La importancia de ser constante

Cinta negra con mi nombre bordado

¡Hola blog!

Originalmente este era el mensaje que quería escribir primero, puesto que estaba planeado para marzo de 2025. Sin embargo, las fechas no me ayudaron y todo terminó moviéndose 3 meses, hasta el día de ayer.

¿Qué es lo que quiero contar?

Entre otras cosas, desde finales de 2022 comencé a practicar karate por este lado del mundo. A algunos les sonará raro que, después de tanto tiempo viviendo en Japón, hasta ahora me haya entrado la curiosidad de estudiar un arte marcial, pero poniendo en contexto a quienes no hayan leído todos los mensajes de este blog, cuando recién había llegado por acá practiqué Kyudo (arquería japonesa) por cerca de 2 años, y obtuve 1er. dan. Me gustaba mucho, pero las obligaciones escolares de ese entonces, aunado con un sensei que me recordaba mucho a mi papá, se combinaron para que no pudiera continuar practicando. Desde ese entonces no había hecho nada al respecto (aunque sí practiqué deporte frecuentemente).

Como ya saben, fui diagnosticado en 2021 con trastorno de ansiedad y depresión, y viví meses en pleno terror, sin contar la desesperación que sentía al creer que nunca iba a salir del pozo donde estaba, de creer que era un inútil y de que mi doctorado, que salió gratis en un gansito, era pura pantalla. La terapia fue un proceso largo, pero me ayudó muchísimo a crear una escalera, peldaño por peldaño, que me permitió salir de ahí y ver la vida con otros ojos. Eso, aunado a que mi esposa quería que mi hijo mayor practicara karate para fomentarle la autoestima y también enseñarle disciplina, me llevaron a comenzar a practicar el arte marcial japonesa, pero desde una perspectiva más tradicionalista. Explico:

No es necesario enfatizar el hecho de que existen muchas corrientes y estilos de karate alrededor del mundo. No se trata de criticar ni de menospreciar a ninguno, porque, bien aplicados, cualquier estilo funciona y cumple su propósito. En mi caso, el estilo que encontré fue uno llamado 月心会 (gesshinkai), que sigue muy de cerca el karate tradicional de Okinawa. Hay kumite (pelea) también, y es full-contact, pero aunque se le da importancia, realmente el enfoque es en la disciplina del entrenamiento, en las katas y las técnicas para mejorar los movimientos. Por lo mismo, muchos extranjeros que encuentran este estilo terminan yéndose a otro porque no les satisface del todo, y no los culpo ni los critico puesto que cada persona debe encontrar y practicar lo que más le guste.

El caso es que este estilo también se enfoca mucho en que padres e hijos practiquen juntos como forma de crear o fortalecer la relación entre los mismos, y si nos ponemos a pensar en la cultura familiar japonesa, es una perspectiva interesante y útil, y en lo personal ha funcionado para darme otro tema de conversación con mi hijo, además de las horas en las que hemos practicado y aprendido juntos. Además, he visto de primera mano cómo la autoestima de mi hijo ha ido en aumento, y pasó de ser alguien que era miedoso y evitaba conflictos a ser alguien que evita conflictos pero no les teme, al grado de ponerse al tú por tú con el gandalla de su salón y terminar como su mejor amigo; y si bien me gustaría que mi hijo le echara más ganas a la práctica del karate, al menos puedo decir que le ha servido.

Aquí entro yo:

Una de las cualidades que he tenido desde hace mucho tiempo es que si hago algo, lo hago en forma, le dedico tiempo, y no lo abandono de repente. Mi problema es que tardo MUCHO en querer comenzar algo, más por flojera que por cualquier otra cosa. Habría podido comenzar a practicar karate mucho antes de 2022, pero nunca me sentía realmente motivado por hacerlo (y esto es personalidad, no consecuencia de la depresión). Pero cuando por fin me decidí, sabía a lo que iba, sabía que quería hacer las cosas bien y que mejoraría mi disciplina y autocontrol, porque a final de cuentas el karate no es para pelear y ganarle a la gente, ni para ser agresivo, sino para pelear contra uno mismo y vencerse. El único obstáculo eres tú. El karate es para servir, para defender a quienes no pueden, pero sobre todo, para competir contra una mismo.

No soy exactamente ajeno al karate. Cuando tenía alrededor de 7-8 años practiqué diferentes artes marciales en Guadalajara, junto con mi hermana mayor. Pasamos por Kung Lama, Tae Kwon Do, Karate Do y Amigos del Ejército. Llegué a ganar un torneo en kata y a ser segundo lugar en kumite. Pero después de esa época nunca le seguí, así que comenzar a practicar karate a los 44 años era practicamente comenzar de ceros.

El karate me atrapó, pero fue porque yo dejé que me atrapara, que me envolviera con sus conocimientos y que me diera la pauta para practicar en casa casi todos los días. Mi esposa, que difícilmente puede continuar cualquier cosa que haga o estudie, llegó a preguntarme si no me enfadaba del karate, y exclamó que no pensaba que realmente fuera a practicar de forma tan seria. Oh, grave error… y eso que me conoce desde hace muchos años. Si en mi mente ya estaba la decisión de practicar karate, lo iba a ser en serio. No voy a echar por la borda el sacrificio de levantarme temprano los domingos para ir a practicar (el entrenamiento es los domingos a las 9 AM), y si voy a hacer el esfuerzo de levantarme temprano e irme a practicar en vez de jugar videojuegos, tengo que hacer que valga la pena.

Y así ha pasado el tiempo. Gesshinkai tiene rangos que van del 10 al 1, y después, cuando obtienes la cinta negra, eres 1er. dan, y de ahí los rangos suben hasta 10mo dan. Aquí una lista de los rangos y los colores de las cintas:

  • Mukyuu: blanca
  • 10 y 9 kyu: azul claro
  • 8 y 7 kyu: azul marino
  • 6 y 5 kyu: verde
  • 4 y 3 kyu: morada
  • 2 y 1 kyu: café
  • 1er dan hasta 4to. dan: negra
  • 5to dan y 6to dan: negra, con una franja roja en el centro
  • 7mo dan: roja y blanca
  • 8vo y 9no dan: no la he visto
  • 10mo dan: roja

¿Por qué hablar del karate justamente ahora y no antes?

