
Esperando que seas mucho mejor que yo
La vida de un mexicano en el país del sol naciente.
Para los que no están en contexto, spaCy es una librería de Python que provee funciones de PLN (procesamiento de lenguage natural, “NLP” en inglés) de una forma por demás fácil en comparación con, por ejemplo, NLTK.
Aunque conocía de su existencia, no había trabajado con spaCy hasta ahora que lo probé en el proyecto que tengo entre manos en el trabajo. Me era más familiar NLTK a pesar de haberlo usando en su mayoría en la versión 1 (van en la 3.5 al momento de escribir esto), pero para varias tareas spaCy es mucho más “directo”. Digamos que NLTK te da mucho poder, pero hay que ser mucho más específico al momento de manejarlo. En cambio, spaCy realiza muchas más acciones con menos interacción, lo cual puede ser bueno o extremo dependiendo del objetivo.
Lo interesante aquí para mí es nlp.pipeline. Una simple función, que por lo general la llaman nlp (pero uno puede definir el nombre), aplica una serie de algoritmos de análisis y reconocimiento, pero antes realiza el proceso de “tokenizar” el texto, es decir, dividirlo en entidades llamadas “tokens”, que son secuencias de caracteres agrupados en unidades semánticas. Es fácil irse con la finta de que todos los tokens son palabras, pero no es así. Existen además diferentes maneras de tokenizar, y dependiendo de la usada es el resultado que se tendrá. Por ejemplo, una de las maneras más fácil de tokenizar es agrupando caracteres en un texto separado por espacios, como este post, por ejemplo. Obviamente una tokenización así no serviría en idiomas como el japonés, donde las palabras no están separadas por espacios, pero ésa es otra historia. También es necesario destacar que separar por espacios tampoco es una forma ideal de tokenizar, incluso lenguajes como inglés, pero en sí no se puede dar una respuesta correcta sin saber cuál es el objetivo final. De eso depende la forma de crear tokens.
En el caso del análisis que estaba realizando (en inglés), requería manejar palabras como “well-known”, “state-of-the-art”, es decir, palabras compuestas por múltiples otras palabras, unidas por un guión (entre otros casos que no necesito nombrar), como un token. El problema es que el tokenizer de spaCy separa las palabras también por guiones, y estos a su vez forman tokens. Por ejemplo:
“well-known”
es tokenizado como
“well”, “-“, “known”
Cada elemento es un token, así que contiene más que el simple texto: su función gramatical, su forma base, entre otras cosas, todo gracias a que spaCy ejecuta las funciones de reconocimiento y análisis después de la tokenización, pero todo sucede dentro del mismo pipeline. Además, como cada token es identificado por separado, casos como el de “state-of-the-art” deben ser tratados ya que la palabra completa es un adjetivo, pero “art” por sí mismo es correctamente identificado como sustantivo. Algo se tiene que hacer.
Continue reading “Retokenizando con spaCy”
Vayamos al grano: ya estoy viejo. Pero eso no es noticia nueva. ¿Crisis de los 40? Creo que llevo ya 2 años con ella. ¿Problemas dentro y fuera del trabajo? Claro, como todos los demás (dichosos aquellos que no los tengan, claro).
Y sin embargo, aquí sigo.
Últimamente he tenido esos ratos melancólicos que te hacen pensar si todo realmente vale la pena, y si hay algo en el futuro que amerite tener que pasar por tantas cosas. Nah, nada de pensamientos suicidas; eso fue cosa de mis años pubertos. Más bien ratos de reflexión, en los que piensas si tu ideología de siempre tener un sueño que perseguir dará frutos a largo plazo. Y la respuesta es obvia: ¡claro que sí!
No obstante, eso no quiere decir que no haya ratos de debilidad, desesperación, e incluso histeria… y la situación con el coronavirus de plano no ayuda.
