自分らしさ

Durante una buena cantidad de días estuve pensando en cuál sería un buen título para este escrito, pero no se me ocurría realmente nada. Ha pasado tiempo desde la última vez que escribí aquí (pero he seguido respondiendo comentarios), y quería reflejar en palabras, tan concisas como sea posible, lo que ha acaecido acá con su servilleta. Ayer, que de plano andaba pensando en otra cosa mientras salía a caminar con mi hijo (el menor), de repente me vino a la mente la palabra que fue elegida y que ahora ven como la corona de esto. No obstante, lo más curioso es que en cuanto me vino a la mente, ya estaba decidido que no la iba a traducir, y que así se quedaría para la posteridad.

Obviamente no quiero hacerlos leer un ensayo antes de explicar el significado de dicha palabra.

自分らしさ se lee “jibun rashisa”, y simplemente significa “individualidad”, “personalidad”, es decir, las características que hacen que uno sea único.

Hace poco más de un año, mi terapeuta en Guadalajara me dijo que tendría que encontrar nuevas formas de lidiar con el estrés, de saber enfrentar situaciones con determinadas personas, y sobre todo, redefinirme a mí mismo, para evitar volver a caer en el estado en el que me encontraba (que neta no se lo deseo a nadie). En ese entonces, por mi cabeza lo único que tenía cabida era imaginarme cómo sería no sentirme de esa manera; añoraba, y veía muy, pero muy lejano, el día en el que pudiera despertar y decir que me sentía bien; sencillamente, se sentía imposible. Un gran amigo en Guadalajara me decía que a él le tomó como año y medio considerarse fuera de depresión. Yo, por mi parte, pensaba que no llegaría a final de año, y no porque me quisiera suicidar ni mucho menos, sino porque pensaba, no, sentía que la situación me iba a terminar doblegando, que no importaría cuánto me pudiera esforzar, seguramente ese sentimiento de angustia me iba a terminar “comiendo”. Todo era una catástrofe. Y aun así, tenía que seguir trabajando, siendo esposo y padre de familia. No veía tiempo para mí, pero no es que no lo tuviera, sino que el poco que estaba disponible lo ocupaba en pensar lo miserable que me sentía.

De ahí salió lo de la categoría “El pozo”. “La escalera” fue la contraparte: la esperanza de encontrar los peldaños que me ayudarían a salir de la profundidad y oscuridad en la que me hallaba envuelto. Quería aferrarme a algo, lo que fuera, con tal de palpar esa esperanza, que a decir verdad sonaba más como un sueño inacanzable que como una meta asequible. En pocas palabras: estaba desesperado.

“Redefinirme a mí mismo”. “Buscar nuevas formas de defensa”. “Aceptar la situación no significa que uno se tiene que conformar con ella, sino que es el primer paso para salir de ella”. Muchas de las técnicas y consejos de mi terapeuta, de otros grandiosos conocidos por internet, de grandes amigos y de la familia, tenían sentido, pero… ¿cómo lograrlo? NPI, al menos no en esos momentos.

Hoy es 12 de agosto de 2022. Creo que por fin comienzo a entender todo eso.

Aceptarse a uno mismo. Creía que lo hacía (y que lo hacía muy bien), pero me di cuenta de que no era cierto. Me castigaba mentalmente, y en la gran mayoría de las veces inconscientemente, por muchísimas cosas que no había logrado, que no sabía cómo hacerlas y que creía que debería saber. Estaba 100% seguro de que no estaba tratando de ser alguien diferente debido a las expectativas que otros tienen de mí, y era cierto: la presión social, comentarios negativos, burlas, etc., realmente no me afectaban. No obstante, estaba increíblemente presionado por agradarle, por gustarle, por tener aunque sea un poquito de aprobación de una sola persona. Y el resultado fue que, sin querer, estaba viviendo totalmente para eso. Mis energías eran dedicadas en casi su totalidad en que esa persona volteara y me dijera cualquier palabra, o ni eso, aunque fuera un simple gesto, de aprobación. Y fueron muchos, muchos años con esa mentalidad a cuestas. Esa persona era una sombra siempre presente, siempre exigente y demandante, y yo no lo notaba porque para mí era normal sentir esa presión, esa angustia leve pero constante, por tener su atención y por poder satisfacer sus demandas tanto como me fuera posible.

Esa persona tiene nombre, pero prefiero nombrarla por un pronombre que creo que lo hace mucho más directo: YO.