Porque para mí, el verdadero punto de partida era la cinta negra, y ayer hice el laaaaaargo examen para obtenerla. El resultado se puede ver en la imagen de arriba, pero la pongo aquí también como referencia:

Cinta negra con mi nombre bordado
Cinta negra con mi nombre bordado

En teoría, quería tomarme foto con cada una de las cintas, pero nomás no se me hizo. Según yo había tomado fotos de todas las cintas, menos la morada, pero no las encontré.

Mi cinta azul marino
Mi cinta azul marino
Yo feliz con mi cinta verde
Haciendo la kata para subir a 1 kyu

Las únicas cintas que son propias son la blanca, y de la negra en delante. Todas las demás son de todos, así que te puede tocar una que no sea de tu talla. Además, un detalle importante es que las cintas que no son propias NO SE DEBEN LAVAR. Suena antihigiénico, pero la idea es que la cinta lleva el sudor y el esfuerzo de todos los que la han portado hasta ese entonces, por lo que lavarla significa quitarle todo el significado (la realidad es que sí se puede lavar, pero tiene que ser a mano, y solamente en casos en los que de plano el olor sea insoportable). La cinta blanca representa el inicio del entrenamiento y, al mismo tiempo, el concepto de nunca olvidar de dónde comenzó todo, de nunca olvidar las raíces. La cinta negra implica que ya eres capaz de entrenar por tu cuenta, y también de guiar a los que están debajo de tu rango; a partir de la cinta negra, tu nombre viene bordado en la misma.

He participado en varios torneos y eventos culturales dentro y fuera de Tokio. Gané el 2do. lugar en kata en diciembre del año pasado. El año pasado que fui a Tailandia de trabajo, busqué el dojo en Bangkok y pude entrenar también allá.

En Tailandia. A mi izquiera, el sensei Kawamoto, una eminencia en Gesshinkai

No es obsesión, sino pasión. Con todo, hay semanas en las que de plano no voy a entrenar porque me gana la flojera (o porque me quiero quedar a ver torneos de Street Fighter o a jugar videojuegos), así que el karate no ha consumido mi vida, sino más bien ha entrado a ella para ayudarme en mi guía y lucha vs mí mismo y la depresión (que ya casi está vencida).

A partir de la próxima semana comienza mi entrenamiento ahora como cinta negra. Ya he estado al frente de la clase enseñando a los demás, pero ahora me toca sentarme y estar con los otros profesores. Me falta mucho todavía, pero al igual que con el proyecto que recién salió a la luz en el trabajo, es día de darme dos palmaditas en la espalda, comer helado, y disfrutar el resultado del esfuerzo que he hecho casi diario durante 2 años y medio. Se oye como McDojo, pero no cualquiera obtiene la cinta negra en tan poco tiempo. Tengo “sempai” que tardaron 6-7 años, más que nada porque los sensei son quienes dictan si uno ya está listo para dar el siguiente paso. Ahora que yo ya lo di, es momento de responder a esa confianza y a seguir practicando. Me hace ojitos la cinta roja/blanca de 7mo. dan, pero eso me tomará muchos años, puesto que a partir de cinta negra solamente se permite hacer examen para subir de rango después de al menos haber entrenado un año y medio con el rango actual, y si consideramos que entre cada dan hay uno extra llamado 補”ho” (un paso antes del dan, literalmente “candidato”), entonces estamos hablando de, saquemos cuentas, de 12 rangos que subir, multplicado por 1.5, 18 años más de entrenamiento (por lo menos).

El camino es largo, pero ya lo comencé, y voy a hacer lo posible por continuarlo.

Las metas que valen la pena son, por lo general, a largo plazo; parece imposible lograrlo cuando se ve desde fuera, y se convierte en imposible si nunca se hace un esfuerzo por conseguirlas. Es importante tenerlas en mente y avanzar hacia ellas, pero hay que definir metas a corto plazo, que sean alcanzables, para lograrlas, y con ello para motivarnos a dar el siguiente paso. Quizá su meta tome muchos años, pero si nunca comienzan, nunca van a saber si pudieron haberla conseguido o no.

Día de lanzamiento: experiencia adquirida

¡Hola blog!

Quizá este no es el escrito que muchos esperaban leer después de varios meses de ausencia por acá. Hay mucho que contar, pero aproveché que tenía tiempo en el trabajo para escribir respecto a lo que está aconteciendo el día de hoy, y a las experiencias adquiridas durante el proceso. Si a alguien le sirve de algo lo que sigue, ¡qué bien!

Hoy es el lanzamiento oficial del proyecto en el que he trabajado por más de un año. Sin embargo, la verdadera prueba de fuego será la próxima semana, cuando el sistema sea ejecutado por primera vez en producción.

Nervioso no estoy. El sistema ha sido probado intensamente desde hace meses, y el cliente lo ha usado extraoficialmente durante más de un año. Ahora se trata de automatizar todo, lo cual se logró después de una intensa pelea vs AWS. He aprendido mucho del ecosistema de AWS, pero además de eso, este proyecto me ha enseñado, y también reiterado, algunas cosas que vale la pena mencionar:

1. No soy líder del proyecto, sino líder de desarrollo. Cuando me asignaron, el sistema era funcional de puro milagro. Habían puesto a un chavo con 1 año de experiencia en el mundo laboral y por ende a todo decía que sí. Una “proof of concept” era usada como sistema en producción. El chavo hizo lo que pudo, y la verdad su esfuerzo fue más que excelente, así que a él no lo culpo.


2. Los resultados no eran los esperados, por lo que el cliente iba a terminar el proyecto en julio del año pasado. ¿Qué faltó? Un análisis cualitativo para determinar qué era lo que causaba resultados insatisfactorios. Los hice, y el proyecto fue resucitado.

3. Las nuevas generaciones, al menos acá en Japón, dependen muchísimo de LLMs. Aunque es cierto que la calidad del código generado por los LLMs ha ido en aumento, todavía hay fallas y alucinaciones, que son difíciles de detectar si no se tiene experiencia.

