El pozo – parte 1

Ésta es una serie nueva, que todavía no tiene fin. La iré escribiendo conforme las cosas vayan pasando. Eso sí: creo que será un poco diferente a lo que han leído aquí antes.

Explicación más detallada al final del escrito. Para quienes gusten leer lo que sigue, solamente les pido que lo lean completo.

Vamos a comenzar:

Estoy en un pozo. pero no en las cercanías, o a un lado de él. Estoy en la parte más profunda, donde la luz es escasa, donde mi voz casi no se oye, donde me siento atrapado, sin poder salir, pero curiosamente donde ese espacio cerrado, lúgubre y frío me da una leve sensación de seguridad que no he sentido en mucho tiempo.

Quisiera poder decir que lo anterior es una metáfora, pero no. Es la realidad actual. Es como me siento y me he sentido por mucho tiempo ya. Pero ahora todo eso se ha agudizado y es la primera vez que lo externo de esa manera. Muchos sentimientos se juntaron y como que por fin encontraron la forma de salir.

La pandemia ha jugado un papel importante en todo esto, no hay duda. Sin embargo, creo que ser obediente, restringir la salidas y la poca o nula interacción con seres humanos en persona (además de la familia), vino a sacar a flote muchas cosas que traía dentro, algunas que me estaba guardando y otras que ni me había dado cuenta.

El problema es que todo esto no pudo llegar en peor momento. Con un bebé en la familia y mi otro hijo pidiendo (necesariamente) atención, necesito estar al 100 para hacer un buen trabajo tanto en mi trabajo como en mi familia… pero eso no es posible si yo no esto bien conmigo mismo.

En las últimas semanas he estado analizando mi comportamiento, mis pensamientos y mis acciones. Estoy tratando de encontrar qué desató todo esto. El problema es que estoy en un círculo vicioso y me concentro más en cosas negativas que en lo que realmente quiero pensar y hacer. Uno razona las cosas, piensa y ve que, desde fuera, parece que todo se resolvería de forma muy simple, pero cuando está uno dentro de ese remolino de sentimientos no es tan fácil. Uno no escoge sentirse así; la ansiedad, angustia, inseguridad y miedo toman el control, y uno está esforzándose a cada minuto porque eso no suceda.

No disfruto casi nada de lo que antes me gustaba. Además de que mi tiempo es contado por las responsabilidades que tengo como padre de familia, el poco que realmente me queda para mí lo consumen los sentimientos arriba descritos. Videojuegos, películas, series, libros, etc., me siguen llamando la atención… pero no están cumpliendo su propósito.

También el aislamiento me ha pegado. Muchas veces me he descubierto a mí mismo pensando que no hay nadie con quien pueda compartir lo que me gusta (sí hay personas con las que puedo hacerlo, pero mi mente se empeña en hacerme sentir que no). Si por ejemplo, veo uno de los episodios nuevos de Shingeki no Kyojin (Attack on Titan), no hay con quien comentarlo; que si hay algo que quiera comentar sobre XMonad, que qué es eso y con qué se come… En fin. Creo que se entiende la idea. Es más: hasta me ponen de malas los días bonitos, y que cuando le pregunto a alguien que cómo está me responda que “bien” cuando ahora yo no puedo decir lo mismo.

¿Qué es lo que más me ha ayudado hasta ahora?

Sinceramente, el hecho de que haya gente que te diga que está contigo, que te echa la mano y que quiere ayudarte a encontrar la causa de, y la salida de, todo esto.

Además, el hecho de poder hablar con alguien fuera de la familia, de poder interactuar. Se siente chido ser escuchado.

Ahora, ¿por qué escribo todo esto?

Primero, por lo mismo de dejar registro de lo que me pasa. Espero que en unos años pueda volver a leer esto y esté en una mejor situación emocional que me permita reflexionar y usar la experiencia para el futuro.

Segundo, porque así como a mí me ha ayudado saber que no estoy solo en todo esto, quizá a alguien que esté en una situación similar a la mía le puede servir como referencia para saber cómo sentirse un poco mejor, y también cómo pedir ayuda.

No. No tengo pensamientos suicidas. Como referí hace algunos escritos, esos quedaron atrás en mis años pubertos. Es más grande el sentimiento de desesperación por querer salir de esto rápidamente y no poder. La sensación de impotencia es enorme, y eso agudiza todo lo demás; te hace sentir como que no puedes hacer nada, y de hecho interfiere y afecta lo que realmente puedes hacer.

Como creo que se habrán dado cuenta, esta “serie” no es algo que ya haya terminado, o que ya tenga un número definido de partes. Esto va a continuar, aunque espero que el menor tiempo posible). Ignoro cuándo escribiré de nuevo al respecto, pero de qué lo haré, lo haré.

