De vuelta en Japón

Fueron nada más 2 semanas en Guadalajara. No vi a todas las personas que quería ver, ni tampoco fui a todos los lugares a los que quería ir, pero el viaje sí cumplió su cometido: recargar pilas y recordar que hay más vida que vivir en Tokio.

Han pasado casi 11 meses desde que llegué a la capital nipona, y sin temor a equivocarme puedo afirmar que todo ese tiempo ha sido sumamente pesado, estresante y para nada gratificante. Corría el riesgo de volverme un salary man al más puro estilo de las empresas japonesas más cuadradas, y aunque costó trabajo, logré salirme de ahí, puesto que ya he mencionado antes que mi idea de estar aquí no es la de ser un simple salary man.

Le perdí el gusto a muchas cosas que disfrutaba y ahora estoy en proceso de recuperarlo, y el viaje a mi rancho me ayudó a ver las cosas en perspectiva.

Quiero agradecer a las personas que se tomaron la molestia de llamarme o de verme personalmente mientras estuve por allá.

  • A todos los que desvirtualicé o conocí por primera vez: ¡muchas gracias! Su hospitalidad, sus ganas de salir adelante y su entusiasmo me dieron las fuerzas que necesitaba para volver al país del sol naciente y seguir con los planes.
  • A mis amigos ya de hace muchos años: sus palabras de aliento, su comprensión y el tiempo que se han tomado en escuchar mis quejas y problemas es realmente muy valioso para mí,. De corazón, muchas gracias.
  • A mi familia en general: no es por minimizar la mala situación por la que pasan varios miembros, pero el hecho de que estén juntos, se vean, se hablen e incluso que se peleen y se insulten, es un regalo tan valioso que quizá de su lado no se vea. Aprovéchenlo y disfrutense entre sí ustedes que pueden. No quiero que necesiten estar lejos de todo para que entiendan.
  • A quienes me desearon lo mejor en mi viaje sin siquiera conocerme: sí, me atasqué de vitamina T y de la calidez y alegría de la gente de México. Y sí: me traje mi “itacate” 😀

La nueva etapa de mi vida en Japón comienza el próximo 2 de julio. Mientras tanto, estoy en etapa de “preparación”. Hay muchas decisiones que hacer, varios caminos posibles y un montón de retos. Lo que viene se ve bueno y también difícil, pero creo que ya estoy curado de espantos. Veamos que me tiene preparado la vida para este ciclo que comienza. Yo estoy listo, y creo que esta vez ya nada me va a detener.

Por aquí andamos…

Profesionalismo

Una de las preguntas que más frecuentemente me hacen es si nosotros como mexicanos podemos hacer algo para que México funcione de mejor manera, justo como en Japón funcionan las cosas, como el transporte público, por ejemplo. La respuesta, aunque con palabras más o palabras menos, siempre es la misma: sí. La cuestión es que no es tan difícil como todo mundo cree.

¿Qué nos falta? Yo diría que profesionalismo al hacer las cosas.

Mi punto, totalmente debatible y refutable, es el siguiente.

Aunque sé y me consta que hay muchas excepciones, la norma en México al momento de realizar una labor es cansarse lo menos posible; si sale con eso, ya la hicimos: solucionamos el problema, nos evitamos la fatiga de pensarle más y nos van a pagar por ello. ¿Por qué lo digo? Porque la calidad del servicio que se ofrece en México dista mucho de ser la mejor. Y esto no va solamente para servidores públicos o atención al cliente, sino prácticamente a todos los sectores. Nos hace falta profesionalismo.

Ser profesional no es haber cursado una carrera y haberse graduado de la universidad, mucho menos tener maestría o doctorado. Los títulos salen sobrando. Ser profesional es hacer de la mejor manera lo que nos toca hacer, sea lo que sea. Si las cosas se hacen bien y le metemos espíritu mexicano, créanme que se puede hacer un gran cambio con relativamente poco esfuerzo.

Desde el dueño de una compañía hasta un “viene viene”, cada uno desempeña una labor (legal o ilegal es otra historia); si éste la realiza de la mejor manera, su trabajo hablará por él, y eso le puede abrir la puerta a nuevas oportunidades o incluso a mejorar sus ganancias.

Se supone que realizamos un trabajo para proporcionar un servicio, lo que significa que a final de cuentas alguien va a quedar satisfecho o decepcionado de nuestra labor. Tomando los ejemplos anteriores, el dueño de una empresa toma las decisiones que cree convenientes para llevar a su compañía a buen puerto, y al hacerlo todos los miembros de ese lugar deberían ver beneficios también (no necesariamente un aumento de sueldo, aclaro); el dueño le responde a la sociedad en general (por la confianza que depositan en él para proporcionar un servicio), a su grupo de directores (por las decisiones que toma para que la empresa siga generando ganancias), y a sus empleados (por los sueldos y las condiciones de trabajo que acuerda para que su idea marche sobre ruedas). Mientras tanto, el “viene viene” le responde a la gente que estaciona sus carros en los lugares “que cuida” (porque necesitan el lugar y el viene viene les proporciona también un cierto sentido de seguridad), a los que viven en las casas que dan con las banquetas que él cuida (para que no lo vayan a reportar) y hasta a las autoridades (para darles mordida y tenerlas contentas para que no lo vayan a quitar del lugar en donde está). En todos los niveles se necesita que el trabajo se haga bien.

De nuevo insisto: con lo anterior no consiento la actividad que realizan los viene viene, ni los que venden piratería, ni los que aceptan mordida, ni nada similar. Son simples ejemplos para demostrar que en donde sea que se realice una labor, si la hacemos de la mejor manera posible, los principales beneficiados seremos nosotros.

