Actualización – diciembre 2012

Como ya he comentado en el escrito anterior, no estaba perdido.
Con eso de que falta muy poco para que “se acabe el mundo”, estaba “haciendo preparativos”. Lo malo es que no especifican si el 21 de aquí o el 21 de la tierra maya. 😛

Dejando las bromas de lado, estas últimas semanas he estado tomando las cosas con mucha calma. Mi situación laboral no es mala, pero ciertamente podría ser mejor; aprendo a controlar eso. Luego, estuve en ese periodo en el que al llegar a la casa lo último que quiero hacer es prender la computadora. Llegaba a leer algo, a intentar descansar, y de vez en cuando a jugar en Tekken en la PSN. Sin embargo, el jueves pasado me asusté porque, después de una sesión de poco más de una hora en el PS3, al ir al futón e intentar leer algo, por primera vez en mi vida veía las letras borrosas y me costaba trabajo enfocarlas. Pensé: “Así que va siendo hora de usar lentes…”. No es que me espante usarlos, simplemente es un objeto que nunca he necesitado, y por ende me salió el “orgullo” de querer quedarme así como estoy. Pero todo volvió a la normalidad después de un buen descanso.

Asimismo, en este tiempo he recibido varias preguntas respecto a viajar o trabajar en Japón. Sé que debo responderlas y me disculpo ante quienes las formularon, pero después de meditarlo un poco creo que es mejor contestar esas preguntas para todos y no nada más para sus autores. De esa manera, la información queda disponible para tratar de ayudar a quienes en un futuro tengan la misma incógnita. En corto: actualizaré la páginas de “preguntas frecuentes”.

Hace 2 semanas tembló por acá; a mí me agarró en el trabajo (5to. piso de un edificio), y como duró un buen rato, yo ya estaba agarrando mi kit de emergencia y metiéndome abajo del escritorio. Algunos pensarán que exagero, pero cuando sientes que todo se mueve y no para, uno hace preparativos para lo que pueda suceder. Lo que nomás no termino de asimilar es que en medio del temblor llega una de las jefes con la persona sentada enfrente mío y le dice “pues disculpa que venga mientras está temblando, pero necesito que a este documento le hagas esto, y esto, y le cambies aquí, por favor”. Yo me quedé con cara de WTF! Lo primero que te dicen que hay que hacer en caso de un terremoto es resguardarte para evitar heridas por los objetos que se puedan venir abajo, pero la realidad es que los japoneses se quedan con la idea de que no va a pasar nada y le dan prioridad a otras cosas. No recuerdo si ya lo comenté en el blog, pero en el trabajo anterior (del que hablé en “Luz” y al que me ha dado por nombrar “el infierno“) me dijeron que cuando ocurrió el temblor en marzo del año pasado, lo que hicieron muchos fue agarrar sus monitores para que no se cayeran del escritorio… Simplemente increíble.

También durante estas semanas de ausencia en el blog tomé un tiempo para reflexionar un poco. Leí una entrevista que le hicieron a Larry Page en donde menciona que “es su personalidad nunca estar satisfecho con nada”, y aunque sé que no es la única persona que piensa así, ver su opinión en ese momento reafirmó que soy de la misma calaña. No es fácil ser así, y siempre hay momentos en donde pones las cosas en perspectiva y te preguntas si vale la pena seguir viendo hacia adelante en vez de sentarte a disfrutar lo que tienes en ese momento. Cierto: hay “trade-off”, y quizá lo más difícil para mí ha sido tener que bajarle a algunas cosas (y en lagunos casos desprenderme de otras) para darle prioridad a lo que creo que lo merece. No me arrepiento de las decisiones tomadas hasta el momento, pero siendo sincero, sí extraño ese tiempo que solía tener para dedicarle a asuntos que me llaman la atención.

