Encuentro, convivencia y despedida – La historia de mi mamá japonesa

Hace poco volví a mencionar a mi primera “mamá japonesa”, pero especifiqué que la historia completa debía ser contada en otra ocasión. Hela aquí.

Primero que nada, la presentación ya ha sido hecha en el pasado, concretamente en la parte final de “Los años maravillosos”, así que los invito a que vayan para allá y lean cómo la conocí.

La señora M, vivía con su segundo esposo, quien se convirtió en mi “papá japonés”. Debo aclarar que se me hacía totalmente extraño llamarlo “Otousan”, ya que no es mi papá, pero es una forma genérica de llamar a hombres de edad avanzada; a M siempre la llamé por su nombre. El caso es que la relación con ella y con su esposo se volvió muy buena: me ayudaban, me invitaban a comer, íbamos a pasear de vez en cuando. Todo bien. Hablar japonés daba frutos, especialmente estando en un lugar como Iizuka.

Ellos es que fueron los que me llevaron a mi primer festival de fuegos artificiales en Japón. Era mi primer verano en el país, y ellos se ofrecieron a llevarme para vivir la experiencia. Fue algo mágico, y todavía recuerdo estar sentado en el pasto, al lado del río, platicando con el señor M, en donde mis sentimientos encontrados cobraban voz: me gustaba lo que veía, lo que estaba viviendo, pero mi mente estaba todavía en México, con Z (mi novia en ese entonces); estaba viviendo el sueño de estar en Japón, pero en ese entonces todavía no lo procesaba del todo. El señor M me escuchó y trató de confortarme mientras los fuegos artificiales iluminaban la clara noche de verano que teníamos ante nosotros.

También me tocó ir con ellos a ver la película de “The Passion of Christ” (la de Mel Gibson), ya que ellos eran cristianos y tenían curiosidad por ella. M lloró y lloró después de que salimos de la sala, y la plática durante el regreso fue, como bien podrán imaginarse, de temas bíblicos.

M me ayudó a contratar mi primer seguro del carro presentándome a una de sus amigas que trabajaba en eso. La señora que me atendió era súper amable, y de hecho durante todo el tiempo que tuve carro ahí ella me guió en todo lo que a seguros se refería. Experimenté de primera mano el trato al cliente en Japón estilo VIP: ella iba a donde yo le dijera, a la hora que le dijera, para llevarme documentos que tenía que leer or firmar (bueno, ponerle sellito); me avisaba con prontitud sobre la fecha de expiración del contrato y me explicaba a detalle los planes que me convenían, lo que me salía más barato pero tenía buena cobertura… en fin. ¿11 de la noche en el estacionamiento del supermercado enfrente de la universidad? Ningún problema, ella estaba ahí.

Gracias a M también conocí a una pastora que tenía su iglesia justo en el centro de Tenjin, el área más concurrida y visitada no solo de Fukuoka, sino de todo Kyushu. Es “el centro”, donde están las tiendotas, los restuarantes, etc.; es decir, donde lo más importante del lugar se junta. ¿Lo especial? Que me dejaba estacionar el carro en su iglesia por todo el tiempo que yo quisiera, lo cual ayudaba mucho a mi economía (puesto que el estacionamiento en esa zona es caro con ganas) y me llegó a servir como forma de “farolear” cuando me tocaba andar con alguna chica por esa área. Sí, yo sé… eran mis tiempos “locos” (ver “Amor en los tiempos del sushi”).

No obstante, de lo que le estoy mucho más agradecido es de la ayuda brindada cuando traje a mi señora madre a Japón en 2005. Ciertamente fue nada más una llevada a las aguas termales, un masaje que mi mamá todavía recuerda hoy en día, y un yakiniku, pero el simple detalle de tomar en cuenta a mi mamá es algo que, independientemente de lo que pasó después, siempre le agradeceré.

Entonces, si todo suena tan bien, ¿qué pasó que hizo que todo esto cambiara?

Continue reading “Encuentro, convivencia y despedida – La historia de mi mamá japonesa”

¿Sabías que …? – Parte 25

Volviendo a este categoría después de muchos meses de ausencia.

