Llegué a Tokio en agosto de 2011, es decir, casi 2 años y medio después de que me sacaron a patadas haberme graduado del doctorado. Quienes han seguido mi blog desde por ahí de 2008 más o menos estaban enterados de cómo estaba mi situación laboral en ese entonces debido a que llegué a comentarlo brevemente. Lo que nunca conté en ese entonces fue cómo estuvo el proceso del cambio y de lo que tuve que pasar, aguantar e investigar para que todo sucediera de la mejor manera. En su momento no quise escribir al respecto porque pensaba que no era apropiado, pero al pasar el tiempo y adquirir más experiencia me di cuenta de que no era una práctica tan rara en Japón y que quizá esa experiencia podría servirle de referencia a alguien más. La idea no es quemar a alguna persona o institución en particular, sino más bien a las prácticas que en algunos lugares de Japón son todavía relativamente comunes (aunque ciertamente ilegales).
Primero que nada, creo que hay algo que tengo que dejar en claro: cómo fue que me quedé trabajando en una pequeña empresa en un área rural de Japón, donde normalmente no había ese tipo de trabajo. La historia no es nada bonita ni loable. Yo más bien lo llamaría “buena suerte”. Años después entendí mucho de lo que sucedió y por qué. Pero vayamos por partes:
Cuando estudias un doctorado mucha gente cree que ya eres una eminencia en tu área, pero la realidad es que aunque es cierto que has tenido tiempo de estudiar más que otras personas, sigues siendo un estudiante, y como tal, necesitas una guía. Tu supervisor debe cumplir esa función, pero con todo y guía, se supone que estás intentando encontrar una solución a algo que hasta ese momento no la tiene, por lo que a final de cuentas, en ese específico tema, el experto es uno mismo, y durante el transcurso de los años de doctorado tratas de empaparte del tema, de sacar ideas e implementarlas, documentando todo, tanto las que sirven como las que no; al final, un grupo de sinodales evaluará lo que hayas hecho, y si consideran que tus ideas e implementaciones son valiosas y aportan algo nuevo, te dan el visto bueno para que comiences tu proceso de graduación.
Obviamente el párrafo anterior no necesariamente es la verdad universal, pero es una interpretación de lo que es el ideal de estudiar un doctorado. Lamentablemente, no en todas las ocasiones sucede así por lo que quieran y gusten, y en Japón me he percatado de que la situación es más frecuente de lo que pensaba.
En el pasado escribí respecto a mi último año en la universidad, cómo fue el cambio de asesor, su ceremonia de retiro y la fatídica tesis. Muchas veces que he usado la expresión de que mi doctorado me salió gratis en una caja de cereal hay gente que pregunta por qué lo digo de esa forma, y la razón está resumida en esos 3 escritos. Cierto, cuando recibí la noticia de que sí me iba a poder graduar me alegré, pero no al grado que yo quería, y así lo plasmo en el podcast que grabé para “celebrar”. Haber conseguido el trabajo fue un alivio en su momento, pero después de muchos años mi esposa me hizo ver un detalle que no había considerado. Explico:
La empresa que me contrató era un startup. Tenía ya algunos años de existir, y al parecer su producto pintaba para vender mucho más. Esta empresa construyó un motor de búsqueda para documentos en japonés y lo estaba principalmente a empresas. La idea que originalmente ellos tenían al contratarme es que yo aportara mis conocimientos para mejorar el producto y quizá sacar uno nuevo. De la misma forma, luego me enteré que la empresa tenía un proyecto extra de creación automática de resúmenes de texto en japonés, el cual era en realidad su punto fuerte, más allá que el motor de búsqueda. Al conocer (de oído) la tecnología que manejaban me emocioné, porque sabía algo de motores de búsqueda gracias a mi amigo el tico, y los resúmenes de texto es un tema que siempre me ha llamado la atención. Sonaba entonces lógico que quisieran contratar a alguien como yo… o el tico. Sí: cuando me llamaron para conocerme y platicar informalmente, también llamaron a mi amigo de Costa