La edad perfecta

Dicen que estoy en la edad perfecta (33 años). Algunos ya me dicen ruco, otros no lo dicen, pero lo piensan. Otros cuantos me alientan diciendo que tengo la edad a la que murió Jesús (sí, yo sé que es debatible, pero no es tema aquí) 😛 Sin embargo, yo considero que la edad perfecta es la que uno tiene en el momento en el que dispone a hacer algo trascendental en su vida, por trivial que pueda parecer ante los ojos de los demás.

Cuando menos lo pensé, era 3 de noviembre. Celebraba otro cumpleaños más en Japón.

Miriam, Luisa y Azael (quienes junto conmigo y Felipe nos hemos autodenominado “el equipo de Tokio” de los mexicanos en Japón) vinieron a la tierra de los pandas (léase “Ueno) a celebrar conmigo, pues aunque mi cumpleaños fue entre semana, en Japón el 3 de noviembre siempre es día festivo: el día de la culturaa. Así que de menos me tomo ese día… ¿y si les digo que me pasé toda la mañana limpiando el cuarto y lavando ropa?

Fue un día tranquilo, que terminó muy bien gracias a las atenciones de los arriba mencionados. ¿Que qué me regalé? Nada, y no es broma. Sí hice un regalo, pero no a mí, y no les cuento en este momento porque es posible que, por quienes me leen, la sorpresa se eche a perder, pero en cuando me digan que el regalo ya fue entregado les paso el chisme completo. Además, con todo lo que se viene encima para febrero del próximo año, ahora ando cuidando el $$$, porque se avecinan tiempos difíciles.

Mil gracias a todos los que me felicitaron por Twitter, Facebook y correo electrónico. Realmente lo aprecio mucho.

Como sea, 33 años en este mundo. Ya va siendo hora de hacer algo interesante, ¿no?

Periodo de prueba

Muchas compañías ponen a sus nuevos empleados en un periodo de prueba para ver si pueden con el trabajo y si se adaptan a la empresa. Suena como un proceso lógico. En Japón, el promedio de duración de ese periodo es de 3 meses. Después de eso, se supone que tienes una idea de qué onda con la empresa.

No es mi caso. Hoy se cumplen 3 meses desde que dejé mi segunda casa (Iizuka) en busca de algo mejor. Y todavía estoy por encontrarlo. Al menos ya tengo planes para los próximos 3 meses.

Siempre que menciono algo sobre Japón, aclaro que cada quien habla de la feria dependiendo de cómo le fue en ella. Por ello, es natural pensar que no todo lo que yo digo puede ser cierto para otras personas; cada quien tiene su forma de percepción, sus estándares de vida y felicidad y sus experiencias.

Japón puede ser un país de ensueño para personas que buscan un trabajo y una situación estable. Entrar a una compañía y echarle ganas te asegura que no te tendrás que preocupar mucho por que te falte dinero, claro, sin pensar que te vas a hacer millonario. La lealtad y el nivel de sacrificio que estés dispuesto a darle a la empresa son factores que repercuten en tu posición y en la forma en la que los demás te ven. Trabajar se convierte en el estándar, y en la única actividad de muchos. Después de todo, el japonés promedio no tiene otra actividad importante durante la semana: eres parte de la empresa, y tienes que estar dispuesto a darlo todo por ella. ¿Vale la pena? Nada más hay que preguntarle a los empleados al momento de que los evalúan para ajustar su sueldo.

¿Felicidad? Como mencioné arriba, la definición de esta palabra es diferente para cada persona. En lo personal respeto mucho, pero de verdad mucho, a quienes lo anterior les proporciona felicidad. Y no lo digo sarcásticamente: en verdad a veces siento envidia porque pueden llegar a sentir satisfacción… algo que a mí sinceramente no se me da. Respeto su opinión, pero no la comparto. Yo también quiero llegar a sentir eso, y a sentirme feliz con algo.

Olvídense del hecho de que tengo un doctorado. Este sentimiento está en mí desde hace mucho. Lo que no sé si esté del todo bien es que parece que no tiene indicios de desaparecer, o quizá incluso de cambiar.

En este periodo, he recibido una gran cantidad de comentarios, mensajes, tweets y correos electrónicos de gente que me apoya, gente a la que no tengo el gusto de conocer, y gente a la que las loqueras que escribo aquí les sirve de algo. Toda clase de mensaje que me hagan llegar siempre ha sido bienvenida y debidamente leída, pero en los últimos 3 meses han sido una bocanada de oxígeno.  Cuando recién llegué a Tokio, les comentaba que no había garantía de que las cosas salieran ni bien ni mal, y que estar aquí era (y sigue siendo) un reto. Hoy puedo decir que los resultados no han sido los esperados, y que hay que moverse para que eso cambie. No les niego que me hace falta un buen descanso y un mini retiro para poder poner en orden mis ideas y relajarme, pero siendo realistas, es ahora cuando más ganas tengo que echarle, porque la situación no va a cambiar por obra divina. Proyectos hay, ganas de hacerlos más, pero tiempo es lo que me falta. Y lesiones en la espalda que me obligan a ir entre semana al hospital sinceramente no ayudan.

Quizá el periodo de prueba en la empresa se haya extendido, pero el otro, el que yo me he puesto, no ha terminado. Sin embargo, el tiempo corre, y quiero provocar un cambio tan pronto como sea posible. ¿Tardará? Quizá, pero es ahora donde debo ser fiel a mis palabras: intentar mejorar y morir en el intento antes que rendirse y conformarse. Y mientras tanto, aquí andaremos reportando lo bueno y lo malo, porque la vida no es color de rosa y no sólo hay éxitos en la vida: hay que aprender de los fracasos.

初志貫徹 (Shoshi kantetsu), eso es lo que me mueve.