En algunos escritos en el pasado he comentado brevemente los pros y contras de manejar en Japón, pero creo que nunca he mencionado directamente lo siguiente.

image

¿Sabías que en Japón los conductores dan las gracias usando las intermitentes?

image

image

Se oye medio extraño, pero así es. ¿Le cedes el paso a un carro que quiere salir de, digamos, un estacionamiento? Prende las intermitentes cuando lo hace. ¿Esperas a que un carro se eche en reversa? Intermitentes.

image

image

Lo curioso de esto es que es tan normal que se te olvida que (al menos en México) no sucede. Ciertamente a mí me sorprendió muchísimo la primera vez que lo vi, y también la primera vez que me lo hicieron cuando yo iba al volante.

Estaba leyendo que hay otros países en donde se acostumbra también hacer esto. ¿Qué me pueden comentar del suyo o de su región?

Para recordar

Uno de los “problemas” que tenemos con el bebé ahora es que la única forma en la que se duerme conmigo es cuando lo llevo a pasear; de otra forma, si no es con su mamá, y después de mucho llorar, no se queda dormido. Obviamente, esto nos limita en lo que podemos hacer, sobre todo en la noche.

Ayer fue uno de esos momentos en los sientes que eres el rey del mundo sin salir de tu casa. Emi se sentía mal (apuesto una hamburguesa a que es alergia al polen. Es la temporada.), y me dejó solo con el niño para recostarse, temiendo que a los 5-10 minutos comenzara a llorar porque tenía sueño y se quería dormir. Me puse a jugar con él un rato. Sin embargo, a los 10 minutos, y después de estarnos riendo un rato de cómo me perseguía y no me alcanzaba, de repente, al verme sentado, aventó el juguete que tenía en la mano y comenzó a gatear hacia mí, con cara sonriente. Sabía que quería que lo abrazara, y así lo hice. Acto seguido, se acomoda en mi hombro, y al cabo de unos minutos, se queda profundamente dormido.

Estaba que no me la creía. Como expliqué arriba, cuando tiene sueño y lo estoy abrazando, hace todo lo posible por librarse de mí e ir con mamá, acompañado de un melódico concierto de llantos; por tanto, el hecho de que haya venido directamente conmigo y se haya quedado dormido sin llorar es un triunfo. Ciertamente me puse a interpretar su canción de cuna una vez que vi que cerró los ojos, pero aun así, la sensación de triunfo que experimenté ayer es de lo mejor que ha pasado este año, por simple que pueda sonar. ¿La cereza del pastel? No se despertó cuando lo acosté en su futón.

Yo… aprendiendo a ser papá 😀

Borregada

Ya ando inventando palabras…

Hace unos días tuvimos una junta en donde se expresaban los planes a mediano y largo plazo del departamento al que pertenezco en la empresa. En general, las proyecciones se ven bien y parece que el negocio va a seguir creciendo, lo cual es bueno.

Algo que me quedaba en duda era el papel que yo jugaría en todo ese plan; no porque piense quedarme aquí todos esos años (o toda la vida), pero quería saber qué clase de trabajo tendré qué hacer y qué tanto se espera de mí (porque para ser sinceros en todo el año anterior se notó a leguas que no se esperaba mucho). Lógicamente, hice preguntas, y de forma muy directa, preguntándole al jefe precisamente mis inquietudes. Las respuestas que me dio no me satisfacieron del todo, y pedí una explicación más concreta. Eso me ayudó a entender que, como siempre, los jefes no tienen ni idea de qué hace uno aquí y que por eso luego uno termina llenando hojitas de Excel o haciendo traducciones que le corresponderían a alguien con autoridad legal para hacerlas. Pero a fin de cuentas, la explicación que buscaba fue dada, y aunque no 100% conforme (no se puede tener todo en la vida), al menos ya tenía una idea de cómo serían los siguientes proyectos aquí.