Rica porque él les había hecho un proyecto hacía algunos meses. Fue una conversación de como una hora, en la que estuvo presente mi antiguo asesor porque él había invertido en la empresa. Esa presencia no la entendí en el momento, pero fue precisamente lo que mi esposa me explicó años despueś: mi asesor se retiró sin importarle lo que le pasara a sus tres estudiantes de doctorado, pero, conmigo al menos, se medio excusó presentándome y recomendándome en esa compañia para tener trabajo una vez que me graduara. Era como su forma de decir “Para que no digas que contigo no cumplí”. Pensé durante algún tiempo lo que mi esposa me dijo, y en efecto, viéndolo en retrospectiva, nunca volvi a tener contacto con el asesor después de eso, y el dueño de la empresa mencionaba frecuentemente el agradecimiento que seguramente yo le tenía al “sensei” tanto por todo lo que me enseñó como por darme la oportunidad de estar ahi. Sí, claro…
La verdad es al principio no pensaba en aceptar la oferta aunque me llamara mucho la atención lo que ellos manejaran, pero cuando vi que era muy probable que no me pudiera graduar, y que aunque lo hiciera de cualquier forma no tendría entrada de dinero (porque la búsqueda de trabajo se comienza a hacer un año antes de graduarse), acepté después de negociar el sueldo. Después de todo lo que pasó para graduarme, al menos era un respiro saber que tendría algo extra una vez que mi época como becado terminara.
El caso es que después de graduarme entré a trabajar ahí. Un día antes, el que iba a ser mi jefe me llamó por teléfono y me dijo que llegara al día siguiente a las 9 de la mañana vestido de traje… porque me exigieron ir formal y cortarme el pelo. El traje en si no me molestaba porque me gustaban y en México solía vestir formal de vez en cuando, pero deshacerme de la greña sí fue un trago amargo. En su momento escribí respecto al trabajo, de qué trataba a grandes rasgos y como se sentía estar ahí. Poco a poco me fui acostumbrando, pero los primeros 6 meses no me quisieron revelar su tecnología por miedo a que me la fuera a robar y vender en otro lado. Yo veía que hablaban mucho el dueño, mi jefe y clientes potenciales, pero no me incluyeron en esas pláticas sino hasta que hubo transcurrido medio año desde mi ingreso. De ahí en delante la situación mejoró, y para el segundo año ya tenía yo horario flexible, servidores controlados, y hasta había propuesto un refactoring a todo lo que rodeaba a su motor de búsqueda (porque nunca quise meterme a discutir su tecnología patentada). Sin embargo, también comencé a caer en un letargo: notaba que no estaba creciendo, y con las restricciones que el dueño me ponía era difícil proponer ideas porque a final de cuentas se hacía lo que él quería, estuviera bien o mal.
Estaba con sentimientos encontrados: por una parte, ya me había ganado la confianza suficiente para poder estar solo en la empresa desde las 7 AM y tenía todo bajo mi control, y lo mejor era que no hacía horas extras; a las 4 PM ya estaba libre, y a las 4:10 a más tardar estaba ya en mi casa. Tenía casi el resto del día para mí solo: me iba a correr o a nadar, me podia ir después al cine o a las arcadias, o podía jugar con mis consolas. etc. Y por otro lado sentia que si no me movía llegaría el punto en el que todo eso desapareceria y me arrepentiría por haberme dejado seducir por la comodidad que estaba teniendo. No obstante, el detonante que me motivó definitivamente a moverme de ahí fue que no recibí un buen aumento a principios del tercer año aun cuando mi desempeño habia sido mucho mejor que el del año pasado. Había estado aguantando el bloqueo de las iniciativas que tenía, que ignoraran muchas de mis críticas, y el tener que implementar todo lo que al dueño se le ocurriera, pero cuando no vi resultados reflejados en el sueldo, entendí que ahí ya no estaba creciendo desde hacía un buen rato y que simplemente estaba viviendo de la comodidad de la situación. Fue cuando comencé a buscar trabajo en Tokio, con los resultados que ya todos conocen.
Pero lo maś difícil en ese entonces fue el proceso de la renuncia.