Muchos de ustedes, los pocos o muchos que lean esto, pensarán que de plano ya ando chocheando, ya di el rucazo, ya valí verdura o cosas similares. Bueno… la edad no me la puedo quitar (pinches años, sí pesan), peeeeeero, la experiencia tampoco me la puedo quitar. Ni moño jovenazos, más sabe el diablo por viejo 😛

Y es que todo comenzó a tener sentido cuando esa enorme sombra que envolvía tomó forma y nombre. Y ahí me cayó el veinte de “redefinirme a mí mismo”… o al menos eso creo.

Vamos a ver si lo puedo poner en palabras:

Siempre he creído que la esencia de una persona realmente no cambia, por muchos razgos de su personalidad que puedan variar con el paso de los años. Para mí, mantener esa esencia siempre ha sido como mi filosofía de vida; por algo el dicho japonés (bueno, no es propiamente un dicho, es un 四字熟語 (yojijukugo, una frase idiomática compuesta por 4 caracteres) 初志貫徹 (shoshikantetsu) es la firma en mi correo personal (significa algo así como mantener siempre la intención original de uno. Matener siempre los ideales). El problema no es tanto que la filosofía esté mal, sino que, bajita la mano, exageraba en su aplicación (repito, de forma inconsciente). Entonces era de estar siempre, siempre, con la mente en alcanzar ese ideal que andaba en mi cabeza, pero de verdad: siempre. No está nada mal tener una meta y que todo tu esfuerzo vaya encaminado hacia ella; lo que está mal es que esa meta se convierta en obsesión, y que te olvides del aquí y del ahora, o mejor dicho, que lo intercambies por el “hubiera”, “debería”, y que por ellos todo lo demás se nublara, perdiera validez, emoción, diversión. Decía que yo nunca he buscado la perfección, pero la imagen que perseguía era la de mi yo “perfecto” (bajo mi lupa, claro), y así estuve durante muchísimo tiempo, hasta que de plano todo se juntó y “explotó”, y sin esa imagen o sombra siempre vigilante… ¿qué o quién iba a ser yo ahora? ¿Por qué, si siempre había sido fiel a mis principios, no sentía realmente que hubiera avanzado en mi vida, que había alcanzado metas (si bien no necesariamente las que yo quería, pero metas a fin de cuentas) y que, comparativamente hablando, estaba mejor que antes? Esa sombra se hizo mucho más pequeña y translúcida, lo que significaba que ya no me estaba arriando a donde ella quería, lo que me dejó completamente perdido, desolado, y con la zozobra de que ní sabía quién era, qué había hecho y a dónde quería ir. Es más: sí sabía a dónde quería ir, pero me angustiaba no tener idea de cómo iba a llegar ahí si ahora la única guía que me había estado llevando de la mano (y dándome latigazos gratis) ya no furulaba. Ésa nueva guía, esas nuevas formas, son la redefinición que estaba buscando.

Pero lo mejor del caso es que:

  • No estoy 100% seguro de que realmente esa sea la redefinición
  • Pero me vale. Acepto la idea y la echo a andar
  • Porque, total, lo peor que puede pasar es que no sea por ahí, pero en lo que me doy cuenta quizá el verdadero camino sale a la luz
  • Y la mugre sombra ahí está, y seguirá estando por siempre, pero no es ni grande ni mandona ya. Sí, da lata, y qué más quisiera yo mandarla a ver gatitos, pero como no se puede, lo mejor es decirle que simona la mona pelona, dejarla que siga en su rollo, y yo mientras atiendo otras cosas

A lo que voy es que estoy aceptando aplicar en mí mismo lo que he aplicado desde siempre con otras situaciones en las que tenía que aprender algo: nunca tener miedo de comenzar algo, nunca pensar en que no voy a poder con X o Y problema, sino entrarle a los fregadazos y buscar la manera de resolverlo, y si no se puede, documentar qué se hizo para que a la próxima ya sepa que por ahí no es. Pero todo en mí, hacia mí, para que esa sombra no comience a crecer de nuevo de forma inconsciente y me vaya a ir mucho peor que antes.

Así que: adiós yo, y hola de nuevo, yo. Ya que me di un enorme clavado en mi mente y me di cuenta de lo jija de la fregada que puede llegar a ser si uno no la controla, ahora comienza esa redefinición, esa 自分らしさ que tanto quería sacar pero que por la misma obsesión nomás no se dejaba.