Hay algo que sí me molesta mucho: que te quieran imponer una serie de actividades y que te quieran obligar a dejar muchas otras solamente por tu edad; porque “no va contigo”. Especialmente de este lado del charco esa tendencia es muy marcada, y para nada comulgo con ella. Por mucho que nos parezcan raros los gustos y las actividades de una persona, nadie tiene la facultad de juzgar a otro solamente por no entrar en los estándares, algo que en Japón es el pan de cada día debido a su homogeneidad. Sí, tengo 34 años ya, pero eso no quiere decir que tenga que dejar de ver cosas que me gustan ver o de escuchar cosas que me gustan escuchar sólo porque “ya tengo cierta edad” o porque “ya estoy grande”.

En fin. A mis 34 primaveras y con nuevos bríos, sigo mi camino. No voy a decirles que no me preocupa lo que el futuro pueda traer y los giros que mi vida vaya a tener de ahora en adelante, pero ya con un poco más de calma y casi totalmente recuperado de la fatídica experiencia del infierno, poco a poco vuelvo a ser el mismo de antes: miedo no, sentimiento de aventura sí. Y vaya que necesitaba recuperar eso.

¡Ah! Antes de que se me olvide: ya se pueden “suscribir” a los comentarios de un post, por si preguntan algo y respondo directamente puedan darse cuenta.

Ya se termina el año y ya ha comenzado el maratón Guadalupe-Reyes. Hay mucho por qué echarle ganas 😀 Y por si ya no puedo poner nada antes del 21 diciembre:

¡Feliz fin del mundo! 😛

Mensaje a mí mismo, hace 10 años

 

La semana pasada que me dediqué a desescombrar el cuarto del escritorio (y que gracias a eso ya tengo funcionando la computadora de escritorio con Slackware 14), me encontré con el último cuaderno que usé para estudiar japonés. Y como suele suceder en estos casos, dejé de limpiar por un rato y me puse a revisarlo.

El mensaje que está en la imagen de arriba lo escribí en la primera página el lunes 1 de abril de 2002. En ese entonces no había visitado Japón ni sabía que lo haría en septiembre de ese año, ni tampoco había siquiera metido papeles para la beca de Monbukagakusho. Por mi cabeza sólo rondaba la idea de aprobar el examen de japonés (日本語能力試験), nivel 1; para esas fechas lo había presentado una vez y había fallado por tan sólo unos puntos.

A continuación, la transcripción del mensaje, justo como lo escribí hace 10 años (o sea: con todo y errores), y después su traducción. ¿Por qué ponerlo aquí? Porque aun después de 10 años leer esto me recuerda de dónde vengo y me ayuda a entender mejor a dónde quiero ir y qué tengo que hacer para lograrlo. Y claro, compartir este pensamiento con ustedes quizá a alguien le sea de utilidad. Dicho sea de paso: sí, me avergüenzan los errores cometidos en el escrito, y no pude evitar reir al leerlos ahora que mi japonés ha mejorado (comparado con esa época).

Sin más preámbulos:

2002年4月1日(月)

はじめに

ほかの日本語のノート。これは5番目か6番目かが分かりませんが数える訳がないです。

どうして特にこのノートの第一ページに「はじめに」を書いているんでしょうかと多分今頭の中で考えています。答えは簡単:自分を励ますように。

この中に基礎的な日本語がありません。最初から今にかけてなっている日本語は普通に使われていて、深い説明がありません。日本語の勉強の言葉に言い換えれば「1級だけの表現や慣用句や作文などの事」があります。

この文書を書くときに能力試験に合格かどうか知りません。だけど、受かっても受からなくても今は大切じゃありません。思い切り学んで、決してあきらめいなで。悲し過ぎる時、そして、やめたい時に自分自身の勉強のおかげで習ったことを顧みて、君が大切な人だと思っている人を思い出して、人生を続けて。悪い経験を味わっても「もう懲りる」と言ってもいつも笑顔を見せて精一杯頑張って。

確かに人生はややこしいです。しかし、それこそからとても面白くて楽しいです。未来のことを思うのがいいんだけどこだわるのが良くなくて苦しい。というわけで「今」を生きて、人の困る時に側にいて助けてあげて。

その上、「結婚したい」って夢、そして「緑ちゃん」について思って。どこかに君に愛されたがっていて君を愛したい女はいるから。

夢を叶えるために

マヌエル

 

Lunes 1 de abril de 2002

Para comenzar

Otro cuaderno de japonés. No sé si éste es el 5to o el 6to, pero no hay razón para contarlos.