Habiendo visto la evolución de las tareas de NLP a lo largo de 20 años, los LLMs parecen arte de magia, pero en el fondo deben ser considerados como una herramienta más, no como sustituto de empleados (al menos al día de hoy).

4. Es la primera vez en toda mi carrera en la que soy considerado como “veterano”. Sí, ya sé, estoy viejo, pero en todas mis chambas anteriores siempre era el último eslabón en la cadena. Ahora he tenido oportunidad de ser mentor de gente más joven, y ha sido muy satisfactorio. Asimismo, es la primera vez en la que una empresa reconoce mi todavía parco conocimiento y mi exigua experiencia laboral. No es presunción, pero parece mentira que a mis 46 años apenas una empresa me considera para llevar la batuta de algo.

Hasta antes de entrar a esta empresa siempre había considerado que no sabía mucho, que me faltaba todavía para ser alguien con presencia, que pudiera ser consultado cuando se tenían dudas, o que la gente alreddor sintiera confianza de que yo estaba encargado de algo. No es que lo sepa todo, pero una parte de la depresión en la que caí fue consideraba que, por mi título, debía saber más, debía entender muchos más conceptos, y me autoflagelaba por no haberlos aprendido cuando era estudiante.

Ya he comentado en muchas ocasiones que mi título de doctorado me salió en un gansito, porque fue una experiencia horrible, para olvidar, que durante años me hizo arrepentirme de haber venido a Japón. Por lo mismo siempre he recomendado investigar y tener contacto con su potencial asesor a quienes planean venir a estudiar un posgrado a la tierra del sol naciente. De ese asesor depende totalmente su experiencia académica por acá. Resumiendo para quienes no sepan la historia: el mío nunca me guió para nada. Estaba más preocupado por su retiro que por sus alumnos, y cuando se retiró al final de mi segundo año de doctorado solamente se tomó sus últimas.2 semanas para conseguir que otros profesores se hicieran cargo de nosotros (3 alumnos de doctorado). El profesor que me recibió fue muy claro al decirme que él no tenía idea de lo que estaba haciendo, que él no me podía ofrecer guía y que no había lugar físico en su laboratorio para mí, así que hice lo que pude para salir adelante, pero nunca he estado satisfecho de eso.

Con todo, y también habiendo aprendido a celebrar mis pequeñas victorias, el hecho de que haya salvado el proyecto y lo haya llevado hasta producción en un lanzamiento oficial en una gran empresa en Japón, creo que merece que me dé un par de palmaditas en la espalda, y que hoy me vaya a comer un helado a la hora de la comida.

Desconexión

¡Hola blog!

Uno de los cambios más notables que tuve durante el 2024 fue la casi completa desconexión que tuve con el mundo. No me refiero a estar de hikikomori ni dejar de convivir con gente, sino a la poca atención que le puse a la sociedad en la que vivo.

Explico:

Durante los primeros meses de mi actual trabajo (que comencé en marzo, y aún les debo esa historia), la idea era familiarizarme con los procedimientos de la empresa, con la carga de trabajo y con quienes serían mis compañeros en el proyecto en el que estoy. Aunado a que todo volvería a ser en japonés (mi trabajo anterior era todo en inglés), todos esos factores hicieron que me sintiera realmente exhausto al terminar mi jornada laboral. Incluso dejé de tener presencia en línea durante varios meses, precisamente porque estaba 100% enfocado a dar resultados, a darme mi lugar en la empresa y a comenzar a agarrar ritmo. Eso causó que me desconectara de una buena parte de lo que sucedía a mi alrededor. Seguía leyendo Reddit por las noches para enterarme exclusivamente de temas en los que de plano no quería retrasarme, y de noticias internacionales que fueran esenciales; noticias locales y nacionales también pasaron a segundo plano.

Después de que me acostumbré, volví a la presencia en línea, concretamente a lo siguiente (en donde me pueden seguir también):

Por cuestiones prácticas, es más fácil leer y estar al tanto de lo que pasa en Twitter/X, Mastodon y BlueSky. Threads lo frecuento menos, pero sí respondo cuando alguien me menciona. En cuanto a YouTube, fueron realmente pocas las veces en las que pude sentarme a transmitir en vivo. He pensado en hacer una serie de videos, pero la verdad el hecho de sentarme a hacer edición es un lujo que no me puedo dar, así que la actividad en mi canal es menor a la que yo quisiera, pero al menos ahí ando.

Pero regresando al tema:

Obviamente no es que me la viva en redes sociales; la empresa tampoco nos prohíbe tener o usar redes sociales, sino que al contrario, lo alienta (obviamente con el entendimiento de que se tiene que tener cuidado con la información sensible). Por lo mismo, además de la comodidad de poder tomar decansos en la computadora, es mucho más fácil leer esos lugares + Reddit que sentarme a ver televisión. Mi contacto con el entorno que me rodea disminuyó notablemente; ni me enteré del aumento en los precios de casi TODO en Japón sino hasta que tuve que pagar de más, y no es broma: cuando fui a comprar arroz después de como 6 meses de no hacerlo, me fui para atrás al ver que el precio se había duplicado (y de hecho así está actualmente). ¿Que Japón cambió de primer ministro? Como que sí lo escuché, pero ni idea de quién era. Me acordé de las olimpiadas porque vi que la torre de Tokio se adornó de los colores de la bandera de Francia el día de la inauguración, y teniendo a semejante torre enfrente de mí en el trabajo era imposible no notarla. Me acordé también de SGDQ 2024 más por memoria de otros años que por haber visto artículos o mensajes al respecto… Y, creo que se entiende la idea: mi rutina era trabajo, familia, ejercicio, desvelarme si quería jugar algo de videojuegos, y después dormir.

Todos los días salgo a caminar mínimo 3 km, y lo hice durante todo ese tiempo de “desconexión”. Salía con la familia, aunque esas salidas fueran nada más a comprarles algún dulce o helado a los niños, o llevar a mi esposa a comprar algo que se necesitaba en la casa, y en muy contadas ocasiones, a ver amigos que venían de México. O sea, como ya mencioné, no estaba encerrado, pero mi rango de actividades era claramente mucho más pequeño que en años anteriores.

¿Ha sido buena esa desconexión?

