¿Sabías que…? – Parte 10

Siguiendo con los detalles curiosos/diferentes de la cultura japonesa después de varios meses de ausencia.

Estoy casi seguro que esto no solamente se da en Japón, sino también en otras partes del mundo.

¿Sabías que en Japón no se dice nada cuando alguien estornuda?

Cuando se escucha un estornudo, la gente sigue con sus actividades como si nada hubiera pasado. Como extranjero, y viniendo de una cultura en donde al estornudar prácticamente cualquier persona se voltea para decirte “salud”, sí se siente un poco raro que no haya ningún tipo de reacción. De la misma manera, toma un poco de tiempo acostumbrarse a aguantarse las ganas de decir algo.

Lo anterior hacía difícil enseñarles a los niños en inglés qué decir cuando alguien estornudaba, porque además de que lo que más se acerca al “bless you” es “お大事に” (odaiji ni), ellos no entendían por qué había que reaccionar así ante un estornudo.

Aunque ya me acostumbré a simplemente ignorar cuando escucho algún estornudo, afortunadamente no he perdido la costumbre, y los mexicanos con quienes conviven en Japón lo pueden corroborar.

Si alguien puede ahondar más sobre otros países en donde tampoco se diga nada ante un estornudo.

Shingeki no kyojin (進撃の巨人)

La humanidad está amenazada. Cuenta la historia que hace 107 años la mayoría de los humanos fueron devorados por unos seres a los que les llaman “titanes” debido a su altura, que se calcula entre 10 y 30 metros. Por ello, los humanos restantes se vieron obligados a construir un pueblo rodeado de murallas de 50 metros de alto para protegerse de esos seres… Vivir de forma limitada, encerrados, fue la única forma en la que el hombre pudo encontrar paz.

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Un mexicano en Japón – Séptimo aniversario

Hace un año comentaba que cuando comencé a escribir este blog nunca pensé que 6 años después seguiría con él. Ha pasado un año desde entonces, y vaya que mi vida ha dado un giro interesante este ese periodo.

Dejé la comodidad del campo japonés y la del trabajo que tenía y acepté un nuevo reto. Independientemente de que no me esté yendo como yo quisiera y de que la vida es más dura por este lado del país, no me arrepiento de mi decisión, puesto que me ha ayudado a ver nuevos horizontes, a recordar mis principios y a reafirmar la motivación que me impulsó a dar el salto de mi país a Japón.

Existe en japonés un proverbio en 4 kanji que refleja justamente la base de lo que me motiva a seguir adelante: 初志貫徹 (shoshi kantetsu). Significa mantener siempre el espíritu, las metas y el sentimiento que uno tuvo al emprender algo. Tanto me gusta esa frase que la grabé en la parte trasera del iPad que compré el mes pasado.

El blog ha notado un decremento en la cantidad de escritos que he hecho. No obstante, siempre está en mi mente escribir algo, compartir lo que me pasa, lo que vivo a diario. Pienso hacerle algunos cambios a corto plazo, y por supuesto, escribir tanto como el tiempo me lo permita. No es una obligación, por lo que lo hago con gusto, y cuando me siento a escribir no me importa usar un par de horas hasta que lo que quiero plasmar queda justamente como deseo. Y así es: escribir algo aquí en el blog toma un promedio de una hora con veinte minutos, excepto las entradas de “Los años maravillosos”, pues ésas llevan días. Primero hago un borrador del post completo; luego, le doy una leída y agrego o quito partes, o cambio de lugar algunos párrafos (esto último sucede con mucha frecuencia); luego, si tengo algunas fotos, imágenes o vídeos que agregar, lo hago hasta el final, justo antes de publicarlo.

Perderme en las palabras que escribo siempre me ha gustado. Sé que me falta mucho para poder considerarme un buen escritor, pero sencillamente me gusta expresar por escrito lo que siento, y sobre todo, tratar de enriquecer mi vocabulario y (aunque parezca broma) que no se me olvide el español.