Después de que acepté el trabajo en Tokio, se me cocían las habas por presentar mi renuncia, sobre todo porque ya tenía también definido el día que comenzaria a laborar en la capital nipona. Pensaba en hablar directamente con el dueño, exponerle mis puntos y anunciarle que a mediados de julio de 2011 dejaría la empresa. No sería raro que pidiera hablar a solas con él, ya que en repetidas ocasiones lo había hecho. Para no entrar en detalles aquí, le presenté mi renuncia y no fue bien recibida del todo. Se me cuestionó el porqué no lo había consultado antes de tomar le decisión (literalmente me dijo que debía haberle dicho algo como “Oiga, ¿sabe qué? Como que tengo ganas de renunciar”), y no quedamos en mucho ahí. También me exigió que le dijera dónde seria mi nuevo trabajo, pero no lo hice. Lo interesante fue a partir del siguiente día.
El dueño llegó pidiéndome que firmara un papel en donde yo prometía que no haria ningún trabajo referente a mi área durante 5 años. Él lo tomaba como el tiempo necesario para prepararse en caso de que yo fuera a otro lugar y revelara sus secretos. No necesito decir que no firmé en ese momento, y cuando le pregunté qué esperaba que hiciera si no podía trabajar en mi área, su respuesta fue simplemente “cambiarme a otra área”, e incluso el jefe sugirió que me moviera a programación de videojuegos. Necesitaba saber si podía hacer algo al respecto y me llevé el papelito so pretexto de pensar las cosas durante algunos días, pero mis intenciones eran otras: asesoria legal.
Consultar a un abogado en Japón generalmente cuesta entre 5 y 10 mil yenes por una sesión de 30 minutos, y en caso de que se tome el caso, de ahí se generan otros gastos y honorarios. No obstante, en muchos lugares del país existen programas mensuales en los que abogados se presentan en alguna institución y se les puede consultar gratis durante media hora. Fukuoka no era la excepción: investigué y en la siguiente sesión fui a platicar con uno. Le mostré el papel y le expliqué la situación. Una vez que hube terminado, el abogado me dijo que en primera instancia no tenía por qué decirle dónde iba a trabajar, y que el papel que me había dado no era legal aun cuando lo firmara, porque legalmente no podía restringir los lugares de trabajo que yo podía escoger. Me dijo que lo podía firmar porque a final de cuentas era un papel nulo, pero recomendó ignorarlo; además, mencionó que si me seguían presionando lo fuera a consultar otra vez a su despacho y esa consulta también sería gratuita.
La siguiente vez que hablé con el dueño de la empresa le dije que no firmaría nada, y que había consultado a un abogado y que sabía que lo que me pedía no era legal. Su reacción cuando mencioné “abogado” fue sorpresiva, pero calmada. Me dijo que él también tenía abogados y que si a ésas íbamos pues que todo se resolviera en una corte. Yo, como buen ignorante de las leyes en Japón, no supe qué hacer más que volver a ir con el abogado al que había consultado. Él me insistió que todo era legal, y que si me demandaba, él entraría en acción. No me quiso cobrar nada por la consulta, pero yo insistí diciéndole que era su tiempo y que si no me cobraba sería más difícil volver a consultarlo. A final de cuentas, me cobró 3000 yenes, los cuales gustosamente pagué.
El toma y daca de los abogados, demandas y demás siguió por algunas semanas. Pasara lo que pasara yo ya había anunciado mi renuncia y mi último día de trabajo. Si el dueño y mi jefe no querían cooperar para que la transición de tareas fuera lo más sencilla posible, ellos iban a ser los más afectados. Con todo, el dueño seguía insistiendo que firmara el papel, al grado que el abogado (al que consulté un par de veces más) me dijo que firmara sin miedo puesto que ese papel no tenía ningún valor legal porque lo que estipulaba no era posible bajo ninguna ley. La insistencia de la firma fue tan grande que le llegué a pedir al abogado que hablara directamente con el dueño. Me contestó que si él se movía, entonces iban a generarse honorarios bastante caros y que no me lo recomendaba porque realmente no lo necesitaba; que firmara y que me olvidara del asunto, pero que si me llegaba una demanda lo llamara inmediatamente sin hacer nada más. Confiando en su palabra, finalmente firmé el dichoso papel, pero nunca le dije cuál era la compañía en la que iba a trabajar. Sin embargo, y aun a sabiendas de que el papel era nulo, durante un tiempo me estresó muchísimo el simple hecho de tenerlo.