Mi jefe actual me platicaba hace ya muchos meses: “Cuando tienes a tu segundo hijo, te conviertes en un superhombre”. Y tiene razón. Sí, ya veo venir a quienes tienen 3 o más a decirme “novato”, pero cada familia y cada situación es difícil. No, no estoy llorando porque mi situación sea pesada, pero la verdad no sé de dónde salen fuerzas para levantarme diario a enfrentar al mundo. De ahí que, como he comentado en repetidas ocasiones, mis respetos a todos y cada uno(a) de los(las) padres(madres) de familia que a diario le echan los kilos para sacar a los chilpayates adelante, y todavía se hacen tiempo para tener tiempo de calidad con ellos. A todos, sin importar su clase social, raza, chamba, creencia religiosa, etc. Neta: dense palmaditas en la espalda porque están haciendo una labor titánica, que rara vez es reconocida (imaginen a sus hijos contestándoles de mala gana, gritándoles, rezongando, etc., etc.). Yo no sé cómo mi madre me aguantó cuando era niño.
Veo la situación en Japón:
Probablemente no suene tan diferente a otros países. Y sin embargo una vez que eres parte de esta sociedad se siente la diferencia cultural en cada uno de los casos anteriores. Diría un buen amigo mexicano que “el ojo que todo lo ve en Japón” (o sea, el “qué dirán”) pesa un montón por acá
Me he puesto a pensar mucho en cuál era la situación en mi familia cuando yo era chico, digamos que cuando tenía entre 5 y 10 años, y cuál es mi situación actual con mi hijo mayor teniendo exactamente 5 años ahora. Dejen de lado cómo ha cambiado el mundo (que sí tiene que ver); la experiencia que uno tiene y quiere aprovechar para criar a sus hijos y la falta de pericia que se hace evidente cuando lo que creías que funcionaba para reforzar los lazos padre-hijo no da frutos o termina con un resultado totalmente contrario al esperado.
Continue reading “La vida continúa”
Aunque este escrito no es originalmente algo que quería sacar durante la pandemia, creo que es buen momento de finalizarlo, editarlo y hacer que vea la luz.
Tomen lo siguiente como una reflexión/anécdota/historia de un viejo cuarentón. Sé que muchos no lo verán de esa forma, otros tantos me dirán que “ya se me van las cabras” (eso desde que tenía como 20) y otros, muy pocos, quizá asienten un poco… quizás.
La vida está llena de parteaguas, pero creo que la mayoría de las veces ni siquiera sabemos que están ahí; algunos pueden ser bastante obvios, mientras que otros no toman tanta importancia hasta mucho tiempo después. De ahí que una de las frases que más me gusten es la de “connect the dots”, que Steve Jobs menciona en su discurso en la universidad de Stanford en 2005:
Again, you can’t connect the dots looking forward; you can only connect them looking backward. So you have to trust that the dots will somehow connect in your future. You have to trust in something — your gut, destiny, life, karma, whatever. This approach has never let me down, and it has made all the difference in my life.
Dejen les cuento algo (voz de abuelito llamando a sus nietos a que escuchen otra de sus súuuuuuper interesantes historias):
En incontables veces he mencionado aquí, en respuestas a comentarios y en respuestas a correos que me envían, que el plan de trabajo es de los requisitos más importantes para obtener la beca de Monbukagakusho. En total, creo que escribí como 3, uno para cada vez que iba a intentar obtenerla (aunque no metí los papeles hasta la última vez); el último plan que escribí, el que pasó y que a final de cuentas me tiene donde estoy, era en el que menos convencido estaba. Lo consideraba simple, sin mucha profundidad, y con muchos lugares por donde criticarlo… pero de alguna forma pensaba que ya no podía moverle mucho más, tanto porque el tiempo ya estaba encima, como porque desarrollarlo más haría que se perdiera la idea que quería transmitir. El caso es que estaba súper indeciso de si desvelarme e intentar ampliar más la idea o simplemente ya dejar todo por la paz y confiar en lo que tenía hecho. No lo hice en computadora porque no tenía impresora, sino que todo fue con máquina de escribir… Mis amigos habían ido por mí para ir a cenar y estaban esperando que terminara, pero yo no daba señales de que eso fuera a terminar en horas, mucho menos minutos, pero su insistencia me hizo detenerme. Fuimos a cenar hamburguesas.
Continue reading “¿En qué momento?”
Ya se la saben: con esto de la pandemia, este tipo de escritos han tomado prioridad. Como ya he mencionado antes, es momento de “aguantar vara”, y al mismo tiempo de expresar lo que uno siente durante este tiempo para que quede como recuerdo una vez que todo vuelva a la normalidad que conocíamos.