Creo que hoy puedo decir que ya estoy fuera del pozo, pero he entendido que no es posible taparlo y que siempre va a estar ahí. Entonces, lo mejor es saber que ahí está, poner un letrero que diga “Cuidado, pozo”, y no darle mayor importancia. El pozo es un agujerito que está en medio de un enorme mar de ideas y pensamientos. Ese letrerito me ayudará a recordar que ahí está y que tengo que tener cuidado porque me puedo caer.

Como siempre, los Simpson lo habían predicho

El pozo – parte 3 — La escalera – parte1

Quiero creer que lo más pesado está quedando atrás, y que de aquí en delante las cosas van a mejorar.

He tenido días extremadamente pesados y difíciles, y todavía continuán, pero comencé a notar algo diferente de unos días para acá: estoy mucho más atento las acciones de los demás y a las palabras y expresiones que usan al comunicarse conmigo, especialmente de las personas con las que convivo a diario. Eso me ha ayudado a identificar ciertos patrones de conducta, expresiones e incluso palabras que inconscientemente me ponen en alerta. Esto ha sido muy bueno, porque comienzo a entender más sobre mi comportamiento y la forma en la que me veo reflejado con los demás.

Obviamente no voy a decir que las medicinas no me han ayudado, pues estaría mintiendo. Comenzarme a sentir como yo otra vez se sintió bastante raro. Es difícil describirlo detalladamente, pero después de despertar cada día sintiendo literalmente que todo sería catastrófico y con una pesadez del tamaño de Júpiter durante muchos meses, levantarse y simplemente pensar que sería un día pesado, pero sintiendo que podía, y sin la sensación de ansiedad que me comía todas las energías y me hacía estar exhausto a tan solo unas pocas horas de haber amanecido, todo fue como un momento de paz, de calma y quietud, como si no los hubiera sentido antes. Ahí fue cuando sentí el primer peldaño de la escalera perdida que andaba buscando para poder comenzar mi retorno a la superficie y dejar de una buena vez el pozo en el que estoy.

Estoy plenamente consciente de que todavía falta mucho, pero si hay algo que pueda decir con 100% de confianza es que ya voy para arriba. Esa luz que se veía en la lejanía comienza a verse más cerca; ahora ando buscando el siguiente peldaño para darme otro impulso hacia arriba.

Además, toda esta experiencia me ha ayudado a conocerme mejor, pero sobre todo, a aprender a identificar esas señales que uno manda de forma inconsciente cuando necesita ayuda pero todavía no lo dice explícitamente. Es decir: a ser mucho más empático y poder identificar y ayudar a quienes se lleguen a sentir como yo me sentí. Y tuve suerte porque mi caso no fue tan grave, pero podría haberlo sido de no ser porque me di cuenta de que algo andaba mal y me animé a expresarlo y pedir ayuda. Si alguien que lea esto piensa que “estoy loco” por haber aceptado ayuda, les tengo malas noticias: ya lo estaba desde hace mucho tiempo 😀 😀 :D. En todos lados hay un estigma sobre la salud mental, pero es algo que ni es un chiste ni tampoco debe ser tema de discriminación. Se siente horrible, y uno no escoge sentirse así, ni tampoco se trata de uno siempre esté triste ni es cuestión nada más de “echarle más ganas”. Estoy casi seguro de que hay más de una persona entre mis conocidos que necesita ayuda, pero no se ha dado cuenta (y no puedes ayudar a nadie que no quiera ser ayudado), y con “ayuda” no me refiero necesariamente a ir con un psiquiatra y recibir medicamento; ni siquiera tampoco a ir con un psicólogo (aunque no estaría de más). El simple hecho de sacar el estrés, de tener a alguien con quien platicar, con quien compartir algo, quien te escuche y te entienda, es un apoyo inimaginable, y muchos de nosotros podemos aportarlo sin mucho esfuerzo.

¿Hay alguien entre sus conocidos al que sientan que pueden extenderle la mano y ayudarle en este aspecto? De ser así, lo mejor que pueden hacer es expresar que están ahí para esa persona, para cuando se necesite, y de verdad estarlo para cuando llegue el momento. Les aseguro que, aunque ustedes no lo crean, escuchar o verse con alguien e intercambiar una conversación, que no necesariamente tiene que ser de temas tristes u oscuros, proporciona una enorme ayuda, que quizá la persona adecuada no pueda dimensionar propiamente porque todavía no se da cuenta, pero el sentimiento de agradecimiento y la paz interior que uno siente después de eso es prueba fehaciente de que ha servido.

