No obstante, comparado con el 2018, este año fue muy muy muy diferente. La gente que me vio en persona el año pasado y éste me dice que estoy completamente cambiado; que el año pasado me veía gris, triste, sin mucho ánimo de nada, pero que este año me veía vivo, más alegre y con más ganas de todo.

La razón es obvia: el cambio de trabajo. Si bien la empresa anterior no se acerca ni de chiste a la descrita en Luz, los últimos años ahí fueron desgastantes y tediosos profesionalmente hablando. El nuevo trabajo ha probado ser un gran reto pero un cambio benéfico, y es la base para el kanji que escogí para sintetizar lo acaecido este año.

Este kanji tiene muchos significados, pero por el que lo escogí es “ver claramente”, “brillar intensamente”, “brillante”. Su lectura es “mei”.

Pensé mucho en poner el kanji de “ocupado” (忙) por el poco tiempo que tuve para mis cosas, incluyendo el blog, pero me decidí por éste debido a que una vez que mi ambiente cambió todo fue mucho más claro, y aunque ya tenía mis metas establecidas, ir recobrando la autoconfianza me ha ayudado a expandirlas y a trazar nuevas. No soy alguien nuevo: comienzo a recobrar el yo que era antes, y ¿saben algo? Eso me agrada mucho.

El kanji del año (en todo Japón) fue el que todos se esperaban: 「令」. Hay muchas razones, pero la principal es el cambio de era por el ascenso al trono del nuevo emperador.

El próximo año va a ser divertido porque las olimpiadas se van a celebrar en Tokio, y también porque estoy seguro de que veré algunas caras conocidas por este lado del mundo. Pero lo más importante es que me convertiré en padre por segunda vez y comenzaré de nuevo a escalar la montaña de cuidados de bebé que eso conlleva, aunque creo (y dicen) que será más fácil porque es el segundo. En estos momentos estoy debatiendo conmigo mismo sobre el nombre que le voy a poner.

Como siempre, agradezco mucho a los lectores por su tiempo, por sus comentarios, pero más que nada por su paciencia ante la sequía de publicaciones. El blog no desaparecerá ni está abandonado. Sigo respondiendo mensajes y todavía hay mucho por escribir, aunque ya ande en el cuarto piso.

Deseo que la pasen muy bien lo que resta del año, y que el siguiente esté lleno de éxitos. Reciban todos un fuerte abrazo desde Tokio.

Mini guía para quienes van a vivir en Japón

Me tardé mucho en escribir esta guía. Según WordPress, hice 39 revisiones del escrito, pero aún creo que no está terminada, y en algunos puntos siento que faltaron referencias. Comencé a escribirla en mayo del año pasado, pero he de mencionar que muchas de las revisiones fueron hechas en una tablet debido a que no tengo laptop, y las pocas veces que tenía tiempo eran fuera de casa. Ya en las últimas utilicé un teclado bluetooth que ayudó mucho a darle velocidad al asunto, aunque con muchos errores de dedo por lo pequeño que es.

En todo caso, no quedé del todo conforme con ella y seguramente estaré haciendo correcciones una vez que tenga acceso a una computadora.

Dejo aquí la liga para aquellos lleguen al blog directamente y no vean las páginas permanentes.

Lo que tienes que saber sobre Japón si vienes a vivir aquí

Acostumbrarse

No hace falta mencionarle a la gente de México que mi rancho (Guadalajara) es una ciudad relativamente grande, aunque se queda corta ante la CDMX. No obstante, al menos las veces que he regresado a visitar a mi familia, cada ez me encuentro con una Guadalajara cambiada, con menos árboles y más carros. A lo mejor es mi impresión y puede ser que esté totalmente equivocado; después de todo tengo más de 16 años de no vivir ahí. Sin embargo, lo que sí recuerdo es que las horas pico eran, desde mis tiempos de estudiante de bachillerato, toda una aventura.