Sé que cada persona piensa diferente y que cada uno está viviendo la pandemia de forma diferente, aunque lamentablemente no todos la toman con la debida seriedad o caen en un valemadrismo que sobrepasa, por mucho, los límites de la arrogancia. No le deseo mal a nadie, pero realmente sí pienso que hay quienes han sido muy, pero muy afortunados de no haberse infectado o de ser asintomáticos… sin considerar claro que ellos pueden ser los que infecten a otras personas que no “la vayan a librar tan fácil”.
Independientemente de todo, hay que tener esperanza de que esto terminará en algún momento.
No cabe duda que la situación actual nos ha limitado de muchas maneras; hay cosas que de plano no se pueden hacer, hay cosas que se hacen de forma diferente… hay cosas que extrañamos, pero curiosamente también hay cosas que no se extrañan. En mi particular caso, siendo jefe de familia de 4, viviendo a las afueras de Tokio, puedo decir que lo que la pandemia no me ha hecho extrañar nada es lo siguiente:
El tweet original:
https://twitter.com/amaitorte/status/1296778686981500928
No. Tampoco es que ande en puros calzones, pero sí he de decir que es mucho más fácil preocuparse por traer una camisa decente que por todo el coordinado de la ropa. Además, en mi actual empresa la vestimenta es libre y en verano es común que muchos empleados vayan en short y sandalias a trabajar; así lo hacía yo también el año pasado en verano.
Mencioné en el artículo anterior sobre una presentación importante que tuve que dar hace algunas semanas. Pregunté si se esperaba que estuviera de traje o algo así formal y la respuesta fue que no. Así que simplemente agarré una de las camisetas que me pondría para ir a la oficina y listo.
El regreso a casa depende mucho del tren que tome: si alcanzo a tomar el tren de las 5 PM, los últimos 20 minutos del trayecto es casi seguro que puedo sentar. ¿El de las 5:10 PM? Ni de chiste: parado y en calidad de sardina hasta llegar a casa.
No he tomado un solo tren desde febrero. Extraño hacerlo con mi hijo (el grande; ahora que ya tengo 2 hay que aclarar cuál de ellos, je) cuando salíamos los fines de semana, pero en lo que respecta a las idas al trabajo, no gracias.
2020 ha sido un año raro, difícil, y pónganle todos los adjetivos que quieran. Pero tratando de ser positivos, ¿hay algo que ustedes no extrañen de antes del coronavirus?
Definitivamente me he hecho a la idea de que los escritos que tengan que ver con lo que me ha sucedido (y está sucediendo) durante esta pandemia tienen mayor prioridad que los borradores de otros que ya he comenzado y que la lista de temas pendientes por desarrollar. Ni modo. Siento que esta situación extraordinaria requiere que escriba al respecto porque:
Habiendo dicho lo anterior…
La semana antepasada fue de ésas en donde parece que todo en la chamba va estar tranquilo y que la misma semana va a terminar relativamente tranquila, lo que significa una carga de trabajo habitual… pero no fue así. De repente me hicieron el responsable de dar una presentación técnica a otra empresa, pero en japonés.
Aunque no me ensalzo de mi habilidad en dicho idioma, lo cierto es que es quizá de lo poco que sé que puedo manejar relativamente bien. No obstante, una presentación a una entidad externa implica mucha más preparación, y si los temas son técnicos, la dificultad aumenta. Asustado no estaba, pero sí preocupado porque el tiempo que tenía para hacer la presentación iba a ser muy limitado. En cuanto se tomó la decisión, comencé a trabajar al respecto.
Creo que no hace falta decir que pasé todo el fin de semana antepasado creando diapositivas, y al mismo tiempo una especie de guión en el caso de que me atorara al decir algo en la lengua nipona. Dos ensayos estaban planeados, y aunque es cierto que me basé en una presentación anterior y que las diapositivas podían estar en inglés, pensar todo en japonés, encontrar las expresiones y tecnisimos correctos fue una tarea mucho más demandante de lo que al principio había pensado.
Estar cansado no era tanto problema. Lo que más me dolió fue que no pude jugar nada, pero nada, con mi hijo el grande. Le expliqué lo que estaba pasando y él decía que entendía, pero al final de los días siempre me esperaba despierto con la esperanza de que pudiera jugar con él aunque fuera un rato, y aunque mi rol en su juego fuera totalmente pasivo.