De igual manera, así como siempre leo los comentarios buenos y malos que me dejan por acá, esta vez sí me tomaré la molestia de mandar a ver gatitos a los comentarios agresivos, ofensivos y similares. Dejen que me reponga y con gusto les respondo como se debe también a esos, pero de momento, van para afuera.

Aquí sigo.

¡Feliz 2021!

Por fin, ¡POR FIN! se ha ido 2020 y ha llegado el 2021, en el que la vaca seguramente va a poner orden a todo el desm…. barajuste que hizo el ratón el año pasado.

Espero que a todos ustedes les vaya muy bien y que este año se convierta en el mejor que hayan pasado en sus vidas.

Hay que ver para adelante. Ya se ve la luz al final del túnel en el que 2020 nos metió. Aguantar un poco más para que todo pueda ser como era antes (tanto como se pueda, claro).

¡Sí se puede!

El 2020 en un kanji

Kanji de los años anteriores:

Creo que el consenso de este año es claro. De la forma que lo vean o que lo hayan pasado, la realidad es que fue un año diferente, que nos presentó una situación difícil a nivel mundial de la que apenas comenzamos a ver la salida. Incluso en el escrito del año pasado mencionaba la celebración de las olimpiadas en Tokio… Pero más que eso, mucha gente lamentablemente perdió la vida, o quizás algunos de sus seres queridos. Se siente la tristeza y el hartazgo en todos lados.

Sin embargo, creo que también para muchos hubo acontecimientos importantes y agradables, y es quizá en los que nos tenemos que apoyar para salir adelante y continuar en esta aventura.

El kanji de este año lo tenía prácticamente decidido desde el anterior. Obviamente en ese entonces no contaba con una contingencia sanitaria a nivel mundial, pero ni eso es suficiente para quitarme la dicha del momento en el que por segunda vez me convertí en papá. Por tal motivo, el kanji que para mí describe el 2020 es:

Su lectura principal es “ko”, y quiere decir “niño”. El nacimiento de mi segundo hijo se lleva por mucho a todo lo que acontenció en mi vida durante este año que termina. Como muchos de ustedes, yo también dejé de ver a mis amigos, dejé de salir y llevar a mi primer hijo a los lugares a los que íbamos con frecuencia, comencé a trabajar desde casa (primero por mi bebé y luego por el coronavirus), y el cansancio hizo (y sigue haciendo) presencia, pero ni todo eso ha sido suficiente para quitarme el sentimiento que tuve en el momento en el que mi segundo hijo vio la luz y lo tuve en mis brazos. Sin duda será un momento que recordaré toda la vida.

No quiero dejar de mencionar que también hubo pifias y sucesos que lamento mucho. El estrés se ha maximizado durante los últimos meses y no es nada más por el virus: enfrenté un acontecimiento en el trabajo que me pegó fuerte; la inseguridad se apoderó de mí de forma en la que no lo había hecho antes, perdí la concentración en muchos momentos y he notado que se me han estado olvidando cosas. Yo sé que hay mucha gente con 2 o más niños que también le echa ganas todos los días y para las cuales yo soy un completo “novato” (y tienen razón), pero aunque tuve la ayuda de mi suegra por unos meses, ha sido realmente una gran tarea tener que estar al pendiente del trabajo y familia, y no ayuda ver que tu tiempo libre prácticamente ha desaparecido ni que los fines de semana no alcancen para descansar y comenzar otra semana fresco y con ganas en un trabajo que exige precisión y mucha creatividad, la cual reconozco que en estos momento no tengo.

Por lo anterior es que tampoco he podido sentarme a escribir en el blog como lo solía hacer antes. Después de tantos años realmente ignoro cuánta gente sigue leyendo, y reconozco que es difícil que alguien nuevo llegue y se siente a leer en una época en la que las redes sociales acaparan toda la atención, y los medios visuales sean mucho más llamativos que un montón de letras escritas por un viejo cuarentón que a ojos vistas tiene que poner en orden su vida para poder enfrentar lo que viene después.

No obstante, las ganas de seguir con este proyecto no se han terminado. Al igual que mi situación actual, sé que todo esto es pasajero, y en algún momento podré de nuevo tener control y estaré contento de escribirlo por aquí.

