El 2021 en un kanji

Kanji de los años anteriores:

  • El 2019 en un kanji

  • El 2018 en un kanji
  • El 2017 en un kanji
  • El 2016 en un kanji
  • El 2015 en un kanji
  • El 2014 en un kanji
  • El 2013 en un kanji
  • El 2012 en un kanji
  • El 2011 en un kanji
  • El 2010 en un kanji
  • El 2009 en un kanji
  • El 2008 en un kanji
  • El 2007 en un kanji

  • Este año no le tuve que pensar mucho. Hubo un suceso que lo marcó desde el inicio, y aunque pensé que sería bueno no catalogar mi año con este kanji, decidí hacerlo tanto para enfrentarlo y aceptarlo, como para dejar registro fiel de lo que ha sido este periodo de tiempo.

    El kanji se lee “utsu”, y uno de sus significados es “depresión”.

    A decir verdad, todo este rollo comenzó justo a finales del año pasado. Recuerdo como me la pasé trabajando 4 días, de 6 AM a 11 PM después de salir de vacaciones porque me aterraba no poder entregar resultados. Ése fue el momento en el que todo explotó… y de ahí todo se fue para abajo.

    Si ustedes me hubieran preguntado entre enero y abril si creía que iba a terminar el año, invariablemente mi respuesta habría sido un rotundo “no”. Y no, no era que tuviera pensamientos suicidas; realmente sentía que me ahogaba, que no era capaz de resolver ningún problema, que sencillamente era un fracaso. Veía el fin del año como algo a años luz de distancia, no porque pensara que mágicamente todo se arreglaría en cuanto 2022 comenzara, sino porque no me podía imaginar cómo iba a pasar todos esos meses en el estado en el que me encontraba.

    Para mi fortuna, he recibido mucho apoyo de gente que realmente se preocupa por mí. También decidí buscar ayuda profesional, y heme aquí, no al 100%, pero definitivamente mucho mejor. Sigo en el proceso de buscar nuevas bases mentales que me ayuden a enfrentar los problemas del futuro, pero es un gran avance.

    Escribiré más al respecto en otra entrada.

    El kanji del 2021 en Japón

    Este año no le seguí la pista como antes, pero como sigo la cuenta oficial en Twitter, de repente me encontré con el anuncio oficial, el cual, siendo sinceros, se me hizo totalmente X:

    See lee principalmente “kin”, y significa “oro”.

    Las principales razones por las que fue elegido son:

    • La destacada participación de la delegación japonesa en las olimpiadas de Tokio 2020, que como todos saben se celebraron este año después de haber sido pospuestas por el coronavirus
    • El increíble desempeño de Shohei Otani en el béisbol de las grandes ligas. En japonés, lograr un desempeño que será recordado por muchísimos años se expresa 字塔を打ち立てる (kinjitou o uchitateru)

    Digo que se me hizo X porque este kanji casi siempre es el elegido cuando hay olimpiadas, por lo que lo hemos visto en años anteriores: 2016 y 2012.

    Aunque para muchos el haber celebrado las olimpiadas en medio de la pandemia puede sonar como un éxito y algo que celebrar, la verdad es que para los que vivimos en Japón, y concretamente en Tokio, fue más un evento que causó polémica. Yo sinceramente pensé que se cancelarían, pero no fue así, pero no se permitieron espectadores en los eventos realizados en Tokio (porque hubo otros que se llevaron a cabo en otros lugares: en Sapporo, por ejemplo, fueron los maratones, para evitar el calorón que hace en Tokio durante esas fechas). El caso es que las olimpiadas pasaron, Japón ganó muchas medallas olímpicas, y a final de cuentas a la gente le gustó.

    Como es costumbre en estas entradas, les deseo lo mejor para el siguiente año. Pásenla muy bien en compañía de sus seres queridos, o si no les es posible, pásenla bien aunque estén lejos de los que aman. Espero de todo corazón que nadie tenga que pasar por lo que he pasado yo durante 2021, y si alguien está en una situación similar: NO ESTÁN SOLOS. Analicen en dónde están ahora, y pidan ayuda si la requieren. SE VALE ESTAR TRISTE, PERO TAMBIÉN SE VALE PEDIR AYUDA. No es signo de debilidad mental, ni nada por el estilo. No todo es una prueba para ver si podemos salir adelante por nuestra cuenta; hay que aprender a reconocer cuando las cosas se salen de nuestro control y que necesitamos quién nos eche la mano.

    Un gran abrazo a todos.

    El 2020 en un kanji

    Kanji de los años anteriores:

    Creo que el consenso de este año es claro. De la forma que lo vean o que lo hayan pasado, la realidad es que fue un año diferente, que nos presentó una situación difícil a nivel mundial de la que apenas comenzamos a ver la salida. Incluso en el escrito del año pasado mencionaba la celebración de las olimpiadas en Tokio… Pero más que eso, mucha gente lamentablemente perdió la vida, o quizás algunos de sus seres queridos. Se siente la tristeza y el hartazgo en todos lados.

    Sin embargo, creo que también para muchos hubo acontecimientos importantes y agradables, y es quizá en los que nos tenemos que apoyar para salir adelante y continuar en esta aventura.

    El kanji de este año lo tenía prácticamente decidido desde el anterior. Obviamente en ese entonces no contaba con una contingencia sanitaria a nivel mundial, pero ni eso es suficiente para quitarme la dicha del momento en el que por segunda vez me convertí en papá. Por tal motivo, el kanji que para mí describe el 2020 es:

    Su lectura principal es “ko”, y quiere decir “niño”. El nacimiento de mi segundo hijo se lleva por mucho a todo lo que acontenció en mi vida durante este año que termina. Como muchos de ustedes, yo también dejé de ver a mis amigos, dejé de salir y llevar a mi primer hijo a los lugares a los que íbamos con frecuencia, comencé a trabajar desde casa (primero por mi bebé y luego por el coronavirus), y el cansancio hizo (y sigue haciendo) presencia, pero ni todo eso ha sido suficiente para quitarme el sentimiento que tuve en el momento en el que mi segundo hijo vio la luz y lo tuve en mis brazos. Sin duda será un momento que recordaré toda la vida.