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Los años maravillosos – Parte 6

Esta vez sí me tomó tiempo escribir esta parte, así que sin más contratiempos, comencemos.

Recuerden las recomendaciones: agarren palomitas, refresco y pónganse cómodos.

Por si no saben qué onda con esta serie de escritos, aquí proporciono las ligas directas a las partes anteriores.

Mi viaje a Japón había terminado: había una chica que se había llevado mi corazón a su país, esperaba los resultados de la beca de Monbukagakusho… y estaba desempleado. Esto último era quizá lo que no podía resolver tan fácilmente, o al menos así lo creía yo, porque sin saber exactamente si me ganaría la beca o no, me daba “cosa” ir a pedir trabajo sabiendo que era probable que en unos meses renunciaría. Ética a fin de cuentas.

Con todo, me puse a buscar trabajo. Gracias a un contacto de la primera empresa donde laboré concerté una entrevista de trabajo en una empresa de desarrollo de software. No me fue mal, y ellos estaban interesados, pero como no quería mentir mencioné lo de la posibilidad de obtener una beca, y que en caso de conseguirla renunciaría a finales de febrero. Sobra decir que ahí perdieron mucho del interés que tenían porque me uniera a sus filas, por lo que creo que ni es necesario escribir cuál fue su respuesta.

Traductor

La escuela de japonés a la que asistí (el instituto de intercambio cultural México-japonés de Guadalajara) siempre me brindó todo su apoyo, y en esos momentos que no tenía trabajo una profesora me ofreció ser el traductor de un documento. La tarea: traducir de japonés a español una tesis de psicología.

Para ser sincero, aunque tenía N2 de la JLPT y había intentado ya el N1 con resultados no satisfactorios, no me sentía capaz para realizar el trabajo. Una cosa es poder comunicarse en japonés y otra es meterte a traducir escritos que contienen expresiones técnicas de un área que no dominas.

Obviamente decliné la oferta al principio, pero la insistencia de la profesora, sus palabras de apoyo y lo que me dijo que podría cobrar por esa labor terminaron por convencerme. Había aceptado mi primer trabajo como traductor. No sabía en lo que me estaba metiendo. Eso fue, si mi memoria no me falla, por ahí de finales de enero.

Cuando alguien que sabe japonés está viendo una animación japonesa en español y conoce la obra original, o en su defecto la ve en su idioma original con subtítulos en otro lenguaje que entiende (en mi caso inglés y español), es realmente sencillo encontrar errores de traducción, apuntar que existe una mejor forma de expresar en el idioma lo que están diciendo en japonés, y en general señalar todo lo que (se sabe que) está mal. Toooodas las veces que lo hice (y no de mala fe, debo aclarar) se me regresaron al momento de comenzar a traducir el documento arriba mencionado: palabras que en mi vida había visto, nombres en katakana que ni idea tenía de cómo se podían escribir con las letras que nosotros utilizamos, ciudades en el mundo que no me sonaban y que no podía escribir en español… en fin, se avecinaban meses complicados.

El documento tenía 62 páginas, y traducía un promedio de 2.5 por día (dedicándole entre 8 y 10 horas diarias). Para no hacerles el cuento largo, el documento lo terminé justo al llegar a Japón ya becado, y los que me habían pedido el trabajo pensaron que los habían timado porque recibí el pago justo un día antes de partir de México y no los pude contactar hasta una semana después. ¿Cómo me quedó la traducción? Legible y entendible, pero tenía mucho que, ahora que lo pongo en retrospectiva, pudo haber sido mucho mejor. En la escala del 1 al 100 yo le daría un 70, y estaría siendo muy generoso.

Lo que aprendí de esa experiencia es respetar todavía más a las personas que se dedican a hacer traducciones. Es difícil, y muchas veces no puedes traducir exactamente una expresión idiomática, lo cual te orilla a jugar con el lenguaje hasta encontrar algo que se pueda asemejar al original. No obstante, no quito el dedo del renglón: hay trabajos que pueden ser MUCHO MEJORES y que se nota que la persona que lo llevó a cabo no cuenta con la experiencia o el conocimiento para hacerlo.

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En Guadalajara, 2 años después

Sin avisarle a prácticamente nadie, aprovechando unas vacaciones forzadas en el trabajo y agradeciendo de corazón que haya vuelo directo de Tokio a la ciudad de México, aproveché para venirme a mi rancho

Este viaje se decidió repentinamente hace una semana. Renuncié al trabajo que tenía (historia que contaré por separado), y como el siguiente comienza hasta julio, aproveché para tomarme unas vacaciones. La idea original era irse a algún otro lado, pero considerando que tenía 2 años sin estar de este lado del charco y que necesitaba urgentemente una buena dosis de vitamina T, la opción sólo fue una.

Ayer visité mi antigua escuela de japonés y me dio mucho gusto ver a la directora, la profesora Noriko Tsuchiya, y también vi con gusto que el número de estudiantes ha crecido considerablemente.

Estaré por acá solamente un par de semanas. Planeo, de haber gente interesada, hacer otra plática informal para comentar acerca de las becas a Japón, del trabajo y la vida en el país del sol naciente. Intenté entrar al CUCEI, pero ahora resulta que no te dejan entrar a menos que justifiques la razón de tu visita. ¿Seguridad? Quién sabe, ahí sí no puedo decir nada, pero considero que las universidades deben ser espacios públicos abiertos.

Se aceptan invitaciones a la playa en lo que estoy por acá.

Todos los escritos pendientes por acá irán saliendo poco a poco. Como siempre, les agradezco su paciencia y su comprensión.

Por cierto, saludos a Baudelio, estudiante del instituto de intercambio cultural México-japonés, que ayer me saludó durante mi visita. ¡Gracias por leerme!