El kanji del 2020 en Japón

El kanji del año en Japón es seleccionado con un proceso de votación, pero casi al igual que conmigo, el candidato que ganaría se sabía o intuía prácticamente desde mediados de año

Se lee “mitsu” o “hiso” en “hisoka ni”, y quiere decir “secreto” o también “denso”. Fue esta última acepción la que hizo eco en todo Japón durante todo el año debido a las recomendaciones que se hicieron para tratar de mitigar las infecciones por el coronavirus:

  • 密閉 (mippei). Significa “lugar cerrado”.
  • 密集 (misshuu). Significa “aglomeración”. Se refiere en este caso a personas
  • 密接 (missetsu). Significa “cercanía”, “contacto cercano”.

El gobierno hizo referencia a evitar estas 3 situaciones como “3密” (san mitsu), que en inglés se tradujo como “3C”: Confined and enclosed spaces, Crowded places, Close-contact settings. Se estuvieron repitiendo en todos lados para tratar de generar conciencia en la población, lo que hizo que la gente siempre las tuviera en la mente (aunque no las evitara del todo), por lo que era indudable que ese kanji sería elegido para representar al 2020.

De entre los primeros 10 candidatos, que por cierto pueden ver en la página 2 del documento oficial, puedo destacar la presencia de 滅 (metsu) en el lugar 7 y de 鬼 (ki/oni) en el lugar 9. Esto es debido al furor que ha causado la historia de Kimetsu no Yaiba (鬼滅の刃), conocida en inglés como “Demon Slayer”, y que incluso su pélícula ha sobrepasado a Sen to Chihiro no Kamikakushi (“El viaje de Chihiro”, o “Spirited Away” en inglés) en cuanto a recaudaciones se refiere. Muchísima gente reconoce el título o ha oído de la obra, así que, aunque sean kanji que normalmente representan algo considerado “malo” (“oni” es ogro, y “metsu” es exterminar) los podamos encontrar en los primeros lugares.

Pásenla muy bien en estas pocas horas que le quedan al año del ratón (según el calendario chino), y prepárense para decirle adiós. Sin duda el 2020 quedará para el recuerdo de una forma en la que creo que nadie quisiera recordarlo, pero que, para bien o para mal, fue parte de nuestras vidas.

Un fuerte abrazo para todos desde el todavía pandémico Tokio. Espero que la edición de este escrito del 2021 contenga muchas más buenas noticias.

Adiós muela del juicio, parte 1

Así nada más para dejar registro:

Hace algunas semanas tuve fiebre en domingo (o sea que ni para enfermarme puede ser entre semana para darme un respiro del trabajo), y todo fue porque tuve una infección en una de las muelas del juicio. Tuve que esperar hasta el lunes, ya sin fiebre y tomando todas las precauciones y siguiendo las indicaciones que me fueron dichas por teléfono, para acudir con el dentista. En resumen: era mejor quitar las muelas del juicio.

Ayer fue la primera. La imagen de arriba fue la hoja que recibí donde vienen las precauciones después de que un diente ha sido extraído (y que claro que tiene un verbo en japonés: 抜歯する “basshi suru”). No es la idea de este escrito traducir todo lo que está ahí escrito, solamente mencionar que la asistente estaba preocupada de si podría leer todo. Para nada me molestó su comentario, sino que me sacó una sonrisa porque tenía mucho que no recibía un comentario de ese estilo. Es de las pocas interacciones que he tenido con personas ajenas a mi familia en este año.

Puse parte 1, porque faltan otras 3…

Retokenizando con spaCy

Para los que no están en contexto, spaCy es una librería de Python que provee funciones de PLN (procesamiento de lenguage natural, “NLP” en inglés) de una forma por demás fácil en comparación con, por ejemplo, NLTK.

Aunque conocía de su existencia, no había trabajado con spaCy hasta ahora que lo probé en el proyecto que tengo entre manos en el trabajo. Me era más familiar NLTK a pesar de haberlo usando en su mayoría en la versión 1 (van en la 3.5 al momento de escribir esto), pero para varias tareas spaCy es mucho más “directo”. Digamos que NLTK te da mucho poder, pero hay que ser mucho más específico al momento de manejarlo. En cambio, spaCy realiza muchas más acciones con menos interacción, lo cual puede ser bueno o extremo dependiendo del objetivo.

Lo interesante aquí para mí es nlp.pipeline. Una simple función, que por lo general la llaman nlp (pero uno puede definir el nombre),  aplica una serie de algoritmos de análisis y reconocimiento, pero antes realiza el proceso de “tokenizar” el texto, es decir, dividirlo en entidades llamadas “tokens”, que son secuencias de caracteres agrupados en unidades semánticas. Es fácil irse con la finta de que todos los tokens son palabras, pero no es así. Existen además diferentes maneras de tokenizar, y dependiendo de la usada es el resultado que se tendrá. Por ejemplo, una de las maneras más fácil de tokenizar es agrupando caracteres en un texto separado por espacios, como este post, por ejemplo. Obviamente una tokenización así no serviría en idiomas como el japonés, donde las palabras no están separadas por espacios, pero ésa es otra historia. También es necesario destacar que separar por espacios tampoco es una forma ideal de tokenizar, incluso lenguajes como inglés, pero en sí no se puede dar una respuesta correcta sin saber cuál es el objetivo final. De eso depende la forma de crear tokens.