Quizá en este momentó me estaré preguntando el porqué escribí especialmente en la primera página de este cuaderno un mensaje “para comenzar”. La respuesta es fácil: para alentarme a mí mismo.

Aquí dentro no hay japonés básico. El japonés que he aprendido hasta la fecha es usado de forma normal y no hay explicaciones detalladas. Diciendo lo mismo en palabras propias del estudio del japonés: aquí hay solamente expresiones, modismos y composiciones de nivel 1.

Al momento de escribir esto no sé si pasé el examen de japonés. Pero apruebe o no, eso no es lo importante ahora: estudia con todas tus fuerzas y nunca te rindas. En los momentos más tristes o cuando quieras dejar de estudiar, voltea a ver todo lo que has aprendido estudiando por tu cuenta; recuerda a las personas que crees que son importantes para ti y sigue adelante. Aunque tengas experiencias malas  y aunque digas “ya no puedo más”, siempre muestra una sonrisa y esfuérzate al máximo.

La vida ciertamente es complicada. Sin embargo, es gracias a eso que es interesante y divertida. Es bueno pensar en el futuro, pero aferrarse no es bueno y duele. Por tanto, vive el presente, y cuando alguien esté en problemas está a su lado y ayúdale.

Y además de todo, piensa en tu sueño de casarte, y piensa tambien en Midori, porque en algún lugar hay una mujer que quiere ser amada por ti y quiere amarte.

Para cumplir los sueños

Manuel

El resto del cuaderno son hojas y hojas y hojas de vocabulario y expresiones que preguntan en el nivel 1 del examen de japonés. Todavía veo algunas y, aunque sé cómo se usan, rara vez las digo, y cuando lo hago los japoneses se quedan de “¿cómo sabes eso?”, “eso ni yo lo entiendo”. Y no es ensalzarme: cualquiera que haya aprobado el nivel 1 sabe a lo que me refiero al momento de intentar usar algunas de esas expresiones en el vocabulario diario. NO confundirse: SÍ hay algunas que son comunes, pero otras que sólo verán en libros.

No hay rutas cortas ni fórmulas mágicas para aprender ni para ser exitoso en algo. El trabajo, la constancia y la disciplina son las mejores herramientas para lograr lo que nos propongamos. Y lo mejor es que están al alcance de todos y no cuestan ni un centavo. Depende de nosotros hasta dónde queramos llegar. Hoy, a más de 10 años de haber escrito lo anterior, lo vuelvo a corroborar.

¡Viejos los cerros!

Efectivamente. Todos vamos para allá, pero unos antes que otros (afortunadamente hay quienes van más adelante que yo).

Saquemos cuentas: si llegué a Japón en abril de 2003, quiere decir que… 2+2 son 4… ya. Es mi noveno cumpleaños desde que llegué a este país.

Creo que ni en mis sueños más guajiros me imaginaba en ese entonces que hace 10 años después:

  • Estaría todavía aquí.
  • Viviría en Tokio.
  • Traería el pelo largo (es la segunda vez que me lo dejo crecer. A ver cuánto me dura el gusto).
  • Conocería a toda la gente que conozco.
  • Estaría escribiendo un blog sobre mi perspectiva de la vida por este lado del mundo (recordar que esto comenzó en septiembre de 2004).
  • Vería mucha menos animación y leería mucho menos manga que cuando vivía en México.
  • Vería a mi país con ojos completamente diferentes.

Y muchas otras cuestiones que, de alguna forma u otra, han contribuido a que sea la persona que soy en este momento, y que me encaminan hacia donde quiero llegar.

