Todavía les tengo miedo

He pasado ya cerca de 16 años en el país del sol naciente. Muchos de ustedes pensarán que después de tantos años ya poco o nada me sorprende de Japón y de su cultura, pero eso no es verdad. Aunque es cierto que mucho de lo que Japón ofrece y que puede deslumbrar a los turistas o recién llegados a mí se me hace ya normal, también lo es el hecho de que existen cosas, situaciones y tradiciones a las que simplemente no me puedo acostumbrar (y algunas ni quiero hacerlo). Una de ellas es la que presento en este escrito.

Con tanto tiempo por acá todavía no puedo comprender cómo la gente puede sentirse segura usando uno de esos… ni tampoco puedo imaginarme como para muchos, sino es que a la mayoría de japoneses, les parece “normal”. Soy sincero: debería estar ya acostumbrado, pero… todavía les tengo miedo. ¿A qué o quienes?

Los baños estilo “oriental”. Si creen que por estar en la capital nipona es raro encontrarse con ellos, se equivocan. No obstante, es cierto que es más común verlos en zonas más rurales. Pero vayamos al punto en cuestión: ¿cómo se pueden sentir seguros al usarlos? No es que no haya intentado acostumbrarme… simplemente, me gana el miedo.

Ustedes no se pueden imaginar el coctel de sentimientos que te atacan cuando necesitas urgentemente un baño, de esas emergencias nivel “¡YA SE VA A SALIR TODO!”, ir corriendo como el coyote persiguiendo al correcaminos y pensando que todo ha terminado, que tu vida ahí mismo terminará porque sientes que ya no puedes más, pero en ese momento justo vislumbras el símbolo del baño público y piensas que tus súplicas y oraciones que lanzaste a cuanta deidad se te ocurrió en el transcurso de tu corta pero significativa carrera contra el tiempo, solamente para abrir la puerta del primer baño desocupado que encuentras y darte cuenta de que es estilo oriental… Es imposible describirlo con palabras. Y sin embargo, te enfrentas ante la terrible decisión de arriesgarlo todo y salir corriendo a buscar otro baño so riesgo de que o no lo encuentres o no llegues, o bien aceptar el reto, cerrar la puerta y pedir que todo salga bien (en sentido literal y figurado). Hace poco justamente me enfrenté a esto…

Para ser sincero, han sido pocas las veces en las que he tenido una emergencia de este calibre, pero, y aunque me apena decirlo, el resultado siempre ha sido el mismo: decido usar el baño, pero tomo medidas, o mejor dicho, una medida preventiva: quitarme toda la ropa. No es broma, pero mi esposa se carcajea cada que le cuento. Sé que se supone que todo está bien y que es nada más la incomodidad de la posición (porque sí me duele la espalda baja si estoy así aunque sea por poco tiempo) , pero después de haber visto cómo quedan los baños después de la catástrofe de otras personas, me queda el temor de que algo vaya a salir mal y termine con los zapatos sucios (en el mejor de los casos) o con la ropa sucia (en el peor). Por eso, cuando no hay de otra, prefiero tomar mi tiempo y prepararme para lo peor, que afortunadamente nunca ha pasado (y justo por eso ya no debería tener este miedo).

Puntos malos extra y mención honorífica merecen los baños de este estilo que están en lugares remotos. Olvídense de que haya papel o no (que increíblemente en muchos de los casos sí hay), estamos hablando de lugares que están a la altura del típico baño de parque público pequeño en algún barrio en México, con el extra de que, si vas en verano, seguro te encuentras a una de estas preciosidades:

Luego les cuento las experiencias que tuve en Iizuka con las arañas de este calibre, pero recuerdo que en un lugar olvidado en algún punto de la prefectura de Nagasaki salí brincando de un baño cuando me di cuenta de que una de estas nenas me estaba haciendo compañía. Solo como nota les digo que me terminé acostumbrando a ellas, pero siempre son impresionantes cuando recién las ves (acostumbrado sí, pero mejor de lejos y todos felices).

Acá este sitio (en inglés) menciona 5 razones por las que los baños (o debería decir “retretes”) de este estilo son “geniales”. Juzguen ustedes.

Para terminar: es cierto que ya va siendo hora de que me acostumbre a estos baños. No porque de ahora en adelante nada más vaya a usar de ese estilo, sino más bien para no tener que andar haciendo circo, maroma y teatro cada remota vez que no haya más opciones y tenga que hacer uso de ellos. Mientras mi espalda no se queje mucho, creo que tengo remedio… ¿O no?

Lavarse las manos

Antes que cualquier otra cosa, debo aclarar que lo aquí escrito está basado en mi experiencia y en la de algunas personas a las que les pregunté. No es una generalización ni una situación exclusiva de Japón. La presento porque aquí me he percatado de ella, pero me imagino que también existe en otros países.

