Antes que nada, un respiro.
La semana estuvo pesadísima debido a un problema que debía resolver, pero que no encontraba la manera eficiente de hacerlo. Terminé implementando algo parecido al problema del productor-consumidor… solo para darme cuenta de que el método no estaba mal desde el principio (aunque la última solución resultó ser la más eficaz), sino que los datos que estoy procesando son muy grandes, y como se hacen muchas operaciones en ellos, toma tiempo procesar cada uno. Pero bueno, ya detallaré con calma los detalles técnicos en el otro blog.
El caso es que terminé trabajando 5 horas de más en 4 días (con jornadas de 9 o 10 horas). Afortunadamente en mi empresa me tratan muy bien, y pude reponer esas horas el viernes saliendo a las 12 pm. Si hay algo de lo que no me pueda quejar de mi trabajo es del trato que me dan. Si así fueran el sueldo y las prestaciones…
En fin.
En la semana me invitaron a un par de pláticas sobre derechos humanos que tendrán lugar en octubre y noviembre. Aunque todavía no sé exactamente en qué se enfocarán, parece ser que tratarán sobre la discriminación que existe en Japón… entre los mismos japoneses. Pero ésa es otra historia, que deberá ser contada en otra ocasión.
El caso es que últimamente he notado mucho más el cambio de ser estudiante a ser 社会人 (Shakaijin, o sea, persona económicamente activa) en Japón, y no es por el sueldo, ni por lo que hago ni mucho menos, sino que, como me decían los “sempai”, el trato de los japoneses hacia uno cambia, y de forma a veces sorprendente.
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