7 años, y apenas todo está comenzando.

Muchísimas gracias por leerme, por comentar, por estar al pendiente. Aquí seguiremos hasta la posteridad.

¿A dónde quieres ir de hoy en adelante?

¿Qué te motiva a seguir esforzándote cada día?

Trabajar para alguien más y tener seguridad económica a cambio de tu tiempo, tus ideas, y tu vida… o bien arriesgarte a cumplir un sueño y morir defendiendo tus ideales.

Lo primero suena bien, pero el precio a pagar es muy alto, y los más valioso que tiene un hombre es su libertad. Encerrar a alguien durante 10 horas o más dentro de una oficina obligándolo a trabajar como robot es la mejor forma de destruir la voluntad propia y el deseo de progresar y ser diferente. Habrá quienes se sientan “falsamente” bien con esa forma de vida, para quienes su individualidad no valga nada. Yo no soy parte de ellos.

No hay mejor manera de ser productivo en lo que se hace que tener un motivo, una meta, que te guste lo que haces. Lo he experimentado un par de veces en la vida, y una de ellas fue cuando comencé a estudiar japonés por mi cuenta. Los comentarios y las burlas que recibí no fueron pocos; desde “eso no te va a servir en la vida” hasta el ahora mítico “Es imposible. Nunca lo vas a lograr”. ¿La mejor parte de todo esto? Los 8 años y medio que he pasado en este país, con todas las buenas y malas experiencias que me han tocado, y el hecho de que el idioma no sea para mí una barrera y me haya abierto las puertas hacia un montón de vivencias y conocimiento que Japón me ha ofrecido. El japonés siempre fue un juego, un pasatiempo, algo en lo que me gustaba invertir tiempo, sin ninguna clase de pensamiento de querer estar o vivir en Japón en un futuro. Simplemente gusto por un reto diferente. Hoy, muchos años después, veo en ello justamente lo que Steve Jobs comentó en su famoso discurso en 2005 en la universidad de Stanford: “Connect the dots”.

Hoy tengo ante mí quizá el reto más grande al que me he enfrentado en la vida. Y no, no es la empresa en la que laboro actualmente, sino la conjugación de eso con las ideas que me mueven, las que realmente me hacen soñar por las noches y hace que me levante en las mañanas con ganas de tener todo el tiempo del mundo para desarrollarlas. ¿Lo voy a hacer realidad? Si el tiempo y la salud me lo permiten, ¡claro! Si no, al menos me quedará la satisfacción de que me fui por el camino que yo escogí y quise forjar, y no el de alguien a quien sólo le importa exprimirte los conocimientos sin siquiera darte un trato adecuado.

Lo he mencionado antes: una parte muy importante de trabajar es descansar. Un empleado motivado y descansado rinde mucho más, y si el empleado rinde, la empresa sube, todos subimos… Eso es justamente lo que necesito en este momento: un descanso. Pero no uno de un fin de semana, sino uno en donde realmente me pueda desconectar del mundo para voltear a ver el camino recorrido y poder planear el que sigue. Ignoro cuándo lo podré tener, pero antes de moverme a lo que sigue, forzosamente tendré que tomarlo. Mientras tanto, hay que continuar con lo que se tiene en este momento, con una visión muy clara: se puede cambiar. Nunca es tarde para hacerlo.

Descansa en Paz, Steve Jobs

Cierto, no soy muy fan de los productos de Apple, pero que no me gusten no significa que no reconozca el genio y talento de la persona que estuvo detrás de lo que es Apple ahora.

No diré más, puesto que todos lo conocen. Tampoco pondré link al famoso discurso en la universidad de Stanford. Simplemente quise expresar mi admiración por alguien que se animó a cambiar al mundo, a pensar diferente.

Descansa en paz, Steve Jobs.

