A lo mejor es porque estoy deprimido y viendo la OVA de Maison Ikkoku “Shiki Utsuriyuku Kisetsu no naka de” (四季移り行く季節の中で)(que es una especie de mega resumen de toda la serie), pero siendo Kyoko Otonashi mi personaje de animación favorito, recordé algo que desde hace tiempo había reflexionado: El personaje que siempre quise ser.
En lo personal, me hubiera gustado ser Goku cuando era niño. ¿Por qué? Porque es el niño que siempre quise ser y nunca pude: Inocente, ingenuo. Sencillamente, disfrutar la infancia como debe ser (claro, Goku tuvo muchas aventuras y responsabilidades más allá de las de un niño).
En cuanto a Maison Ikkoku, si bien no me gustaría ser del todo Godai, me gustaría mucho vivir un amor con el que él y Kyoko viven, con todos sus altibajos. Si alguien ha visto Maison Ikkoku sabe a lo que me refiero. Si no han visto Maison Ikkoku, aquí les pongo una sinopsis de la serie:
Yusaku Godai es un ronin (persona que no sale en listas en la universidad y tiene que esperar un año para poder volver a intentarlo) que vive en una especie de casa de húespedes llamada Ikkoku-kan. Junto con Godai, en el lugar viven otras 3 personas que se empeñan en hacerle la vida pesada: Ichinose, Yottsuya y Akemi. Godai sencillamente no puede más y decide salir de Ikkoku-kan… o al menos eso pensaba hasta que llegó la nueva administadora del lugar: Otonashi Kyoko. Godai decide quedarse para poder estar cerca de ella.
Kyoko es como un prototipo del ideal de una mujer: Inteligente, bonita, amable, hacendosa. Pero tiene una característica que la hace diferente a las chicas de su edad: Es viuda. Kyoko se casó con uno de sus profesores de preparatoria, por lo que nunca fue a la universidad, pero su esposo muere repentinamente dejándola viuda al poco tiempo de casarse.
Godai y Kyoko se gustan, pero, como decirlo, la situación hace que todo se vuelva difícil: Godai es el primero en admitir y declarar abiertamente que le gusta Kyoko (primero borracho, después sobrio); Kyoko, por su parte, no quiere saber de ningún otro hombre porque aún no puede (ni quiere) olvidar a Souichiro (su difunto esposo), tanto así que hasta al perro le puso ese nombre. Y para terminar de empeorar, o quizá, de darle sabor al asunto, un rival aparece: Mitaka Shinnosuke, un instructor de tenis joven, apuesto, de buena posición y familia, que se enamora de Kyoko tan pronto la ve.
Por todo lo que pasan juntos, lo bueno y lo malo, por todos los obstáculos que tienen que vencer y por el final que tiene su relación, cada que veo Maison Ikkoku como que se me sale un suspiro al pensar cuando podré vivir algo como eso.
Pensamientos de un domingo por la noche, en víspera de una semana que se ve muy pesada.