El bicentenario: soy pecador

Y ahora resulta que si no celebras el “bicentenario”, eres pecador. Joyitas que se encuentra uno. Vean el artículo por acá.

Cada persona está en su derecho de decidir celebrar o no, si hay algo que celebrar o no, etc. Creo que se entiende el punto. ¿Pero meter a la religión en la plática? Creo que está totalmente fuera de lugar. ¿O sea que la próxima vez que me vaya a confesar tengo que decir: “Padre, yo confieso que he pecado de omisión, porque no celebré el bicentenario debido a que considero que no hay nada que festejar ante la situación que vive mi país en este momento”?

Generalmente no toco este tipo de temas aquí porque creo que están fuera del alcance del blog, pero con todo lo que se lee y se escucha de la situación actual de México, a veces uno no se puede quedar callado, aunque todo se vea desde fuera.

Matanza de inmigrantes, secuestros, artistas que se hacen las divas y se alejan de Twitter, presidentes que solo quieren leer comentarios buenos y bloquearán a aquél que ose criticarlos, inseguridad en las calles… México lindo y querido. ¿Viva México?

Uno quiere a su país (y muchas veces no se da cuenta hasta que está fuera de él. Mi caso :P), y por tanto, no puede pretender ignorancia ante los sucesos. Cierto: los medios pueden ser manipulados y no hay que creer todo lo que dicen, pero como mencioné en una entrada  de hace tiempo, cuando muchas personas de distintos puntos de la república mencionan algo que tiene partes en común, es porque algo ha de ser cierto (no todo, porque aquí también aplica el moleste a su progenitora el que no le ponga).

Y luego, ya poniéndonos más estrictos, he leído y escuchado en medios de comunicación mexicanos que celebramos 200 años de ser un país independiente… Quizá esté mal, pero ¿qué no fuimos independientes (formalmente) como 11 años después de que la guerra de independencia estalló? ¿Que no se supone que celebramos que hace 200 años estalló la guerra de independencia? Digo, a lo mejor estoy confundido, y como historia de México no es mi área, es muy probable que esté equivocado.

Como están las cosas en México, ¿somos realmente independientes? Comprobado está que al país lo maneja un grupo de personas nada más, que es tierra de nadie, que hay impunidad (nada nuevo, siempre la ha habido), que la gente tiene miedo de salir a la calle, que muchos inocentes han muerto. El mismo gobierno estadounidense pide a su gente que no viaje a México. ¿Era el país así desde antes y no me había dado cuenta por estar dentro o de plano la situación se ha tornado incontrolable de un tiempo para acá?

Soy pecador, tengan cuidado 😛

Trabajo y respeto

Antes que nada, un respiro.

La semana estuvo pesadísima debido a un problema que debía resolver, pero que no encontraba la manera eficiente de hacerlo. Terminé implementando algo parecido al problema del productor-consumidor… solo para darme cuenta de que el método no estaba mal desde el principio (aunque la última solución resultó ser la más eficaz), sino que los datos que estoy procesando son muy grandes, y como se hacen muchas operaciones en ellos, toma tiempo procesar cada uno. Pero bueno, ya detallaré con calma los detalles técnicos en el otro blog.

El caso es que terminé trabajando 5 horas de más en 4 días (con jornadas de 9 o 10 horas). Afortunadamente en mi empresa me tratan muy bien, y pude reponer esas horas el viernes saliendo a las 12 pm. Si hay algo de lo que no me pueda quejar de mi trabajo es del trato que me dan. Si así fueran el sueldo y las prestaciones…

En fin.

En la semana me invitaron a un par de pláticas sobre derechos humanos que tendrán lugar en octubre y noviembre. Aunque todavía no sé exactamente en qué se enfocarán, parece ser que tratarán sobre la discriminación que existe en Japón… entre los mismos japoneses. Pero ésa es otra historia, que deberá ser contada en otra ocasión.

El caso es que últimamente he notado mucho más el cambio de ser estudiante a ser 社会人 (Shakaijin, o sea, persona económicamente activa) en Japón, y no es por el sueldo, ni por lo que hago ni mucho menos, sino que, como me decían los “sempai”, el trato de los japoneses hacia uno cambia, y de forma a veces sorprendente.

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