Lo que aprendí de la experiencia:
- Que, en efecto, nadie te puede limitar las opciones de trabajo que tengas, y no hay forma de que te fuercen a decir a dónde vas a entrar a trabajar cuando renuncias
- Que algunas empresas japonesas, sobre todo las que tienen prácticas arcaicas, “no te dejan renunciar” (algo que no pueden hacer, pero que algunos japoneses no alegan por miedo o ignoracia) y te piden que los consultes cuando sientas que quieres cambiarte de trabajo.
- Que no pueden decirte que no cuando quieres tomarte días libres, salvo que haya algo de suma importancia para la empresa y tu ausencia impacte directamente y de forma importante a la misma, y que cuando renuncias, tienes el derecho de usar todos los días de vacaciones que te queden libres y tampoco te lo pueden negar (previa negociación de cuándo será tu último día de labores). Cuando yo me fui de esa empresa, no me dejaron tomar los como 12 días de vacaciones que tenía todavía, por lo que, de haber sabido (y querido), también podría haberlos demandado por eso, pero era ignorante… y tampoco era la idea.
- Que aunque sea caro, si las cosas se ponen mal lo mejor es consultar a un abogado para evitar ser asustado o amedrentado con prácticas que uno ignora si son legales o no. Con todo, es obligación del trabajador conocer las leyes laborales y los derechos que éstas estipulan, ya que el simple hecho de saberlas hace que uno pueda alegar directamente cuando la compañía no le quiere jugar derecho. Muchos japoneses no alegan ya sea por evitarse problemas o por ignorancia, pero eso no quiere decir que no puedan hacerlo.
Debo aclarar que, aun con todo lo que pasó, a fin de cuentas todo quedó en buenos términos. El dueño me hizo una fiesta de despedida muy buena.
Años después, tuve contacto con esa empresa cuando tuve que pedir una carta de recomendación para los documentos que piden en el programa de repatriacioń del CONACYT y el dueño amablemente la extendió. Todavía años después el mismo dueño me volvió a contactar para ofrecerme trabajo, ya que quería que yo fuera el que lidereara a un equipo para la siguiente parte de su proyecto, pero me negué a hacerlo. Hice un mini proyecto de documentación que fue debidamente remunerado, pero no tanto por el dinero, sino porque éste se generó debido a que el que era mi jefe lamentablemente falleció de repente, y también como agradecimiento por la carta de recomendación. El dueño me consultó un par de veces y yo le brindé asesoría sin cobrarle nada, e incluso recibí un regalo de su parte cuando nació mi hijo, Pude haberme negado a ayudarlo, pero recordé que uno nunca sabe cuándo se va a volver a necesitar algo, y aunque es cierto que hubo diferencias y stuaciones complicadas mientras trabajé ahí, siempre reconocí que me ayudaron mucho (sobre todo cuando entré a trabajar con ellos), y que al final del día todo es parte de ser profesional.
Hola doc!! llevaba tiempo sin poder entrar a leer tu blog o ver tus directos en YouTube, el cambio de gobierno si nos pego algo fuerte en la forma de trabajar en mi secretaría, por lo que, he estado trabajando de sol a sombra últimamente.
Bueno respecto a lo que nos compartes el día de hoy me surgió una duda, si tenias la confianza de hablar directamente con el dueño, ¿por que no “cabildeaste” la situación con el antes de tomar la decisión de renunciar?, me refiero a que quizás si hubieras hablado las cosas con el y exponerle tus inquietudes, quizás podrían haber llegado a un mutuo acuerdo; Se que quizás la situación no se prestaba para ello, pero pues valía la pena intentarlo.
Saludos Doc y seguiré al pendiente de tus post!!
¡Hola Luigi!
Muchas gracias por tu comentario.
Qué mal que te han traído así en tu chamba. Espero que las cosas mejoren pronto.