Cualquiera podría pensar que lavarse las manos después de ir al baño es una acción lógica, que se debe realizar sin mayor conflicto ni pretextos. “Lavarse las manos antes de comer y después de ir al baño” era la frase con la que la gente de mi generación (al menos) se encontraba siempre en televisión, radio, escuelas, y en la voz de los propios padres. Para mí es normal que ni siquiera lo pienso: vas al baño y después te lavas las manos. No hay discusión.

Sin embargo, seguro se podrán imaginar la sorpresa que me llevé cuando comencé a ver a hombres que entran al baño y salen sin siquiera tocar el lavabo. Insisto: seguramente también hay gente así en otros países, pero yo me di cuenta de este fenómeno acá en Japón, y desde que lo hice, no me cabe en la cabeza que no lo hagan. Y no estoy hablando nada más de alguien que entra a orinar, sino también de aquellos que entran a defecar, descargan toda su ira, se limpian y salen del lugar como si nada hubiera pasado. En mi caso, no hace falta ir a algún lugar en especial para ver la situación, sino que la presencio con frecuencia en el baño de mi trabajo, pero veamos.

Buscando información al respecto, se pueden encontrar varios sitios que citan estudios o encuestas que muestran el porcentaje de japoneses que no se lavan las manos. Las ligas siguientes están en japonés, pero las pongo como referencia de cualquier forma:

  • Este artículo de 2015 hace énfasis en un comentario que Hitoshi Matsumoto hizo en el que constata que él casi no se lava las manos al ir al baño, ni siquiera cuando defeca.
  • Este artículo de 2014 habla del tema, y menciona que uno de sus reporteros estuvo observando por una hora el baño de una estación de tren y de 128 personas que lo usaron, 88 no se lavaron las manos.
  • En este artículo de 2017 se menciona un estudio realizado por el Departamento de Asuntos del Consumidor, en el que de 2000 personas el 15.4% dice no lavarse las manos despues de ir al baño.
  • Aquí un artículo en inglés que muestra estadísticas sobre los hábitos de japoneses al ir al baño.

Las razones que la gente da para no lavarse las manos son varias:

  • No hay jabón en algunos baños públicos.
  • Son mis partes. No están sucias.
  • Tengo una técnica para que mis manos no toquen mis genitales cuando voy a orinar.
  • No es que las manos se llenen de orina o excremento.
  • Da flojera tener que lavarse las manos.
  • Las manos se maltratan.

¡Ah! Pero esto no es todo. Hay gente que dice que sí se lava las manos cuando en realidad lo único que se lavan son las puntas de los dedos, solamente con agua, y por espacio de uno o dos segundos cuando mucho. En serio. ¿Porcentajes? Ni idea, pero es fácil ver esto en cualquier baño público. De nueva cuenta: lo veo en mi trabajo todos los días también, y de vez en cuando en el baño de la estación. De hecho, varias veces me ha tocado ver a la misma persona entrar a orinar, usar las dos manos, ir al lavabo, lavarse nada más la punta de los dedos de la mano derecha por un segundo, ir a donde está la secadora y meter los dedos por dos segundos y salir… Y ni les cuento de otros baños públicos.

Intenté buscar un video que mostrara lo anterior, pero no tuve éxito. Encontré, no obstante, un apartado de comentarios en el periódico Yomiuri en el que una persona se pregunta por qué hay gente que nada más se lava la punta de los dedos cuando va al baño. y desencadena una serie de comentarios al respecto.

Ahora bien, no es que el gobierno o las instituciones de salud no promuevan lavarse las manos, sino todo lo contrario: se hace énfasis en la forma correcta de hacerlo así como su importancia, sobre todo en cuanto a prevención de enfermedades. Hay lugares como éste (dibujos, pero por si las dudas consideren que es NSFW) en el que se muestra de forma gráfica el equivalente de algunas acciones si no se lavan las manos.

Personalmente, es difícil ignorar a la gente que no se lava las manos una vez que te das cuenta de que sucede. Me importa menos (pero no dejo de sorprenderme) cuando se trata de un baño público y de gente que no conozco, pero cuando es en el trabajo definitivamente no lo puedo creer. Olvídense del contacto físico (como darle la mano a alguien), pero cuando ves que alguien que no se lavó las manos (o que lo hizo simbólicamente con la punta de los dedos) entrega documentos, usa el teclado de alguien más, usa el microondas, y en general toca algo que otros también tocarán, no puedes dejar de pensar en lo que sus manos pueden traer, y miren que yo no soy de los que me asusto o me importa mucho que algo esté sucio, pero hasta yo tengo mis límites. Ni siquiera cuando de verdad no hay jabón en los baños públicos se la paso; al menos hay agua :/

Mi esposa también me cuenta que hay mujeres que tampoco se lavan las manos después de ir al baño. Obviamente no lo puedo corroborar :P, pero no me extrañaría que la situación fuera exclusiva de varones.

Hace unas semanas, un usuario de reddit preguntó en r/mexico algo referente al tema en cuestión. No esperen muchas respuestas serias ahí, pero muestra precisamente lo mencionado arriba de que el problema no es exclusivo del país del sol naciente.