Hmm… es una pregunta difícil. Por un lado, siento que he podido poner más atención a ciertas partes de mi vida que, si bien no estaban descuidadas, definitivamente si podrían haber sido atendidas de mejor manera. Pero, por otro lado, de repente me puse a pensar que esto precisamente era el concepto de “ruquear”, “volverse ruco” (es decir, tener ideas de personas de la tercera edad, envejecer mentalmente. “Ruco” es sinónimo de “viejo” en México), y de por qué los viejos cuarentones como yo son catalogados como “chavorrucos”: no es que no quieras estar “en onda”, sino que de plano no puedes porque sencillamente no tienes el tiempo que otrora tenías para estar al tanto de todo lo “cool”, lo de moda, y en cierta forma siento envidia de mis amigos que o bien no se casaron o no tuvieron hijos, o de aquellos que sí tienen descedencia pero los vástagos ya están grandes, porque al menos ellos tienen más tiempo para hacer sus “cosas”.

Esto es a lo que me refiero con desconexión… desconexión con el mundo, y con una parte de mí mismo, que no se ha ido (ni se irá nunca). Sé que es una desconexión temporal en cierta forma, pero tampoco voy a negar el hecho de que hay actividades, metas, sueños, que ya no se podrán realizar (o al menos no tan fácilmente). Es también la causa principal por la que no escribí casi nada aquí el año pasado. El blog es una parte de mí; es una ventana a mi vida y experiencia principalmente de este lado del mundo. Ya no es tan relevante como quizá lo fue hace algunos lustros (décadas incluso), pero el principal objetivo es dejar plasmada una imagen de lo que es mi vida en ese momento, y si hay a quienes les es útil esa imagen y la experiencia que contiene, mucho mejor.

Dicho lo anterior, y estando plenamente consciente de que hoy más que nunca tengo responsabilidades de adulto que hay que cumplir, es hora de ponerle un poco más de atención al entorno, tanto para mí como para mi familia. Asimismo, es también momento de retomar la pluma y el tintero y escribir más seguido aquí. No puedo prometer una frecuencia determinada, pero al menos este escrito prueba que he hecho más en lo que va del 2025 que todo lo que escribí durante el 2024 (léase: “casi nada”).

Madeline y Badeline, del juego “Celeste” representan muy bien la situación que pasé en 2021

Por aquí nos estamos leyendo. Hay mucho que contar.

¡Feliz 2025!

Se fue el año del dragón, y llegó el año de la serpiente.

De nueva cuenta, les deseo lo mejor para este año que comienza.

En cuanto a mí, habrá un par de noticias importantes que estaré compartiendo durante los primeros 3 meses del año. Ya sabrán a qué me refiero.

¡A darle con todo a este año!

El 2024 en un kanji

Ligas a años anteriores:

Otro año que se acaba. Aunque también sentí que se fue muy rápido, la verdad es que la sensación es mucho menor que en 2023 debido a todo lo que acaeció durante estos 366 días.

Este año no tuve que pensar mucho para decidir qué kanji representaría los sucesos de 2024:

Lecturas: 築(きず)く、ちく

Significa: “Construir algo de forma sólida desde la base”. Aunque en mi caso es más bien “reconstrucción”, queda perfecto para describir todo lo que tuve que levantar desde el suelo durante este tiempo para que quedara consolidado firmemente para el futuro. Asimismo, representa la reconstrucción de mí mismo como persona, de mi estado emocional y de los mecanismos de defensa que fueron destruídos por completo debido a la ansiedad y depresión.

En Japón, el kanji de este año fue, por quinta ocasión, , que significa “oro”, “dinero”, “dorado”. Quizá se oye trillado que un kanji sea elegido como el del año tantas veces, pero es prueba fehaciente de la versatilidad que tienen los ideogramas japoneses (que en realidad la mayoría provienen del chino, pero eso es otro tema): Representa la deflación que sufre Japón, lo débil que está el yen, y al mismo tiempo la racha de medallas de oro que la delegación nipona consiguió en las olimpiadas de París.

No me queda nada más que desearles a todos lo mejor para el año 2025. Espero de todo corazón que sea el mejor año que hayan tenido, que sus proyectos se cumplan y que gocen de salud.

¡Nos vemos el año que entra!

¿A dónde se fue el 2024?

¡Hola blog!

Seré breve (jojojo, claaaaro que sí): este año ocurrieron muchos sucesos en mi vida. Apenas puedo creer que ya es 31 de diciembre, que no he podido terminar el escrito que tengo pendiente aquí desde hace muchos meses, y que el año pasado estaba totalmente desesperado porque, de la nada, me iba a quedar sin trabajo. En fin, déjenme ver qué tanto puedo poner aquí.

Primero: sí, la neta la vida de adulto es pesada, pero mucho, muchísimo más de lo que habría imaginado. Todavía me causa risa recordar que, hasta hace algunos años, pensaba que no sería tan pesado, que era cuestión de administrar bien mi tiempo, y que seguramente tendría tiempo para todo, incluso energía suficiente para escribir aquí al menos una vez al mes, lo que, como pueden darse cuenta, nunca ocurrió. La distribución del tiempo cambió, y además de mi familia, le di tiempo también a un aspecto de mi vida que lo necesitaba: yo. Verán: haber sido diagnosticado con ansiedad y depresión en 2021 marcó el inicio de un nuevo “yo”, en el sentido de que, como me comentó en su momento una persona en Twitter/X, a quien aprecio mucho a pesar de no conocerla en persona, todos mis mecanismos de autodefensa habían sido pulverizados, por lo que tendría que construir unos nuevos, y que el tiempo que me tardaría dependía enteramente de mí; hay a quienes les toma un par de semanas; otros a los que les toma varios meses, e incluso otros a los que les toma varios años. Todo, como me dijo, dependía de la personalidad de cada uno.

Darme tiempo no significa ser egoísta con la familia ni con amigos, sino más bien entender qué es lo que más me ayudaba a evitar estrés, y al mismo tiempo, a recuperar la confianza que había perdido. El blog, como tal, no me estresa, puesto que siempre me ha gustado escribir, pero a pesar de tener temas que desarrollar, el tiempo que me toma dejar un escrito es considerablemente mayor que otras actividades. Cierto: una vez que el artículo está terminado, me llega la sensación de placer de haber plasmado mis ideas por escrito, pero llegar a ese punto requiere mucha más dedicación concentrada en ese particular momento que, en comparación, otra actividad como los videojuegos, a los que dicho sea de paso, les puse prioridad más alta.