Uno siempre quiere ser joven (¡y lo soy! Chin chin el que se diga lo contrario (se mancharían muy duro)). Nunca hay que olvidar que la edad es un estado de ánimo, aunque 34 ya suenen muchos (*sniff*).

Por lo pronto, hoy hay que hacer una pausa, respirar profundo, sonreir por lo que tengo y por lo que viene y relajarse aunque sea un instante. Problemas hay siempre, situaciones difíciles también. Hoy, al menos por un día, no existen.

Mal jefe, mal empleado

En repetidas ocasiones me he quejado de lo malos que son algunos jefes que me han tocado, pero no en el sentido de “malos” en cuestiones técnicas, sino más bien en su forma de tratar empleados. Entiendo, o mejor dicho, quiero creer que no es “lo normal”, pero parece que es un estándar en todos lados; incluso leía hace unas semanas en… no recuerdo si fue en Techcrunch, en donde comentaban que grandes figuras de los negocios o de la ciencia por lo general tenían mal carácter y trataban a los demás como basura, y justamente mencionan (entre otros) a Steve Jobs.

No obstante, también me pongo a reflexionar del otro lado de la moneda: ¿cómo soy yo como empleado? Para poder hacer una crítica más constructiva, es necesario ver desde diferentes ángulos; eso nos ayuda a encontrar puntos en los quizá debamos trabajar nosotros también.

La conclusión a la que llegué no difiere mucho a lo que originalmente pensaba, pero sí me ayudó a sacar a la luz detalles que he de tomar en cuenta si realmente quiero ser jefe algún día.

Primero que nada: nunca, en mi vida laboral, he tenido a nadie trabajando o haciendo algo bajo mi supervisión; por tanto, carezco de experiencia en ese sentido. Cierto es que en el trabajo que tuve en Fukuoka yo era el que dirigía al jefe y el que le daba el visto bueno a lo que él hacía, pero nada más. No tenía poder de decisión para planear las cosas.

Segundo: sé respetar la autoridad y no me gusta “brincármela”, pero no me cae cuando el respeto no es recíproco. Es un hecho que no me gusta recibir órdenes, pero también sé que debo acatarlas para llevar la fiesta en paz, y sólo las rompo cuando sé que el resultado final va a ser mejor de lo esperado, aunque eso signifique que me tenga que agarrar del chongo por no haber hecho las cosas como me dijeron. Si yo respeto a la persona a la que le tengo que rendir cuentas y trato de entender que su trabajo también es pesado, es lógico que también espero que la otra persona entienda que soy humano, que razono, y que también siento. Jefes como el que tuve en el trabajo pasado existen simplemente para ser olvidados.

Aclaro algo: nunca me ha parecido, ni me parecerá mal que alguien no sepa. Nadie lo sabe todo. El trato a las personas no se mide por estatus social, título o reconocimiento. Puedes ser la personas más rica y poderosa del barrio, ciudad, pueblo o mundo, pero eso no significa que eres más que los demás. A mí me merece el mismo respeto el presidente de la república que el barrendero de la colonia, y quizá el último me caiga mejor por su actitud y su personalidad. Creo firmemente que cualquier persona puede salir adelante si tiene 1) la oportunidad y 2) las ganas de aprovecharla.

Yo de empleado creo exigir lo mismo que me exigen, pero he de reconocer que, por falta de experiencia, mis ojos no veían más allá del proceso existente entre el jefe y yo; las políticas en un lugar (empresa, universidad) existen por algo, y antes de querer romperlas “por mis desos” es necesario ver las consecuencias que eso traerá. Vamos: saber en qué parte de la maquinaria va tu engrane y como afecta si lo cambias por uno con más o menos dientes. Aunque ya tiene tiempo que me di cuenta de esto, la verdad es que todavía me falta mucho por entender si es que realmente quiero ser el jefe que me hubiera gustado tener (que sí los tuve, pero son contados).

