Streaming desde Japón

Aunque para quienes me siguen en Twitter no es noticia, hace poco más de un mes comencé, de repente, a hacer streamings de algunos lugares a los que voy acá en Tokio (y también se coló uno cuando fui a Gifu en noviembre).

No se esperen una súper calidad, ya que el video es tomado con mi celular sobre la red 3G de Softbank.

Por acá la dirección:

http://www.ustream.tv/user/medinamanuel

Personalmente les recomiendo la caminata que hice desde Ueno a Akihabara, para que vean cómo va cambiando el panorama entre una zona y otra.

Esta clase de videos continuará aleatoriamente. Para estar enterados de cuándo comienzo una, síganme en Twitter (@medinamanuel) o chequen mi timeline de vez en cuando.

[ustream vid=18276902]

La edad perfecta

Dicen que estoy en la edad perfecta (33 años). Algunos ya me dicen ruco, otros no lo dicen, pero lo piensan. Otros cuantos me alientan diciendo que tengo la edad a la que murió Jesús (sí, yo sé que es debatible, pero no es tema aquí) 😛 Sin embargo, yo considero que la edad perfecta es la que uno tiene en el momento en el que dispone a hacer algo trascendental en su vida, por trivial que pueda parecer ante los ojos de los demás.

Cuando menos lo pensé, era 3 de noviembre. Celebraba otro cumpleaños más en Japón.

Miriam, Luisa y Azael (quienes junto conmigo y Felipe nos hemos autodenominado “el equipo de Tokio” de los mexicanos en Japón) vinieron a la tierra de los pandas (léase “Ueno) a celebrar conmigo, pues aunque mi cumpleaños fue entre semana, en Japón el 3 de noviembre siempre es día festivo: el día de la culturaa. Así que de menos me tomo ese día… ¿y si les digo que me pasé toda la mañana limpiando el cuarto y lavando ropa?

Fue un día tranquilo, que terminó muy bien gracias a las atenciones de los arriba mencionados. ¿Que qué me regalé? Nada, y no es broma. Sí hice un regalo, pero no a mí, y no les cuento en este momento porque es posible que, por quienes me leen, la sorpresa se eche a perder, pero en cuando me digan que el regalo ya fue entregado les paso el chisme completo. Además, con todo lo que se viene encima para febrero del próximo año, ahora ando cuidando el $$$, porque se avecinan tiempos difíciles.

Mil gracias a todos los que me felicitaron por Twitter, Facebook y correo electrónico. Realmente lo aprecio mucho.

Como sea, 33 años en este mundo. Ya va siendo hora de hacer algo interesante, ¿no?

Periodo de prueba

Muchas compañías ponen a sus nuevos empleados en un periodo de prueba para ver si pueden con el trabajo y si se adaptan a la empresa. Suena como un proceso lógico. En Japón, el promedio de duración de ese periodo es de 3 meses. Después de eso, se supone que tienes una idea de qué onda con la empresa.

No es mi caso. Hoy se cumplen 3 meses desde que dejé mi segunda casa (Iizuka) en busca de algo mejor. Y todavía estoy por encontrarlo. Al menos ya tengo planes para los próximos 3 meses.

Siempre que menciono algo sobre Japón, aclaro que cada quien habla de la feria dependiendo de cómo le fue en ella. Por ello, es natural pensar que no todo lo que yo digo puede ser cierto para otras personas; cada quien tiene su forma de percepción, sus estándares de vida y felicidad y sus experiencias.

Japón puede ser un país de ensueño para personas que buscan un trabajo y una situación estable. Entrar a una compañía y echarle ganas te asegura que no te tendrás que preocupar mucho por que te falte dinero, claro, sin pensar que te vas a hacer millonario. La lealtad y el nivel de sacrificio que estés dispuesto a darle a la empresa son factores que repercuten en tu posición y en la forma en la que los demás te ven. Trabajar se convierte en el estándar, y en la única actividad de muchos. Después de todo, el japonés promedio no tiene otra actividad importante durante la semana: eres parte de la empresa, y tienes que estar dispuesto a darlo todo por ella. ¿Vale la pena? Nada más hay que preguntarle a los empleados al momento de que los evalúan para ajustar su sueldo.