No te extraño para nada
No te extraño para nada

Las idas a la escuela por la mañana eran memorables. Salir de casa a las 6:10 AM, caminar 8-9 cuadras hasta la parada del minibús y que éste pasara completamente atascado pero todavía se frenaba para subir a 2 o 3 pasajeros más que, de forma que hoy que lo pienso es totalmente milagrosa, todavía cabían, era el pan de cada día cuando tu primera clase era a las 7 AM (y lo peor cuando era contabilidad…). Ir colgado de alguna de las puertas servía mejor para despertarte y ponerte 100% alerta antes de llegar a tus labores estudiantiles, pues tenías que ir esquivando postes, árboles, y en el peor de los casos, bicicletas o motocicletas que hasta parece que le jugaban carreras al chofer. Y ahora que lo menciono se me hace increíble que nunca me tocó un accidente en esas circunstancias. Y ni se diga de la gente que iba dentro, estrujada en medio de quién sabe cuántos cuerpos que sufrían el mismo “castigo”. Y pobre del que fuera sentado y tenía que bajarse a la siguiente cuadra; era una tarea titánica.

Todo lo anterior no es raro en ninguna ciudad que se considere “grande”. Estoy seguro que situaciones similares se viven en muchos otros lugares, no solo de México sino también del mundo entero. Y también estoy seguro de que quienes han experimentado esto entenderán el estrés que causa. Pero no hay de otra: si vas en transporte público a la hora en la que la gran mayoría de las personas tienen que moverse de un lado a otro: o bien si agarras tu propio carro y te lanzas a la aventura al mismo tiempo que los otros miles de trabajadores que pensaron lo mismo que tú; o incluso si agarras tu moto o tu bici para poder pasarte entre el tráfico… de la manera que sea vas a sufrir estrés, y eso puede arruinar todo tu día, o al menos reduce la probabilidad de que vaya a ser bueno, porque llegar de malas a tu trabajo significa que vas a tardar más en poder concentrarte y comenzar tu día.

Uno creería que la gente que pasa por todo esto día a día termina acostumbrándose y no le da tanta importancia a los detalles de lo que pasa durante su trayecto a sus labores, pero la realidad es que hay gente que no lo puede tolerar. No hablo de la persona común y corriente que quizá haya tenido una mala mañana antes de salir de casa (eso es quizá mala suerte), sino de aquellos que, a sabiendas de lo que van a vivir terminan su viaje con un mal sabor de boca, o peor aún, inician o se entrometen en una trifulca que trae aún peores consecuencias. El caso es que no es nada fácil.

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Súper tifón

Ésta es una foto del río que está cerca de la casa. Se llama “Karabori”, que literalmente quiere decir “fosa vacía”, porque es un río que en el solamente corre agua cuando llueve. Originalmente era un río que llevaba parte de la corriente del río Tama (de mucha más grande escala) cuando fluía de norte a sur.

Esto es después del paso del súper tifón Hagibis, pero incluso así, la cantidad de agua que se ve en la foto es mucho mayor a la que normalmente fluye cuando llueve.

Ahora, compárenla con la que tomé el sábado pasado alrededor de las 4 PM

Se esperaba que el tifón pasara por Tokio alrededor de las 9 PM, pero si faltando 5 horas para que eso sucediera el nivel del agua ya estaba así mucha gente creyó que el río se desbordaría, y con las noticias mostrando precisamente ríos desbordados e inundaciones en otras partes de Japón, el pronóstico no era bueno.

La casa no está tan cerca de ahí, pero al estar en un primer piso, el riesgo estaba latente. Sin embargo, otro problema es que ninguno de los lugares que se habiltaron como albergues quedan cerca, y explícitamente prohibieron evacuar en carro; había que irse caminando.

No fui el único que estuvo al pendiente del cauce del río. Aquí hay una serie de fotos y videos del mismo, tomados desde diferentes puntos. Además, en Twitter la gente mostraba su preocupación, no tanto por no poder evacuar, sino porque el desbordamiento del río causaría graves daños materiales a casas y negocios cercanos a él.

El ayuntamiento de la ciudad decía que había que estar al pendiente, pero no se dio ni recomendación ni orden de evacuación. En el peor de los casos, a nosotros nos tocaría movernos colina arriba, pero una inundación de esa magnitud era poco probable.

A final de cuentas, el río “aguantó”. La gente del vecindario no entró en pánico ni hubo nada que lamentar por acá. No obstante, y como podrán ver en sitios de noticias, los daños causados por Hagibis son cuantiosos. Hay gente que perdió sus viviendas o sufrieron daños materiales; hay gente que perdió la vida; hay gente que entró en crisis nerviosa aun estando en albergues; hay gente que quedó atrapada en albergues porque todo alrededor se inundó y no tenían luz. Los aeropuertos de Narita y Haneda cancelaron casi todos sus vuelos ese día, y alguien en Reddit tomó una foto que será difícil que se repita.