Al terminar la junta, tuve una pequeña discusión con un colega que básicamente se resume en que “parecía que yo no estaba conforme con nada” y que “no sabía seguir reglas”… y me quedé pensando en si había dicho o hecho algo mal, pero no. El punto es que cuestioné lo que el jefe decía y no simplemente asentí y dije que todo era una “excelente idea”, como lo hicieron los demás. ¿Hice mal? A los ojos de algunos japoneses, sí, porque es “tradicional” que todo lo que diga el jefe es “buena idea” y todo hay que aceptar, y nadie quiere ser la oveja negra al cuestionar lo que se acaba de explicar. Esto es común no solo en los trabajos, sino también en muchas universidades. He mencionado en repetidas ocasiones aquí en el blog lo sorprendido que estaba cuando tomé las clases de universidad en maestría y doctorado, y ver como nadie hacía preguntas, nadie cuestionaba o pedía una explicación más a fondo de lo que el profesor estuviera explicando.

A fin de cuentas, mientras trabajes en una compañía y percibas un salario, te tienes que ajustar a lo que te dicen o simplemente te vas. Eso no es nuevo. Lo que nunca me ha cuadrado es tener que decir a todo que sí, hacer reverencias y prácticamente adular a los superiores solamente por serlo. NUNCA hay que perderles respeto, eso es innegable, pero el hecho de cuestionarlos no necesariamente es para sonar más listo que ellos o para demostrar que no saben de lo que hablan, sino para tener un mayor entendimiento de lo que hacen y de lo que pretenden.

Curiosamente, en todo lo que llevo de este lado del mundo solamente 2 personas me han dado el trato de “superior”, solo por ser mayor que ellos (en edad): un amigo de Corea del Norte (criado en Japón, y súper trabajador) y el esposo de una amiga de mi esposa (ambos japoneses). Cada vez que los veo o hablo con ellos, siempre les digo que no necesitan usar lenguaje formal ni tampoco darme la razón en todo, pero de todas formas lo hacen, y contrario a lo que pueda parecer, me siento más incómodo así que si se dirigieran de forma normal.

Casos y cosas de la sociedad japonesa.

Y otra vez me mudé

Al fin me pude dar tiempo para escribir aquí. Ahora tengo un gran pretexto de no haberlo hecho, je je.

Desde el año pasado estábamos considerando la posibilidad de mudarnos, por 2 razones principales:

  • Lo pequeño de la casa. 2 cuartos con cocina. Cuando nada más éramos Emi y yo, estaba de lujo; ahora con el bebé no cabía nada más.
  • El departamento estaba en un segundo piso, y la construcción es de madera. Esto quiere decir que prácticamente todo se oye, incluyendo al niño llorar en la noche o pegarle al piso con los juguetes. Aunque ya habíamos hablado con la señora de abajo y ella nos había asegurado que no había ningún problema por el ruido que pudiera hacer el niño… hasta que se quejó directamente por otra cosa que ni al caso (ruido a las 7 pm por estar limpiando), y luego andaba de pasiva-agresiva con comentarios estilo “¡Ay! El bebé estaba llorando anoche, ¿verdad?”, o “Ya va creciendo… ya le pega al piso con los juguetes”…

Una tercera razón era que el contrato de renta se vencía el 4 de marzo, y renovarlo costaba un mes de renta más. Explico:

En algunas partes de Japón, los contratos de renta son por lo general de hasta 2 años. Esto quiere decir que si al final de ese periodo quieres seguir viviendo en el lugar, debes pagar la tarifa de renovación, que es ganancia directa para la agencia inmobiliaria.  En nuestro caso, estábamos por cumplir 4 años ahí, y nos habían llegado ya los papeles para llevar a cabo la renovación.

Para ser sincero, económicamente no era la mejor época para moverse de casa, pero el hecho de evitarse problemas posteriores (que podían hacerse más grande) me hizo pensar que valía la pena… aunque tendríamos que encontrar algo que se ajustara al presupuesto que podíamos sacar.

Comenzamos a ver lugares desde octubre del año pasado. Unos estaban muy viejos, otros muy lejos, otros muy caros. Uno de los agentes que nos atendió en cierta ocasión nos dijo directamente lo siguiente:

Continue reading “Y otra vez me mudé”