Dicen que año nuevo, vida nueva. Y aunque siempre he estado en contra de los estereotipos, esta vez, y por pura coincidencia, creo que sí caigo en ése.
Habiendo regresado a Japón después de 2 semanas mágicas en México, mi país me hizo recordar algunas cosas que estaban guardadas en un lugar recóndito de mi mente. Japón me estaba mecanizando sin que yo pudiera percatarme de ello. Es precisamente lo mismo que me pasaba cuando vivía en México: nunca te das cuenta de los problemas serios (o no te importan) mientras estás dentro de él. Japón me estaba acostumbrando a su ritmo de vida, pero afortunada e inconscientemente, mi mente se estaba defendiendo.
Estar en México para pasar navidad y año nuevo después de 6 años de no hacerlo tuvo un efecto interesante en mí: volví a ver la alegría de vivir. Recargué baterías y regresé a Japón con muchas más ganas de hacer las cosas, con muchas incógnitas que debo resolver y con un panorama mucho más claro de lo que sigue en mi vida. El país del sol naciente, como cualquier otro lugar, tiene sus puntos buenos y sus puntos malos, y creo que estaba pasando por alto los malos y me inclinaba más a ver los buenos, que no lo son necesariamente para un extranjero.
Me gusta vivir aquí; me he acostumbrado a la forma en la que la sociedad se maneja; tengo buenos amigos, gente que me ve muy bien y en general no tengo problemas (salvo el de mi vecino de arriba, je). Sin embargo, y como lo he mencionado en varias entradas anteriores, no estoy dispuesto a pagar el precio que Japón exige por esta vida: sacrificar la individualidad. México, mi familia y mis amigos de allá hicieron que se reacomodaran las ideas en mi cabeza, y ahora, aunque difícil, se ve un poco mejor el panorama.
Esto no quiere decir que he decidido irme de Japón. Simplemente me sacudió la cabeza y me hizo acordarme de lo que realmente quiero en la vida, y eso no es precisamente un trabajo donde no me puedo realizar profesionalmente hablando. Cuento los días para regresar esas palabras que me recitaron: “Antes de ser doctor, eres un empleado de esta empresa”. Le quitan a uno las ganas de dar lo mejor de sí, la verdad.
En fin, ha comenzado el año del tigre, el futuro inmediato pinta difícil, pero es necesario para ir al siguiente nivel. Por lo pronto, mañana regreso al trabajo, con todo el dolor de mi corazón.