La presentación salió bien, pero dije dos cosas equivocadas que luego tuve que corregir (y disculparme por ellas). Todo parece indicar que sí cumplí con las expectativas que los jefes tenían; la empresa no es japonesa, y aunque hay japoneses laborando, los del área de negocio no cuentan con los conocimientos técnicos necesarios para explicar detalladamente la tecnología que la compañía posee.
Terminé exhausto después de una semana de labor sin descanso. No me quejo, puesto que en este trabajo esos casos son excepciones, no reglas como sería en una empresa tradicional japonesa. Sin embargo, el cansancio no salió hasta un día después de la presentación: trabajé normalmente, pero al final del día de plano estaba “molido”, y al día siguiente supe que no sería productivo por lo que me tomé el día libre… Y ya se la saben lo que es un día libre con dos niños en casa, pero al menos no tenía que preocuparme por el trabajo.
Además de las dos razones expuestas al principio, decidí escribir sobre la presentación porque necesitaba (y creo que sigo necesitando) un poco de apoyo para recobrar autoestima perdida. La verdad es que no estoy en los niveles que estaba hace un año, cuando tenía relativamente poco de haber entrado a trabajar, pero no estoy todavía cerca de los niveles que tenía antes de venir a Tokio. Ya no sé si es la crisis de los 40 aunada con el “power harassment” sufrido en mi primer año en la capital nipona; el caso es que necesito dejar huella de algo que haya salido bien en la chamba para poder voltear a verlo y darme cuenta que no estoy tan tirado a la calle como a veces creo, a pesar de que yo mismo no suelo voltear a ver el pasado. Y como exponía también al principio, la situación que vivimos a nivel mundial tampoco ayuda mucho.
Por lo pronto, denme permiso de darme palmaditas en la espalda, aunque sea por esta vez. Obviamente el trabajo no termina y ya hay que estar listo con lo que sigue, pero siempre es grato disfrutar de las pequeñas victorias ya que ayudan a seguir adelante y a buscar otras actividades más retadoras.
Es un verano muy triste para mí (es mi época favorita del año), pero es momento de aguantar.
El otro día escuchaba en un podcast una frase que se me hizo interesante: “Quizá por primera vez tenemos el mismo problema en todo el mundo”. Y aunque sea obvio por el hecho de que estamos en una pandemia (ver la etimología del prefijo “pan”), realmente pone en perspectiva el hecho de que en casi cualquier lugar del planeta estamos en las mismas (situaciones más graves en algunas partes) y que todo esto nos vino a dar en la torre, en muchos, muchos sentidos.
Dejando de lado los tintes políticos, a mí lo que más me ha sorprendido de toda esta situación es la variedad de reacciones que me ha tocado ver en diferentes personas. Pero no hablo específicamente ni de pánico ni de valemadrismo puro, sino de todo lo que ha girado en torno al virus, a las historias, relatos, fake news y suposiciones que las personas hacen, ya sea como forma de lidiar con la situación, o quizá simplemente para ponerle un toque diferente al día a día que hoy nos está tocando vivir. Desde el líquido de las rodillas y las torres 5G, hasta “En Japón, el bajo índice de mortalidad por el virus es debido a la superioridad de su gente“, no hace falta mencionar que en todos lados se cuecen habas. Y dentro de todo ese mar de pensamientos y declaraciones figuran también las de gente que minimiza los riesgos y habla del virus como si fueran expertos epidemiólogos.
Decía un amigo de por acá que llegó un momento en el que decidió dejar de ver noticias porque era deprimente, y en un país en donde una gran noticia es saber qué comió un jugador profesional de Shogi de tan solo 17 años, el mar de notas referentes al coronavirus llegó a un punto (en meses anteriores) el que a donde le cambiaras ibas a ver algo referente al coronavirus (con justa razón), y que por más que quisieras estar enterado sí te llegabas a saturar de información.
Entiendo que cada quien es libre de medir el riesgo y, al menos por este lado del mundo, salir a divertirse (porque no estamos en cuarentena), también uno es libre de abstenerse de hacerlo, y de evitar contacto con gente que sí lo hace. No obstante, donde ya no está chido es cuando las acciones de alguien pueden afectar a terceros, y ni siquiera por valemadrismo, sino por una extraña sensación de control ante la infección que viene de no sé dónde. Sí, hay que estar informados, no hay que dejarse llevar por noticias falsas, estamos entrando en una “nueva normalidad”, pero con todavía factores desconocidos respecto al coronavirus, creo (y estoy abierto a correcciones) que es muy arriesgado pensar que uno no se puede infectar, o que de hacerlo, los síntomas serán leves.