Con todo, seguir reglas y aprender a ver más allá del escritorio personal no significa mecanizarse: superarse significa tomar riesgos, aventurarse a hacer algo diferente, proponer y no ser títere de nadie, pero nunca, nunca dejar de escuchar a los demás. Esas son características que veo que les faltan (o les han faltado) a varios de los líderes o jefes que he tenido, y de no haberme dado cuenta es casi seguro que yo también las tendría porque exigiría de la misma forma que lo hacía cuando era empleado (el día que sea jefe, líder, profesor, etc.).

Tratar de entender las dos caras de la moneda es difícil porque cada una tiene sus conflictos, objetivos y metas. No obstante, pienso que es necesario hacerlo no importando de qué lado estemos, seamos jefes o empleados, o profesor y alumno, o maestro y discípulo. Nos ayudará a entender mejor dónde estamos y qué nos hace falta para poder llegar a donde queremos estar. Y si ya están en donde quieren, ayuda a mantenerse en ese sitio.

Lo anterior es un extracto del post que originalmente pensaba escribir justo después del de “Luz“. Lo que sigue después como que perdió rumbo y mejor lo borré. Nótese que andaba muy pensativo 😛

Luz

Antes de tratar el tema de este escrito, es necesario hacer un par de aclaraciones:

  • Seguramente, esto es lo más largo que he escrito en blog (en un solo “post”). Lo de agarrar palomitas, refresco y ponerse cómodos antes de comenzar la lectura aplica mucho más que las otras veces que lo he sugerido.
  • Todo lo que leerán es una experiencia total y completamente personal. Por tanto, la opinión expresada es también absolutamente personal. Como en todo lo comentado aquí, nada de lo expresado es verdad universal. Quizá a algunos les pueda servir como referencia.

Ahora sí, entremos en materia:

Pensaba hacer una serie de escritos respecto a este tema, pero al final decidí escribirlo todo en uno solo, de esos kilométricos.

Sin temor a equivocarme, puedo decir que hace un par de meses volví a la vida. De agosto de 2011 a junio de 2012 prácticamente estuve ausente de todo, y la situación me afectó de una forma que no pensé que fuera posible.

Muchas personas creen que que he cosechado muchos triunfos. Yo, que no suelo estar satisfecho con lo que hago, no lo creo. Cierto: me ha ido bien en algunas cosas, pero sabemos que en la vida no todo es color de rosa. A veces se gana, otras se pierde, y precisamente considero que perdí durante el lapso de tiempo arriba mencionado. Pero a fin de cuentas ganar o perder es lo de menos; lo que queda es la experiencia ganada.

Aquí relato lo vivido en ese tiempo.

Continue reading “Luz”

Y leí el libro de Daigo Umehara

Aunque fue hace ya varios meses, no quería dejar de comentar en el blog mis impresiones sobre el libro que escribió Daigo Umehara.

Seguramente quienes no están metidos en el mundo de los videojuegos ni siquiera han oído hablar de Daigo. Como introducción, vean el siguiente video. Daigo es quien da la voltereta y gana el round.

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=kuSMEVhPvTY[/youtube]

Sí, yo sé que éste no es el principio de Daigo, y también estoy consciente de que muchos de ustedes lo vieron y no tienen ni idea de lo que está pasando. Resumiendo: lo que Daigo hace en el video es como el sueño dorado, la meta y el significado que tienen los juegos de pelea, al menos para mí. Ejecutó una jugada maestra arriesgándolo todo y terminó ganando un round y una pelea que estaba prácticamente perdida… en torneo… ¿Todavía no entienden qué onda? Bueno, sólo piensen que hizo algo muy, muy difícil.

Daigo está en el libro de récords Guiness como el jugador profesional de videojuegos que más triunfos ha obtenido en torneos oficiales de Street Fighter, y fue el primer jugador profesional de videojuegos en Japón, ya que antes de él no existía el concepto por acá.

Daigo escribió un libro que fue publicado este año. Portando el título de 勝ち続ける意志力(Kachitsuzukeru ishiryoku) que se traduce como “La fuerza de voluntad para continuar ganando” en él se plasman los acontecimientos que llevaron a Daigo a ser quien es ahora, y su filosofía de cómo ganar y mantenerse siempre en la cima, que todos sabemos que es lo realmente difícil.