De lo anterior se refleja la falta de actividad por acá. Fue un año de reconstrucción, de aventura y emprendimiento. Y no es que no quiera dejar grabado aquí todo lo que pasó, sino que más bien quería disfrutarlo por completo antes de sentarme a dejar salir mis ideas. Y como es costumbre, ahora que es fin de año y que puedo tomarme más días que de costumbre en el trabajo, aprovecho para andar por acá, no esperando que tenga muchos lectores como antaño, pero sabiendo que lo que escribiré me servirá a mí mismo en el futuro, tal como los artículos que escribí hace 20 años me sirven ahora mismo.

Puedo sintetizar el 2024 como sigue:

  • Me aventé del Bungee, como lo había prometido. Tomó tiempo, pero lo cumplí. Eso fue en febrero.
  • Me vi obligado a cambiar de trabajo, y comencé en la empresa actual en marzo, en medio de incertidumbre y emoción mezcladas. En uno de los escritos que tengo a medias estoy detallando todo.
  • Me sentí bien, como no lo había hecho en años. El nivel de autoconfianza y autoreconocimiento es mayor que lo que era antes de la depresión. Se ha reflejado en diversos aspectos de mi vida, sobre todo en el trabajo.
  • Fui por primera vez a Tailandia. Aunque fue viaje de trabajo, cambiar de aires por una semana fue totalmente energetizante, aunque solamente haya podido ver una muy pequeña parte de Bangkok.
  • Como es costumbre, asistí al Tokyo Game Show, y al mismo tiempo vi a 2 amigos que tenía rato de no ver: a Rigo, mexicano que estuvo en Japón hace ya varios años, y a un ex-compañero de trabajo austriaco, que también sufrió conmigo tener que cambiar de trabajo de forma totalmente inesperada
  • Tomé una de las decisiones más trascendentes de mi vida. Al respecto, escribiré con más detalle ya que todo se haya definido. Solamente puedo mencionar aquí que nunca pensé que tendría que decidir eso justamente un año después de que casi me quedo sin chamba.
  • Perdí mi licencia de conducir dorada. En Japón, la licencia tiene una duración de 5 años, y si durante ese tiempo no has cometido ninguna infracción, el color de la franja de la licencia renovada es dorada. Esto se traduce en que el seguro para el carro se hace más barato.
    ¿Por qué la perdí? Por un cambio de carril en donde no debía :/ Ya ni llorar es bueno. Tendré que esperar otros 5 años, a ver si la puedo volver a obtener.
  • Me reencontré con una amiga de Guadalajara después de 20 años de no vernos. Vino de paseo a Japón, y aunque pasamos muy poco tiempo juntos, fue como volver a nuestra adolescencia cuando nos juntábamos para ver anime o ir a convenciones allá en tierra mexa.
  • Llevé a mi hijo mayor a Tokyo Disneyland, cortesía de la empresa. Tenía más de 10 años de no ir (porque realmente no me llamaba la atención), pero debo reconocer que me divertí mucho en compañía de mi hijo.
  • Terminé Celeste otra vez, ahora en Steam. Lo jugúe originalmente en el Switch hace 5 años, y como había instalado Steam en Linux decidí probarlo en ese sistema operativo. Además del juegazo que es, me vi totalmente reflejado en la historia por como Madeline pasa por diferentes estados debido a su ansiedad, y su aventura de redescubrimiento personal. Sin duda, es un juego que quedará grabado en mi mente por siempre

Y creo que es todo, al menos todo lo que quiero mencionar ahora.

Al 2024 le quedan pocas horas. Se va un año de enseñanzas, de retos, y como mencioné arriba, de descubrimiento.

Vamos a ver qué tal pinta el 2025.

Certificación en kanji

Seguramente muchos de ustedes conocen o han escuchado hablar de la prueba de aptitud en el idioma japonés, mejor conocida como JLPT por sus siglas en inglés. Para los estudiantes de ese idioma, aprobar el nivel 1 es al mismo tiempo una meta y un sueño.

Aquí no me refiero a ésa.

Existe una prueba para certificarse en conocimiento de kanji, llamada 漢字検定 (Kanji Kentei) que los japoneses pueden presentar para tener un certificado que avala el conocimiento hasta el nivel aprobado.

La prueba tiene 12 niveles, siendo el 10 el más bajo y el 1 el más alto; entre el 3 y el 2 hay un nivel intermedio llamado 準2級 (jun 2 kyu), que se puede traducir como “semi-nivel 2”, y otro entre el 2 y el 1 llamado 準1級 (jun 1 kyu). Para ponerlos en contexto, en Japón se usan cotidianamente 2136 kanji, llamados 常用漢字 (jouyou kanji, “kanji de uso común”), y esos son cubiertos hasta el nivel 2 de la certificación. El nivel 1 requiere un conocimiento extenso de kanji, incluidos los poco comunes, los raramente utilizados, y otros que en mi vida había visto, pues la certificación abarca un total de 6000 kanji. Huelga decir que es extremadamente difícil aun para los japoneses.

En la escuela de mi hijo mayor abrieron la convocatoria para presentar el examen de certificación ahí mismo, y para alentar a mi hijo a qué la tomara, también yo le entré. Sé que mi nivel de kanji es bueno, pero hay muchas expresiones, palabras, refranes y modismos que todavía no conozco, por lo que aunque en lectura y escritura estoy seguro de aprobar, no es lo único que preguntan. Así que decidí presentar un nivel que fuera un reto aceptable, y el nivel 4 cumplía ese objetivo.