¿Felicidad? Como mencioné arriba, la definición de esta palabra es diferente para cada persona. En lo personal respeto mucho, pero de verdad mucho, a quienes lo anterior les proporciona felicidad. Y no lo digo sarcásticamente: en verdad a veces siento envidia porque pueden llegar a sentir satisfacción… algo que a mí sinceramente no se me da. Respeto su opinión, pero no la comparto. Yo también quiero llegar a sentir eso, y a sentirme feliz con algo.

Olvídense del hecho de que tengo un doctorado. Este sentimiento está en mí desde hace mucho. Lo que no sé si esté del todo bien es que parece que no tiene indicios de desaparecer, o quizá incluso de cambiar.

En este periodo, he recibido una gran cantidad de comentarios, mensajes, tweets y correos electrónicos de gente que me apoya, gente a la que no tengo el gusto de conocer, y gente a la que las loqueras que escribo aquí les sirve de algo. Toda clase de mensaje que me hagan llegar siempre ha sido bienvenida y debidamente leída, pero en los últimos 3 meses han sido una bocanada de oxígeno.  Cuando recién llegué a Tokio, les comentaba que no había garantía de que las cosas salieran ni bien ni mal, y que estar aquí era (y sigue siendo) un reto. Hoy puedo decir que los resultados no han sido los esperados, y que hay que moverse para que eso cambie. No les niego que me hace falta un buen descanso y un mini retiro para poder poner en orden mis ideas y relajarme, pero siendo realistas, es ahora cuando más ganas tengo que echarle, porque la situación no va a cambiar por obra divina. Proyectos hay, ganas de hacerlos más, pero tiempo es lo que me falta. Y lesiones en la espalda que me obligan a ir entre semana al hospital sinceramente no ayudan.

Quizá el periodo de prueba en la empresa se haya extendido, pero el otro, el que yo me he puesto, no ha terminado. Sin embargo, el tiempo corre, y quiero provocar un cambio tan pronto como sea posible. ¿Tardará? Quizá, pero es ahora donde debo ser fiel a mis palabras: intentar mejorar y morir en el intento antes que rendirse y conformarse. Y mientras tanto, aquí andaremos reportando lo bueno y lo malo, porque la vida no es color de rosa y no sólo hay éxitos en la vida: hay que aprender de los fracasos.

初志貫徹 (Shoshi kantetsu), eso es lo que me mueve.

Un mexicano en Japón – Séptimo aniversario

Hace un año comentaba que cuando comencé a escribir este blog nunca pensé que 6 años después seguiría con él. Ha pasado un año desde entonces, y vaya que mi vida ha dado un giro interesante este ese periodo.

Dejé la comodidad del campo japonés y la del trabajo que tenía y acepté un nuevo reto. Independientemente de que no me esté yendo como yo quisiera y de que la vida es más dura por este lado del país, no me arrepiento de mi decisión, puesto que me ha ayudado a ver nuevos horizontes, a recordar mis principios y a reafirmar la motivación que me impulsó a dar el salto de mi país a Japón.

Existe en japonés un proverbio en 4 kanji que refleja justamente la base de lo que me motiva a seguir adelante: 初志貫徹 (shoshi kantetsu). Significa mantener siempre el espíritu, las metas y el sentimiento que uno tuvo al emprender algo. Tanto me gusta esa frase que la grabé en la parte trasera del iPad que compré el mes pasado.

El blog ha notado un decremento en la cantidad de escritos que he hecho. No obstante, siempre está en mi mente escribir algo, compartir lo que me pasa, lo que vivo a diario. Pienso hacerle algunos cambios a corto plazo, y por supuesto, escribir tanto como el tiempo me lo permita. No es una obligación, por lo que lo hago con gusto, y cuando me siento a escribir no me importa usar un par de horas hasta que lo que quiero plasmar queda justamente como deseo. Y así es: escribir algo aquí en el blog toma un promedio de una hora con veinte minutos, excepto las entradas de “Los años maravillosos”, pues ésas llevan días. Primero hago un borrador del post completo; luego, le doy una leída y agrego o quito partes, o cambio de lugar algunos párrafos (esto último sucede con mucha frecuencia); luego, si tengo algunas fotos, imágenes o vídeos que agregar, lo hago hasta el final, justo antes de publicarlo.