Las primeras páginas del libro describen el video de arriba; Daigo narra punto por punto lo que pasó por su mente en ese momento, y quizá lo que a mí me llamó más la atención es que durante esos segundos críticos él no escuchó absolutamente nada, ni siquiera a la multitud que poco a poco comenzaba a celebrar su jugada. Según sus palabras, hasta después de terminada la pelea se dio cuenta de que la multitud se había vuelto loca. Ese nivel de concentración en una situación como esa es, al menos para mí, increíble, y al mismo tiempo un acto loable.

Obviamente, no todo fue miel sobre hojuelas en la vida de Daigo, pero siempre estuvieron presentes los videojuegos, y es ahí donde me sentí identificado. Ya antes he escrito aquí lo que significan para mí los videojuegos, y leer algo similar que viene de un personaje como Umehara fue hasta cierto punto sorprendente.

Daigo hace la separación (hasta cierto punto lógica) entre los que ganan y los que son ganadores. Hay gente que piensa que llegar a ser el número uno es la meta final; se concentran en ganar un evento en específico, o en vencer a alguien en específico, y es una meta totalmente respetable, pero esa gente no llega a ser ganadora.  Menciona también que hay que encontrar un balance entre no ser arrogante al momento de ganar ni tampoco auto-despreciarse al perder.

Algo que sí me sorprendió es que Daigo comenta que no le gusta aprovecharse de las debilidades de sus oponentes, y que no recomienda hacerlo si es que uno quiere hacerse realmente bueno.

En el libro también se cuenta sobre el tiempo que Umehara estuvo retirado de los videojuegos, y lo que hizo en ese entonces: aprender a jugar Mahjong y convertirse en 介護士(kaigoshi, enfermero dedicado al cuidado de gente mayor).

Con todo, quizá el punto en el que más estuve de acuerdo de todo el libro es en 2 puntos:

  1. En vez de concentrarse en ganar un evento, lo que se debe mantener siempre es un propósito, y ése debe ser el seguir creciendo, seguir mejorando, seguir puliendo las técnicas. Después de todo, si uno se centra nada más en llegar a la cima, lo más seguro es que alguien llegue y te destrone. A fin de cuentas, siempre habrá alguien queriendo desafiar y derrotar al campeón.
  2. Daigo expresa que estar en el mundo de los juegos de pelea implica estar aprendiendo siempre. Puedes ser el mejor en un juego, pero cuando salga otro, cuando la comunidad y la competencia se mueva, si no aprendes desde el principio, lo que va a pasar es que vas a perder, y te quedarás pensando “pero si era muy bueno en el juego X”.

El punto 2 anterior es algo que siempre he sentido, y de hecho fue lo que me motivó a comenzar a jugar Tekken, siendo que nunca me habían gustado los juegos de pelea en 3D: cuando iba al centro de juegos y esperaba encontrar reta en algun juego conocido. En 2005, publiqué aquí en el blog el resultado de la primera vez que fui a retar a las arcadias en Iizuka, pero poco a poco esa gente se fue moviendo a otros títulos. Veía que muchos se juntaban en Tekken (en aquel entonces el 5), pero yo me resistía precisamente por no haber practicado nunca. Cuando de plano me animé, me pusieron las arrastradas de mi vida y llegaba a pensar en lo “bueno” que era en otros títulos con los que crecí y a los que me acostumbré durante muchos años. Al aplicar lo que siempre hago en el mundo de la computación y la investigación, de repente la frustración se convirtió en reto… en uno que todavía sigue.