    No quiero dejar de mencionar que también hubo pifias y sucesos que lamento mucho. El estrés se ha maximizado durante los últimos meses y no es nada más por el virus: enfrenté un acontecimiento en el trabajo que me pegó fuerte; la inseguridad se apoderó de mí de forma en la que no lo había hecho antes, perdí la concentración en muchos momentos y he notado que se me han estado olvidando cosas. Yo sé que hay mucha gente con 2 o más niños que también le echa ganas todos los días y para las cuales yo soy un completo “novato” (y tienen razón), pero aunque tuve la ayuda de mi suegra por unos meses, ha sido realmente una gran tarea tener que estar al pendiente del trabajo y familia, y no ayuda ver que tu tiempo libre prácticamente ha desaparecido ni que los fines de semana no alcancen para descansar y comenzar otra semana fresco y con ganas en un trabajo que exige precisión y mucha creatividad, la cual reconozco que en estos momento no tengo.

    Por lo anterior es que tampoco he podido sentarme a escribir en el blog como lo solía hacer antes. Después de tantos años realmente ignoro cuánta gente sigue leyendo, y reconozco que es difícil que alguien nuevo llegue y se siente a leer en una época en la que las redes sociales acaparan toda la atención, y los medios visuales sean mucho más llamativos que un montón de letras escritas por un viejo cuarentón que a ojos vistas tiene que poner en orden su vida para poder enfrentar lo que viene después.

    No obstante, las ganas de seguir con este proyecto no se han terminado. Al igual que mi situación actual, sé que todo esto es pasajero, y en algún momento podré de nuevo tener control y estaré contento de escribirlo por aquí.

    El kanji del 2020 en Japón

    El kanji del año en Japón es seleccionado con un proceso de votación, pero casi al igual que conmigo, el candidato que ganaría se sabía o intuía prácticamente desde mediados de año

    Se lee “mitsu” o “hiso” en “hisoka ni”, y quiere decir “secreto” o también “denso”. Fue esta última acepción la que hizo eco en todo Japón durante todo el año debido a las recomendaciones que se hicieron para tratar de mitigar las infecciones por el coronavirus:

    • 密閉 (mippei). Significa “lugar cerrado”.
    • 密集 (misshuu). Significa “aglomeración”. Se refiere en este caso a personas
    • 密接 (missetsu). Significa “cercanía”, “contacto cercano”.

    El gobierno hizo referencia a evitar estas 3 situaciones como “3密” (san mitsu), que en inglés se tradujo como “3C”: Confined and enclosed spaces, Crowded places, Close-contact settings. Se estuvieron repitiendo en todos lados para tratar de generar conciencia en la población, lo que hizo que la gente siempre las tuviera en la mente (aunque no las evitara del todo), por lo que era indudable que ese kanji sería elegido para representar al 2020.

    De entre los primeros 10 candidatos, que por cierto pueden ver en la página 2 del documento oficial, puedo destacar la presencia de 滅 (metsu) en el lugar 7 y de 鬼 (ki/oni) en el lugar 9. Esto es debido al furor que ha causado la historia de Kimetsu no Yaiba (鬼滅の刃), conocida en inglés como “Demon Slayer”, y que incluso su pélícula ha sobrepasado a Sen to Chihiro no Kamikakushi (“El viaje de Chihiro”, o “Spirited Away” en inglés) en cuanto a recaudaciones se refiere. Muchísima gente reconoce el título o ha oído de la obra, así que, aunque sean kanji que normalmente representan algo considerado “malo” (“oni” es ogro, y “metsu” es exterminar) los podamos encontrar en los primeros lugares.

    Pásenla muy bien en estas pocas horas que le quedan al año del ratón (según el calendario chino), y prepárense para decirle adiós. Sin duda el 2020 quedará para el recuerdo de una forma en la que creo que nadie quisiera recordarlo, pero que, para bien o para mal, fue parte de nuestras vidas.

    Un fuerte abrazo para todos desde el todavía pandémico Tokio. Espero que la edición de este escrito del 2021 contenga muchas más buenas noticias.

    Adiós muela del juicio, parte 1

    Así nada más para dejar registro:

    Hace algunas semanas tuve fiebre en domingo (o sea que ni para enfermarme puede ser entre semana para darme un respiro del trabajo), y todo fue porque tuve una infección en una de las muelas del juicio. Tuve que esperar hasta el lunes, ya sin fiebre y tomando todas las precauciones y siguiendo las indicaciones que me fueron dichas por teléfono, para acudir con el dentista. En resumen: era mejor quitar las muelas del juicio.

    Ayer fue la primera. La imagen de arriba fue la hoja que recibí donde vienen las precauciones después de que un diente ha sido extraído (y que claro que tiene un verbo en japonés: 抜歯する “basshi suru”). No es la idea de este escrito traducir todo lo que está ahí escrito, solamente mencionar que la asistente estaba preocupada de si podría leer todo. Para nada me molestó su comentario, sino que me sacó una sonrisa porque tenía mucho que no recibía un comentario de ese estilo. Es de las pocas interacciones que he tenido con personas ajenas a mi familia en este año.

    Puse parte 1, porque faltan otras 3…

    La vida continúa

    Vayamos al grano: ya estoy viejo. Pero eso no es noticia nueva. ¿Crisis de los 40? Creo que llevo ya 2 años con ella. ¿Problemas dentro y fuera del trabajo? Claro, como todos los demás (dichosos aquellos que no los tengan, claro).

    Y sin embargo, aquí sigo.

    Últimamente he tenido esos ratos melancólicos que te hacen pensar si todo realmente vale la pena, y si hay algo en el futuro que amerite tener que pasar por tantas cosas. Nah, nada de pensamientos suicidas; eso fue cosa de mis años pubertos. Más bien ratos de reflexión, en los que piensas si tu ideología de siempre tener un sueño que perseguir dará frutos a largo plazo. Y la respuesta es obvia: ¡claro que sí!

    No obstante, eso no quiere decir que no haya ratos de debilidad, desesperación, e incluso histeria… y la situación con el coronavirus de plano no ayuda.

    Mi jefe actual me platicaba hace ya muchos meses: “Cuando tienes a tu segundo hijo, te conviertes en un superhombre”. Y tiene razón. Sí, ya veo venir a quienes tienen 3 o más a decirme “novato”, pero cada familia y cada situación es difícil. No, no estoy llorando porque mi situación sea pesada, pero la verdad no sé de dónde salen fuerzas para levantarme diario a enfrentar al mundo. De ahí que, como he comentado en repetidas ocasiones, mis respetos a todos y cada uno(a) de los(las) padres(madres) de familia que a diario le echan los kilos para sacar a los chilpayates adelante, y todavía se hacen tiempo para tener tiempo de calidad con ellos. A todos, sin importar su clase social, raza, chamba, creencia religiosa, etc. Neta: dense palmaditas en la espalda porque están haciendo una labor titánica, que rara vez es reconocida (imaginen a sus hijos contestándoles de mala gana, gritándoles, rezongando, etc., etc.). Yo no sé cómo mi madre me aguantó cuando era niño.