Perderme en las palabras que escribo siempre me ha gustado. Sé que me falta mucho para poder considerarme un buen escritor, pero sencillamente me gusta expresar por escrito lo que siento, y sobre todo, tratar de enriquecer mi vocabulario y (aunque parezca broma) que no se me olvide el español.

7 años, y apenas todo está comenzando.

Muchísimas gracias por leerme, por comentar, por estar al pendiente. Aquí seguiremos hasta la posteridad.

¿A dónde quieres ir de hoy en adelante?

¿Qué te motiva a seguir esforzándote cada día?

Trabajar para alguien más y tener seguridad económica a cambio de tu tiempo, tus ideas, y tu vida… o bien arriesgarte a cumplir un sueño y morir defendiendo tus ideales.

Lo primero suena bien, pero el precio a pagar es muy alto, y los más valioso que tiene un hombre es su libertad. Encerrar a alguien durante 10 horas o más dentro de una oficina obligándolo a trabajar como robot es la mejor forma de destruir la voluntad propia y el deseo de progresar y ser diferente. Habrá quienes se sientan “falsamente” bien con esa forma de vida, para quienes su individualidad no valga nada. Yo no soy parte de ellos.

No hay mejor manera de ser productivo en lo que se hace que tener un motivo, una meta, que te guste lo que haces. Lo he experimentado un par de veces en la vida, y una de ellas fue cuando comencé a estudiar japonés por mi cuenta. Los comentarios y las burlas que recibí no fueron pocos; desde “eso no te va a servir en la vida” hasta el ahora mítico “Es imposible. Nunca lo vas a lograr”. ¿La mejor parte de todo esto? Los 8 años y medio que he pasado en este país, con todas las buenas y malas experiencias que me han tocado, y el hecho de que el idioma no sea para mí una barrera y me haya abierto las puertas hacia un montón de vivencias y conocimiento que Japón me ha ofrecido. El japonés siempre fue un juego, un pasatiempo, algo en lo que me gustaba invertir tiempo, sin ninguna clase de pensamiento de querer estar o vivir en Japón en un futuro. Simplemente gusto por un reto diferente. Hoy, muchos años después, veo en ello justamente lo que Steve Jobs comentó en su famoso discurso en 2005 en la universidad de Stanford: “Connect the dots”.

Hoy tengo ante mí quizá el reto más grande al que me he enfrentado en la vida. Y no, no es la empresa en la que laboro actualmente, sino la conjugación de eso con las ideas que me mueven, las que realmente me hacen soñar por las noches y hace que me levante en las mañanas con ganas de tener todo el tiempo del mundo para desarrollarlas. ¿Lo voy a hacer realidad? Si el tiempo y la salud me lo permiten, ¡claro! Si no, al menos me quedará la satisfacción de que me fui por el camino que yo escogí y quise forjar, y no el de alguien a quien sólo le importa exprimirte los conocimientos sin siquiera darte un trato adecuado.

Lo he mencionado antes: una parte muy importante de trabajar es descansar. Un empleado motivado y descansado rinde mucho más, y si el empleado rinde, la empresa sube, todos subimos… Eso es justamente lo que necesito en este momento: un descanso. Pero no uno de un fin de semana, sino uno en donde realmente me pueda desconectar del mundo para voltear a ver el camino recorrido y poder planear el que sigue. Ignoro cuándo lo podré tener, pero antes de moverme a lo que sigue, forzosamente tendré que tomarlo. Mientras tanto, hay que continuar con lo que se tiene en este momento, con una visión muy clara: se puede cambiar. Nunca es tarde para hacerlo.

Descansa en Paz, Steve Jobs

Cierto, no soy muy fan de los productos de Apple, pero que no me gusten no significa que no reconozca el genio y talento de la persona que estuvo detrás de lo que es Apple ahora.

No diré más, puesto que todos lo conocen. Tampoco pondré link al famoso discurso en la universidad de Stanford. Simplemente quise expresar mi admiración por alguien que se animó a cambiar al mundo, a pensar diferente.