Me puse a estudiar en serio durante un par de meses. Compré un par de libros para prepararme y también me puse a usar un software para Nintendo 3DS especial para prepararse para el examen. Incluso hice transmisiones en vivo de mis sesiones de estudio en mi canal de YouTube. Acá la última:

Presenté el examen, y el resultado fue:

Aprobado 😀

No hay prisa. Sé que puedo leer y escribir kanji a más alto nivel, pero para la certificación tengo que estudiar y tener todo “al tiro”, así que para la próxima, me lanzaré por el nivel 3. Curiosamente, fue una buena manera de motivarme a volver a estudiar japonés en forma, porque aunque desde hace mucho tiempo realmente no tengo problemas con el idioma, la verdad es que de vez en cuando sí se me van kanji al momento de escribir porque estoy más acostumbrado a usar la computadora o el teléfono, y ahí se muestran las diferentes opciones que hay cuando escribes una palabra, lo cual facilita el proceso de escribir porque solamente tienes que reconocer los kanji que quieres usar, sin necesidad de escribirlos a mano.

Otro reto más para este 2024

¡Feliz 2024!

El año del dragón según el calendario chino.

Mucho que hacer este año, y muchos cambios ya planeados y decididos para el primer trimestre. Se va a poner bueno el reto.

Deseo que este año sea mucho mejor que todos los anteriores. Vamos a echarle ganas para que las cosas no queden por nosotros.

A darle pues.

El 2023 en un kanji

El año se pasó volando. La vida de adulto me alcanzó a agarrar por completo este año y no pude actualizar este sitio como habría querido. Al menos sé que fue por mis responsabilidades y no por flojera o decidia.

Dicho lo anterior, hasta hace un par de meses mi selección de kanji para este año era una, pero después de ciertos eventos que ya mencionaré aquí un poco más adelante, hubo que hacer muchos cambios y tomar muchas decisiones. Por ello, el kanji que mejor describe mi 2023 es el siguiente:

Lecturas: 決(き)める、けつ

El kanji significa “decidir”, y por ello está en palabras como 決心、決断、決意. Y es que de plano los últimos dos meses fueron de muchas decisiones que tuvieron que ser tomadas bajo circunstancias no del todo planeadas. No fueron decisiones malas o precipitadas, pero sí fueron hechas antes de tiempo. Ya hablaré más al respecto cuando llegue el momento (nada más que termine los escritos). Además, refleja también la decisión que tomé sobre cómo enfrentar al 2024 y los retos que me presentará.

El kanji del 2023 en Japón

El kanji elegido este año por los japoneses fue:

Con decirles el significado se imaginarán por qué fue seleccionado. Significa “impuesto”. Y es que este año estuvo lleno de modificaciones a impuestos, con las que muchos japoneses no están del todo de acuerdo.

Así termina el 2023. Para mí, fue año tranquilo a excepción de noviembre y diciembre, que fueron una montaña rusa de emociones, esfuerzo y mucha fuerza de voluntad.

Pasen todos un excelente fin de año. Nos leemos en el 2024

Recapitulando 2023 – Parte 1

¡Hola blog! Tanto tiempo sin leernos.

Vamos directo al grano. ¿Qué ha pasado en todo este tiempo? Creo que es el periodo más largo que he dejado de escribir desde que inició este sitio hace poco más de 19 años, así que me toca exponer en detalle.

La vida de adulto. Sí, eso fue lo que pasó y ha estado pasando. Parece meme, mentira o excusa barata, pero ya había hablado al respecto antes, solamente que ahora se puso en modo jarcor, y casi casi andaba pariendo chayotes.

Híjole, ¿por dónde comenzar?

Mis hijos están creciendo, lo cual es normal, pero la atención que el menor demanda es infinitamente mayor a la que el mayor requería cuando tenía esa edad. Yo era de las personas que decían que me había tocado suerte con mi hijo mayor porque en general nunca sentí que me pidiera ese nivel de atención (y vaya que pasaba mucho tiempo con él)… Bueno, pues parece que todo se juntó para con el menor. Sí, no voy a negar que la edad me ha hecho también no tener el mismo nivel de paciencia que hace 5 años, pero cuando me pongo a pensar que hasta a mi esposa la ha sacado de quicio y cada uno de nosotros ahora sí pide, o mejor dicho, exige “tiempo fuera” para al menos respirar un rato sin tener al lado al menor diciendo “mamá” o “papá”, me doy cuenta que ambos estamos totalmente exhaustos, y que sí, necesitamos vacaciones sin niños.

Obviamente el crecimiento de los niños ha traído nuevas y maravillosas experiencias que, aun con el cansancio expresado anteriormente, me recuerdan la dicha que es ser padre, y al mismo tiempo me hace respetar al 100% a las personas que deciden no serlo, y también me hacen entender por completo lo chido que es ser tío (o lo que será ser abuelo en su momento) ya que nada más tienes que ver el lado “bonito” de los chamacos, y cuando se portan mal o hay que regañarlos, le pasas la batuta a los papás y te quitas del apuro.

El caso es que debido a esa demanda de atención de ambos de mis hijos, he tenido que ser todavía más selectivo en las actividades que hago, y a la que no le di mucha prioridad fue precisamente al blog, no porque no quisiera, sino porque sabía que me costaría trabajo sentarme a escribir sabiendo que un solo escrito me tomaría varios días, si no es que semanas, en poder concluirlo, y como que, al menos durante el verano y parte del otoño, nomás no se me antojaba del todo. En contraste, le di mucha más atención a los videojuegos, que se volvieron a convertir en la válvula de escape para todo el estrés generado por los altibajos de la vida cotidiana.

Pero, huelga decir, eso no fue lo único. Y aquí vienen los chismes. Y ya ni conté las veces en las que intenté escribir lo que sigue y terminé borrándolo porque no me gustaba el resultado, el tono, o simplemente decía “no, creo que todavía no”. Con todo, hay partes que no terminaron de gustarme, pero si seguía así definitivamente nunca iba a terminar.

Trabajo

Ah, la situación laboral. La gente de México en la actualidad se enfrenta a la horrible tradición de “ponerse la camiseta” y a lidiar con jefes o empresas que definitivamente no valen la pena, pero que terminan siendo muchas veces la única opción viable en lo que a trabajar se refiere. Y miren que después de haber estado 20 años ya por acá he visto desde fuera cómo las empresas y patrones mexicanos han cambiado la cultura laboral del país y se han prácticamente institucionalizado las horas nalga, las horas extra gratis, la exigencia de propinas, la disponibilidad 24/7, etc., etc. Sin embargo, en todos lados se cuecen habas, y Japón no es la excepción. Ya lo expresé de forma por demás detallada en el escrito titulado “Luz”, y hay incontables historias en internet sobre lo excesivo de la cultura laboral japonesa y las peripecias por las que uno pasa por provenir de otra cultura.