Vamos para arriba pues. Pian pianito, y completamente consciente de que me puedo caer de nuevo, pero ahora ya sé dónde está el primer peldaño, así que miedo no tengo.

El pozo – Parte 2

Actualizando un poco esta “serie”. No me gustaría llamarle “serie”, pero dado que los escritos tienen que ver con el mismo tema, mejor creé una categoría especial para ellos. Además, creo que me sirve como desahogo.

¿Qué ha cambiado durante este tiempo? He tenido días bastante pesados, algunos incluso me han orillado a mejor tomar días libres del trabajo porque definitivamente no creo ser productivo en ese estado. No obstante, me he dado cuenta que el trabajo es uno de los factores mayores en toda esta situación, aunque ciertamente no es el único.

También he aprendido, o mejor dicho “reflexionado”, en la forma en la que me hablo a mí mismo. Es cierto que desde siempre he sido muy estricto conmigo mismo, pero con los demás soy bastante paciente y tolerante (muy rara vez me enojo con alguien o me molesta algo que hayan hecho). El problema es que me exijo muchísimo a mí mismo en todo lo que hago, y aunque no es del todo malo, hay ocasiones en que no es necesario ser así , o que debo considerar que no siempre voy a poder hacer todo como yo quiero… y no me considero perfeccionista… o al menos, no en todo. Soy muy dado a dejar de lado o a medias tareas leves que no considero importantes (ejemplo, el desastre que es el cuarto donde estoy ahora), pero en otras cosas quiero hacer todo bien, me tarde o lo que me tarde y me cueste lo que me cueste. En resumen: debo aprender a moderarme en eso.

He recibido mucho apoyo, de mucha gente, incluso de gente que no tengo el gusto de conocer personalmente. Desde comentarios en el blog, correos, tweets, mensajes privados, llamadas telefónicas, etc., la verdad que todo ese apoyo se siente y sí sirve, aunque muchos no lo crean. Pero, en contraste, también me di cuenta de que hay mucha gente que minimiza la situación por el hecho de no entenderla o no haber estado nunca en ella. No, no los culpo ni los señalo, pero sí he de mencionar que cuando uno se encuentra así, en depresión, no es nada más un asunto de estar triste, o de escoger tu estado de ánimo, ni tampoco se arregla de la noche a la mañana, ni necesariamente tu ánimo va a mejorar porque hayas descansado del trabajo un día. Uno no escoge estar así, y no necesariamente todo el día es sentirse triste y estar cabizbajo, ni tampoco significa que uno tenga pensamientos suicidas (no los tengo). Uno intenta salir de ahí, distraerse, divertirse, pasarla bien… pero algo no embona. Es ahí cuando hay que buscar ayuda profesional, porque es difícil darse cuenta que la situación ya se te salió de control, y hay casos y personas que se dan cuenta cuando la misma situación ya se tornó mucho más severa… Pero la persona en cuestión es la que se tiene que percatar de eso y estar dispuesta a recibir ayuda. A la fuerza, nada.

Estoy consciente de que todavía se ve lejos la salida del pozo. Sin embargo, comienza a haber luz en donde antes solamente había oscuridad y se comienzan a ver pequeñas piedras que pueden ser usadas de escalones para avanzar hacia arriba. Ignoro cuánto tiempo tomará, pero al menos ya tengo una pista de por dónde irme o qué intentar hacer.

Si hay alguien que lea esto y se sienta solo, desamparado, con miedo, lleno de ansiedad, déjame decirte algo: no eres el único, ni estás solo. Date cuenta de que necesitas ayuda y no dudes en pedirla. Te sorprenderás al ver que más de una persona estará dispuesta a echarte la mano si tú lo permites. Eso sí: no esperes que todo se solucione de la noche a la mañana, pero tampoco te desesperes. Paso a paso se podrá lograr, pero si no das el primer paso tú, nadie lo puede hacer por ti. ¡Ánimo!

El pozo – parte 1

Ésta es una serie nueva, que todavía no tiene fin. La iré escribiendo conforme las cosas vayan pasando. Eso sí: creo que será un poco diferente a lo que han leído aquí antes.

Explicación más detallada al final del escrito. Para quienes gusten leer lo que sigue, solamente les pido que lo lean completo.

Vamos a comenzar:

Estoy en un pozo. pero no en las cercanías, o a un lado de él. Estoy en la parte más profunda, donde la luz es escasa, donde mi voz casi no se oye, donde me siento atrapado, sin poder salir, pero curiosamente donde ese espacio cerrado, lúgubre y frío me da una leve sensación de seguridad que no he sentido en mucho tiempo.

