Algo sobre las nuevas generaciones en Japón y su interacción con la tecnología

Hace mes y medio me enviaron del trabajo a ayudar en la aplicación de un examen de inglés (propietario de la compañía) a una universidad en la que nos habían contratado por primera vez. He asistido a otras universidades en diferentes partes de Japón y me ha tocado ser 実施監督, o sea, supervisor en la aplicación de dicho examen, labor que se resume en:

  • Preparar las computadoras.
  • Escribir instrucciones en el pizarrón y leerlas en voz alta.
  • Resolver cualquier problema técnico que pueda suceder durante el examen.

Noten las negritas en “técnico”. Con la experiencia que tengo en enseñar inglés en escuelas de Japón, sé de antemano que las responsabilidades que te dicen que tendrás siempre se quedan cortas, porque se presentan situaciones que, aunque no deberías de manejar, terminas haciéndolas porque “se espera que ya sepas que eso podría pasar” o de plano la velocidad de reacción de los encargados japoneses es más lenta que una carrera entra la tortuga de la fábula vs. el caracol de Monsters University que quiere llegar a tiempo a clases y termina llegando al salón al final del semestre.

musnail

Como podrán imaginarse, son estos sucesos los que se presentan con más frecuencia. Y para ser sincero, me parece increíble, por decir lo menos. Pero vayamos por partes.

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Un año después

Un año parece eterno, y durante él pueden suceder muchas cosas, pero cuando tu vida cambia por completo y estás todos los días al pendiente de algo, o de alguien, parece como si todo hubiera sucedido en un instante.

Los primeros meses del año pasado eran de expectación. Sabía que me convertiría en padre, y creía que sabía lo que eso significaba (me daría cuenta después de que no), pero conforme la fecha se acercaba, cada vez estaba más nervioso. Y mi primera preocupación no era todavía el día en que naciera mi primer hijo, sino que existía la posibilidad de que no llegara a tiempo para recibirlo.

Emi y yo decidimos que el niño naciera en Iizuka, por diferentes razones, pero la que más peso tenía era que quería estar cerca de su familia cuando eso sucediera, además de que en Tokio, no le gustaría estar sola cuando tuviera que ir al hospital o en caso de una emergencia, puesto que era muy probable que yo estuviera en el trabajo y no llegara a tiempo. Necesitábamos que alguien estuviera siempre al pendiente, y como mi familia está mucho, pero mucho más lejos que la de ella, la decisión era obvia.

No es raro que las japonesas decidan dar a luz en su lugar de origen. A esto se le llama 里帰り出産 (satogaeri shussan). Emi tenía su clínica y médico asignado por acá, pero también ya había reservado, con muchos meses de anticipación, su lugar en el hospital donde daría a luz en su tierra natal. Curiosamente, era el mismo lugar que en el que Emi vino al mundo. El médico de ese lugar le aconsejó regresar a Iizuka aproximadamente mes y medio antes de la fecha programada, y así hicimos los planes.

Sinceramente, ignoro si una persona de casi 8 meses de embarazo puede viajar en avión, pero entre dimes y diretes, y por recomendación de mi suegra, nos aventuramos a regresar a Fukuoka en Shinkansen, idea que a Emi no le agradaba del todo pero yo no estaba en contra; la razón es que el viaje toma más de 5 horas, y aunque es muy placentero y puedes ir viendo diferentes paisajes de Japón, pasar 5 horas así era algo que Emi quería evitar de ser posible; después de todo, era un viaje que ya habíamos hecho 4 años atrás, cuando decidí probar suerte en la capital nipona. El caso es que el viaje transcurrió sin mucho problema. Yo tenía casi un año de no regresar a Fukuoka, pero esta vez, no era por turismo ni por ver a mis amigos allá.

Regresé a Tokio, a estar de nuevo solo durante al menos un mes. Sin embargo, esta vez era muy diferente. Emi me dejó con el mensaje: “Aprovecha este periodo que estarás solo, porque será el último que tengas en mucho tiempo. Sal, diviértete, haz lo que quieras y disfruta tu tiempo”. Sí, de entrada todo eso suena muy bien, pero vives con la expectativa de que, aunque tienes una vaga idea de cómo serán las cosas después, realmente no lo sabes hasta que el momento llega.

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