4 años desde que mi vida cambió por completo

Han pasado ya 4 años desde que me convertí en padre. El tiempo parace volar, y sin embargo, si me pongo a pensar todo lo que ha sucedido en ese tiempo, también parece una eternidad. No obstante, este año me ha sorprendido mucho el desarrollo de mi hijo, que aunque sé que es normal, no deja de asombrarme.

Parece mentira que hasta principios de año todavía teníamos que ponerle pañal por las noches y que no quisiera hacer popó en el excusado. Había comenzado a ir al “pre-kínder” justo hace un año, pero no se separaba de mi esposa, no jugaba con otros niños, no bailaba. Yo pensaba que la adaptación sería mucho más complicada cuando entrara ya en forma al kínder, pero no, o al menos, no tanto como esperaba. Ahora su rutina es levantarse a las 6:30 AM, desayunar y arreglarse porque el autobús pasa por él a las 7:50 AM, y regresa hasta las 2 PM, y aunque sí ha habido días en los que le es más difícil irse, en general parece ser que la ha pasado bien en su nuevo ambiente.

Jugar con mi hijo nunca ha sido aburrido, pero este año que ha pasado hemos encontrado muchos juegos que hemos podido disfrutar mucho; y no hablo nada más de videojuegos, sino de juegos en donde él usa su imaginación y yo hago cualquier papel que él me pide, pero siempre en español. Los juegos han sido el escenario perfecto para enseñarle nuevas palabras y formas verbales; así, por ejemplo, ya sabe qué es un antídoto, que es que algo “se regenere”, entre otras cosas.

Con todo, sí he de destacar la importancia que él le ha dado a los videojuegos, y de cómo eso ha servido para crear una conexión que, para ser sincero, nunca había experimentado. Para mí, los videojuegos siempre fueron un pasatiempo que disfrutaba solo, pero no porque quisiera, sino porque nadie cercano compartía el gusto. Obviamente cuando me iba con los amigos y jugábamos en casa de alguien podía compartir y hablar de juegos y nadie me veía raro, pero tener a alguien en casa que quisiera de verdad sentarse a jugar conmigo… y por fin le encuentro el gusto a jugar títulos cooperativos, aunque todavía sea yo el que haga la mayor parte del trabajo.

Se vienen muchos retos ahora que él ha comenzado a ir a la escuela, siendo el más grande mantener la constancia con el español. Su japonés es mucho más fluído y variado, pero ahí la lleva con el español también. Me entiende hablando a mi velocidad normal, y me he preocupado mucho por crear un ambiente de “solo español” en casa, no solamente conmigo, sino con las cosas que ve e interactúa: trato de que tenga a la mano material en español, de que pueda agarrar el iPad (ya súper viejo) y pueda encontrar rápidamente contenido en español; jugamos lotería, serpientes y escaleras, el juego de la oca, palitos chinos, y todo eso, aunado con la interacción en los juegos mencionada arriba, parece que están rindiendo frutos.

No lo voy a negar: es cansado, y requiere sacrificio de mi tiempo, pero, como referí antes, creo que vale totalmente la pena.

Una parte de mí quiere que mi hijo crezca rápido para poder compartir muchas más cosas con él, pero otra quiere que se quede como niño, así como está, toda la vida. Mi hijo me ha enseñado muchas cosas, y ha provocado en mí sentimientos que pensé que no tenía. Aun con sus berrinches, sus caprichos, sus enojos y sus llantos, es de las mejores experiencias que le vida me ha ofrecido.

¡Felicidades hijo en tu cuarto aniversario! Todavía te debo lo de andar en bicicleta, pero este año se hace.

16 años – Tratando de romper la burbuja

Siento que cada año que pasa digo lo mismo respecto a mi posición de estar en Japón y de todo lo que he vivido por acá. Sin embargo, nada puede estar más lejos de la realidad. Es cierto que hay cosas que no cambian, pero la vida continúa, y con ella las experiencias nuevas. En pocas palabras: aunque parezca que no, 16 años después de haber llegado a la tierra del sol naciente todavía sigo aprendiendo sobre este país, conociendo su cultura y tratando de adaptarme a ella.

Quería que este escrito saliera a la luz  a principios de abril, pero  circunstancias inesperadas lo impidieron. Dos de los cambios más importantes sucedieron precisamente ahí: mi hijo comenzó a ir al kínder y yo comencé a trabajar en una empresa no japonesa.

Lo primero era ya algo planeado, que vinimos preparando desde hace justamente un año. Todavía me parece increíble toda la serie de cambios que ocurrieron en mi hijo en tan poco tiempo, aunque ciertamente para un niño de su edad un año es un periodo de tiempo muy largo; para ser sincero, el año pasado no creía que mi hijo estaría listo para ir a la escuela (tonto yo), y pasó de ser el niño bueno que todo hace, todo escucha y es siempre obediente, al niño que ya tiene opinión, que dice lo que no le gusta y que se rehúsa a obedecer cuando algo no le parece (no sé cuántos cientos de veces he tenido que decirle “¡mastica!”, “¡come bien!”, “¡recoge tus juguetes!”.

Lo segundo es algo mucho más profundo, que tiene mucho más peso en mi vida.

Continue reading “16 años – Tratando de romper la burbuja”