Y ustedes, ¿se lavan las manos después de ir al baño?

El cuarto piso

Ya valió madres…

Ustedes perdonarán lo “florido” de la expresión que encabeza este escrito, pero no pude encontrar una que describiera mejor el sentimiento.

Es una tarea titánica resumir lo que ha pasado en una década, sobre todo en una vivida completamente en un lugar tan diferente al del país que te vio nacer y crecer, así que me centraré en lo más importante: decirles que si se les vuelve a ir la pelota a mi jardín ya no se las voy a dar 😛

¡Ah! Qué tiempos aquellos en los que la vida era nada más llegar de la escuela, hacer la tarea y salir a jugar con los de la cuadra, sin importar el riesgo de volar la pelota al jardín de algún vecino y andar buscando forma de recuperarla sin tocarle. Ya llovió, lo sé. Pero regresemos al tema para no mostrar tan descaradamente mi lado senil.

Cuando cumplí 30 años estaba en Guadalajara de viaje justo después de haber ido a una conferencia en el Estado de México. En ese entonces no le di mucha importancia a la fecha puesto que estaba más preocupado acerca de si me podría graduar del doctorado a tiempo o no. Afortunadamente me salió el certificado en una caja de cereal y ¡terminé! (o mejor dicho, me obligaron a terminar). No obstante, aun con el estrés de esos días y la incertidumbre de no saber qué hacer después, el día a día era más fácil. La vida en Iizuka era relativamente tranquila, y después de 5 años de haber vivido ahí me había acostumbrado a lo lento que transcurrre el tiempo ahí.

Ahora que cumplo 40, mucho ha cambiado. Dejando de lado la parte física (arrugas, menos pelo, más dolores musculares, etc., etc.), la pasada década fue de cambios intensos en mi vida y en mi forma de pensar… y en la cantidad de horas que puedo dormir al día. Resumiendo:

  • Dejé la zona de confort llamada “Iizuka” y me lancé a la aventura llamada “Tokio”, lo que profesionalmente hablado ha dejado resultados mixtos.
  • Me amarré casé.
  • Viví en carne propia lo que es estar a punto de perder toda la esperanza por culpa de un trabajo, o mejor dicho, de un jefe totalmente inepto y déspota.
  • Me convertí en padre.
  • Visité por primera vez Europa. Me falta nada más tocar tierra en África para haber visitado “los cinco continentes”.
  • Aprendí a tirar el orgullo con tal de ver caras felices (que valen totalmente la pena).
  • Asistí a mi primer EVO.
  • Conocí gente que en la vida pensé que podría hacerlo.
  • Aunque recientemente con intervalos de inactividad por razones obvias, seguí escribiendo el blog, y gracias a él, he podido conocer  (en persona) de México y otros países.

Cuando estás más joven, te llegas a preguntar cómo las personas de más edad dejan de hacer cosas, se vuelven “aburridas” y se la pasan hablando la mayor parte del tiempo de lo mejor que eran las cosas antes. Disfrutas pensando que a ti nunca te va a pasar, que tú vas a ser cool, la excepción a la regla cuando llegues a esa edad. Y lo curioso es que lo sigues pensando sin darte cuenta de que, poco a poco,  esos cambios se van dando y es muy probable que tú no los percibas, pero puedes estar seguro de que la gente que convive contigo sí. Cuando menos lo piensas, llegaste a una edad que veías lejana, y aunque sí, es cierto que eres diferente y que no caíste en todos los estereotipos de los que alguna vez te quejabas, también lo es el hecho de que muchas de esas características y comportamientos se volvieron parte de ti, no porque tú lo hayas querido, sino que se fueron acoplando a las situaciones que viviste y a las decisiones que tomaste.

Concretamente hablando de ser un mexicano en Japón, no ayuda tampoco el estar entre dos culturas y tratar de estar al tanto de ambas. La gente con la que crecí y era (o sigue siendo) mi amiga, también ha cambiado con el paso de los años, pero a ellos les afectaron sucesos y experiencias diferentes que los que a mí, y por ende no podemos estar en sintonía como lo hacíamos antes. Lo mismo pasa con la familia y hasta con el mismo lugar de nacimiento: todo lo quieres ver como lo dejaste o quieres tratar a la gente (o quienes que te traten) basado en lo que tú has vivido. Obviamente no se puede.

