Grata sorpresa

Aunque sé perfectamente que no es así en todos los casos, me dio gusto encontrarme con que no todo es necesariamente malo con el servicio al cliente fuera de la tierra del sol naciente.

Necesitaba una sim card para mi teléfono para usarla en el tiempo que estaría fuera de Japón. Según había leído, sí era posible conseguirla por acá, nada más había que ir a uno de esos lugares donde te atienden después de mil años, explicar el caso, y salir con tu teléfono ya funcionando. Después de todo, para eso están los teléfonos “sim free”.

Fue un proceso mucho más complicado de lo que parecía. El problema es que ninguno de los que atendían sabían el procedimiento para hacerlo, aun cuando está en sus manuales. Sin embargo, la chica que me atendió, muy bonita por cierto, tuvo paciencia y ganas de aprender, y se la pasó preguntando a compañeros y supervisores hasta que, probando aquí y allá, y aguantando también que yo le dijera que lo que ella me estaba ofreciendo y lo que había visto en un folleto que me habían dado el día anterior era diferente. Gracias a eso, después de como hora y media, salí con 1.5 GB de datos para usarse en hasta 30 días.

¿La red? Lamentablemente no tan buena como me lo imaginaba, pero se puede usar y eso es lo importante.

Miriam Rubio, del centro de atención Telcel en Plaza Forum Tlaquepaque: ¡mil gracias por todo! Me diste una excelente impresión y ejemplo de cómo debe ser el servicio al cliente en México.

Ah, sí. Ando de vacaciones en mi rancho, después de más de 4 años de no hacerlo. Ya luego les contaré los pormenores, pero por lo pronto les comento que, más que viaje de placer, es un viaje para ver a mis papás.

Saludar

Desde pequeños nos enseñan a saludar, y se nos recuerda que es una acción casi casi obligatoria cuando llegas a algún lugar, cuando te encuentras con alguien, conocido, etc. Es cortesía simple, pero muy efectiva; por tanto, estamos tan acostumbrados a saludar y ser saludados, que cuando alguien no lo hace inmediatamente resalta de los demás, y puede cambiar el trato que se recibe de otros.

Saludar no cuesta nada. Son a lo mucho 3 palabras: desde un simple “¡hola!” hasta algo como “¡muy buenos días!”. No es que se nos vaya a ir el aliento si lo hacemos.

En Japón, esa cortesía (y hasta podría decir “educación”) también existe. Desde pequeños se les enseña a los niños a decir “hola” y “adiós”, y poco a poco se van introduciendo otros saludos y expresiones similares (como “itadakimasu” y “gochisou sama deshita” al comenzar y terminar de comer respectivamente), y también se reprende a los niños que omiten el saludo por alguna razón. En resumen, no cambia mucho con lo que nos enseñan en México (y casi seguro puedo decir que en muchos otros países es similar).

Como mencioné arriba, saludar es tan  que suena raro cuando alguien no lo hace. Pero en Japón, hay gente que omite el saludo de manera normal, y en algunas ocasiones hasta es aceptado (aunque sea de dientes para afuera).

¿Quieren que algo me ponga de malas? Que alguien omita un saludo en donde a ojos vistas es necesario y esperado es una de las razones que pueden llegar a hacerlo. Pero no crean que me refiero a que a alguien se le olvide saludar porque está ocupado, distraído, o alguna otra razón que demuestre que no es deliberada la omisión (porque a mí me pasa seguido que ando “en la lela” y de repente no saludo o no me doy cuenta), sino a las veces en las que alguien, por voluntad propia, simplemente no saluda.

He tenido algunas experiencias amargas al respecto, específicamente en algunos de los lugares en los que he trabajado de este lado del mundo.

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