Por razones más personales que otra cosa, rara vez comento sobre la empresa en la que estoy actualmente trabajando. No se trata ni de ocultar, ni de vanagloriar, ni de quemar a nadie. Es simplemente parte de la vida personal que no necesariamente tengo que compartir, y al mismo tiempo es por respeto a la misma compañía, pero secreto no es. Incluso con todo lo que me pasó en la empresa para la que trabajaba en la que pasó todo lo que comento en el escrito “Luz” arriba mencionado, no escribí al respecto hasta tiempo después, y miren que tuve mucho, pero mucho que contar, y preferí hacerlo de un jalón (nada más dense una vuelta para que vean qué tan largo es ese escrito). 

En esta primera de dos partes voy a hablar un poco sobre el trabajo anterior al actual. En la siguiente voy a detallar sobre el trabajo actual.

Para no perder la costumbre, vamos a llamar a las empresas con letras griegas. Las letras del abecedario, al menos en este blog, están destinadas solamente para personas (ver “Amor en los tiempos del sushi” para referencia).

  • Empresa del escrito “Luz”: Eta. Y no, no es albur
  • Empresa anterior a la actual: Theta
  • Empresa actual: Iota

La historia en Theta, resumida lo más brevemente posible

Después de prácticamente huir de Eta (en serio, no es albur), esperaba que el trato a recibir en Theta fuera al menos un poco mejor. Total, había tocado fondo ya, y nada parecía poder acercarse siquiera a lo que viví en Eta.

Para mi buena fortuna, la cultura laboral en Theta resultó ser muchísimo mejor de lo que pude haber imaginado, sobre todo por el hecho de ser una empresa 100% japonesa, y de tener a muy pocos extranjeros trabajando. Desde el simple hecho de respetar las horas de salida, de pedir horas extra solamente cuando era realmente necesario, hasta la camaradería que sentía en el equipo, Theta resultó ser el cielo que buscaba después del infierno vivido en Eta (última vez que repito que no es albur :P).

Ahora bien, como la gran mayoría de los lectores se puede imaginar, el lugar no era perfecto. Uno de los principales problemas de los que acaecían en Theta eran de administración, pero no de un departamento en específico, sino en el trabajo que se supone que querían que hiciera. Y no era el único: dentro de la empresa estaba otro doctor, de origen finlandés, que ya había vivido la falta de administración hacia él. Siendo mucho más específico, más que falta de administración era falta de conocimiento de lo que querían que nosotros dos hiciéramos. El finlandés, a quien llamaré M, tenía ya varios años laborando ahí; pertenecía al equipo de investigación, y yo entré al equipo de desarrollo. Fui contratado con la idea de que haría trabajo de procesamiento de lenguaje natural (al que denominaré NLP, por sus siglas en inglés) porque la empresa tenía historia de hacerlo en conjunto con profesores de diferentes universidades de Japón, además de tener varios papers publicados en diferentes revistas especializadas, pero la mayoría de esos papers eran en cuestiones estadísticas, y esto era porque el equipo de investigación era precisamente sobre estadística aplicada a datos referentes a educación. M no venía específicamente de NLP ni de estadística, pero sí de una carrera referente a computación, y además de haber acudido a diversas conferencias nacionales e internacionales, había estado como co-autor de un paper relativo a NLP publicado cuando ya era él parte de Theta.

En resumen: la empresa no sabía realmente dónde ponerme. Mis conocimientos y experiencia en programación me ayudaban mucho para estar en el equipo de desarrollo y hacerla de ingeniero en sistemas, pero, aunque ya me habían dicho que habría trabajo como tal desde antes de contratarme,  la verdad es que yo había entrado ahí con una idea un poco diferente: pensaba que estaría con el equipo de investigación, y de vez en cuando ayudaría al área de desarrollo. Cuando entré, me pusieron inmediatamente en el equipo de desarrollo.

Ni modo. Venía huyendo de una empresa bastante estricta y de un jefe totalmente tóxico, así que lo menos que podía hacer era no quejarme. Ya habría oportunidad después de intentar cambiar de equipo.

Entre otras cosas que hice al inicio, la que más recuerdo es trabajar con un código ESPANTOSO en C#, hecho por un contratista. El código es de lo peor que he visto en todos los años que tengo desde la universidad hasta la actualidad: un spaghetti de más de 12,000 líneas de código que lo único que tenía estructurado eran los nombres de las funciones y las clases, porque el contenido de ellas era como para que mis maestros de la universidad le dijeran que tenía que repetir el semestre. Al principio no entendía por qué nadie quería meterse con ese código, hasta que me lo aventaron a mí y no tuve opción de decir que no. Descubrí la misteriosa causa que hacía que el código “a veces” tronara como ejote y “a veces” funcionara “”””bien”””” (noten el número de comillas), reporté el problema y lo arreglé (si les interesa saber más a detalle, déjenme un comentario y con gusto les respondo), además de darle forma al programa para que al menos fuera posible navegar a través de él sin perder cabello de la desesperación de no entender ni una pizca de lo que se supone que tenía que hacer. ¿Documentación en el código? 99% inexistente. No, no, no. Palabras no me alcanzan para describir el horror de haber visto, y sobre todo trabajado, con esa monstruosidad. Es más, si me hubieran dicho que el código fue hecho por un becario que todavía estaba en la universidad, le habría dado comentarios positivos por el esfuerzo realizado y me habría ofrecido a ayudarlo a mejorar. Pero lo que me parecía totalmente inexplicable es el hecho de que NADIE en la empresa había sido capaz de alzar la voz, reportar problemas con el código o de plano entrarle a arreglarlo; muchos lo vieron y todos corrieron. No culpo al contratista: nadie le dijo nada nunca y él seguía haciendo su chamba; las cosas salían, con un programa no optimizado y después de varios intentos, pero salían, y mientras hubiera resultados, la empresa estaba “feliz” y le continuaba pagando.