Todo se oye muy dramático, y hasta parece que ya estoy “chocheando”, pero no (al menos no que yo sepa :P). Simplemente quiero entrar en esta década con la mente clara, con plena identificación de lo bueno y lo malo, tanto para disfrutar lo primero como para combatir lo segundo. Y quizá para algunos parezca exagerado o todavía muy rápido, pero es buen momento de ir pensando sobre el legado que quiero dejar, y en general, del futuro a largo (aunque ya ni tanto) plazo. Se vienen decisiones muy pesadas, y no les voy a mentir cuando les digo que seguramente en más de alguna voy a sufrirle, pero no todo será malo, yquiero ese sufrimiento y esas bondades que las decisiones van a traer consigo sean recibidas de la mejor forma posible. Ya no nada más es para mí, ahora soy el arquitecto y director de una familia, y debo considerar todo como tal. Nunca aceptar lo que venga, o “el destino”, sino trabajar para llegar a él y para cambiar las circunstancias que, en este momento, no son buenas. En resumen: debo aprender a amalgamar la mente que tenía hace más de 15 años cuando recién vine a Japón con la mente de ahora que soy padre y jefe de familia, con el “extra” de serlo en un país tan diferente al mío.

Y bueno… después de los párrafos anteriores donde me estoy cortando las venas con galletas de animalitos mientras nieva y hay música de violines acompañando, hay que celebrar que llegué al cuarto piso. No, todavía no quiero mi cocol (pero ya se antoja). No habrá fiesta ni nada parecido ($$$), mas espero al menos darme el gusto de comer algo rico hoy.

Una última cosa: seguirán ganando puntos malos si me hablan de usted. Los acusaré directamente con Santa Claus, el niño Dios, los Santos Reyes o quienes sean que les traigan juguetes en Navidad 😛

¿Sabías que…? – Parte 29

Apenas puedo creer que haya pasado un año desde el último artículo en esta categoría. Según yo, no era tanto… Mejor entremos en el tema.

Mucho se habla del trabajo en Japón: las condiciones, costumbres, famosas horas-nalga, etc., pero algo que es digno de mencionarse es lo siguiente:

¿Sabías que la mayoría de empresas en Japón dan apoyo de transporte a sus empleados, y (aunque con límites) generalmente es suficiente para que ellos no gasten más para moverse de su casa al trabajo (y viceversa)?

Tsuukinteate (apoyo de transporte al lugar de trabajo)

La cuestión aquí es que el apoyo no es obligatorio, pero, al menos en el ámbito laboral una vez que estás fuera de la universidad, no me ha tocado conocer a nadie que tenga que gastar dinero en transporte casa-trabajo-casa. Menciono lo de “una vez que estás fuera de la universidad” porque en los famosos “arubaito” (trabajos de medio tiempo), la situación puede ser diferente.

Ahora bien, la cantidad máxima mensual libre de impuestos que uno puede recibir está dividida principalmente en 2 categorías:

  1. Gente que se transporta en bicicleta o carro. La cantidad máxima depende de la distancia entre la casa y el trabajo).

    ・Menos de 2km: toda la cantidad es gravable.
    ・De 2km a menos de 10km: 4,200 yenes
    ・De 10km a menos de 15km: 7,100 yenes
    ・De 15km a menos de 25km: 12,900 yenes
    ・De 25km a menos de 35km: 18,700 yenes
    ・De 35km a menos 45km: 24,400 yenes
    ・De 45km a menos de 55km: 28,000 yenes
    ・De 55km en adelante: 31,600 yenes

  2. Gente que se transporta en autobús o tren. El límite es 150,000 yenes.

Fuente: Agencia Nacional de Impuestos de Japón (en japonés)

Algunas empresas tratan de que darle apoyo de vivienda a los empleados que viven a menos de 2 km de la empresa, y éste muchas veces se traduce en pagar la mitad de la renta. Así me pasó a mí en mi primer trabajo en Tokio: la empresa presionó mucho para que viviera en un radio de menos de 2 km, lo cual terminó siendo totalmente perjudicial para mí por razones ya expresadas anteriormente. Cuando me mudé de casa antes de renunciar a ese trabajo, me cambiaron el apoyo de vivienda por el de transporte.

En la empresa actual, lo que me dan es justo la cantidad que cuesta el 定期券 (teikiken) de mi casa a la oficina por 6 meses; recibo el apoyo cada medio año. El teikiken es un “boleto” que cubre una la cuota de un punto A a un punto B por una ruta establecida (porque puede haber más de una forma de llegar de A a B, y uno tiene que decidir cuál usará).

Actualmente, el teikiken se registra en una tarjeta electrónica de prepago que se usa en los medios de transporte en Japón. Cada región del país tiene la suya; en Tokio hay 2: Pasmo y Suica. Sin embargo, desde hace algunos años las tarjetas de cualquier región de Japón se pueden usar en todo el país (yo he usado mi Pasmo en los rincones perdidos de Iizuka).

Pasmo con teikiken

Ahora bien, el punto “interesante” del teikiken es que, como cubre la distancia de A a B, lo puedes usar para viajar a cualquier punto entre A y B mientras esté dentro de la ruta elegida para llegar de A a B. Digamos que un domingo quiero ir a X, que está justo a la mitad entre A y B, puedo usar mi teikiken para ir sin necesidad de pagar puesto que el costo ya está dentro de él.