A mí no me avergüenza decir que sí estoy asustado con todo esto, mucho más porque tengo a un bebé y a una persona mayor en casa. Sinceramente considero una bendición mi trabajo actual porque me permite trabajar desde casa y porque hasta el momento no ha habido repercursiones en el ámbito económico (noten el “hasta el momento”). No salgo más que para lo esencial. Mas no es que estemos obligados a quedarnos en casa (como ya referí arriba), pero los lugares a donde solía ir, ya sea solo o con mi hijo el mayor, son de los que se consideran de más riesgo: cines, arcadias, museos, etc. Huelga decir que a todos los miembros de mi familia nos ha afectado mucho estar encerrados y que tenemos muchas ganas de salir a vacacionar, a distraernos, a cambiar la rutina que hemos llevado durante varios meses (situación similar a la de mucha gente en otros países). No obstante, hace días me di cuenta de que yo, en especial, tengo mucho estrés y cansancio acumulado, y eso ha estado afectando mi estado de ánimo y mi desempeño en el trabajo. He tratado de distraerme haciendo actividades que me gustan, pero aun así siento que no he logrado deshacerme por completo de la ansiedad que me ha provocado todo esto. Incluso escribir en el blog (los temas que he querido tratar desde hace meses) se me ha hecho pesado. Decidí empezar a escribir esto como forma de motivarme sin necesidad de publicarlo, pero después de haber escrito por un buen rato decidí que era mejor sacarlo a la luz para que quedara plasmado cómo me sentía en estos tiempos, por aquello de ver esto algunos años después, en donde, esperemos, la pandemia haya quedado solo como un amargo recuerdo de un año que no ha pintado para nada bien.
Nota aparte merecen las terribles inundaciones que ha sufrido Japón en el temporal de lluvias de este año.
El resto del año se ve difícil. Espero que todos estén sanos, se cuiden mucho, y estén preparando la mega fiesta cuando, por fin, todo lo que respecta al coronavirus sea cosa del pasado.
Con todo lo que ha pasado en el mundo en los últimos meses ni siquiera recordé que en abril pasado cumplí 17 años en tierras japonesas. No es que sea necesariamente una fecha que celebrar, pero conforme pasan los años y uno se hace más viejo, volteas a ver lo que hay detrás e invariablemente piensas en todo el tiempo que has pasado fuera del rancho y en las experiencias que has acumulado a lo largo del trayecto.
Cuesta decirlo, pero los años mozos ya quedaron atrás. Por mucho que pudiera intentar ocultarlo (aunque no lo hago), la realidad es que los años de juventud son cosa de la historia, y ahora me acerco más a la época en la que recordar ese periodo trae consigo un baño completo de nostalgia.
En repetidas ocasiones en este blog he mencionado que en realidad yo no me siento un triunfador, ni mucho menos un modelo a seguir. Sí, le he echado muchas ganas a todo, pero también el factor suerte (aunque muchos digan que no existe) ha jugado un papel importante durante mi estancia en el pais nipón. Hay muchas cosas de mi persona que no me gustan, hay otras que estoy intentando cambiar, pero vaya que me está costando trabajo (gracias antiguo jefe…), y hay otras que de plano son ideas mías que no tienen razón de ser. Lo cierto es que, ahora con 41 años, apenas comienzo a comprender lo que significa “la crisis de los 40”, y por qué siento que aplica muy bien a la situación interior que estoy viviendo.
Mi familia es una bendición, nunca lo he negado. No obstante, no puedo dejar de pensar en lo sabias que son las palabras que dicen que uno haga todo lo que quiera hacer e intente todo lo que pueda ANTES de tener familia, pues ya con ella, uno la antepone en cualquer decisión, pues ya no te afecta nada más a ti.