    Veo la situación en Japón:

    • Familias “típicas” donde el hombre promedio no es nada más que un proveedor y que rara vez pasa tiempo con los hijos, la esposa es ama de casa que no pela al marido más que cuando necesita más dinero (recordar que en Japón se acostumbra que el marido le dé todo el sueldo a la esposa y ella es la que administra todo el dinero) y que los niños no vean al papá más que unas contadas veces a la semana.
    • Familias en donde ambos padres trabajan (lo que se conoce como 共働き, “tomo bataraki”, mientras que los niños están en guarderías.
    • Familias en donde el padre o la madre simplemente “fue por cigarros” y nunca regresó, y es uno solo el que tiene que sacar adelante a la familia.
    • “Familias” que se hicieron por la fuerza (léase, se “embarazaron”) y de plano no se aguantaron y se separaron, o aquellas a los que el niño les molestaba tanto que terminaron abandonándolo, o peor aún, matándolo (sí, hay muchos casos así). O incluso aquellos padres de familia que pecan de irresponsabilidad y eso cuesta vidas inocentes.

    Probablemente no suene tan diferente a otros países. Y sin embargo una vez que eres parte de esta sociedad se siente la diferencia cultural en cada uno de los casos anteriores. Diría un buen amigo mexicano que “el ojo que todo lo ve en Japón” (o sea, el “qué dirán”) pesa un montón por acá

    Me he puesto a pensar mucho en cuál era la situación en mi familia cuando yo era chico, digamos que cuando tenía entre 5 y 10 años, y cuál es mi situación actual con mi hijo mayor teniendo exactamente 5 años ahora. Dejen de lado cómo ha cambiado el mundo (que sí tiene que ver); la experiencia que uno tiene y quiere aprovechar para criar a sus hijos y la falta de pericia que se hace evidente cuando lo que creías que funcionaba para reforzar los lazos padre-hijo no da frutos o termina con un resultado totalmente contrario al esperado.

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    Lo que no extraño

    Ya se la saben: con esto de la pandemia, este tipo de escritos han tomado prioridad. Como ya he mencionado antes, es momento de “aguantar vara”, y al mismo tiempo de expresar lo que uno siente durante este tiempo para que quede como recuerdo una vez que todo vuelva a la normalidad que conocíamos.

    Sé que cada persona piensa diferente y que cada uno está viviendo la pandemia de forma diferente, aunque lamentablemente no todos la toman con la debida seriedad o caen en un valemadrismo que sobrepasa, por mucho, los límites de la arrogancia. No le deseo mal a nadie, pero realmente sí pienso que hay quienes han sido muy, pero muy afortunados de no haberse infectado o de ser asintomáticos… sin considerar claro que ellos pueden ser los que infecten a otras personas que no “la vayan a librar tan fácil”.

    Independientemente de todo, hay que tener esperanza de que esto terminará en algún momento.

    No cabe duda que la situación actual nos ha limitado de muchas maneras; hay cosas que de plano no se pueden hacer, hay cosas que se hacen de forma diferente… hay cosas que extrañamos, pero curiosamente también hay cosas que no se extrañan. En mi particular caso, siendo jefe de familia de 4, viviendo a las afueras de Tokio, puedo decir que lo que la pandemia no me ha hecho extrañar nada es lo siguiente:

    • Zapatos y calcetines. Estar descalzo en tu casa es una sensación a la que te acostumbras rápidamente. El hecho de no tener que salir más que a lo necesario implica que no siempre tengo que ponerme zapatos o calcetines, y ahora en verano es una delicia, para mí, salir en sandalias a todos lados.Si de por sí cuando voy a México se me hace raro usar zapatos dentro de las casas, ahora con tanto tiempo en casa, las pocas veces que he usado calzado cerrado para salir son pocas y contadas. Y no hay nada como trabajar sin usar ni siquiera calcetines. ¿Y qué pasará cuando haga frío? Además de la calefacción, uno de estos debajo del escritorio funciona de maravilla

    • Ropa. No es que esté desnudo en la casa, pero creo que a estas alturas ya todo mundo se imagina cómo es la vestimenta cuando se trabaja desde casa. Alguien en Twitter subió está imagen que ilustra la evolución del “salaryman”
      Aquí vemos a los salaryman de las eras Showa, Heisei, y la actual Reiwa.

      El tweet original:

      No. Tampoco es que ande en puros calzones, pero sí he de decir que es mucho más fácil preocuparse por traer una camisa decente que por todo el coordinado de la ropa. Además, en mi actual empresa la vestimenta es libre y en verano es común que muchos empleados vayan en short y sandalias a trabajar; así lo hacía yo también el año pasado en verano.

      Mencioné en el artículo anterior sobre una presentación importante que tuve que dar hace algunas semanas. Pregunté si se esperaba que estuviera de traje o algo así formal y la respuesta fue que no. Así que simplemente agarré una de las camisetas que me pondría para ir a la oficina y listo.

    • Gel para el pelo. Si de por sí me estoy quedando calvo y nada más no doy mi brazo a torcer para raparme, con la todavía greña larga (o lo que queda de ella) si tenía que medio acomodar el pelo para que no “explotara” a medio día… los que tienen el cabello “chino” entenderán a lo que me refiero. Mi súper tubo de gel estilo “Moco de gorila” todavía tiene más de la mitad, y estoy casi seguro que tengo más de un años con él.
    • Trenes en hora pico. El tren que normalmente tomaba para ir a la oficina pasa a las 6:52 AM, y obviamente ya está atascado, y como generalmente no me podía sentar, era aventarse una hora en calidad de sardina. Es más, me he ido en el primer tren de la mañana, a las 5:12 AM y ahí sí me puedo sentar… pero el problema es que tengo que cambiar trenes porque ése no llega hasta mi destino y en el que sigue de plano nunca he me podido sentar.

      El regreso a casa depende mucho del tren que tome: si alcanzo a tomar el tren de las 5 PM, los últimos 20 minutos del trayecto es casi seguro que puedo sentar. ¿El de las 5:10 PM? Ni de chiste: parado y en calidad de sardina hasta llegar a casa.