Obviamente hay “trucos” que uno puede hacer al momento de decidir la ruta para el teikiken. Uno de los más comunes es el de maximizar la distancia sin alterar el costo. En muchas ocasiones, ir de un punto A a un punto B cuesta lo mismo que ir a un punto C, que está a una o quizá dos estaciones después de B. La empresa confirma el costo del teikiken de A a B y te da esa cantidad. Al comprar el teikiken, en vez de ponerlo de A a B, lo pones de A a C. Te cuesta lo mismo, y en algunas ocasiones puede ser útil para minimizar costos cuando te toque transportarte a, o desde, C.

Por lo general, las empresas te dan el dinero y tú compras el teikiken. Huelga decir que hay gente que necesita dinero para X cosa urgente y en vez de comprar el teikiken por 6 meses lo compra por 3, usa el dinero restante para lo que necesita, y a los 3 meses lo renueva.

Existe otro “truco”, pero éste sí es más peligroso. Un ex-compañero de trabajo recibía el dinero para su teikiken pero no lo usaba, y en cambio iba al trabajo en bicicleta, a escondidas de la empresa. La empresa en cuestión prohibía ir al trabajo en carro, motocicleta o bicicleta, y en el dado caso de que el compañero causara o fuera parte de un accidente mientras se transportaba al o del trabajo, enfrentaría muchos problemas, y estaría posiblemente encarando una situación de despido. Parece tonto que una empresa prohíba a sus empleados transportarse al trabajo en ese tipo de vehículos, pero la razón es que el tiempo de transporte del y hacia el trabajo pueden ser considerados como parte del mismo, y por ende, en caso de un accidente, la empresa tendría que responder por el empleado, sobre todo en el caso de que un afectado demande indemnizaciones.

Cabe aclarar que aunque el apoyo de transporte se considera parte del sueldo que uno percibe, éste no se toma en cuenta al momento de negociar un sueldo o de decir cuánto ganas en Japón. Está implícito que el sueldo es lo que percibes a lo largo del año sin contar el apoyo a transporte. Por ejemplo, si un trabajo ofrece 5 millones de yenes al año, lo que recibes son esos 5 millones de yenes (menos impuestos) más el apoyo de transporte. Luego, cuando por ejemplo llenas los papeles de un préstamo y tienes que poner cuánto ganas, escribes “5 millones de yenes” nada más.

Como última nota, algo nostálgica, es que en mi trabajo en Iizuka también me daban apoyo de transporte (para la gasolina). La casa estaba a poco más de 2 km de la oficina, y en carro, por los caminos desolados del campo japonés, hacía cuando mucho 5 minutos. ¡Ah! Los buenos tiempos…

Desconectado

¿Qué hay para el blog después de 14 años de vida?

A decir verdad, mucho. El problema radica en el tiempo para poder plasmar todo en palabras. Pero no crean que no he hecho nada al respecto. Tengo, como siempre, varios artículos incompletos que están esperando ser completados y publicados; uno de ellos es de esos largos, pero no sé exactamente qué tanto se vaya a extender.

Como siempre, he estado activo en los comentarios, respondiendo preguntas y agradeciendo el tiempo que brindan en escribirme algo. Se aprecian mucho, de verdad.

¿Qué ha pasado durante este tiempo de sequía en el blog? En resumen: mucho y poco. Ustedes perdonarán la ambivalencia de la respuesta, pero no encuentro mejor manera de expresarlo. Pasó septiembre (tuve que editar esta parte porque se supone que iba a salir algo para los 14 años del blog que se cumplieron en ese mes), fui al Tokyo Game Show otra vez, se acabó el verano (para mi desgracia), hice corajes interminables en el trabajo (y en algunos me tragué mi orgullo temporalmante… ya llegará mi momento), y me puse a analizar mucho mi situación actual, tanto como individuo, profesionista, esposo y padre de familia. Podría recopilar todo en una frase sencilla: “tipo de análisis, de proyecciones y de cambios”.

Por lo anterior, he estado desconectado del mundo sin realmente estarlo. Sí, otra vez con la ambigüedad, pero explico: aunque sí estoy al pendiente de las redes sociales y medio leo respecto a lo que me interesa (videojuegos, tecnología, investigación, etc.), sí me he perdido de noticias “serias” o “importantes” de Japón. Creo que estoy más enterado de lo que pasa en México (incluyendo algunos memes) que de lo que pasa a mi alrededor en Japón. Rara vez veo televisión, lo cual no ayuda, y los trayectos hacia y desde el trabajo siguen igual que antes: sesiones de Netflix, videojuegos o libros. Pero cuando alguien me pregunta algo de lo que supuestamente está sucediendo a mi alrededor, no puedo responder al instante.

Por increíble que parezca, no es culpa nada más del trabajo. Cierto es que las responsabilidades en él han aumentado (y sueldo se ha quedado igual, gracias), sino que además de eso es chocar de frente con la realidad por enésima vez, y darme cuenta de detalles que hasta el momento no eran tan importantes pero que poco a poco van cobrando relevancia.