La vida en la capital

Vivir en Tokio es, para mí, como haber regresado a Guadalajara. Después de haber estado 8 años y medio en el campo japonés, volver a la gran ciudad se siente bien, pero al mismo tiempo raro.

Afortunadamente no tengo que tomar tren para ir al trabajo, aunque podría hacerlo si así lo quisiera. Generalmente me voy en bicicleta y tardo aproximadamente 25 minutos en llegar, no sin antes echarle los kilos a dos mega subidas que me dan la bienvenida cada mañana (así llego con más ganas al trabajo); caminando se hacen 40 minutos por la vía más corta. En cualquier caso, puedo regresar a casa de forma relativamente fácil.

Menciono lo anterior porque hace unas semanas nos pegó de lleno un tifón a eso de las 6 de la tarde, pero para las 4 ya muchas líneas de tren estaban detenidas, y cuando el tren se detiene en Tokio se desata un caos por la gente que no puede regresar a casa y tiene que esperar en la estación o en las cercanías hasta que logra subirse a un medio de transporte. La empresa nos dejó salir como a eso de las 4:30 pm; opté por irme en metro (son nada más 3 estaciones con un cambio de línea), pero nunca pensé que en el cambio al segundo tren la suerte me fuera a dejar: trenes detenidos hasta nuevo aviso. “Si es metro, ¿cómo afecta?” pensé ilusamente, pero luego me di cuenta de mi ingenuidad al entender que no nada más yo, sino MUCHA gente pensaba lo mismo: todos querían subirse al metro y éste no daba abasto para tantos usuarios. Tenía la opción de esperar hasta que todo se arreglara o simplemente regresar caminando (o mejor dicho: corriendo) antes de que comenzara a soplar el viento en serio. En medio de la lluvia, ni siquiera pensé en abrir el paraguas: corrí y corrí y corrí hasta que llegué a la casa. En total hice una hora y media desde que salí de la oficina, pero me fue bien en comparación de gente que salió a la misma hora que yo y llegó a su morada después de las 10 pm.

En contraste, cuando pegaba un tifón fuerte en Iizuka, no había mucho de qué preocuparse: salía del trabajo, iba a comprar víveres al súper de al lado, y manejaba 5 minutos a la casa. Si acaso había embotellamiento en la calle principal, era, cuando mucho, por unos 10 minutos. ¿Se nota la nostalgia de no traer carro? 🙁

Por lo demás, Tokio obviamente presenta muchas más opciones de esparcimiento que las que tenía en Kyushu, aunque con mucha menos naturaleza. Lo que se me hace curioso es que tengo poco más de un mes de vivir por acá y sólo he ido 2 veces al cine, siendo que es mucho más accesible que cuando estaba en Fukuoka pues tenía que manejar mínimo 40 minutos para llegar al cine más cercano, que está de más mencionar que está fuera de la ciudad. No obstante, apenas le voy “agarrando la onda” a todo lo que hay por este lado del país.

Respecto a la cuestión laboral, la empresa en donde estoy trabajando es la viva imagen de la compañía típica japonesa y de los más puros Salary Man. Si alguien todavía necesitaba prueba de que trabajar en una empresa japonesa es toda una odisea, nada más pregúntenme: NADIE se mueve a la hora de la salida; el ambiente en un funeral es mucho más animado que en la oficina. Comparándola con mi trabajo anterior, la empresa en Iizuka era una súper fiesta en donde todos estaban invitados… pero bueno, le aposté a un cambio para desarrollarme más en ciertos aspectos y no voy a dejar que el “súper” ánimo de mis compañeros de trabajo me atrape y me haga como ellos. En cierta forma, todo esto me recuerda a los hombres grises que salen en Momo (el libro de Michael Ende, que es uno de mis favoritos).

La vida en la capital no es nada nuevo para mí; la forma de trabajar que tengo ahora sí. Me costará mucho adaptarme, pero será mucho más difícil no volverme uno de ellos.

Por acá andamos.