      No he tomado un solo tren desde febrero. Extraño hacerlo con mi hijo (el grande; ahora que ya tengo 2 hay que aclarar cuál de ellos, je) cuando salíamos los fines de semana, pero en lo que respecta a las idas al trabajo, no gracias.

    • Las aglomeraciones de gente. Soy originario de una ciudad grande… aunque realmente siempre lo he considerado un ranchote (GDL FTW!!!!!111one) y estoy acostumbrado a las filas interminables, a los montones de gente en todos lados y tener que estar esquivando personas cuando vas corriendo con toda tu alma a alcanzar el tren que debes tomar. Sin embargo, he de confesar que aprecio mucho la calma de no vivir en la zona metropolitana de Tokio y no tener que entrar a ella en este momento (insisto, es historia diferente cuando voy a divertirme con mi hijo el mayor). Es cierto que también por estos lares hay mucha gente en los supermercados, tiendas, etc., pero aprendes a identificar las horas en las que seguramente vas a tener que hacer fila para algo, lo que es muy diferente a ir al corazón de la capital nipona y encontrar gente a todas horas. De ahí que digamos de broma que formarse es el “deporte nacional de Tokio”.

    2020 ha sido un año raro, difícil, y pónganle todos los adjetivos que quieran. Pero tratando de ser positivos, ¿hay algo que ustedes no extrañen de antes del coronavirus?




    2020: estragos

    El otro día escuchaba en un podcast una frase que se me hizo interesante: “Quizá por primera vez tenemos el mismo problema en todo el mundo”. Y aunque sea obvio por el hecho de que estamos en una pandemia (ver la etimología del prefijo “pan”), realmente pone en perspectiva el hecho de que en casi cualquier lugar del planeta estamos en las mismas (situaciones más graves en algunas partes) y que todo esto nos vino a dar en la torre, en muchos, muchos sentidos.

    Dejando de lado los tintes políticos, a mí lo que más me ha sorprendido de toda esta situación es la variedad de reacciones que me ha tocado ver en diferentes personas. Pero no hablo específicamente ni de pánico ni de valemadrismo puro, sino de todo lo que ha girado en torno al virus, a las historias, relatos, fake news y suposiciones que las personas hacen, ya sea como forma de lidiar con la situación, o quizá simplemente para ponerle un toque diferente al día a día que hoy nos está tocando vivir. Desde el líquido de las rodillas y las torres 5G, hasta “En Japón, el bajo índice de mortalidad por el virus es debido a la superioridad de su gente“, no hace falta mencionar que en todos lados se cuecen habas. Y dentro de todo ese mar de pensamientos y declaraciones figuran también las de gente que minimiza los riesgos y habla del virus como si fueran expertos epidemiólogos.

    Decía un amigo de por acá que llegó un momento en el que decidió dejar de ver noticias porque era deprimente, y en un país en donde una gran noticia es saber qué comió un jugador profesional de Shogi de tan solo 17 años, el mar de notas referentes al coronavirus llegó a un punto (en meses anteriores) el que a donde le cambiaras ibas a ver algo referente al coronavirus (con justa razón), y que por más que quisieras estar enterado sí te llegabas a saturar de información.

    Entiendo que cada quien es libre de medir el riesgo y, al menos por este lado del mundo, salir a divertirse (porque no estamos en cuarentena), también uno es libre de abstenerse de hacerlo, y de evitar contacto con gente que sí lo hace. No obstante, donde ya no está chido es cuando las acciones de alguien pueden afectar a terceros, y ni siquiera por valemadrismo, sino por una extraña sensación de control ante la infección que viene de no sé dónde. Sí, hay que estar informados, no hay que dejarse llevar por noticias falsas, estamos entrando en una “nueva normalidad”, pero con todavía factores desconocidos respecto al coronavirus, creo (y estoy abierto a correcciones) que es muy arriesgado pensar que uno no se puede infectar, o que de hacerlo, los síntomas serán leves.

    A mí no me avergüenza decir que sí estoy asustado con todo esto, mucho más porque tengo a un bebé y a una persona mayor en casa. Sinceramente considero una bendición mi trabajo actual porque me permite trabajar desde casa y porque hasta el momento no ha habido repercursiones en el ámbito económico (noten el “hasta el momento”). No salgo más que para lo esencial. Mas no es que estemos obligados a quedarnos en casa (como ya referí arriba), pero los lugares a donde solía ir, ya sea solo o con mi hijo el mayor, son de los que se consideran de más riesgo: cines, arcadias, museos, etc. Huelga decir que a todos los miembros de mi familia nos ha afectado mucho estar encerrados y que tenemos muchas ganas de salir a vacacionar, a distraernos, a cambiar la rutina que hemos llevado durante varios meses (situación similar a la de mucha gente en otros países). No obstante, hace días me di cuenta de que yo, en especial, tengo mucho estrés y cansancio acumulado, y eso ha estado afectando mi estado de ánimo y mi desempeño en el trabajo. He tratado de distraerme haciendo actividades que me gustan, pero aun así siento que no he logrado deshacerme por completo de la ansiedad que me ha provocado todo esto. Incluso escribir en el blog (los temas que he querido tratar desde hace meses) se me ha hecho pesado. Decidí empezar a escribir esto como forma de motivarme sin necesidad de publicarlo, pero después de haber escrito por un buen rato decidí que era mejor sacarlo a la luz para que quedara plasmado cómo me sentía en estos tiempos, por aquello de ver esto algunos años después, en donde, esperemos, la pandemia haya quedado solo como un amargo recuerdo de un año que no ha pintado para nada bien.

    Nota aparte merecen las terribles inundaciones que ha sufrido Japón en el temporal de lluvias de este año.

    El resto del año se ve difícil. Espero que todos estén sanos, se cuiden mucho, y estén preparando la mega fiesta cuando, por fin, todo lo que respecta al coronavirus sea cosa del pasado.

     




    17 años es una vida

    Con todo lo que ha pasado en el mundo en los últimos meses ni siquiera recordé que en abril pasado cumplí 17 años en tierras japonesas. No es que sea necesariamente una fecha que celebrar, pero conforme pasan los años y uno se hace más viejo, volteas a ver lo que hay detrás e invariablemente piensas en todo el tiempo que has pasado fuera del rancho y en las experiencias que has acumulado a lo largo del trayecto.

    Cuesta decirlo, pero los años mozos ya quedaron atrás. Por mucho que pudiera intentar ocultarlo (aunque no lo hago), la realidad es que los años de juventud son cosa de la historia, y ahora me acerco más a la época en la que recordar ese periodo trae consigo un baño completo de nostalgia.

