El 2018 en un kanji

Kanji de los años anteriores:

Ni cuenta me di cuándo fue que llegamos finales de diciembre. Tuve una enorme carga de trabajo el último mes que apenas me quedaba tiempo para saber en qué día vivía. En fin. Ahora que se supone que estoy de vacaciones (porque uno no descansa con niños en casa) y siguiendo la tradición del blog, aquí resumo mi año en un kanji.

Este año la selección no fue complicada. Mentiría si dijera que no pensé en candidatos más realistas, sobre todo porque el año estuvo lleno de sorpresas no tan gratas, situaciones que pusieron a prueba mi “aguante”, y varias noticias un tanto pesadas no hace mucho tiempo. No obstante, opté por seguir siendo fiel a lo que más me marcó durante los últimos 365 días.

Se lee “Chou”, “Ido”  y significa “reto”, “desafío”. Se usa en palabras como el verbo “idomu” (挑む, retar, desafiar), “Chousen” (挑戦, que tiene el mismo significado de “reto”).

Este año para mí se caracterizó por estar precisamente lleno de retos, tanto en lo personal como en lo intelectual. Terminé el curso avanzado de Deep Learning que estaba tomando en la universidad de Tokio, tuve que hacer trabajo voluntariamente a fuerzas en un par de áreas que no son mi fuerte pero que tienen que ver con mi especialidad, y tuve que tomar algunas decisiones ya con mucho más peso en mi vida y en lo que viene para el futuro.

Cierto es que los retos no terminan este año: ya antes siquiera de iniciar el siguiente se presentará uno bastante grande, y, sin ánimos de adelantar algo todavía, ya estoy en otro reto que tendrá respuesta justo en unas semanas. Se avecinan tiempos “realistas”, que si bien no serán fáciles, tampoco me quiero tirar al drama diciendo que serán muy difíciles. Habrá de todo, pero por lo menos puedo ver el panorama desde ahora para irme preparando.

En cuanto a Japón y el kanji del año, el escogido este año fue 災 (sai), y quiere decir “catástrofe”, “calamidad”, “desastre”. Japón sufrió muchos de estos durante el año: terremotos grandes (Hokkaido, Osaka, Shimane), inundaciones al oeste del país, récord de temperaturas altas en verano y tifones, entre otros. Yo esperaba que ganara el kanji de 平 (hei), porque está por terminar la era Heisei (平成) con la abdicación del emperador y la ascendencia al trono del nuevo el próximo 1 de mayo (y que dicho sea de paso dará lugar a una semana dorada de 10 días); sin embargo, ése quedó en segundo lugar.

Para los interesados, les dejo la liga al documento oficial del kanji del año, la cual incluye el número de votos para cada kanji (se listan los primeros 10), así como algunas opiniones de la gente que votó por ellos. Huelga decir que está en japonés.

¡Nos vemos en 2019!

Todavía les tengo miedo

He pasado ya cerca de 16 años en el país del sol naciente. Muchos de ustedes pensarán que después de tantos años ya poco o nada me sorprende de Japón y de su cultura, pero eso no es verdad. Aunque es cierto que mucho de lo que Japón ofrece y que puede deslumbrar a los turistas o recién llegados a mí se me hace ya normal, también lo es el hecho de que existen cosas, situaciones y tradiciones a las que simplemente no me puedo acostumbrar (y algunas ni quiero hacerlo). Una de ellas es la que presento en este escrito.

Con tanto tiempo por acá todavía no puedo comprender cómo la gente puede sentirse segura usando uno de esos… ni tampoco puedo imaginarme como para muchos, sino es que a la mayoría de japoneses, les parece “normal”. Soy sincero: debería estar ya acostumbrado, pero… todavía les tengo miedo. ¿A qué o quienes?

Los baños estilo “oriental”. Si creen que por estar en la capital nipona es raro encontrarse con ellos, se equivocan. No obstante, es cierto que es más común verlos en zonas más rurales. Pero vayamos al punto en cuestión: ¿cómo se pueden sentir seguros al usarlos? No es que no haya intentado acostumbrarme… simplemente, me gana el miedo.

Ustedes no se pueden imaginar el coctel de sentimientos que te atacan cuando necesitas urgentemente un baño, de esas emergencias nivel “¡YA SE VA A SALIR TODO!”, ir corriendo como el coyote persiguiendo al correcaminos y pensando que todo ha terminado, que tu vida ahí mismo terminará porque sientes que ya no puedes más, pero en ese momento justo vislumbras el símbolo del baño público y piensas que tus súplicas y oraciones que lanzaste a cuanta deidad se te ocurrió en el transcurso de tu corta pero significativa carrera contra el tiempo, solamente para abrir la puerta del primer baño desocupado que encuentras y darte cuenta de que es estilo oriental… Es imposible describirlo con palabras. Y sin embargo, te enfrentas ante la terrible decisión de arriesgarlo todo y salir corriendo a buscar otro baño so riesgo de que o no lo encuentres o no llegues, o bien aceptar el reto, cerrar la puerta y pedir que todo salga bien (en sentido literal y figurado). Hace poco justamente me enfrenté a esto…

Para ser sincero, han sido pocas las veces en las que he tenido una emergencia de este calibre, pero, y aunque me apena decirlo, el resultado siempre ha sido el mismo: decido usar el baño, pero tomo medidas, o mejor dicho, una medida preventiva: quitarme toda la ropa. No es broma, pero mi esposa se carcajea cada que le cuento. Sé que se supone que todo está bien y que es nada más la incomodidad de la posición (porque sí me duele la espalda baja si estoy así aunque sea por poco tiempo) , pero después de haber visto cómo quedan los baños después de la catástrofe de otras personas, me queda el temor de que algo vaya a salir mal y termine con los zapatos sucios (en el mejor de los casos) o con la ropa sucia (en el peor). Por eso, cuando no hay de otra, prefiero tomar mi tiempo y prepararme para lo peor, que afortunadamente nunca ha pasado (y justo por eso ya no debería tener este miedo).

Puntos malos extra y mención honorífica merecen los baños de este estilo que están en lugares remotos. Olvídense de que haya papel o no (que increíblemente en muchos de los casos sí hay), estamos hablando de lugares que están a la altura del típico baño de parque público pequeño en algún barrio en México, con el extra de que, si vas en verano, seguro te encuentras a una de estas preciosidades:

Luego les cuento las experiencias que tuve en Iizuka con las arañas de este calibre, pero recuerdo que en un lugar olvidado en algún punto de la prefectura de Nagasaki salí brincando de un baño cuando me di cuenta de que una de estas nenas me estaba haciendo compañía. Solo como nota les digo que me terminé acostumbrando a ellas, pero siempre son impresionantes cuando recién las ves (acostumbrado sí, pero mejor de lejos y todos felices).

Acá este sitio (en inglés) menciona 5 razones por las que los baños (o debería decir “retretes”) de este estilo son “geniales”. Juzguen ustedes.

Para terminar: es cierto que ya va siendo hora de que me acostumbre a estos baños. No porque de ahora en adelante nada más vaya a usar de ese estilo, sino más bien para no tener que andar haciendo circo, maroma y teatro cada remota vez que no haya más opciones y tenga que hacer uso de ellos. Mientras mi espalda no se queje mucho, creo que tengo remedio… ¿O no?