Ayer 20 de junio fue día del padre. Muchos amigos ya son papás, pero no tuve la oportunidad de felicitar a ninguno, por lo que aprovecho para enviarles mis mejores deseos, esperando que la hayan pasado muy bien.
Con la situación familiar como está, ayer me puse a reflexionar mucho sobre mi señor padre; intenté llamarle por teléfono pero su celular simplemente no enlazó. Mala suerte.
Quizá para muchos la relación padre-hijo no fue la mejor, mientras que para otros es todo lo contrario. Yo, por desgracia, pertenezco al primer grupo. Podría decirse que comencé a conocer a mi papá hasta después de haberme graduado de la universidad… y es día que todavía no termino de comprender mucho de lo que piensa.
Mi padre se la pasaba trabajando todo el tiempo, acción muy loable, pero que a veces me hacía pensar que usaba el trabajo como escape de la realidad; rara vez convivía con la familia, y a decir verdad era raro cuando estaba en casa… no estaba acostumbrado a su presencia más de 1 hora.
Chapado a la antigua, “Don Manuel” careció de lo esencial cuando se es niño: ser, y comportarse, como uno. La necesidad de su familia lo obligó a trabajar desde los 7 años, hasta la fecha. Siempre pensé que a mi papá el trabajo lo llenaba… pero poco a poco descubrí que no hacía realmente lo que él quería: regresar al mundo de los restaurantes, a ser gerente, al mundo que lo crió, lo formó, y lo mantuvo hasta poco después de que yo naciera. A partir de ese momento, y hasta estos días, ha trabajado en el mundo de los taxis, primero en uno propio, y después, por desgracia, trabajando carros que no son suyos, y soportando durante varios años a diversos patrones a los que simplemente les interesaba más que el carro no dejara de producir dinero en vez del trato hacia los trabajadores que los conducían.
Gracias a que nunca dejó de trabajar, yo pude asistir a la universidad, lo que se convierte en la base de lo que soy y donde estoy ahora, y a donde planeo llegar en el futuro; lamentablemente, ese esfuerzo y sacrificio no lo supe valorar hasta que estuve de este lado del charco, solo, rascándome con mis propias uñas. Formar una familia es muy difícil, no cabe duda, y es una aventura que en algún momento de mi vida me tocará.
Lo malo del asunto es que los años pasan; las formas de pensar cambian, a veces de una forma en la que nadie más entiende, y cuando la personalidad no ayuda mucho a aceptar opiniones externas y errores propios, se forman corazas muy difíciles de romper. Ése siempre ha sido el obstáculo a vencer entre mi papá y los demás miembros de la familia. Prácticamente todo se reduce un problema que tiene sus raíces en la falta de comunicación, pero cuando ya ni las palabras surgen efecto, y menos cuando uno está como a 14,000 kms. de distancia, encontrar una solución se vislumbra muy difícil.
Por mi parte, no hay ningún tipo de resentimiento hacia mi padre y la actitud que siempre tuvo conmigo, pero en este momento sí lo hay respecto a su forma de actuar ante los demás miembros de la familia. No, no dejo de quererlo: es mi padre y eso no cambiará, pero lo que sí me gustaría que cambiara es su forma de ver las cosas; solo de esa manera se daría cuenta de que no está solo como él cree, y asimismo entendería y reforzaría los lazos familiares… lo único qur hay que hacer es aceptar los errores propios. Se dice fácil, pero hacerlo es tan complicado…
Pronto será también su cumpleaños. Espero poderle enviar algo… si tan solo supiera a dónde hacerlo.
Como sea: ¡felicidades papá! Y muchas, muchas gracias por el sacrificio tan grande que hizo para formar a la familia (si es disfuncional o no ya es harina de otro costal).