    En repetidas ocasiones en este blog he mencionado que en realidad yo no me siento un triunfador, ni mucho menos un modelo a seguir. Sí, le he echado muchas ganas a todo, pero también el factor suerte (aunque muchos digan que no existe) ha jugado un papel importante durante mi estancia en el pais nipón. Hay muchas cosas de mi persona que no me gustan, hay otras que estoy intentando cambiar, pero vaya que me está costando trabajo (gracias antiguo jefe…), y hay otras que de plano son ideas mías que no tienen razón de ser. Lo cierto es que, ahora con 41 años, apenas comienzo a comprender lo que significa “la crisis de los 40”, y por qué siento que aplica muy bien a la situación interior que estoy viviendo.

    Mi familia es una bendición, nunca lo he negado. No obstante, no puedo dejar de pensar en lo sabias que son las palabras que dicen que uno haga todo lo que quiera hacer e intente todo lo que pueda ANTES de tener familia, pues ya con ella, uno la antepone en cualquer decisión, pues ya no te afecta nada más a ti.

    Fukuoka me dio la oportunidad de crecer en un ámbito en el que dudo mucho que hubiera podido tener en México. Llegué de 24 años por acá, pero aun con experiencia laboral (en México y Estados Unidos), inglés, y un buen nivel de japonés, era un pollito recién salido del nido, con muchas ganas de todo pero experiencia en casi nada. Quizá eso ayudó mucho a que mi integración a la cultura japonesa fuera menos dolorosa en comparación con los casos de muchos extranjeros que intentan echar raíces en este país. De hecho, si hay algo de lo que me arrepiento es de no haber tomado decisiones a largo plazo en este entonces, aunque en mi propia defensa ni yo sabía que estaría tanto tiempo por este lado del mundo, mucho menos que aquí me casaría y tendría familia.

    Tokio me ha dado la oportunidad de crecer profesionalmente y de cuestionar todo lo referente a mí: desde mi selección de carrera hasta de mi propia existencia. Se oye fatalista, pero no va por ahí: es más bien darse cuenta de la posición que juega uno en la vida de las personas con las que convive y ha convivido; en evaluar lo que uno es y en pensar en qué es lo que viene después. Tengo ya casi 9 años viviendo en la capital japonesa, pero con todo y las comodidades y las opciones que ella ofrece, si tuviera en Fukuoka una opción laboral similar a la que tengo ahora, me mudaría sin pensarlo. Tanto así me atrapó el lugar.

    Una plática reciente con una muy buena amiga mexicana tocó el tema de regresar a México. Ella me preguntaba que cuáles serían las condiciones en las que consideraría regresar al rancho, y mi respuesta fue, en resumen, la misma que he comentado aquí muchas veces: regresar a México nunca ha estado fuera de mi lista, pero de momento es algo que no considero ni de forma profesional ni tampoco en lo familiar. Cierto, mis padres y hermanos están allá, pero yo también tengo personas que dependen de mí y he puesto en una balanza las ventajas y desventajas de quedarme aquí así como las de irme de regreso, y en estos momentos se inclina a Japón, aunque eso no quiere decir que así será siempre.

    ¿Que si Japón ha cambiado algo más en mí en estos años que he estado en Tokio? Hmm… yo no diría que fue Japón, sino más bien la edad y las responsabilidades. Japón ha contribuido en que es el país en donde estoy ahora, y basado en mi experiencia, no quiero en años futuros arrepentirme de lo mismo que mencioné arriba. por lo que he estado tomando decisiones que afectarán al menos a mediano plazo. ¿Retirarme en Japón? No lo sé, pero he tenido que comenzar a moverme por si eso llega a suceder.

    Me sigue gustando mucho el anime, el manga y los videojuegos, pero es un hecho que ya no tengo el mismo tiempo que antes para estar al tanto de tooooodo lo que sale nuevo. Medio ando al tanto de la cultura pop de este lado del mundo, pero obviamente no soy un experto y hay gente que está mucho mejor preparada que yo. Además, las generaciones se mueven, los medios cambian. Varias personas me han dicho que por qué no me cambio a X o Y plataforma para tener más “visitas” o “seguidores”, pero yo no veo la necesidad. El blog ha sido mi refugio durante todo el tiempo que ha existido, y bien que mal, me gusta escribir, así que, mientras mis obligaciones familiares y profesionales me lo permitan, aquí seguiré escribiendo. No crean que me he quedado sin temas: me he quedado sin TIEMPO :/, pero de cuando en cuando me doy mis escapadas.

    17 años es una vida. Seguramente habrá jóvenes que nacieron el mismo año que yo llegué por acá y ahora están buscando venir a Japón becados… o quizá ya hay algunos por acá.

    Changos… ya estoy viejo, pero todavía “la armo”.




    Relatos de cuarentena en Japón

    Como suele suceder, apenas tengo un respiro y me doy cuenta que otro mes se termina. Estamos en cuarentena (no obligatoria), y aunque no he dejado de trabajar tampoco he salido de casa más que para lo necesario, por lo que se supone que los días tendrían que pasar lentamente… pero no es así.

    En los últimos días he pensado mucho en la situación actual y cómo nos está afectando a nosotros como familia y a mí como persona. Creo que el que más la está llevando de perder es mi hijo mayor. Le hace mucha falta el kínder, salir, correr, jugar, ensuciarse, mover el cuerpo… Él de plano no se aburre, pues mientas yo estoy trabajando, mi esposa está atendiendo a mi segundo hijo y mi suegra nos ayuda con labores de la casa, mi hijo mayor se la pasa entre viendo a sus Youtubers favoritos, jugando videojuegos, sacando sus juguetes, y en menor medida, estudiando y haciendo actividades que le han mandado del kínder. El único problema verdadero que tengo con él en este momento es que no se le acaba la pila y hacerlo que se duerma es difícil. Al menos cuando se rinde me pide que leamos algún libro, y hemos estado leyendo historias de Charles Dickens, así que hay fantasmas de por medio y eso hace que le entre una interesante muestra de curiosidad y miedo que hace que al final se quede dormido rápidamente… definitivamente no es cansancio.