Una de las cosas que decidí hacer fue tener un espacio real en el que pueda relajarme en casa y pueda jugar videojuegos con mi hijo sin tener que “robarle” la televisión a mi esposa. Parece fácil, pero después de meses (por no decir años) de estar ignorando deshacerme de un montón de tiliches que conservaba más bien por flojera y no tanto por nostalgia, desescombrar el cuarto donde tengo la computadora se ha convertido en todo un reto. Ya verán la diferencia una vez que termine, y no crean que no he comenzado: ya se han ido mangas (algunos regalados, algunos vendidos), un montón, pero montón, de panfletos de las películas a las que iba hace 12-14 años, y están por irse muchos CDs también. Tiré el sofá que compré con Emi hace ya muchos ayeres y que nos acompañó durante tantos años y aventuras desde que estábamos en Fukuoka. Ahora, estoy en busca de otro más pequeño, que cumpla ciertas características, y al mismo tiempo estoy en una eterna pelea entre deshacerme de mi escritorio (y que Emi dice es excesivamente grande) y comprar uno más pequeño, o dejarlo ahí y jugar con el poco espacio que me queda en el ya de por sí reducido cuarto. La cuestión es que ese escritorio sí lo necesito (no es por nostalgia), pero debo ser sincero de que es raro cuando realmente me puedo poner a avanzar en mis proyectos personales en la casa, que es cuando realmente aprovecho la mayoría del espacio que ofrece.

Contrario a lo que algunos pudieran pensar, no me estoy volviendo zombie ni mucho menos. Cierto es que pronto (en menos de un mes al momento de que esto salga publicado) voy a cumplir 40 años (hasta acá se alcanzaron a oír los “ruuuuuco” que más de alguno de ustedes dijo o pensó) y que quizá por la edad ya me preocupan más cosas del futuro, siendo el retiro una de ellas, por mencionar un ejemplo. He estado considerando muchas opciones, qué me conviene más, pero todavía no llego a una decisión concreta. Comentaba sobre esta decisión hace poco más de un año durante una tranmisión en vivo en YouTube, y se acerca el momento de tomarla. De ahí que el tono de las cosas se haya vuelto mucho más serio últimamente. No que no hubieran sido serias antes, sino que hay muchas perspectivas y caminos y tengo que enfocarme en las que valen más la pena para mí y para mi familia.

En lo que al blog respecta, no se ha muerto, ni se morirá (al menos no pronto). Parte del proceso de cambio incluye también encontrar ese tiempo que necesito para sentarme a escribir respecto a situaciones que quiero dejar plasmadas aquí. Además, y como mencioné al principio, sigo activo en los comentarios ya que es más fácil responder a una pregunta en concreto que desarrollar un tema para un escrito. Lo que sí les puedo comentar sobre el blog es que el gasto del hosting ya ha comenzado a pesar. NO voy a poner anuncios ni mucho menos. Lo menciono porque quiero que valga la pena el dinero gastado, y eso se logra escribiendo aquí, por lo que estoy usando eso como fuente de motivación para dedicarle un poco más de tiempo a esto. Eso sí, no me es posible regresar al ritmo de escritura que tenía antes de ser padre, pero estoy consciente de que es parte de la adaptación que tengo que hacer.

Sigo vivo, estoy bien, nada más que más pensativo que de costumbre. 14 años después y el blog también está vivo, y todavía hay mucho que contar.

(Re)creando a un “gamer”

En uno de los escritos resaltados del blog escribí sobre lo importante que los videojuegos han sido para mí, y de cómo me ayudaron en muchas ocasiones durante mis años mozos.

Ese gusto por los videojuegos no disminuyó con el paso del tiempo, y sigue latente aun al momento de escribir esto. Sin embargo, por las obligaciones de la vida real que uno no se puede quitar, el tiempo y la cantidad de títulos que puedo disfrutar es considerablemente menor a la que realmente me gustaría completar. He dejado pasar grandes títulos desde la generación del PS3 (recordar que en Japón el XBox nunca pegó), y ahora con la generación del PS4 ni se diga.

Hace tiempo también comenté sobre cómo poco a poco había comenzado a agarrar ritmo nuevamente gracias a las consolas portátiles, especialmente con los RPG. Mi PSP ha aguantado mucho; mi 3DS sigue en pie, y más recientemente el Switch me ha permitido disfrutar de títulos de generaciones pasadas que simplemente no pude ni siquiera revisar por falta de tiempo (Bayonetta es uno de ellos). Y es que las largas idas y regresos del y hacia el trabajo son la oportunidad perfecta para jugar sin distracciones, siempre y cuando consiga sentarme en los trenes. Jugar en consola se ha convertido en toda una proeza debido a las atenciones que tengo con mi hijo. Sí, tengo mi “tiempo libre” y lo aprovecho, pero definitivamente no es suficiente como para acabarme la librería de títulos que tengo. Últimamente le he dado prioridad a juegos de pelea (que de entrada ya me gustaban desde hace mucho) porque puedo dejar de jugar rápidamente cuando se necesita, incluso si estoy en medio de un encuentro (a lo más hay que esperar un par de minutos), pero ni así es suficiente para poder subir mi nivel como antes lo solía hacer, ya que hay que estudiar framedata, practicar combos y movimientos, y luego si dejas de practicar por un largo periodo de tiempo (digamos un par de semanas) tienes que volver a entrenar tu memoria muscular para poder hacer los movimientos de forma precisa… Creo que se entiende el punto.