Quisiera poder decir que lo anterior es una metáfora, pero no. Es la realidad actual. Es como me siento y me he sentido por mucho tiempo ya. Pero ahora todo eso se ha agudizado y es la primera vez que lo externo de esa manera. Muchos sentimientos se juntaron y como que por fin encontraron la forma de salir.

La pandemia ha jugado un papel importante en todo esto, no hay duda. Sin embargo, creo que ser obediente, restringir la salidas y la poca o nula interacción con seres humanos en persona (además de la familia), vino a sacar a flote muchas cosas que traía dentro, algunas que me estaba guardando y otras que ni me había dado cuenta.

El problema es que todo esto no pudo llegar en peor momento. Con un bebé en la familia y mi otro hijo pidiendo (necesariamente) atención, necesito estar al 100 para hacer un buen trabajo tanto en mi trabajo como en mi familia… pero eso no es posible si yo no esto bien conmigo mismo.

En las últimas semanas he estado analizando mi comportamiento, mis pensamientos y mis acciones. Estoy tratando de encontrar qué desató todo esto. El problema es que estoy en un círculo vicioso y me concentro más en cosas negativas que en lo que realmente quiero pensar y hacer. Uno razona las cosas, piensa y ve que, desde fuera, parece que todo se resolvería de forma muy simple, pero cuando está uno dentro de ese remolino de sentimientos no es tan fácil. Uno no escoge sentirse así; la ansiedad, angustia, inseguridad y miedo toman el control, y uno está esforzándose a cada minuto porque eso no suceda.

No disfruto casi nada de lo que antes me gustaba. Además de que mi tiempo es contado por las responsabilidades que tengo como padre de familia, el poco que realmente me queda para mí lo consumen los sentimientos arriba descritos. Videojuegos, películas, series, libros, etc., me siguen llamando la atención… pero no están cumpliendo su propósito.

También el aislamiento me ha pegado. Muchas veces me he descubierto a mí mismo pensando que no hay nadie con quien pueda compartir lo que me gusta (sí hay personas con las que puedo hacerlo, pero mi mente se empeña en hacerme sentir que no). Si por ejemplo, veo uno de los episodios nuevos de Shingeki no Kyojin (Attack on Titan), no hay con quien comentarlo; que si hay algo que quiera comentar sobre XMonad, que qué es eso y con qué se come… En fin. Creo que se entiende la idea. Es más: hasta me ponen de malas los días bonitos, y que cuando le pregunto a alguien que cómo está me responda que “bien” cuando ahora yo no puedo decir lo mismo.

¿Qué es lo que más me ha ayudado hasta ahora?

Sinceramente, el hecho de que haya gente que te diga que está contigo, que te echa la mano y que quiere ayudarte a encontrar la causa de, y la salida de, todo esto.

Además, el hecho de poder hablar con alguien fuera de la familia, de poder interactuar. Se siente chido ser escuchado.

Ahora, ¿por qué escribo todo esto?

Primero, por lo mismo de dejar registro de lo que me pasa. Espero que en unos años pueda volver a leer esto y esté en una mejor situación emocional que me permita reflexionar y usar la experiencia para el futuro.

Segundo, porque así como a mí me ha ayudado saber que no estoy solo en todo esto, quizá a alguien que esté en una situación similar a la mía le puede servir como referencia para saber cómo sentirse un poco mejor, y también cómo pedir ayuda.

No. No tengo pensamientos suicidas. Como referí hace algunos escritos, esos quedaron atrás en mis años pubertos. Es más grande el sentimiento de desesperación por querer salir de esto rápidamente y no poder. La sensación de impotencia es enorme, y eso agudiza todo lo demás; te hace sentir como que no puedes hacer nada, y de hecho interfiere y afecta lo que realmente puedes hacer.

Como creo que se habrán dado cuenta, esta “serie” no es algo que ya haya terminado, o que ya tenga un número definido de partes. Esto va a continuar, aunque espero que el menor tiempo posible). Ignoro cuándo escribiré de nuevo al respecto, pero de qué lo haré, lo haré.

De igual manera, así como siempre leo los comentarios buenos y malos que me dejan por acá, esta vez sí me tomaré la molestia de mandar a ver gatitos a los comentarios agresivos, ofensivos y similares. Dejen que me reponga y con gusto les respondo como se debe también a esos, pero de momento, van para afuera.

Aquí sigo.