    Mi esposa se pregunta, al igual que creo que todo el mundo, cuándo se irá a acabar, o más o menos normalizar, todo esto. Japón parece que está jugando a algo porque sus medidas han sido criticadas, y con eso de que el estado de emergencia se acaba el 6 de mayo (en teoría), la gente está pensando si de verdad la próxima semana ya podrá regresar a sus actividades normales. Lo interesante de esto es que hay muchos escépticos, y el gobierno ha estado lanzando indirectas de que el mencionado estado podría alargarse… Incluso se ha estado mencionando la posibilidad de comenzar el año escolar en septiembre, argumentando que, además de esperar que para ese entonces la situación respecto al coronavirus ya esté un poco más estable, sería un paso importante en la globalización de Japón al comenzar el ciclo escolar igual que otros países (los noticieros hacen la comparación directa con Estados Unidos). Pero definitivamente no la tiene fácil: si bien es cierto que esto ayudaría a que los estudiantes no perdieran estos meses en los que no hay clases, la realidad es que habría que cambiar mucho más dentro de la sociedad japonesa para que esto funcione. Un ejemplo directo es el inicio del año fiscal y la época de contrataciones de recién egresados. Se necesitarían muchos cambios de logística para que no hubiera períodos en blanco, porque cambiar el año escolar sin las contrataciones en empresas significaría que los recién graduados tendrían que esperar hasta 8 meses para comenzar a laborar.

    El bebé… es el bebé. Llorando, creciendo. A él lo que le importa es estar a gusto y con la panza llena de leche materna 😀

    En cuanto a mí…

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    Coronavirus en Japón

    A finales de febrero comencé a escribir un artículo para publicarlo aquí respecto la situación, en ese entonces, del coronavirus en Japón. Sin embargo, la falta de tiempo para hacer referencia a diversas fuentes, aunada al nacimiento de mi segundo hijo, me obligaron a dejarlo a medias. Opté mejor por escribir algo nuevo, pero enfocado más a mi opinión como residente de este país. Quiero que quede en la historia de este blog cómo me sentía al momento de escribir esto para que después, ya que todo termine y la situación se normalice, pueda ver un poco en el pasado, como lo he venido haciendo durante toda la existencia de este sitio.

    Primero que nada, espero que con todo lo que ha pasado y se ha reflejado en las noticias internacioanles, a la gente se le quite (aunque sea un poco) los estereotipos de “Japón es perfecto”, “Los japoneses son súper limpios”, “Los japoneses siempre piensan en los demás”. La escasez de productos como papel del baño, cubrebocas, desinfectantes con alcohol, y ahora pan, productos enlatados, pañales y algunos otros, así como la forma en la que la gente ha tomado ventaja al momento de hacer sus compras, refleja la naturaleza del ser humano de ver por sí mismo. Pero digamos que hasta ahí no hay muchas sorpresas.

    Los números reportados de personas infectadas con coronavirus en Japón han desatado debates a nivel internacional, y han polarizado a la sociedad en dos bandos:

    1. Los que creen que Japón actuó con rapidez al promover el cierre de escuelas y el trabajo desde casa (de ser posible) desde principios de marzo, logrando con esto evitar una explosión de casos como se ha visto en otros países.
    2. Los que creen que Japón está maquillando los números porque no hacen la prueba de detección de coronavirus a todos los casos sospechosos. Muchos afirman que Japón, además de tratar de mantener su integridad y apariencia hacia el resto del mundo, también estaba presentando números bajos para evitar un posible aplazamiento o cancelación de los juegos olímpicos.

    Las discusiones han sido muchas. Los del primer bando afirman que si Japón estuviera mintiendo con los números se reflejaría en un colapso del sistema de salud que difícilmente podría ser ocultado; mencionan que Japón se adelantó y tomó medidas apropiadas en tiempo y forma, logrando con esto aplanar la curva. Por su parte, los del segundo creen que una vez que los juegos olímpicos sean pospuestos se verá la realidad y gravedad de la situación. Lo que sí es cierto es que, sea cual sea la realidad, al menos en Tokio la gente ha dejado de cooperar en lo que se refiere a evitar salir de no ser necesario. Explico:

    Las escuelas primarias, secundarias y preparatorias de Japón fueron cerradas el 2 de marzo y hasta el fin de las vacaciones de primavera, es decir, hasta el 7 de abril. Sin embargo, y como todo lo que ha hecho Japón hasta este momento respecto al coronavirus, no fue orden gubernamental, sino “petición”. Casi todas las escuelas hicieron caso, pero hubo algunas que simplemente dijeron que no había razones de peso para cerrar debido a que no había habido casos en el área que les concernía. Con todo, se pidió que se suspendieran, o en todo caso limitaran, las ceremonias de graduación (que normalmente ocurren a mediados o finales de marzo), y que en general la gente se abstuviera de ir a lugares concurridos (se habían confirmado casos en gimnasios también). Bien que mal, la gente cooperó… hasta el pasado fin de semana del 21 al 23 de marzo: era un fin de semana “largo” puesto que el viernes era festivo, y se le pidió a la gente abstenerse de salir en la medida de lo posible para evitar contagios masivos. ¡Ah! Pero para esto, el gobierno había dicho días atrás que las restricciones (o bueno, quienes las siguieron por la petición hecha semanas atrás) podrían ser levantadas en las zonas en las que no se hubiera presentado un incremento de contagios significativo… Esto fue lo que bastó para que la gente comenzara a tomar las cosas más a la ligera y saliera a pasear y divertirse como si ya todo se hubiera acabado.

    Luego, llegó a Tokio la temporada de sakura, y con ello, los hanami (días de campo que se llevan a cabo bajo los árboles de cerezo, o sea, pretexto para beber), y como parece ser que ver las sakura y tomarle fotos es súper indispensable para todos los japoneses, la gente comenzó a congregarse en los sitios famosos para tal efecto. En favor del gobierno, esos lugares prohibieron la realización de los hanami y pidieron que quienes fueran a ver las flores, aunque fuera de pasada, mantuvieran su distancia y respeteran las reglas de etiqueta al momento de toser, invitando también que usaran cubrebocas (la efectividad, o falta de ella, es tema para otra ocasión). Sin embargo, aquí y allá se podía comprobar que la gente en realidad pensó que la situación ya no era tan grave: los parques llenos, la gente saliendo a pasear y a centros de recreación, que estuvieron cerrados por dos semanas pero después reabrieron sus puertas, y en los parques más pequeños los hanami estaban a la orden del día. Al responder a entrevistas, la gente decía que como las restricciones eran simplemente peticiones y no eran obligatorias, decidieron salir, porque además ya estaban cansados de estar encerrados… El término コロナ疲れ (corona tsukare), que significa literalmente “cansancio por el coronavirus”, comenzó a tomar forma.