Después, mi conocimiento de Java hizo que me metieran al desarrollo y mantenimiento del sistema principal de la compañía, el cual tenía un código claro y conciso, además de tener suficiente documentación como para entender por qué habían elegido hacer tal o cual cosa. El problema era que mucho del código base había sido creado por los que ahora eran los mánagers en la empresa, y aunque todos tenían conocimientos sólidos en programación, ninguno lo tenía concretamente en Java, por lo que se aventaban “a pata” funciones o algoritmos para los que Java ya tenía una librería especializada o mejores y más robustas funciones; por ejemplo: el manejo de String. El código parecía más bien C, pero estaba bien hecho y estructurado, y salvo pequeñas optimizaciones, realmente hacerle un refactoring era innecesario.

Estuve 2 años trabajando exclusivamente con la gente de desarrollo, en los cuales tuve que trabajar con un equipo de contratistas que muy celosamente guardaban su “secreto” de un framework de PHP que habían creado ellos mismos y del que la empresa dependía enormemente. Mis jefes quisieron que “educara” en él, pero los contratistas se portaron por demás herméticos, no respondían mis preguntas, o si lo hacían, era de forma vaga. No los culpo: era su mina de oro. Era evidente cuando no tenían trabajo porque se la pasaban leyendo noticias en internet sin importar que todos los demás vieran que no estaban haciendo nada. Sacaban la chamba, y eso era lo que importaba.

Después de eso, fue un periodo más raro: eran pocas las tareas que me, o contando a mi colega finlandés, nos asignaban, lo que nos puso en una posición bastante extraña y cómoda a la vez: prácticamente nos pagaban por no hacer nada. Las juntas semanales eran nada más para escuchar a los que sí hacían investigación. ¿Nosotros? Nada que reportar, nada que nos fuera asignado. Es más, era tan evidente la forma en la que nos ignoraban que una vez me pidieron que investigara la forma de implementar un motor de búsqueda para uso interno de la compañía. Levanté un prototipo usando Apache Solr y le dije a la entonces mi mánager que lo revisara… Bueno, es momento en el que todavía sigo esperando esa revisión.

Creo que duré así más o menos un año. Literalmente me pagaban por ir a sentarme. Pero eso no significa que me la pasé todo el año sin hacer nada: aproveché el tiempo para tomar cursos en línea, actualizarme en mi área y ver las nuevas tendencias en ella.

Tiempo después, nos llevaron a un lugar donde había muchísima gente calificando exámenes (la empresa manejaba datos referentes a educación), y cuando vi lo que estaban haciendo, comenté que podrían ahorrar mucho dinero si automatizaban eso, porque la tecnología para reconocer escritos a mano ya existía. Alguien de “arriba” tomó el comentario en serio y se pusieron a investigar, y dado que teníamos muchos, pero muchos datos, no tomó mucho tiempo en que crearon una empresa subsidiaria que se dedicaría a aplicar inteligencia artificial a esos datos. El primer proyecto, como se pueden imaginar, era precisamente el de crear un sistema de reconocimiento de texto escrito a mano, y comenzó con un viaje que hice a Singapur para conocer a los otros miembros del equipo con el que trabajaría.

Lo que pasó después de eso y hasta que me cambié de trabajo lo dejo para otro escrito, porque definitivamente merece especial detalle. Solamente mencionaré que estuve en Theta por espacio de 6 años y medio.

Iota

Entré a trabajar en Iota en abril de 2019, en medio de mucha, pero exageradamente mucha incertidumbre y ansiedad de mi parte. Los últimos meses en Theta fueron por demás estresantes, por lo que comencé a buscar trabajo, a tener entrevistas y a rechazar ofertas en las que me pagarían menos de lo que percibía en ese entonces. La verdad no pensé dar el ancho cuando vi que en Iota buscaban personal con mi perfil, pero decidí de todas formas intentar, y al final fui el elegido entre un número de candidatos que nunca supe cuántos fueron (pero según la empresa había varios). Y digo “incertidumbre” y “ansiedad” precisamente porque pensé que era un fraude, que en pocos meses me despedirían por incompetente, y todo lo que el famoso “síndrome del impostor” conlleva.

Iota representaba un gran reto para mí, especialmente porque es una empresa de capital extranjero, lo que significaba que tendría que volverme a acostumbrar al estilo de trabajo “no japonés”. No era una tarea fácil: en Japón te acostumbran a que los superiores (léase “jefes”) siempre tienen la razón, a que la productividad es generalmente muy baja y a que tardan eternidades en tomar decisiones porque se pasan la bolita unos a otros para evitar tener responsabilidades. Pero a la vez, como trabajador, tienes mucha protección una vez que te conviertes en “Seishain”, es decir, en empleado de tiempo completo; una de ellas es que es muy difícil que te despidan (por lo general te presionan para que tú renuncies). Total, que tenía miedo, y poco a poco se comenzaba a “cocinar” el estado mental que me llevó a caer en depresión.

La empresa realmente ofrecía múltiples ventajas en comparación con las compañías japoneses que conocía y en las que había trabajado: 

  • Muchos más días de vacaciones al año
  • Horario relativamente flexible
  • “Snacks” y bebidas gratis
  • Comida gratis cada viernes (todo el equipo salía a comer y la cuenta la pagaba la empresa)
  • Facilidad para tomar días libres
  • Flexibilidad en las herramientas a utilizar

Obviamente había altibajos, y me tomó una buena cantidad de tiempo acostumbrarme. La empresa siempre se mostró comprensiva con las situaciones de cada empleado, y yo no era la excepción: se portaron muy bien con lo que tuve que vivir durante el embarazo de mi segundo hijo, recibí mucho apoyo moral cuando estuve en el peor momento de la depresión, no había problema en cambiar las horas de trabajo para poder atender pendientes de la casa. En fin, la verdad parecía que estaba viviendo un sueño, y lo mejor era que, en teoría, iba a estar en mi área, pues fui contratado bajo el título de Senior NLP Researcher.

Todo estuvo bien durante 4 años y medio… hasta octubre de este año.

En la siguiente parte relataré lo sucedido en los últimos meses.