He pasado ya cerca de 16 años en el país del sol naciente. Muchos de ustedes pensarán que después de tantos años ya poco o nada me sorprende de Japón y de su cultura, pero eso no es verdad. Aunque es cierto que mucho de lo que Japón ofrece y que puede deslumbrar a los turistas o recién llegados a mí se me hace ya normal, también lo es el hecho de que existen cosas, situaciones y tradiciones a las que simplemente no me puedo acostumbrar (y algunas ni quiero hacerlo). Una de ellas es la que presento en este escrito.
Con tanto tiempo por acá todavía no puedo comprender cómo la gente puede sentirse segura usando uno de esos… ni tampoco puedo imaginarme como para muchos, sino es que a la mayoría de japoneses, les parece “normal”. Soy sincero: debería estar ya acostumbrado, pero… todavía les tengo miedo. ¿A qué o quienes?
Los baños estilo “oriental”. Si creen que por estar en la capital nipona es raro encontrarse con ellos, se equivocan. No obstante, es cierto que es más común verlos en zonas más rurales. Pero vayamos al punto en cuestión: ¿cómo se pueden sentir seguros al usarlos? No es que no haya intentado acostumbrarme… simplemente, me gana el miedo.
Ustedes no se pueden imaginar el coctel de sentimientos que te atacan cuando necesitas urgentemente un baño, de esas emergencias nivel “¡YA SE VA A SALIR TODO!”, ir corriendo como el coyote persiguiendo al correcaminos y pensando que todo ha terminado, que tu vida ahí mismo terminará porque sientes que ya no puedes más, pero en ese momento justo vislumbras el símbolo del baño público y piensas que tus súplicas y oraciones que lanzaste a cuanta deidad se te ocurrió en el transcurso de tu corta pero significativa carrera contra el tiempo, solamente para abrir la puerta del primer baño desocupado que encuentras y darte cuenta de que es estilo oriental… Es imposible describirlo con palabras. Y sin embargo, te enfrentas ante la terrible decisión de arriesgarlo todo y salir corriendo a buscar otro baño so riesgo de que o no lo encuentres o no llegues, o bien aceptar el reto, cerrar la puerta y pedir que todo salga bien (en sentido literal y figurado). Hace poco justamente me enfrenté a esto…
Para ser sincero, han sido pocas las veces en las que he tenido una emergencia de este calibre, pero, y aunque me apena decirlo, el resultado siempre ha sido el mismo: decido usar el baño, pero tomo medidas, o mejor dicho, una medida preventiva: quitarme toda la ropa. No es broma, pero mi esposa se carcajea cada que le cuento. Sé que se supone que todo está bien y que es nada más la incomodidad de la posición (porque sí me duele la espalda baja si estoy así aunque sea por poco tiempo) , pero después de haber visto cómo quedan los baños después de la catástrofe de otras personas, me queda el temor de que algo vaya a salir mal y termine con los zapatos sucios (en el mejor de los casos) o con la ropa sucia (en el peor). Por eso, cuando no hay de otra, prefiero tomar mi tiempo y prepararme para lo peor, que afortunadamente nunca ha pasado (y justo por eso ya no debería tener este miedo).
Puntos malos extra y mención honorífica merecen los baños de este estilo que están en lugares remotos. Olvídense de que haya papel o no (que increíblemente en muchos de los casos sí hay), estamos hablando de lugares que están a la altura del típico baño de parque público pequeño en algún barrio en México, con el extra de que, si vas en verano, seguro te encuentras a una de estas preciosidades:
Luego les cuento las experiencias que tuve en Iizuka con las arañas de este calibre, pero recuerdo que en un lugar olvidado en algún punto de la prefectura de Nagasaki salí brincando de un baño cuando me di cuenta de que una de estas nenas me estaba haciendo compañía. Solo como nota les digo que me terminé acostumbrando a ellas, pero siempre son impresionantes cuando recién las ves (acostumbrado sí, pero mejor de lejos y todos felices).
Acá este sitio (en inglés) menciona 5 razones por las que los baños (o debería decir “retretes”) de este estilo son “geniales”. Juzguen ustedes.
Para terminar: es cierto que ya va siendo hora de que me acostumbre a estos baños. No porque de ahora en adelante nada más vaya a usar de ese estilo, sino más bien para no tener que andar haciendo circo, maroma y teatro cada remota vez que no haya más opciones y tenga que hacer uso de ellos. Mientras mi espalda no se queje mucho, creo que tengo remedio… ¿O no?