    Es la actitud antes mencionada lo que preocupa al gobierno… pero al mismo tiempo es el mismo gobierno quien, indirectamente, la ha alentado. Desde el principio, con el manejo del crucero Diamond Princess, y luego con la falta de aplicación de medidas fuertes en aeropuertos, la situación pinta para estar totalmente fuera de control… y sin embargo parecía, y hago énfasis en parecía, que Japón realmente estaba haciendo las cosas bien… hasta que por presión internacional el Comité Olímpico Internacional se haya tenido que ver obligado a posponer las olimpiadas a más tardar un año. Cabe mencionar que aunque Japón recibió muchas críticas al respecto, el país no tiene autoridad alguna sobre la realización del eventom y la prueba está en el cambio de sede que sufrió el maratón olímpico: en vez de llevarse a cabo en Tokio se decidió que se realizaría en Sapporo incluso bajo las protestas del gobierno de la capital nipona.

    Curiosamente, y vamos a decir que hasta por coincidencia, el número de infectados en Tokio comenzó a aumentar una vez que la decisión de las olimpiadas había sido tomada. Y aunque la situación, todavía hasta este momento, no está fuera de control (o al menos eso parece), los del segundo bando arriba mencionados parece ser que tenían razón…

    A partir de que el coronavirus comenzó a tomarse más en serio (por algunos), también se comenzó a promover el trabajo desde casa. Como era de pensarse, muchas empresas que sí pueden dejar que sus empleados realicen sus labores desde sus hogares se mostraron reacias, argumentando, entre otros pretextos, que no sabían cómo implementarlo. No fue sino hasta que comenzaron a salir casos positivos e coronavirus entre los empleados cuando, como por arte de magia, algunas empresas (incluyendo grandes consorcios) lo implementaron. Cierto es que, con el nivel de micro-administración que se tienen por este lado del mundo, los jefes y altos mandos no saben realmente cómo comprobar que los empleados realmente estén trabajando y no haciendo otras actividades al estar en casa, pero dadas las circunstancias muchos tuvieron que improvisar. Leo casos de gente que tiene que tener siempre una webcam activada para que pueda ser monitoreada; otras tienen que enviar correos 3 veces al día para reportar avances, e incluso otras piden que los empleados contacten a sus jefes si se tienen que ausentar por más de 10 minutos del teclado. Exageraciones, si ustedes están de acuerdo, pero eso no quita el hecho de que se tuvo que dar un cambio masivo a muy corto plazo en una sociedad que es reacia a los cambios. No obstante, el hecho de que mucha gente no tenga opción y tenga que salir a subirse en trenes que hasta la semana pasada estaban de nuevo llenos, aunque no como antes en los que parece que las leyes de física se rompen en días normales (2 cuerpos ocupan el mismno lugar al mismo tiempo), es un factor de riesgo que, hasta que el gobierno no fuerce a la población a meterse y permanecer en casa, siempre existirá.

    Hace un par de fines de semana la gobernadora de Tokio pidió a los habitantes de la metrópoli a abstenerse de hacer salidas que no fueran absolutamente necesarias porque estamos a nada de que se tenga que declarar estado de emergencia y lo quiere evitar a toda costa. ¿El resultado? Sí, mucha menos gente se vio en las calles… pero también se vieron aquello a los que les valió completamente y salieron nada más porque sí. Como ejemplo: una chica que fue invitada a una boda mencionó que mientras quedarse en casa no fuera obligatorio era difícil dejar de asistir a ese evento. Con todo lo que conlleva asistir a una boda en Japón puedo entender la carga y presión social que los invitados tienen (tema de otro artículo, pero en resumen: les conviene que mejor ni los inviten), pero ni así justifico su decisión… y ni qué decir de las parejas que se estaban tomando fotos con las sakura en pleno río Meguro al lado de un policía que recitaba un mensaje advirtiendo a todos del riesgo que se corría por la propagación del coronavirus. Sí… la gente bien obediente.

    Al día de hoy es extremadamente difícil conseguir cubrebocas y desinfectantes. El gobierno tuvo que prohibir explícitamente la reventa de cubrebocas porque estaban a precios exorbitantes y hubo casos de gente que lucró con eso, incluyendo el de un político que se ganó más de 8 millones revendiéndolas y que lo único que tuvo que hacer fue pedir disculpas e inclinarse… ¿Multas? ¿Separación del cargo? Nah. Seguro aprendió la lección. Las compras de pánico volvieron a hacerse presentes, y los supermercados se abarrotaron desde el miércoles en la noche, haciendo que la petición de la gobernadora de evitar aglomeraciones y lugares cerrados fuera total y completamente inútil.

    Personalmente, me considero parte del segundo bando…Conociendo cómo el gobierno puede reaccionar ante las crisis por lo que sucedió en Fukushima en 2011, realmente no me sorprendería que en los próximos días se anuncie el cierre total de Tokio y se imponga una cuarentena por al menos varias semanas. Ver la reacción no tanto del gobierno, sino de la gente en sí, me hace pensar que muchos creyeron que sí hubo una crisis pero que Japón la libró y que ahora estamos fuera de peligro, sin estar conscientes de que ese pensamiento es lo realmente peligroso. Y aunque digan que los casos de COVID-19 en menores y recién nacidos son leves, estoy preocupado por mis hijos, tanto en su salud fìsica como mental, puesto que mi hijo el grande ya ha pasado mucho tiempo encerrado en casa, y aunque le encantan los videojuegos realmente extraña las salidas que él y yo hacíamos cada una o dos semanas en donde simplemente nos íbamos sin plan y la pasábamos muy bien fuera, ya fuera en las arcadias, en algún parque de diversiones, museo o evento especial, y terminar en las aguas termales.

    No obstante, aun como mi preocupación y mi selección de bando, me encantaría estar equivocado y que Japón realmente haya hecho las cosas bien. Me haría muy feliz retractarme sabiendo que la crisis realmente ya pasó y que en poco tiempo podremos regresar a nuestras actividades normales…

    En cuanto a mi trabajo, he estado laborando desde casa desde mediados de febrero, con un descanso de dos semanas por el nacimiento de mi segundo hijo. La empresa es genial en ese aspecto, y mi jefe ha comprobado que tiene a un equipo de profesionales a los que no necesita estar supervisando para saber que están trabajando. Soy  muy afortunado, la verdad… no creo que las cosas hubieran sido tan fáciles en la empresa anterior. Pero mentiría si dijera que no tengo nada de estrés, aunque creo que miles, si no es que millones de personas en el mundo se sienten igual que yo.

