La flor del vecino es roja

Desde que comencé a interesarme por la cultura japonesa, me he encontrado con muchas clases de personas a las que les gusta Japón. Sus razones son válidas, por pequeñas que a otros les puedan parecer. Y entre esas personas, también hay quienes idolatran a Japón, y lo ven como el paraíso terrenal.

Esta vez me voy a centrar en la opinión mexicana.

Japón, como otros países, tiene su lado bueno y su lado malo. El punto es que muchas personas visualizan la vida en Japón manteniendo la forma de pensar mexicana. Quienes tienen la oportunidad de venir como turistas experimentan uno de los viajes más placenteros e increíbles que se pueden realizar (hay mucho destinos turísticos de ensueño, es cierto, pero Japón tiene un toque mágico para asombrar a los extranjeros). Lo bueno, y malo al mismo tiempo, es que en tan poco tiempo no les es posible conocer Japón lo suficiente como para ver su lado negativo. La idea que queda en la mente es casi unísona: “Japón es mejor que México”.

Es fácil pensar que Japón supera a México en todos los aspectos si se ve desde el punto de vista de “primer mundo” vs. “país tercermundista”. Siendo realistas, sí: Japón sobresale en muchos aspectos en comparación con nuestro país (y con muchas partes del mundo), pero eso no lo convierte inmediatamente en la tierra prometida. La diferencia de culturas es enorme, ya la he comentado, pero sabemos que detrás del orden y el avance que Japón muestra, existe un precio que se paga, y no precisamente con dinero.

Siempre ha sido mi postura hablar de Japón de forma neutral, resaltando los puntos buenos y señalando los que, por pertenecer a una cultura diferente, me parecen malos.

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