Respondiendo a tu pregunta: no hablé con él porque el resultado habría sido el mismo. ¿Desde cuándo está bien visto que un empleado vaya con su jefe y le diga “oiga,como que tengo ganas de renunciar”? 😛 Ahora bien, sé que te refieres a hablar con él sobre cosas que no me agradaban del trabajo, y eso claro que sí lo hice, varias veces. Como mencioné, las condiciones de trabajo mejoraron mucho, tenía el control y estaba en una zona de confort muy cómoda… pero no estaba creciendo, y me puse a revisar por qué: proponía ideas, cambios, pero a final de cuentas todo se hacía como el dueño quería. Hubo una ocasión en la que el dueño tuvo una idea buena pero la implementación era mala y se lo hice ver; le dije que como prototipo para comenzar algo más formal estaba bien, pero que de ninguna forma eso era suficiente para presentar a terceros. ¿Qué hizo? Fue y lo presentó a terceros, y estos praćticamente le preguntaron que si era una broma.
Con todo, cuando le dije de mi renuncia, lo primero que hizo es (como en casi cualquier lugar en Japón) darme una plática del futuro de la empresa y de por qué yo era importante en ella. Después de que terminó, yo expuse mis puntos; le hice ver las veces en las que yo había propuesto algo y no había sido escuchado, y las veces en las que pronostiqué un resultado, me ignoró y las cosas salieron como yo le había dicho. Hice énfasis en mi crecimiento profesional basado en eso. Su respuesta fue “sí… tienes razón”.
La empresa tenía tecnología fuerte. Aunque tenían patente de su motor de búsqueda, yo siempre consideré su motor de resúmenes de texto su producto más fuerte porque en verdad funcionaba e incluía un buen de consideraciones específicas para idioma japonés. Hasta hace algunos años la empresa todavía existia, pero tengo rato de no escuchar nada del dueño, con el cual, como mencioné, quedé en buenos términos a final de cuentas.
Saludos.
Ayyy, la maldita zona de confort, también en este momento de mi vida me encuentro en un disyuntiva, estudiar y mejorar o seguir en mi trabajo actual, como tal cual manifiestas, ya lo tengo bien dominado, pero es obvio que en tecnología no te puedes quedar de brazos cruzados y hay que seguir avanzando, por que si no va a llegar el día en que te vas a rezagar. ¿Que hacer?, llegar todas las noches, prender la play y descansar, o ponerme a estudiar. Pfff.
¡Hola Alfredo!
Muchas gracias por tu comentario.
Hmm… pues la verdad depende mucho de tu edad y de tus metas. La respuesta obvia a tu disyuntiva es estudiar y mejorar, porque eso tarde o temprano te rendirá frutos, pero no conozco tu situación. Ahora que yo estoy casado y tengo casi 2 hijos (el segundo está por nacer al momento de escribir esto) puedo decirte sin temor a equivocarme que ahora me la tengo que pensar como 5 veces antes de considerar una oferta de trabajo por buena y retadora que sea. ¿Por qué? Porque no importa la etapa de tu vida en la que estés, cambiarse de chamba es un riesgo porque no sabes cómo van a ser las cosas en tu nuevo lugar, y no nada más es por las condiciones de trabajo, sino porque puedes terminar haciendo algo totalmente diferente a lo que quieres o te gusta hacer, y eso crea un disgusto o malestar general contigo mismo que a final de cuentas te deja dos opciones: aguantarte o cambiar de trabajo otra vez. Cuando tienes responsabilidades familiares ese riesgo pesa mucho más, porque si das el brinco y las cosas no te salen como hubieras esperado, te la tienes que aguantar porque hay gente que depende de ti, y aunque estés dispuesto a sacrificarte por tu familia, el sentimiento de frustración va a estar presente.
Basado en lo anterior, te puedo aconsejar que si estás en una etapa de tu vida en donde nadie depende de ti, definitivamente concéntrate en estudiar y mejorar para que obtengas un trabajo que te saque de la zona de confort y te dé mejores ganancias. Experimenta todo lo que puedas hasta que encuentres algo que te haga sentir pleno, porque una vez que tienes familia, la situación es diferente y los cambios tienen que ser mucho más planeados y estratégicos, e incluso hay veces en las que no puedes considerar moverte a ningún lado (enfermedades, accidentes, gastos imprevistos, etc.)
Échale ganas.
Saludos.