Ni me había caído el veinte de que ya entramos a la recta final de junio… sabía que no había escrito nada aquí, pero me sorprendió que hubiera ya pasado todo este tiempo desde la última vez.
Escritos a medias, temas en el tintero, sugerencias de los lectores, correos y comentarios sin responder… todo está ahí. Los correos y comentarios ya están respondidos (creo), pero lo demás ahí sigue.
En primavera comencé a tomar un curso en la universidad de Tokio, que aunque es relativamente sencillo porque mucho de eso ya lo estudié, me mandaron del trabajo tanto por el hype de que es en esa universidad, como por una certificación expedida que avala que tomé el curso (y esperemos que diga que sí lo pasé). El punto es que hay mucha práctica y todas las semanas hay tarea. Entonces, el poco tiempo libre que he tenido durante los últimos meses se ha ido principalmente a esas tareas. No es extraño ya quedarme despierto hasta las 2 o 3 am corriendo un experimento, o estar una buena parte del domingo enfrente del monitor tratando de aumentar la precisión de lo que la computadora me regresa. ¿Videojuegos? Solamente a ratos en el tren, y si es que me toca sentarme, pero PS4 no, nada.
Obviamente no es que esté totalmente hasta el cuello de cosas que hacer, pero le doy prioridad a mi familia, y en especial a mi hijo, pues ahora que convivió con la familia de mi esposa por una semana se soltó hablando japonés ya de forma fluída y construyendo frases completas, mientras que de español sigue con frases cortas e incompletas, aunque visiblemente entiende todo lo que le digo y me responde. He notado también que cuando estamos nada más el y yo sin su mamá cerca (digamos, que lo llevé al parque), le da por hablar nada más español e intenta decir más cosas en ese idioma, pero si ve o siente que mi esposa está cerca, se apoya mucho más en japonés. Por tanto, gran parte de mi tiempo libre lo uso para jugar con él, hacer que aprenda más vocabulario y que genere más frases.
Ayer estuve un buen rato jugando a los “monitos”: él fingía que se caía, y yo con una figura de elefante iba a ver si estaba bien y en donde le dolía. Cada vez que fingía caerse decía “¡se cayó!”, y cada vez yo le corregía diciendo “¡me caí!”. Tomó fácil unos 10 intentos hasta que comenzó a decir “¡me caí!” en vez de generar la frase en tercera persona. Es natural que, por la gramática japonesa, intente usar la misma conjugación para todo, pero he notado que poco a poco se está dando cuenta de que en español la forma de decir algo cambia dependiendo del sujeto.
Sí, sé que es una batalla muy difícil al ser solamente yo (auxiliado por libros y YouTube) su única fuente de español, pero no estoy dispuesto a rendirme.
En fin, sigo al pendiente de todo por acá, pero creo que será hasta la segunda semana de julio cuando ya estaré un poco más activo por acá.
