¿Sabías que…? – Parte 26

Esto es algo que noté desde los primeros meses que estuve en Japón, pero después se convirtió en algo tan común (de ver, porque yo no me abstengo) que se me había pasado comentarlo por acá.

¿Quién se come el último pedazo?

¿Sabías que los japoneses siempre se abstienen de comer la última pieza (o la última porción) ?

Según tengo entendido, esto no es exclusivo de Japón, sino que es un patrón común en varias partes de Asia.

Hasta donde sé, la razón por la que nadie quiere tomar la última porción de algo es porque sencillamente les importa mucho lo que los demás piensen de ellos. En concreto, comerse la última pieza se puede considerar como que la persona que lo hizo solamente pensaba en comer, o bien que es una persona avariciosa. Y justamente cuando queda una pieza comienza el diálogo de a quién lo van a ceder (noten que no es “quién se lo quiere comer”). Generalmente hay que insistir mucho antes de que alguien junte el valor necesario para tomarla, no sin antes haber intercambiado frases como las siguientes:

  • Que se lo coma fulanito porque él es joven y puede comer mucho.
  • Que se lo coma sutanito porque no comió bien durante el día.
  • “¡Ándele jefe! ¡Vaya por la última pieza!”
  • “Sempai, por favor”
  • “No no. Hay que cederle la pieza al nuevo”.
  • “¡Pero estoy muy lleno y ya no puedo comer nada!”

En muchas ocasiones me tocó ver cómo la última pieza siempre se quedaba ahí, y lo consideraba como un desperdicio. Después de un tiempo, cuando alguien comenzaba con eso, yo levantaba la mano y la tomaba, usando mi poder especial de ser extranjero.

Si alguna vez tienen oportunidad de vivir esto, esperen un poco antes de ofrecerse como voluntario para tomar la última porción. Lejos de tomarlo como burla, es un aspecto interesante de la cultura puesto que, al menos con base en lo que aprendí en México, es algo que no se da en la nuestra.

 

Singapur 

Tengo 4 años laborando en la compañía, y varias veces me había preguntado si me tocaría viajar de negocios. Con el paso de los años, comenzaron a salir pequeños “viajes”, primero dentro del mismo Tokio, luego a otras prefecturas en Japón. La semana pasada, fue la primera vez que tuve que salir del país por trabajo. Destino: Singapur.

Puede sonar bonito cuando escuchas que alguien va a viajar de negocios a algún lado, pero como muchos se pueden imaginar, está muy distante de ser placentero, menos cuando te toca trabajar con japoneses y quieren seguir el ritmo de trabajo que tienen en su país.

El caso es que el viaje fue por demás agotante. Primero, teniendo que viajar con alguien de la empresa (afortunadamente no en asientos contiguos); luego, olvidarte de cualquier libertad a la hora de la comida y después de salir de trabajar (ya se la saben: el típico”vamos a cenar” y luego a beber… y no olvidar que uno no tiene voz para escoger qué quiere comer).  Sí, estrés. Estoy totalmente de acuerdo en que uno no va con afán de ser turista, pero el hecho de que te quieran tener encadenado hasta que los jefes se cansen y te dejen en la recepción del hotel es asfixiante en toda la extensión de la palabra.

Aunque creo que lo que fui a hacer allá bien podría haber sido discutido en una vídeo conferencia, al menos puedo mencionar que el poco tiempo que tive para mí (y que está mostrado en Periscope) me sirvió para refrescarme de Japón y recordar lo que es la vida fuera del ojo que todo lo ve en la sociedad japonesa. Singapur es un país producto de mezclas de cultura, y la diversidad se siente en el aire, y eso es un total alivio para alguien que no ha estado fuera de Japón por varios años (la última vez que salí de aquí fue a Guam, en 2013). Fueron pocas horas, pero aunque no hice ningún tipo de actividad, las traté de disfrutar al máximo.