Fukuoka me dio la oportunidad de crecer en un ámbito en el que dudo mucho que hubiera podido tener en México. Llegué de 24 años por acá, pero aun con experiencia laboral (en México y Estados Unidos), inglés, y un buen nivel de japonés, era un pollito recién salido del nido, con muchas ganas de todo pero experiencia en casi nada. Quizá eso ayudó mucho a que mi integración a la cultura japonesa fuera menos dolorosa en comparación con los casos de muchos extranjeros que intentan echar raíces en este país. De hecho, si hay algo de lo que me arrepiento es de no haber tomado decisiones a largo plazo en este entonces, aunque en mi propia defensa ni yo sabía que estaría tanto tiempo por este lado del mundo, mucho menos que aquí me casaría y tendría familia.
Tokio me ha dado la oportunidad de crecer profesionalmente y de cuestionar todo lo referente a mí: desde mi selección de carrera hasta de mi propia existencia. Se oye fatalista, pero no va por ahí: es más bien darse cuenta de la posición que juega uno en la vida de las personas con las que convive y ha convivido; en evaluar lo que uno es y en pensar en qué es lo que viene después. Tengo ya casi 9 años viviendo en la capital japonesa, pero con todo y las comodidades y las opciones que ella ofrece, si tuviera en Fukuoka una opción laboral similar a la que tengo ahora, me mudaría sin pensarlo. Tanto así me atrapó el lugar.
Una plática reciente con una muy buena amiga mexicana tocó el tema de regresar a México. Ella me preguntaba que cuáles serían las condiciones en las que consideraría regresar al rancho, y mi respuesta fue, en resumen, la misma que he comentado aquí muchas veces: regresar a México nunca ha estado fuera de mi lista, pero de momento es algo que no considero ni de forma profesional ni tampoco en lo familiar. Cierto, mis padres y hermanos están allá, pero yo también tengo personas que dependen de mí y he puesto en una balanza las ventajas y desventajas de quedarme aquí así como las de irme de regreso, y en estos momentos se inclina a Japón, aunque eso no quiere decir que así será siempre.
¿Que si Japón ha cambiado algo más en mí en estos años que he estado en Tokio? Hmm… yo no diría que fue Japón, sino más bien la edad y las responsabilidades. Japón ha contribuido en que es el país en donde estoy ahora, y basado en mi experiencia, no quiero en años futuros arrepentirme de lo mismo que mencioné arriba. por lo que he estado tomando decisiones que afectarán al menos a mediano plazo. ¿Retirarme en Japón? No lo sé, pero he tenido que comenzar a moverme por si eso llega a suceder.
Me sigue gustando mucho el anime, el manga y los videojuegos, pero es un hecho que ya no tengo el mismo tiempo que antes para estar al tanto de tooooodo lo que sale nuevo. Medio ando al tanto de la cultura pop de este lado del mundo, pero obviamente no soy un experto y hay gente que está mucho mejor preparada que yo. Además, las generaciones se mueven, los medios cambian. Varias personas me han dicho que por qué no me cambio a X o Y plataforma para tener más “visitas” o “seguidores”, pero yo no veo la necesidad. El blog ha sido mi refugio durante todo el tiempo que ha existido, y bien que mal, me gusta escribir, así que, mientras mis obligaciones familiares y profesionales me lo permitan, aquí seguiré escribiendo. No crean que me he quedado sin temas: me he quedado sin TIEMPO :/, pero de cuando en cuando me doy mis escapadas.
17 años es una vida. Seguramente habrá jóvenes que nacieron el mismo año que yo llegué por acá y ahora están buscando venir a Japón becados… o quizá ya hay algunos por acá.
Changos… ya estoy viejo, pero todavía “la armo”.
No. El título no es error 😀
Obviamente no soy el único al decir que nunca pensé que estaríamos en medio de una pandemia en mayo 2020. Los planes de prácticamente todo el mundo, así como la forma de vivir, han cambiado drásticamente debido al coronavirus… y parece que falta mucho para que se vea la luz al final del túnel.
No obstante, hasta enero de este año todo estaba en relativa normalidad (al menos en Japón), y me pude dar el gusto de llevar a mi hijo a México a que conviviera con su familia de allá en épocas navideñas. Es quizá la memoria más grata que tengo de todo este año que pasó. Parece mentira que fue hace un año cuando pensaba cómo iba a cambiar mi hijo con el kínder. El tiempo simplemente pasó volando.
