Ahora que es un hecho de que no tengo trabajo los fines de semana, además de aprovechar para adelantar algunos proyectos personales y estudiar un poco temas que quería aprender desde hace un rato, se ha definido un patrón en la forma de descansar, y esto es bueno, ya que no quiero caer en la situación de los japoneses: no saber descansar.
Para muchos de ustedes, la expresión “saber descansar” puede parece absurda. ¿Cómo es eso de “no saber descansar”? Los japoneses llegan a depender tanto de su trabajo (es lo único que hacen), que cuando les “cambian la jugada” y tienen tiempo para ellos, pocos son los que realmente tienen un pasatiempo, o mejor aún, un sueño. Lo único que quieren es “descansar”, pero para ellos el descanso se refiere a estar en casa y dormir lo que no han dormido (algo que no es tan malo… de no ser porque muchos siempre hacen eso), y se ls olvida prácticamente que hay un mundo allá afuera y que ellos tenían una vida antes de comenzar a laborar como lo hacen. En corto: se les acaba la opción de “divertirse”, y el concepto de tiempo libre cambia por completo.
Lo anterior trata de justificar la actitud que toman los jóvenes nipones al entrar a la universidad: se esforzaron tanto para tener un lugar ahí (realmente estudian muchísimo), que al ser universitarios saben que son los pocos años que les quedan de diversión, y por ello, más que estudiar, se dedican a divertirse. Claro que hay gente que toma las cosas de forma seria y que no es bueno generalizar, pero la media es, lamentablemente, así. La universidad es el tiempo de vivir solo, de los viajes, de las borracheras, de los novios (lo cual no suena tan diferente a otros países), pero esto es debido a que una vez que se conviertan en shakaijin (literalmente, en “gente de sociedad”, “población económicante activa”, “que trabaja y ya no es estudiante”), todo eso quedará en el pasado como un buen recuerdo.
Los mismos japoneses que estuvieron en ese círculo y salieron de él hacen comentarios similares: algunos se dan cuenta de la realidad de su país gracias a haber hecho un viaje al extranjero (de paseo, como working holiday o de estudios) y regresan a Japón con la mente cambiada. Obviamente, hay quienes opinan que Japón ha obtenido su fortaleza económica gracias a la diligencia (más bien diría “exigencia”) con la que hacen su trabajo. Japoneses exitosos que han salido de su país afirman que para triunfar en el país del sol naciente hay que salirse de la norma, hay que ir contra la corriente e ignorar los comentarios de los demás (nada nuevo para nosotros, claro está); lo malo es que aquí sí se refleja la veracidad del dicho que reza “es más fácil decirlo que hacerlo”. Para el japonés común la vida es el trabajo y el trabajo es la vida. Y esto es la causa de varios problemas sociales que todavía hoy se busca solucionar. Pongamos como ejemplo los suicidios juveniles. Niños que enfrentan conflictos propios de la adolescencia, que tiene preguntas, que comienzan a tener su propia forma de pensar y buscan ser aceptados. Los padres realmente quieren a sus hijos, y para demostrarlo, se la pasan todo el día en el trabajo para que tengan qué comer y para poder enviarlos a una universidad de renombre (muy cara, como es de suponerse). El problema es que los niños necesitan la presencia del padre; necesitan hablar, llorar, sacar lo que traen dentro, y si no hay nadie que los escuche, la presión escolar, el estrés y la falta de identidad los llevan muchas veces a optar por la salida fácil.
La mayoría de las veces la tarea de escuchar, hablar y aconsejar a los niños se le delega completamente a los profesores, y esto es simplemente origen a más problemas, puesto que los profesores, aunque sacrifican su propia vida para poder estar al tanto de los chicos, realmente no pueden con toda la carga… y cuando tratan de corregir a alguno, hasta corren el riesgo de perder el trabajo si, por ejemplo, le levantan la mano al niño o si incluso llegan a pegarle. Los días del profesor aventándole el borrador o el gis al estudiante parlanchín que no se calla durante las horas de clase o al que se la pasa dormido, que solemos ver en muchas animaciones japoneses, han quedado atrás, y si tomamos en cuenta que aquí nadie puede reprobar en primaria ni en secundaria, los niños saben que les van a perdonar prácticamente todo lo que hagan y que van a graduarse suceda lo que suceda.
Parece mentira creer que lo mencionado arriba tenga que ver con la forma de descansar de la fuerza trabajadora de Japón. Hay gente que acepta no saber qué hacer en sus días libres, y muchos usan su tiempo libre para adelantar trabajo que tengan pendiente. Por supuesto, la felicidad es diferente para cada persona, y habrá quienes sientan que son felices de esta manera, algo que es completamente respetable. Como extranjero, habiendo crecido en una cultura completamente diferente, no es mi papel juzgar ni decir si todo lo anterior está mal y todo lo que hago yo o hacemos los mexicanos sea lo correcto. Somos 2 países muy diferentes, y estudiar las costumbres de ambos nos ayuda a entendernos mejor, y por consiguiente, a una mejor relación internacional, al nivel que sea (amistad, familiar, diplomática). No obstante, en lo personal, creo que si tomamos en cuenta que solo tenemos una vida, no considero sensato vivir para trabajar, ni tampoco perder la esencia que hace que todos seamos distintos.
Para concluir, con esto no quiero justificar la actitud que tenemos como mexicanos de buscar siempre trabajar lo menos posible (el mexicano promedio, claro está). Cuando se tiene que trabajar, hay que hacerlo, pero creo que la alegría y la pasión con la que nacemos, crecemos y convivimos día con día nos ayuda a hacer más llevaderos los pesados días de trabajo, o incluso la situación que se vive actualmente en nuestro país. Todo con exceso es malo, no hace falta mencionarlo. Lo ideal es encontrar ese punto medio entre la labor y el descanso, y si no se ha encontrado todavía, al menos no perder las ganas de buscarlo.
Me preparo para comenzar otra semana de trabajo. ¿Ya mero llega el viernes? 😀