Daigo Umehara, como cualquier persona que se hace famosa, tiene defensores y detractores. Mientras los primeros lo elevan al estatus de dios de los juegos de pelea, los segundos se dedican a celebrar cada una de sus derrotas (como la que sufrió en el pasado EVO 2012 – el torneo de juegos de pelea más importante a nivel mundial). ¿Mi opinión? El hecho de estar presente en torneos y ser constante en el top 8 lo hace admirable. Puede que no gane siempre, y que no haya ganado últimamente algún torneo, pero el temple que muestra al momento de estar en escena es impresionante.

Un día de estos seguro me lo encuentro. Según su libro, siempre está en Shinjuku, desde las 5 pm hasta que cierran, excepto a fin y principio de año. Rara, muy rara vez pido una fotografía o un autógrafo a alguien, pero si lo veo, seguro haré una excepción.

De vuelta en Japón

Fueron nada más 2 semanas en Guadalajara. No vi a todas las personas que quería ver, ni tampoco fui a todos los lugares a los que quería ir, pero el viaje sí cumplió su cometido: recargar pilas y recordar que hay más vida que vivir en Tokio.

Han pasado casi 11 meses desde que llegué a la capital nipona, y sin temor a equivocarme puedo afirmar que todo ese tiempo ha sido sumamente pesado, estresante y para nada gratificante. Corría el riesgo de volverme un salary man al más puro estilo de las empresas japonesas más cuadradas, y aunque costó trabajo, logré salirme de ahí, puesto que ya he mencionado antes que mi idea de estar aquí no es la de ser un simple salary man.

Le perdí el gusto a muchas cosas que disfrutaba y ahora estoy en proceso de recuperarlo, y el viaje a mi rancho me ayudó a ver las cosas en perspectiva.

Quiero agradecer a las personas que se tomaron la molestia de llamarme o de verme personalmente mientras estuve por allá.

  • A todos los que desvirtualicé o conocí por primera vez: ¡muchas gracias! Su hospitalidad, sus ganas de salir adelante y su entusiasmo me dieron las fuerzas que necesitaba para volver al país del sol naciente y seguir con los planes.
  • A mis amigos ya de hace muchos años: sus palabras de aliento, su comprensión y el tiempo que se han tomado en escuchar mis quejas y problemas es realmente muy valioso para mí,. De corazón, muchas gracias.
  • A mi familia en general: no es por minimizar la mala situación por la que pasan varios miembros, pero el hecho de que estén juntos, se vean, se hablen e incluso que se peleen y se insulten, es un regalo tan valioso que quizá de su lado no se vea. Aprovéchenlo y disfrutense entre sí ustedes que pueden. No quiero que necesiten estar lejos de todo para que entiendan.
  • A quienes me desearon lo mejor en mi viaje sin siquiera conocerme: sí, me atasqué de vitamina T y de la calidez y alegría de la gente de México. Y sí: me traje mi “itacate” 😀

La nueva etapa de mi vida en Japón comienza el próximo 2 de julio. Mientras tanto, estoy en etapa de “preparación”. Hay muchas decisiones que hacer, varios caminos posibles y un montón de retos. Lo que viene se ve bueno y también difícil, pero creo que ya estoy curado de espantos. Veamos que me tiene preparado la vida para este ciclo que comienza. Yo estoy listo, y creo que esta vez ya nada me va a detener.

Por aquí andamos…

Profesionalismo

Una de las preguntas que más frecuentemente me hacen es si nosotros como mexicanos podemos hacer algo para que México funcione de mejor manera, justo como en Japón funcionan las cosas, como el transporte público, por ejemplo. La respuesta, aunque con palabras más o palabras menos, siempre es la misma: sí. La cuestión es que no es tan difícil como todo mundo cree.

¿Qué nos falta? Yo diría que profesionalismo al hacer las cosas.

Mi punto, totalmente debatible y refutable, es el siguiente.

Aunque sé y me consta que hay muchas excepciones, la norma en México al momento de realizar una labor es cansarse lo menos posible; si sale con eso, ya la hicimos: solucionamos el problema, nos evitamos la fatiga de pensarle más y nos van a pagar por ello. ¿Por qué lo digo? Porque la calidad del servicio que se ofrece en México dista mucho de ser la mejor. Y esto no va solamente para servidores públicos o atención al cliente, sino prácticamente a todos los sectores. Nos hace falta profesionalismo.