Fuente: https://www.reddit.com/r/japan/comments/dh5oah/narita_airport_during_typhoon_hagibis_last_night/

Fue un sábado estresante, sin duda. Hubo muchas pérdidas, pero afortunadamante de este lado de Tokio las cosas no pasaron a mayores.

Agradezco mucho a todas las personas que por Twitter o correo electrónico me mandaron mensajes para preguntarme cómo estábamos. Todo bien, muchas gracias 🙂

 

Si tuviera tiempo y dinero (arcadias)

Aunque en muchos lados se menciona que el negocio de las arcadias en Japón ha ido a la baja en los últimos años (lo cual es cierto), creo que está todavía muy lejos de desaparecer por completo.

Este tipo de máquinas no son nuevas: necesitas comprar cartas especiales para poder jugarlas, y las cartas no son baratas (hablamos de 500 o 1000 yenes por paquete). No es lo mismo, pero me recuerda cuando gastaba en decks y boosters de Magic The Gathering. Seguramente, si tuviera tiempo y dinero, me la viviría en alguna de éstas (no necesariamente la que muestro de futbol).

Entre todo lo que ha pasado, algo que disfruto mucho es poder salir con mi hijo y llevarlo a que juegue, se canse, se distraiga y aprenda, tanto para darle espacio a mi esposa para que descanse como para poder pasar tiempo padre-hijo de calidad y poder hablar español con él todo el tiempo. Mi hijo ha agarrado poco a poco el gusto a los videojuegos, y le gusta mucho que lo lleve a las arcadias. Antes, cuando iba solo, era de encerrarme en los juegos de pelea y pasarme las horas ahí. Ahora, es enseñar a mi hijo a jugar (cuando es de 1 jugador) o jugar con él títulos cooperativos. En la vida pensé que yo agarraría esos juegos porque para mí los videojuegos siempre han sido un pasatiempo muy personal que no podía compartir con nadie de mi familia, pero me encuentro a mí mismo sonriendo cuando estoy con mi hijo disparándole a “los malos”, o bien cuando estamos atrapando fantasmas en Luigi’s Mansion (título que, por cierto, ya terminamos).

Además, mi hijo de repente le agarró el gusto a Groove Coaster, y cuando se entere de que va a salir para Switch seguramente me va a decir que lo compre. Al menos sé que sí le sabe mover.

No tendré mucho tiempo para mí, ni tampoco todo el dinero que quisiera, pero ser papá y presenciar momentos como éste sobre pasa por completo lo que pudiera obtener con recursos ilimitados.

16 años – Tratando de romper la burbuja

Siento que cada año que pasa digo lo mismo respecto a mi posición de estar en Japón y de todo lo que he vivido por acá. Sin embargo, nada puede estar más lejos de la realidad. Es cierto que hay cosas que no cambian, pero la vida continúa, y con ella las experiencias nuevas. En pocas palabras: aunque parezca que no, 16 años después de haber llegado a la tierra del sol naciente todavía sigo aprendiendo sobre este país, conociendo su cultura y tratando de adaptarme a ella.

Quería que este escrito saliera a la luz  a principios de abril, pero  circunstancias inesperadas lo impidieron. Dos de los cambios más importantes sucedieron precisamente ahí: mi hijo comenzó a ir al kínder y yo comencé a trabajar en una empresa no japonesa.

Lo primero era ya algo planeado, que vinimos preparando desde hace justamente un año. Todavía me parece increíble toda la serie de cambios que ocurrieron en mi hijo en tan poco tiempo, aunque ciertamente para un niño de su edad un año es un periodo de tiempo muy largo; para ser sincero, el año pasado no creía que mi hijo estaría listo para ir a la escuela (tonto yo), y pasó de ser el niño bueno que todo hace, todo escucha y es siempre obediente, al niño que ya tiene opinión, que dice lo que no le gusta y que se rehúsa a obedecer cuando algo no le parece (no sé cuántos cientos de veces he tenido que decirle “¡mastica!”, “¡come bien!”, “¡recoge tus juguetes!”.

Lo segundo es algo mucho más profundo, que tiene mucho más peso en mi vida.

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