Algo que me da risa es recordar lo baratos que son los taxis fuera de la tierra del sol naciente: un recorrido de 30 minutos al aeropuerto (por vía rápida, sin bajar de 90km/h) me costó 23. 03 dólares de Singapur; ese mismo recorrido en Japón me habría salido en unos 9000 yenes mínimo. Hasta gusto daba subirse a un taxi y encontrarte con que no te va a costar un ojo de la cara. Para que se den una idea, el banderazo en Tokio ronda los 720 yenes, y de ahí obviamente por distancia. Un recorrido de 15 minutos para regresar del ayuntamiento a la casa en Tokio me cuesta 1500 yenes aproximadamente…

Huelga decir que terminé muerto y llegué de vuelta a Japón en estado “zombie”. Se les ocurrió ponerme en el vuelo nocturno para llegar a Tokio a las 6:30 am, justo en el primer día del EVO 2016… Pero tengo que mencionar a fuerzas a Singapore Airlines: sin lugar a dudas, la mejor en la que he viajado. 295 películas en demanda, y yo sin ir al cine desde hace un buen… terminé viendo las siguientes películas:

  • 10 Cloverfield Lane
  • The Revenant
  • Deadpool
  • Zootopia

En efecto, no había visto ninguna de ésas. El vuelo de ida fue por la tarde, así que no hubo problema, pero el de regreso sí me pegó el cansancio, y antes de que digan que habría sido mejor dormir, dejen les cuento que no puedo dormir en camiones o aviones; nunca logré perfeccionar la técnica de dormir en ese tipo de asientos, lamentablemente. Si acaso, cuando estoy muy cansado, duermo a lo más un par de horas.

Mencioné un poco más arriba que no tuve oportunidad de escoger lo que quería comer, pero no por eso dejé de disfrutar las delicias de la cocina singapurense, patrocinadas obviamente por la empresa; el punto es que, por ser de culturas diferentes, los platillos que a los japoneses les parecen un manjar o algo para estar emocionados, para mí necesariamente no lo son, y por ende no me puedo sorprender de la manera que ellos esperan.

Por la naturaleza del proyecto en el que estoy participando, creo que es probable que vuelva a ir a Singapur, aunque no será pronto. Pero la siguiente vez, intentaré que me hospeden en el hotel que muestra la foto de arriba: Marina Bay Sands. La alberca infinita que tiene en el último piso es una tentación difícil de resistir, pero solamente pueden mandar en ella los huéspedes del hotel. Y a ver si esta vez al menos me dan tiempo para darme una vuelta.

Ligas a los Periscope que hice desde Singapur:

Residente permanente

Llegué a Japón por segunda vez en mi vida el 2 de abril de 2003. Y ahí comenzó la aventura que hasta el día de hoy sigo viviendo.

Una buena parte de lo que me ha sucedido por acá ya se ha contado en este blog, pero hay algo en específico que creo que nunca he mencionado:

En Japón, las visas se manejan como “estatus de residencia”. Existen muchos tipos de estatus; aquí pueden ver una lista (en inglés) describiendo brevemente cada uno de ellos. La odisea de obtener el preciado estatus comienza  desde antes de llegar a Japón. Huelga decir que obtener un estatus de residencia por cuenta propia es difícil, a menos que

  • Estés aceptado en una institución educativa en Japón.
  • Estés aceptado en una compañía que labora en Japón.
  • Estés casado con una persona de nacionalidad japonesa.

Por supuesto, si estás casado y tu cónyuge trabaja en Japón (aunque no sea japonés y su estatus sea legal) puedes obtener el estado de dependiente.

La cuestión del estatus de residencia apropiado es importante, porque cada uno te limita en los tipos de actividades que puedes desempeñar de este lado del mundo, y cada vez que cambies de trabajo o de actividad principal, debes revisar si tu estatus te permite realizar la actividad deseada. Por ejemplo, siendo estudiante no puedes trabajar, pero puedes pedir un permiso que te permite hacer cierto tipo de trabajos hasta 28 horas semanales o 40 en época de vacaciones; si tu trabajo es programador y te cambias a un área administrativa, debes cambiar tu estatus o de lo contrario corres el riesgo de ser sancionado.