Ser profesional no es haber cursado una carrera y haberse graduado de la universidad, mucho menos tener maestría o doctorado. Los títulos salen sobrando. Ser profesional es hacer de la mejor manera lo que nos toca hacer, sea lo que sea. Si las cosas se hacen bien y le metemos espíritu mexicano, créanme que se puede hacer un gran cambio con relativamente poco esfuerzo.

Desde el dueño de una compañía hasta un “viene viene”, cada uno desempeña una labor (legal o ilegal es otra historia); si éste la realiza de la mejor manera, su trabajo hablará por él, y eso le puede abrir la puerta a nuevas oportunidades o incluso a mejorar sus ganancias.

Se supone que realizamos un trabajo para proporcionar un servicio, lo que significa que a final de cuentas alguien va a quedar satisfecho o decepcionado de nuestra labor. Tomando los ejemplos anteriores, el dueño de una empresa toma las decisiones que cree convenientes para llevar a su compañía a buen puerto, y al hacerlo todos los miembros de ese lugar deberían ver beneficios también (no necesariamente un aumento de sueldo, aclaro); el dueño le responde a la sociedad en general (por la confianza que depositan en él para proporcionar un servicio), a su grupo de directores (por las decisiones que toma para que la empresa siga generando ganancias), y a sus empleados (por los sueldos y las condiciones de trabajo que acuerda para que su idea marche sobre ruedas). Mientras tanto, el “viene viene” le responde a la gente que estaciona sus carros en los lugares “que cuida” (porque necesitan el lugar y el viene viene les proporciona también un cierto sentido de seguridad), a los que viven en las casas que dan con las banquetas que él cuida (para que no lo vayan a reportar) y hasta a las autoridades (para darles mordida y tenerlas contentas para que no lo vayan a quitar del lugar en donde está). En todos los niveles se necesita que el trabajo se haga bien.

De nuevo insisto: con lo anterior no consiento la actividad que realizan los viene viene, ni los que venden piratería, ni los que aceptan mordida, ni nada similar. Son simples ejemplos para demostrar que en donde sea que se realice una labor, si la hacemos de la mejor manera posible, los principales beneficiados seremos nosotros.

Continue reading “Profesionalismo”

En Guadalajara, 2 años después

Sin avisarle a prácticamente nadie, aprovechando unas vacaciones forzadas en el trabajo y agradeciendo de corazón que haya vuelo directo de Tokio a la ciudad de México, aproveché para venirme a mi rancho

Este viaje se decidió repentinamente hace una semana. Renuncié al trabajo que tenía (historia que contaré por separado), y como el siguiente comienza hasta julio, aproveché para tomarme unas vacaciones. La idea original era irse a algún otro lado, pero considerando que tenía 2 años sin estar de este lado del charco y que necesitaba urgentemente una buena dosis de vitamina T, la opción sólo fue una.

Ayer visité mi antigua escuela de japonés y me dio mucho gusto ver a la directora, la profesora Noriko Tsuchiya, y también vi con gusto que el número de estudiantes ha crecido considerablemente.

Estaré por acá solamente un par de semanas. Planeo, de haber gente interesada, hacer otra plática informal para comentar acerca de las becas a Japón, del trabajo y la vida en el país del sol naciente. Intenté entrar al CUCEI, pero ahora resulta que no te dejan entrar a menos que justifiques la razón de tu visita. ¿Seguridad? Quién sabe, ahí sí no puedo decir nada, pero considero que las universidades deben ser espacios públicos abiertos.

Se aceptan invitaciones a la playa en lo que estoy por acá.

Todos los escritos pendientes por acá irán saliendo poco a poco. Como siempre, les agradezco su paciencia y su comprensión.

Por cierto, saludos a Baudelio, estudiante del instituto de intercambio cultural México-japonés, que ayer me saludó durante mi visita. ¡Gracias por leerme!