Oficialmente mañana regreso a mi trabajo como profesor de inglés en las escuelas primarias, y siento que ya estoy agotado desde la noche anterior. Realmente no cuesta tanto levantarse a las 7 am todos los días, lo que realmente pesa es estar con los niños, y hasta eso tampoco es tanto. Me refiero en especial a los niños “problema”.
Si yo tengo a cada grupo solo 1 hora por semana y termino el día exhausto, mis respetos para los maestros, que los tienen que aguantar prácticamente todo el día todos los días. En Japón, los niños de las escuelas primarias entran a clases a las 8 am y salen por lo general después de las 4 pm, por si alguien se quejaba de que eran muchas horas de escuela en México. Como sea, los maestros en general tienen todo mi respeto, porque se necesita verdadera vocación para dedicarse a la enseñanza, y más cuando se trata de niños de secundaria.
Entre lo poco malo que hay al estar con los niños, hay muchas cosas buenas. Los niños son sinceros, quieren jugar, tienen curiosidad por todo, y en cierta forma los envidio, porque un niño solo tiene que preocuparse por ir a la escuela, salir de ella y jugar (son pocos los que realmente hacen la tarea). Gracias a ellos, he aprendido a ser mucho más paciente (cuando llegué a Japón no soportaba tener a un niño cerca) y al mismo tiempo a conocerme más. Es algo así como un “extra” que no me esperaba que tendría por esta parte del mundo.
Lo mejor del caso es que las clases de septiembre son solo esta semana debido a los eventos deportivos que se realizan en las escuelas con motivo de la llegada del otoño. Así que después de esta semana tendré 3 semanas libres de niños otra vez. La verdadera friega comienza en octubre… Ahí sí ya tengo agenda llena.
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