    Escribiendo párrafos días después… tuvo que morir  por el coronavirus un gran comediante japonés, Ken Shimura, para que mucha gente que todavía pensaba que la situación ya había mejorado comenzara a considerar que no era así.

    Al momento de escribir este párrafo, estamos en el tercer día de estado de emergencia… pero no es obligatorio, ni aplica para todo el país. Resulta que nada más se aplicó para 7 prefecturas (Tokio, Chiba, Saitama, Kanagawa, Osaka, Hyogo y Fukuoka), pero no hay leyes que permitan forzar a la gente a quedarse en su casa: todo es a base de “por favor”. La idea es que, al poner a esas prefecturas en estado de emergencia la gente tome conciencia y se abstenga de hacer salidas innecesarias… lo que obviamente no sucede en todos los casos: desde quienes no pueden trabajar desde casa hasta los que de plano creen que todo es una exageración y siguen realizando sus actividades normales. Se habla de la “sana distancia” también acá, pero no todos tratan de guardarla. Cierto es que se ve mucha menos gente en lugares como Shibuya, Asakusa, Shimbashi y demás, pero fuera de ahí es como si nada realmente estuviera pasando.

    La gobernadora de Tokio ha hecho anuncios también en inglés para la comunidad extranjera en la capital nipona:

    A ojos de muchos japoneses, Koike parece una mejor líder que el mismo primer ministro. Ella ha buscando una cuarenta más estricta, chocando con lo que Abe planea. Algunos dicen que es puro teatro, pero lo cierto es que sus mensajes se han sentido mucho más claros y directos que los del líder de la nación.

    Debo de parar en algún momento de tratar de mantener esto actualizado, y creo que será aquí, porque de otra forma este artículo nunca va a ser publicado.

    Cuídense mucho por favor. Espero que la situación les sea lo más leve posible y que pronto podamos dejar esto atrás.




    “Comida mexicana”

    Noten por favor las comillas del título.

    Encontrar comida mexicana en Japón no es tan difícil. Perdón, me refiero a “comida mexicana”, es decir, a aquella que los japoneses creen que es mexicana. En resumen: si dice “salsa”, es tan picante como una décima o centésima parte de un dulce de tamarindo con chile, o tiene aguacate, ya califica como comida mexicana.

    Muchos se podrán imaginar que la comida Tex-Mex es considerada como mexicana por este lado del mundo. No están equivocados. La comida de ese estilo me gusta, es muy rica, pero no la puedo llamar mexicana. No obstante, digamos que entiendo por qué la gente cree que eso es mexicano. Es como el sushi y la pseudo comida japonesa que se encuentra en México. Claro: hay lugares que son la excepción y en general se acercan muchísimo al sabor y presentación originales, tanto aquí con la comida mexicana como allá con la japonesa.

    Pero para todo hay límites.

    En la búsqueda de lugares para comer cerca del trabajo llegamos a una calle cerca de la estación de Yotsuya (Tokio) en donde encontramos no uno, ni tres, sino dos restaurantes mexicanos separados tan solo por algunos locales. El de la foto es el primero, llamado “El árbol”, y es el mejor decorado de los dos, al menos por fuera. El otro, al cual no le tomé foto, se llama “Salsa Cabana Bar”, y es mucho más modesto por fuera y por dentro.

    El árbol se ve decente por fuera: banderita de México, el clásico sombrero que todos relacionan con México, puerta de madera (que no sé qué tiene que ver con México)… pero en fin: al menos da el gatazo.

    No le tomé foto al menú, pero Google es mi amigo:

    http://www.elarbol.jp/lunch.html

    La verdad, desde que vi el menú sabía que entrar ahí sería un gran error si es que buscaba comida mexicana, pero la insistencia de un par de compañeros de trabajo fue tanta que no hubo opción.

    Omitiré describir el interior del lugar; lo único que sí diré al respecto es que es de los pocos lugares que he visto últimamente que permiten a los comensales fumar en las mesas sin tener un área dedicada para ello.

    Regresando a la comida, mi sorpresa no pudo ser mayor:


    Esto es lo que el árbol vende como comida mexicana. Debo decirles que es la primera vez en mi vida en me sirven arroz blanco estilo japonés y sopa de miso con mi plato principal en un restaurante que se anuncia como de comida mexicana. Huelga decir que mi reacción fue tal, que mis compañeros de trabajo no podían parar de reírse.

    El plato es de carne de cerdo guisada que tiene una salsa que remotamente, pero muy remotamente, sabe como a alguna que le pondría en México. En sí no está malo, pero… este… no lo vendan como algo mexicano. En serio.

    Ignoro completamente la idea de los dueños. No sé si simplemente quieran etiquetar su negocio como de comida mexicana por la decoración del lugar, o porque tienen algún tipo de nostalgia por México (no les quise preguntar al respecto), pero definitivamente andan bien perdidos en lo que a comida mexicana se refiere.

    Sopa de miso… todavía no puedo dejar de estar sorprendido.

    El otro lugar, Salsa Cabana Bar, es al que hay que ir. El sabor se asemeja mucho al original, y venden unos frijoles a la charra que hacen que los 1100 yenes que pagas por el platillo a la hora de la comida valga la pena. A ése luego le tomo fotos para hacer comparación.

    Como mencioné arriba, no se trata de ser súper quisquilloso con la definición de lo que es comida mexicana. Entiendo por qué la gente considera esto

    como una receta decente para hacer tacos, y por qué hasta mis antiguos colegas insistían en que debería de estar muy contento (en ese entonces) porque un Taco Bell abriría en Shibuya, pero la comida en “El árbol” no tiene absolutamente nada que me haga siquiera considerarla como “bueno… al menos lo intentaron”. Estoy seguro que debe haber otra razón por la que sirven comida japonesa etiquetada como mexicana, pero hasta no preguntarle a los dueños, estará difícil saberlo.

    Habiendo vivido ya tantos años en Tokio, me parece sorprendente que la mejor comida mexicana que he probado en Japón haya sido en “El borracho”, un restaurante en el centro de Fukuoka con comida realmente mexicana. ¡Hasta tortas ahogadas pude comer ahí! Tepito, en Shimokitazawa, y la fonda de la madrugada en Harajuku quedan en muy honroso segundo lugar.