Para muchos, estas 2 semanas (santa y pascua) significan vacaciones. Si bien no es lo mismo que cuando uno es estudiante y tiene las 2 semanas completas de descanso, al menos un buen número de compañías dan libres desde el jueves. Dejando al lado la violencia que azota al país y el hecho de que este año muchas personas han preferido quedarse en casa, no tener que preocuparse por el trabajo es ya una ventaja (mínima o no es harina de otro costal).
Para mí y mi familia, la semana santa siempre significó abstinencia; mi padre siempre estuvo en contra de que saliéramos, nos divirtiéramos e incluso de que prendiéramos la televisión o el radio, en especial el viernes santo. La visita a los 7 templos el jueves santo era quizá de las únicas actividades familiares que estaban “decididas” cada año, y hasta cierto punto lo disfrutábamos porque, siendo niños, significaba que regresaríamos con una buena dotación de pan, empanadas, y si nos iba bien, una cena, obviamente sin comer carne porque también guardábamos la tradición de no comer carne los viernes durante la cuaresma, ni el jueves ni viernes santo.
No me malentiendan: nací y crecí como católico, y de cierta manera trataba de entender que aunque teníamos vacaciones había que guardar luto por nuestras creencias. No obstante, las interrogantes de “¿por qué nosotros sí y los demás no?” y “¿por qué la gente sale de vacaciones cuando hay que guardar luto?” siempre pasaban por mi cabeza. Lo malo es que bajo la tutela de mi padre, nadie tenía voz ni voto, ni siquiera para preguntar algo así.
Creo que la primera vez que salí de vacaciones en semana santa fue en 1992; justo aquel día de las explosiones en Guadalajara yo estaba en Punta Pérula, Jalisco, gracias a un tío que me invitó. Nada más que no recuerdo si realmente era semana santa o no
Pero de la que sí estoy seguro fue de una ida a Manzanillo con el grupo de amigos con los que jugaba rol; para entonces ya trabajaba y pude pagarme el viaje. Me la pasé muy bien, cierto, pero el sentimiento de abstinencia siempre estuvo presente…
Todo lo anterior cambió cuando llegué a Japón.
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