Las meta de las personas que quieren vivir en Japón por largo tiempo o de manera permanente es obtener un estatus que no limite las actividades laborales que se pueden realizar, o al menos, un estatus por una duración de más de un año, para evitar el martirio que es ir a la oficina de migración a hacer el trámite (en Tokio, Osaka o Fukuoka, al menos; en lugares más rurales generalmente no hay gente y no tienes que esperar tanto). Es decir, obtener el estatus:

  • De lo que sea, pero por 3 o 5 años. Se corre el riesgo de que, si cambias de estatus, te vuelvan a dar uno por 1 año solamente.
  • De cónyuge, porque no hay restricciones en los trabajos que puedes realizar.
  • De residencia permanente, la cual tampoco tiene restricciones y ya no hay que renovar el estatus (es como la meta, a menos que quieran hacer la siguiente).
  • De adoptar la nacionalidad japonesa.

Con residencia permanente es mucho más fácil conseguir créditos o préstamos bancarios para carros, casas o similares, puesto que el estatus respalda, en teoría, que no planeas dejar Japón, lo que le da seguridad a las instuticiones de crédito. Asimismo, existen algunas municipalidades en las que es posible participar en comicios electorales con residencia permanente.

Mi historia de estatus de residencia ha sido larga y sinuosa, y  aquí la recapitulo:

  • Estudiante extranjero, 1 año.
  • Estudiante extranjero, 2 años.
  • Estudiante extranjero, 3 años.
  • Ingeniería, 1 año.
  • Ingeniería, 3 años.
  • Cónyuge, 1 año.
  • Cónyuge, 1 año.
  • Cónyuge, 3 años.

El pasado viernes, esta historia llegó a su final. Después de 4840 días de estar en Japón, o sea 13 años y 3 meses, me fue otorgada, al fin, la residencia permanente en este país.

¿Qué quiere decir esto?

Que ya me puedo olvidar de la renovación de estatus anual, que me hacía perder 2 días de mis vacaciones (al menos) para hacer el trámite.

¿Te piensas quedar permanentemente en Japón?

No lo he decidido todavía, pero es una opción que siempre he considerado, y si consideramos algunos sucesos acaecidos a lo largo de dos años de intentos con cierta universidad de cierta entidad federativa en México, la opción de quedarme por acá es cada vez más fuerte.

Entonces, ¿para qué pediste la residencia permanente?

Además de evitarme la molestia de estar yendo con tanta frecuencia a la oficina de migración, en el caso de que me quede en este país me da la oportunidad de comenzar a planear mucho desde el momento en el que lo decida, sin tener que esperar para hacer el trámite ni depender del resultado, porque el proceso de evaluación para ver si te otorgan la residencia permanente es de 6 meses a un año.

Sé que muchos otros mexicanos han obtenido su residencia permanente con solamente haber estado 4 años en Japón, pero en su caso es porque llegaron aquí casados con nacionales japoneses, y ésa es la forma más rápida de obtenerla. Si, en cambio, vienen solos y comienzan a estudiar o trabajar aquí (como su servidor), el camino es largo, porque uno de los requisitos es haber vivido en Japón por al menos 10 años, y tener al menos 5 años consecutivos con un estatus que permita trabajar. Aquí dejo una liga con la lista de requisitos completa, directamente del ministerio de justicia de Japón.

Así que, desde ya, soy un (otro) mexicano en Japón con residencia permanente.

Noten que esto NO ES una guía de visas japonesas, ni de cómo obtenerla, ni tampoco soy autoridad para ayudar a alguien a obtener una. Si están interesados en los tipos de visa, trámites, consejos y demás, hay muchas páginas en internet con apoyo jurídico, incluso en español, en donde pueden encontrar guías al respecto. Google es su amigo.