Descansa en paz, Steve Jobs.

La vida en la capital

Vivir en Tokio es, para mí, como haber regresado a Guadalajara. Después de haber estado 8 años y medio en el campo japonés, volver a la gran ciudad se siente bien, pero al mismo tiempo raro.

Afortunadamente no tengo que tomar tren para ir al trabajo, aunque podría hacerlo si así lo quisiera. Generalmente me voy en bicicleta y tardo aproximadamente 25 minutos en llegar, no sin antes echarle los kilos a dos mega subidas que me dan la bienvenida cada mañana (así llego con más ganas al trabajo); caminando se hacen 40 minutos por la vía más corta. En cualquier caso, puedo regresar a casa de forma relativamente fácil.

Menciono lo anterior porque hace unas semanas nos pegó de lleno un tifón a eso de las 6 de la tarde, pero para las 4 ya muchas líneas de tren estaban detenidas, y cuando el tren se detiene en Tokio se desata un caos por la gente que no puede regresar a casa y tiene que esperar en la estación o en las cercanías hasta que logra subirse a un medio de transporte. La empresa nos dejó salir como a eso de las 4:30 pm; opté por irme en metro (son nada más 3 estaciones con un cambio de línea), pero nunca pensé que en el cambio al segundo tren la suerte me fuera a dejar: trenes detenidos hasta nuevo aviso. “Si es metro, ¿cómo afecta?” pensé ilusamente, pero luego me di cuenta de mi ingenuidad al entender que no nada más yo, sino MUCHA gente pensaba lo mismo: todos querían subirse al metro y éste no daba abasto para tantos usuarios. Tenía la opción de esperar hasta que todo se arreglara o simplemente regresar caminando (o mejor dicho: corriendo) antes de que comenzara a soplar el viento en serio. En medio de la lluvia, ni siquiera pensé en abrir el paraguas: corrí y corrí y corrí hasta que llegué a la casa. En total hice una hora y media desde que salí de la oficina, pero me fue bien en comparación de gente que salió a la misma hora que yo y llegó a su morada después de las 10 pm.

En contraste, cuando pegaba un tifón fuerte en Iizuka, no había mucho de qué preocuparse: salía del trabajo, iba a comprar víveres al súper de al lado, y manejaba 5 minutos a la casa. Si acaso había embotellamiento en la calle principal, era, cuando mucho, por unos 10 minutos. ¿Se nota la nostalgia de no traer carro? 🙁

Por lo demás, Tokio obviamente presenta muchas más opciones de esparcimiento que las que tenía en Kyushu, aunque con mucha menos naturaleza. Lo que se me hace curioso es que tengo poco más de un mes de vivir por acá y sólo he ido 2 veces al cine, siendo que es mucho más accesible que cuando estaba en Fukuoka pues tenía que manejar mínimo 40 minutos para llegar al cine más cercano, que está de más mencionar que está fuera de la ciudad. No obstante, apenas le voy “agarrando la onda” a todo lo que hay por este lado del país.

Respecto a la cuestión laboral, la empresa en donde estoy trabajando es la viva imagen de la compañía típica japonesa y de los más puros Salary Man. Si alguien todavía necesitaba prueba de que trabajar en una empresa japonesa es toda una odisea, nada más pregúntenme: NADIE se mueve a la hora de la salida; el ambiente en un funeral es mucho más animado que en la oficina. Comparándola con mi trabajo anterior, la empresa en Iizuka era una súper fiesta en donde todos estaban invitados… pero bueno, le aposté a un cambio para desarrollarme más en ciertos aspectos y no voy a dejar que el “súper” ánimo de mis compañeros de trabajo me atrape y me haga como ellos. En cierta forma, todo esto me recuerda a los hombres grises que salen en Momo (el libro de Michael Ende, que es uno de mis favoritos).

La vida en la capital no es nada nuevo para mí; la forma de trabajar que tengo ahora sí. Me costará mucho adaptarme, pero será mucho más difícil no volverme uno de ellos.

Por acá andamos.

FujiQ Highland

Hace un par de semanas nos juntamos varios de los mexicanos en Tokio (Azael, Mina, Luisa y su servidor) y nos fuimos a FujiQ Highland a sacar el estrés.