Hace algunos meses, mi hijo comenzó a mostrar interés por los videojuegos debido a que varias veces me iba a buscar cuando se despertaba y me encontraba jugando Street Fighter V o Tekken 7. Dejé que usara mi joystick y comenzó a moverle como lo haría un niño de su edad, pero le gustó, y eso fue para mí una señal de que algo podía hacer para que ese interés creciera. No tuve necesidad de pensar mucho: usaría el Famicom Mini.

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Evacuado

El fin de semana del 6 al 8 de julio Japón sufrió por fuertes lluvias que, además de causar daños materiales, lamentablemente también cobraron la vida de muchas personas.

La causa detallada de las lluvias la pueden leer en los diferentes y múltiples artículos que hay en la red. Este escrito no es para esos detalles, sino para describir mi experiencia con esas lluvias.

Se preguntarán: “Si las lluvias fueron al oeste y sur de Japón, ¿cómo fue que te afectaron?”. Y la respuesta es: porque andaba en Fukuoka. Verán: habíamos planeado un viaje en familia a Kyushu/Yamaguchi del viernes al domingo para visitar a la familia de mi esposa. Todo parecía bien hasta el jueves: preparativos listos, todos a dormir temprano para poder salir a buena hora y evitar cualquier tipo de contratiempos.

Llegó el viernes. Ni me imaginaba todo lo que me esperaría ese día.

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Es tuya, ¿verdad?

En el lugar donde vivo tuvimos (todos los inquilinos) una situación con una persona desconocida que vive en el mismo complejo habitacional: la basura. Explico: en muchos lugares donde se deja la basura al aire libre hay redes que se deben poner sobre las bolsas para evitar que los animales (cuervos en este caso) lleguen, las picoteen y dejen el contenido regado en la calle. Alguien no puso la red un par de veces (se ignora si fue la misma persona o no) y amanecimos con un tiradero por toda la calle, situación que a los vecinos de enfrente (como 5 o 6 familias) que tienen casa propia no les agradó del todo y supongo que más de alguno reportó el problema. Hasta aquí todo bien.

Como se suele tratar los problemas por acá, la inmobiliaria puso en todos los buzones una nota en donde se pedía por favor tener cuidado al tirar la basura, haciendo hincapié en poner correctamente la red para que los cuervos no hicieran de las suyas. Digo que “se suele tratar los problemas por acá” porque independientemente de que se sepa quien causó un problema (no nada más éste de la basura), muy rara vez se hace mención directa, y en su lugar, se manda un memorándum a todos por igual, sin importar si están siquiera implicados en la situación. ¿El vecino de arriba hace mucho ruido por la noche? Memorándum a todos recordando que es importante tratar de no hacer ruido por las noches. En resumen: se trata de ser todo lo pasivo-agresivo que se pueda, pero se intenta evitar a toda costa un conflicto directo.

Regresando al tema de la basura, un día por la mañana salí a tirar la mía. Ya había muchas bolsas en el lugar y la red estaba debidamente puesta, pero una bolsa había sido víctima de los cuervos y había basura regada por la calle. Un señor de los que viven enfrente (tendrá unos 70 años más o  menos) estaba barriendo, y estaba visiblemente molesto por la situación. Llego, levanto la red, meto mi bolsa, y en cuanto lo hago el señor me dice, apuntando a la bolsa que ya estaba ahí regada antes de que yo llegara: “Ésa es tuya, ¿verdad?”. No me agarró de sorpresa: desde que vi al “ñor” supe que me iba a decir algo. Respondí: “No señor. Ésta es mi bolsa (apunto la que acabo de dejar), acabo de llegar aquí y la acabo de poner. Ésa no es mía”. El señor me ve de arriba a abajo, no quita su cara de enfado, pero no me puede decir nada más porque no tiene argumentos puesto que él mismo sabía que la basura había sido regada desde antes. Con todo, le digo que al menos pongamos la bolsa rota debajo de la red para evitar que más basura se riegue por la calle. Sin pronunciar palabra alguna va por la bolsa y mientras yo levanto la red él la mete, se da la vuelta y se va a continuar barriendo. Yo emprendo el camino hacia la estación porque ya me iba al trabajo.