Entre infinidades de salidas a pasear juntos, una ida al mar en verano que me tomó casi 8 horas de manejo EL MISMO DÍA (gracias tráfico de Tokio), múltiples sesiones de videojuegos, juegos de mesa, juguetes (con las reglas de mi hijo acomodadas de tal manera que él nunca va a perder), regaños y situaciones en las que es inevitable tener que ponerme el sombrero de papá, y ahora con otro hijo al que cuidar y atender, no me cabe la menor duda (y realmente nunca he dudado) que convertirme en padre ha sido una de las mejores experiencias que he tenido en la vida, incluyendo las desveladas, vomitadas, baños de pipí y popó al cambiar pañales, y lo mejor, poder hablar en español con mi hijo, que hoy, justo en el momento en el que esto es publicado, cumple 5 años de haber venido a complementar mi vida de un sentimiento que realmente no entendía hasta que lo tuve en mis brazos.
Lo único que sí lamento no haber podido hacer, aunque me queda la conciencia tranquila de que en realidad sí lo tenía planeado y sí me comencé a mover para que se realizara pero el coronavirus vino a deshacer todo, es que todavía mi hijo no sabe andar en bicicleta :/ Bueno, al menos ya sabemos qué va a pasar cuando todo vuelva a la normalidad, porque estoy seguro que de va a volver… en algún momento.
¡Feliz quinto cumpleaños hijo! Quizá nunca vayas a leer esto, pero me siento súper orgulloso de ti por todo lo que eres y por todo lo que sé que serás en el futuro.
Como suele suceder, apenas tengo un respiro y me doy cuenta que otro mes se termina. Estamos en cuarentena (no obligatoria), y aunque no he dejado de trabajar tampoco he salido de casa más que para lo necesario, por lo que se supone que los días tendrían que pasar lentamente… pero no es así.
En los últimos días he pensado mucho en la situación actual y cómo nos está afectando a nosotros como familia y a mí como persona. Creo que el que más la está llevando de perder es mi hijo mayor. Le hace mucha falta el kínder, salir, correr, jugar, ensuciarse, mover el cuerpo… Él de plano no se aburre, pues mientas yo estoy trabajando, mi esposa está atendiendo a mi segundo hijo y mi suegra nos ayuda con labores de la casa, mi hijo mayor se la pasa entre viendo a sus Youtubers favoritos, jugando videojuegos, sacando sus juguetes, y en menor medida, estudiando y haciendo actividades que le han mandado del kínder. El único problema verdadero que tengo con él en este momento es que no se le acaba la pila y hacerlo que se duerma es difícil. Al menos cuando se rinde me pide que leamos algún libro, y hemos estado leyendo historias de Charles Dickens, así que hay fantasmas de por medio y eso hace que le entre una interesante muestra de curiosidad y miedo que hace que al final se quede dormido rápidamente… definitivamente no es cansancio.
Mi esposa se pregunta, al igual que creo que todo el mundo, cuándo se irá a acabar, o más o menos normalizar, todo esto. Japón parece que está jugando a algo porque sus medidas han sido criticadas, y con eso de que el estado de emergencia se acaba el 6 de mayo (en teoría), la gente está pensando si de verdad la próxima semana ya podrá regresar a sus actividades normales. Lo interesante de esto es que hay muchos escépticos, y el gobierno ha estado lanzando indirectas de que el mencionado estado podría alargarse… Incluso se ha estado mencionando la posibilidad de comenzar el año escolar en septiembre, argumentando que, además de esperar que para ese entonces la situación respecto al coronavirus ya esté un poco más estable, sería un paso importante en la globalización de Japón al comenzar el ciclo escolar igual que otros países (los noticieros hacen la comparación directa con Estados Unidos). Pero definitivamente no la tiene fácil: si bien es cierto que esto ayudaría a que los estudiantes no perdieran estos meses en los que no hay clases, la realidad es que habría que cambiar mucho más dentro de la sociedad japonesa para que esto funcione. Un ejemplo directo es el inicio del año fiscal y la época de contrataciones de recién egresados. Se necesitarían muchos cambios de logística para que no hubiera períodos en blanco, porque cambiar el año escolar sin las contrataciones en empresas significaría que los recién graduados tendrían que esperar hasta 8 meses para comenzar a laborar.
El bebé… es el bebé. Llorando, creciendo. A él lo que le importa es estar a gusto y con la panza llena de leche materna 😀
En cuanto a mí…
Continue reading “Relatos de cuarentena en Japón”