El pozo – Parte 2

Actualizando un poco esta “serie”. No me gustaría llamarle “serie”, pero dado que los escritos tienen que ver con el mismo tema, mejor creé una categoría especial para ellos. Además, creo que me sirve como desahogo.

¿Qué ha cambiado durante este tiempo? He tenido días bastante pesados, algunos incluso me han orillado a mejor tomar días libres del trabajo porque definitivamente no creo ser productivo en ese estado. No obstante, me he dado cuenta que el trabajo es uno de los factores mayores en toda esta situación, aunque ciertamente no es el único.

También he aprendido, o mejor dicho “reflexionado”, en la forma en la que me hablo a mí mismo. Es cierto que desde siempre he sido muy estricto conmigo mismo, pero con los demás soy bastante paciente y tolerante (muy rara vez me enojo con alguien o me molesta algo que hayan hecho). El problema es que me exijo muchísimo a mí mismo en todo lo que hago, y aunque no es del todo malo, hay ocasiones en que no es necesario ser así , o que debo considerar que no siempre voy a poder hacer todo como yo quiero… y no me considero perfeccionista… o al menos, no en todo. Soy muy dado a dejar de lado o a medias tareas leves que no considero importantes (ejemplo, el desastre que es el cuarto donde estoy ahora), pero en otras cosas quiero hacer todo bien, me tarde o lo que me tarde y me cueste lo que me cueste. En resumen: debo aprender a moderarme en eso.

He recibido mucho apoyo, de mucha gente, incluso de gente que no tengo el gusto de conocer personalmente. Desde comentarios en el blog, correos, tweets, mensajes privados, llamadas telefónicas, etc., la verdad que todo ese apoyo se siente y sí sirve, aunque muchos no lo crean. Pero, en contraste, también me di cuenta de que hay mucha gente que minimiza la situación por el hecho de no entenderla o no haber estado nunca en ella. No, no los culpo ni los señalo, pero sí he de mencionar que cuando uno se encuentra así, en depresión, no es nada más un asunto de estar triste, o de escoger tu estado de ánimo, ni tampoco se arregla de la noche a la mañana, ni necesariamente tu ánimo va a mejorar porque hayas descansado del trabajo un día. Uno no escoge estar así, y no necesariamente todo el día es sentirse triste y estar cabizbajo, ni tampoco significa que uno tenga pensamientos suicidas (no los tengo). Uno intenta salir de ahí, distraerse, divertirse, pasarla bien… pero algo no embona. Es ahí cuando hay que buscar ayuda profesional, porque es difícil darse cuenta que la situación ya se te salió de control, y hay casos y personas que se dan cuenta cuando la misma situación ya se tornó mucho más severa… Pero la persona en cuestión es la que se tiene que percatar de eso y estar dispuesta a recibir ayuda. A la fuerza, nada.

Estoy consciente de que todavía se ve lejos la salida del pozo. Sin embargo, comienza a haber luz en donde antes solamente había oscuridad y se comienzan a ver pequeñas piedras que pueden ser usadas de escalones para avanzar hacia arriba. Ignoro cuánto tiempo tomará, pero al menos ya tengo una pista de por dónde irme o qué intentar hacer.

Si hay alguien que lea esto y se sienta solo, desamparado, con miedo, lleno de ansiedad, déjame decirte algo: no eres el único, ni estás solo. Date cuenta de que necesitas ayuda y no dudes en pedirla. Te sorprenderás al ver que más de una persona estará dispuesta a echarte la mano si tú lo permites. Eso sí: no esperes que todo se solucione de la noche a la mañana, pero tampoco te desesperes. Paso a paso se podrá lograr, pero si no das el primer paso tú, nadie lo puede hacer por ti. ¡Ánimo!

Un año después

No sé si sea muy rápido o muy lento, pero un año ha pasado desde que:

  • Entramos en pandemia
  • Comencé a trabajar desde casa

Si bien es cierto que estoy profundamente agradecido con la empresa actual por todas las prestaciones y facilidades que ha dado durante todo este tiempo, la verdad es que no es lo mismo trabajar desde casa en medio de una pandemia que cuando no lo hay. No es la primera vez que trabajo desde casa, y en empresas anteriores había sido mucho más fácil y llevadero. Ahora, no tanto.

Pero dejemos de lado todo eso, o al menos lo más que se pueda, ya que hablar de lo que ha transcurrido durante este periodo de tiempo implica mencionar la situación actual.

Hace exactamente un año me convertí en padre por segunda vez. Sin duda, uno de los momentos más felices de mi vida, y el más increíble y a la vez sorprendente, fue ver nacer a mi segundo hijo. Todo era dicha y felicidad, pero no puedo ocultar que también estaba asustadísimo porque había nacido en medio de un estado de emergencia ante la ola de contagios del nuevo coronavirus, que en aquel entonces todavía no se comparaba con lo que vendría varios meses después. Prácticamente me daba pavor salir, pero más que por contagiarme yo, por que por mi culpa se contagiara alguien de mi familia, incluyendo por supuesto el nuevo miembro de la familia.

Las cosas en casa estuvieron relativamente tranquilas y en orden durante un tiempo gracias a la increíble ayuda de mi suegra, que estuvo con nosotros desde antes de que comenzara la pandemia, De una forma o de otra encontramos la manera de aguantar con el estrés de la vida diaria, el estrés del trabajo, el estrés que la pandemia trajo, y el cuidado de 2 niños que demandaban atención. Pero aunque ciertamente tuvimos ayuda, las cosas no fueron del todo fácil para ninguno de los adultos de esta casa.

Es ahí donde la sonrisa de los niños te devuelve todas las ganas de seguir adelante. Es esa luz que traen consigo lo que alumbra la más negra oscuridad en la que uno se pueda encontrar; la misma que te hace recordar que no todo es malo en el mundo, y que la inocencia es una virtud que trae alegría a los que la vemos desde fuera. Es donde te das cuenta de que ya no eres un niño por fuera y que tienes responsabilidades de adulto, pero no dejas de ser niño por dentro y sigues disfrutando jugar con monitos, carritos, muñecas, pelotas, trompos, lotería, etc., etc.

Hoy me encuentro en una situación emocional difícil, pero eso jamás va a hacer que olvide la dicha que es ser padre y la felicidad que te da al ver cómo tus hijos van creciendo y se van desarrollando.

¡Felicidades a doble I! Vamos a ver qué tanto español aprendes de aquí al próximo año.

Al igual que con mi primer hijo, esto será publicado exactamente el día y a la hora en la que mi segundo hijo nació.