¿Por qué esperaba que el señor me dijera algo? Porque mi sentido arácnido me hizo recordar que ante un problema acá hay gente (sobre todo mayor) que tiende a culpar primero a los extranjeros porque es más fácil argumentar que nosotros cometimos un error por no conocer la cultura o costumbres que pensar que un japonés pudo haber obrado mal. Suena exagerado, pero en muchas ocasiones así es, y en foros en internet se ha convertido en un meme entre los extranjeros porque algo similar ocurre en diferentes ámbitos, como en el criminal (en donde mucha gente supone que un extranjero es culpable cuando se comete algún delito y hay comunidad extranjera cerca). Ahora bien: es un meme, sí, pero obviamente no quiere decir que sea así en todos lados, y es menor cuando estás bien integrado en la comunidad en donde vives.

Al final no le di mayor importancia al asunto, pero mentiría si no me sacó una sonrisa el hecho de haberle atinado a lo que iba a pasar.

#JapónEsPerfecto 😛

Confesiones “otaku”

Prepárense, porque este post está lleno de declaraciones que quizá pocos sabían (y muchos no querían saber) sobre mi lado de aficionado a “monas chinas” y videojuegos.

Me subí al tren del 豆 en Twitter (aunque muy tarde, lo reconozco) en el que por cada “like” que le den al tweet que dice que me subo, hay que escribir una “confesión” que tenga que ver con ser “otaku”. Sí: odio ese término porque sé la connotación real, y NADA tiene que ver la que le quieren poner fuera de Japón. No obstante,  debo reconocer que es más fácil de identificar, por eso así la dejé.

No llegué a todos los “like” que recibí (más de 70), pero creo que sí dije lo más importante.

Sin más preámbulos, pásenle a leer:

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3, tres, 三

Honestamente, me es difícil decir si un año ha pasado muy rápida o muy lentamente. Parece que fue ayer cuando estaba escribiendo el segundo escrito de esta lista, y sin embargo, haciendo memoria no puedo dejar de sorprenderme de todo lo que pasó ni del crecimiento que mi hijo ha experimentado durante ese tiempo.

Quizá lo que a mí me causa más asombro es el hecho de que él maneje 2 idiomas como si nada. Bueno, casi. Su japonés es mucho más fluído que su español, pero este último no está tan mal, y me deja impresionado cómo la mente de los niños funciona para que él cometa errores comunes en conjugaciones de verbos irregulares, como “yo sabo”, o “yo me poní los zapatos”, sin que le haya enseñado explícitamente esas palabras.

Con mi hijo creciendo, se ha vuelto mucho más fácil pasar tiempo con él y llevármelo a pasear (nada más nosotros dos): acuarios, zoológicos, arcadias (le encantan Mario Kart y Luigi’s Mansion, aunque últimamente a este último le ha tenido miedo) y hasta karaoke. Debo confesar que la primera vez que salimos juntos sí estaba nervioso, pero después de un día de ver Shinkansen, ir al acuario de Sumida y contemplar el Skytree, la pasé muy bien, y verlo sonreír fue lo mejor de la experiencia. Hasta medallita conmemorativa hicimos. Y de ahí en delante agarré confianza y ahora ya ni es necesario hacer planes para ir a algún lado en específico.

En contraste, algunas situaciones se han vuelto también más complicadas. Por ejemplo, darle de comer toma mucho tiempo, nada más quiere comer lo que le gusta (termina comiéndose todo, pero después de un rato); dormir es otra de ellas, pues poco a poco comienza a poner más resistencia a la hora de hacer la meme porque todo el tiempo quiere jugar. Asimismo, está desarrollando vergüenza, y ahora tarda más en ser él mismo cuando está alguien que no conoce, no quiere que lo cambien en presencia de nadie más, está en la edad del “¿por qué?”, etc., etc.

He de confesar que hay días en los que de plano siento que no me sale nada bien, pero es precisamente en ellos cuando veo a mi hijo jugar y hablarme en español cuando me doy cuenta de que al menos algo no estoy haciendo mal. Y lo corroboro cuando él me pide que juguemos “Super Mario World” (ya lo terminamos), “Yoshi’s Island” (en proceso), “Mega Man X” (también terminado) o “Little Nemo Dream Master” para “ganarle al pingüino malo y a la mantarraya mala” (sus palabras tal cual). También voy a confesar que me da mucho gusto cuando por las mañana se levanta y me ve jugando Street Fighter V y me dice: “Papá, ¿estás jugando Street Fighter?” 😀 He estado jugando con él el Super Street Figher II de Super Famicon, y su personaje favorito es Blanka (ahí le estoy fallando, pero corregiré eso a la brevedad posible :P).

También ha comenzado una nueva batalla: la escuela. Aunque por su edad no pudo entrar al kínder este año, ya está yendo al “pre-kínder”. Todavía no se adapta, pues se la pasa llorando o enojado, pero ahí la llevamos.

Hace tres años tuve la sensación más hermosa de toda mi vida. Hoy, en el tercer cumpleaños de mi hijo, me es grato darme cuenta de que no terminó ahí, sino que ha seguido vigente todo el tiempo.

¡Felicidades en tu tercer cumpleaños hijo! Este año aprenderás a andar en bicicleta 😀

Y ahora, vamos a comer pastel 🙂