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=M9QOaAY8g1U[/youtube]

FujiQ Highland es un parque de diversiones que es famoso por sus montañas rusas (varias de ellas tienen algún récord Guinness) y por el hospital del terror (un recorrido que dura como una hora). El video de arriba muestra la nueva montaña rusa recién abierta: Takabisha. Ésta tiene el récord de poseer el ángulo de caída más pronunciado para una montaña rusa: 121 grados. ¿Que si nos subimos? ¡Claro! Nos formamos 2 horas y media, pero valió la pena… aunque sinceramente no fue la mejor de todas (en mi opinión): Eejanaika.

Continue reading “FujiQ Highland”

¡Hola Tokio!

Como muchos de ustedes ya sabrán, desde el pasado 10 de agosto comencé a vivir en Tokio. La tan nombrada segunda ciudad más cara del mundo realmente no representa (para mí, aclaro) algo que no haya visto antes; primero, porque ya había venido aquí varias veces, y segundo porque nací y crecí en Guadalajara, que aunque no se compara, es una ciudad relativamente grande.

Dejar el campo japonés fue difícil, más que nada porque tenía una vida allá (sin contar el trabajo, por favor). La gente me conoce, me llaman del ayuntamiento para pedirme que participe en alguna actividad cultural, me piden que presente a extranjeros para programas de home stay… En pocas palabras, era y me sentía parte de una comunidad.

Entonces, ¿por qué mudarse?

Hay muchas razones, y no todas las voy a detallar aquí de momento. Sin embargo, puedo mencionar que necesitaba un reto, algo que me hiciera salir del colchón de comodidad en el que estaba cayendo debido al ritmo de vida que llevaba, pero no malentiendan: no era para nada malo. Al contrario, podía haberme quedado en mi posición allá y habría podido tener una vida modesta, sin muchos lujos pero también sin carencias. Para muchos, incluyéndome, quizá eso sea el estado final en el que se quiere estar, pero personalmente siento que todavía puedo hacer más, mucho más, antes de echar raíces y llevar una vida de esa forma.

Tokio representa, entre otras cosas, un reto para mí en muchos aspectos. Tengo todavía mucho que aprender, tanto de mi especialidad como de otras áreas que necesito conocer para poder moverme hacia donde quiero. Tomará tiempo, y a ciencia cierta no hay ninguna garantía de que las cosas saldrán bien… pero tampoco la hay de que saldrán mal. No tanto como un volado porque los resultados dependen de mí, pero he de reconocer que sí estoy arriesgando mucho, y prácticamente estoy comenzando de ceros otra vez (nueva casa, nuevo trabajo), pero no importa: si no sale todo como quisiera, al menos me quedará la experiencia para aplicarla en mis siguientes proyectos.

Continue reading “¡Hola Tokio!”

Adiós Iizuka

8 años 4 meses fue lo que viví en Kyushu, en la prefectura de Fukuoka, en la ciudad de Iizuka. Muchos o pocos, lo cierto es que fue el tiempo necesario para conocer el otro lado de la moneda: vivir en Japón y en el campo.

Siendo originario de Guadalajara y habiendo crecido ahí, un lugar como Iizuka me pareció extremadamente aburrido cuando llegué; no había bullicio, ni mucha gente, ni muchos carros. El transporte público (autobuses) son solamente los necesarios y el último pasaba a las 8 pm. Durante los primeros meses (que ya relataré en otro escrito) entendí que tenía que buscar mi propia forma de transportarme, de lo contrario estaría viviendo de lo que hubiera en la tienda de autoservicio más cercana (10 minutos caminando). Primero fue bicicleta, después carro.

El campo japonés se disfruta enormemenete cuando se tiene libertad de movimiento. Con automóvil propio, una licencia de manejo recién obtenida y muchas ganas de lanzarme a la aventura comencé a explorar el lugar. Comencé por Iizuka, pero poco a poco me fui extendiendo por todo Kyushu. Nada más me faltó manejar a Miyazaki y a Kagoshima, pero a las demás prefecturas de la isla sí tuve la oportunidad de conducir.

Continue reading “Adiós Iizuka”