El cuarto piso

Ya valió madres…

Ustedes perdonarán lo “florido” de la expresión que encabeza este escrito, pero no pude encontrar una que describiera mejor el sentimiento.

Es una tarea titánica resumir lo que ha pasado en una década, sobre todo en una vivida completamente en un lugar tan diferente al del país que te vio nacer y crecer, así que me centraré en lo más importante: decirles que si se les vuelve a ir la pelota a mi jardín ya no se las voy a dar 😛

¡Ah! Qué tiempos aquellos en los que la vida era nada más llegar de la escuela, hacer la tarea y salir a jugar con los de la cuadra, sin importar el riesgo de volar la pelota al jardín de algún vecino y andar buscando forma de recuperarla sin tocarle. Ya llovió, lo sé. Pero regresemos al tema para no mostrar tan descaradamente mi lado senil.

Cuando cumplí 30 años estaba en Guadalajara de viaje justo después de haber ido a una conferencia en el Estado de México. En ese entonces no le di mucha importancia a la fecha puesto que estaba más preocupado acerca de si me podría graduar del doctorado a tiempo o no. Afortunadamente me salió el certificado en una caja de cereal y ¡terminé! (o mejor dicho, me obligaron a terminar). No obstante, aun con el estrés de esos días y la incertidumbre de no saber qué hacer después, el día a día era más fácil. La vida en Iizuka era relativamente tranquila, y después de 5 años de haber vivido ahí me había acostumbrado a lo lento que transcurrre el tiempo ahí.

Ahora que cumplo 40, mucho ha cambiado. Dejando de lado la parte física (arrugas, menos pelo, más dolores musculares, etc., etc.), la pasada década fue de cambios intensos en mi vida y en mi forma de pensar… y en la cantidad de horas que puedo dormir al día. Resumiendo:

  • Dejé la zona de confort llamada “Iizuka” y me lancé a la aventura llamada “Tokio”, lo que profesionalmente hablado ha dejado resultados mixtos.
  • Me amarré casé.
  • Viví en carne propia lo que es estar a punto de perder toda la esperanza por culpa de un trabajo, o mejor dicho, de un jefe totalmente inepto y déspota.
  • Me convertí en padre.
  • Visité por primera vez Europa. Me falta nada más tocar tierra en África para haber visitado “los cinco continentes”.
  • Aprendí a tirar el orgullo con tal de ver caras felices (que valen totalmente la pena).
  • Asistí a mi primer EVO.
  • Conocí gente que en la vida pensé que podría hacerlo.
  • Aunque recientemente con intervalos de inactividad por razones obvias, seguí escribiendo el blog, y gracias a él, he podido conocer  (en persona) de México y otros países.

Cuando estás más joven, te llegas a preguntar cómo las personas de más edad dejan de hacer cosas, se vuelven “aburridas” y se la pasan hablando la mayor parte del tiempo de lo mejor que eran las cosas antes. Disfrutas pensando que a ti nunca te va a pasar, que tú vas a ser cool, la excepción a la regla cuando llegues a esa edad. Y lo curioso es que lo sigues pensando sin darte cuenta de que, poco a poco,  esos cambios se van dando y es muy probable que tú no los percibas, pero puedes estar seguro de que la gente que convive contigo sí. Cuando menos lo piensas, llegaste a una edad que veías lejana, y aunque sí, es cierto que eres diferente y que no caíste en todos los estereotipos de los que alguna vez te quejabas, también lo es el hecho de que muchas de esas características y comportamientos se volvieron parte de ti, no porque tú lo hayas querido, sino que se fueron acoplando a las situaciones que viviste y a las decisiones que tomaste.

Concretamente hablando de ser un mexicano en Japón, no ayuda tampoco el estar entre dos culturas y tratar de estar al tanto de ambas. La gente con la que crecí y era (o sigue siendo) mi amiga, también ha cambiado con el paso de los años, pero a ellos les afectaron sucesos y experiencias diferentes que los que a mí, y por ende no podemos estar en sintonía como lo hacíamos antes. Lo mismo pasa con la familia y hasta con el mismo lugar de nacimiento: todo lo quieres ver como lo dejaste o quieres tratar a la gente (o quienes que te traten) basado en lo que tú has vivido. Obviamente no se puede.

Todo se oye muy dramático, y hasta parece que ya estoy “chocheando”, pero no (al menos no que yo sepa :P). Simplemente quiero entrar en esta década con la mente clara, con plena identificación de lo bueno y lo malo, tanto para disfrutar lo primero como para combatir lo segundo. Y quizá para algunos parezca exagerado o todavía muy rápido, pero es buen momento de ir pensando sobre el legado que quiero dejar, y en general, del futuro a largo (aunque ya ni tanto) plazo. Se vienen decisiones muy pesadas, y no les voy a mentir cuando les digo que seguramente en más de alguna voy a sufrirle, pero no todo será malo, yquiero ese sufrimiento y esas bondades que las decisiones van a traer consigo sean recibidas de la mejor forma posible. Ya no nada más es para mí, ahora soy el arquitecto y director de una familia, y debo considerar todo como tal. Nunca aceptar lo que venga, o “el destino”, sino trabajar para llegar a él y para cambiar las circunstancias que, en este momento, no son buenas. En resumen: debo aprender a amalgamar la mente que tenía hace más de 15 años cuando recién vine a Japón con la mente de ahora que soy padre y jefe de familia, con el “extra” de serlo en un país tan diferente al mío.

Y bueno… después de los párrafos anteriores donde me estoy cortando las venas con galletas de animalitos mientras nieva y hay música de violines acompañando, hay que celebrar que llegué al cuarto piso. No, todavía no quiero mi cocol (pero ya se antoja). No habrá fiesta ni nada parecido ($$$), mas espero al menos darme el gusto de comer algo rico hoy.

Una última cosa: seguirán ganando puntos malos si me hablan de usted. Los acusaré directamente con Santa Claus, el niño Dios, los Santos Reyes o quienes sean que les traigan juguetes en Navidad 😛