En el caso del análisis que estaba realizando (en inglés), requería manejar palabras como “well-known”, “state-of-the-art”, es decir, palabras compuestas por múltiples otras palabras, unidas por un guión (entre otros casos que no necesito nombrar), como un token. El problema es que el tokenizer de spaCy separa las palabras también por guiones, y estos a su vez forman tokens. Por ejemplo:

“well-known”

es tokenizado como

“well”, “-“, “known”

Cada elemento es un token, así que contiene más que el simple texto: su función gramatical, su forma base, entre otras cosas, todo gracias a que spaCy ejecuta las funciones de reconocimiento y análisis después de la tokenización, pero todo sucede dentro del mismo pipeline. Además, como cada token es identificado por separado, casos como el de “state-of-the-art” deben ser tratados ya que la palabra completa es un adjetivo, pero “art” por sí mismo es correctamente identificado como sustantivo. Algo se tiene que hacer.

Continue reading “Retokenizando con spaCy”




La vida continúa

Vayamos al grano: ya estoy viejo. Pero eso no es noticia nueva. ¿Crisis de los 40? Creo que llevo ya 2 años con ella. ¿Problemas dentro y fuera del trabajo? Claro, como todos los demás (dichosos aquellos que no los tengan, claro).

Y sin embargo, aquí sigo.

Últimamente he tenido esos ratos melancólicos que te hacen pensar si todo realmente vale la pena, y si hay algo en el futuro que amerite tener que pasar por tantas cosas. Nah, nada de pensamientos suicidas; eso fue cosa de mis años pubertos. Más bien ratos de reflexión, en los que piensas si tu ideología de siempre tener un sueño que perseguir dará frutos a largo plazo. Y la respuesta es obvia: ¡claro que sí!

No obstante, eso no quiere decir que no haya ratos de debilidad, desesperación, e incluso histeria… y la situación con el coronavirus de plano no ayuda.

Mi jefe actual me platicaba hace ya muchos meses: “Cuando tienes a tu segundo hijo, te conviertes en un superhombre”. Y tiene razón. Sí, ya veo venir a quienes tienen 3 o más a decirme “novato”, pero cada familia y cada situación es difícil. No, no estoy llorando porque mi situación sea pesada, pero la verdad no sé de dónde salen fuerzas para levantarme diario a enfrentar al mundo. De ahí que, como he comentado en repetidas ocasiones, mis respetos a todos y cada uno(a) de los(las) padres(madres) de familia que a diario le echan los kilos para sacar a los chilpayates adelante, y todavía se hacen tiempo para tener tiempo de calidad con ellos. A todos, sin importar su clase social, raza, chamba, creencia religiosa, etc. Neta: dense palmaditas en la espalda porque están haciendo una labor titánica, que rara vez es reconocida (imaginen a sus hijos contestándoles de mala gana, gritándoles, rezongando, etc., etc.). Yo no sé cómo mi madre me aguantó cuando era niño.

Veo la situación en Japón:

  • Familias “típicas” donde el hombre promedio no es nada más que un proveedor y que rara vez pasa tiempo con los hijos, la esposa es ama de casa que no pela al marido más que cuando necesita más dinero (recordar que en Japón se acostumbra que el marido le dé todo el sueldo a la esposa y ella es la que administra todo el dinero) y que los niños no vean al papá más que unas contadas veces a la semana.
  • Familias en donde ambos padres trabajan (lo que se conoce como 共働き, “tomo bataraki”, mientras que los niños están en guarderías.
  • Familias en donde el padre o la madre simplemente “fue por cigarros” y nunca regresó, y es uno solo el que tiene que sacar adelante a la familia.
  • “Familias” que se hicieron por la fuerza (léase, se “embarazaron”) y de plano no se aguantaron y se separaron, o aquellas a los que el niño les molestaba tanto que terminaron abandonándolo, o peor aún, matándolo (sí, hay muchos casos así). O incluso aquellos padres de familia que pecan de irresponsabilidad y eso cuesta vidas inocentes.

Probablemente no suene tan diferente a otros países. Y sin embargo una vez que eres parte de esta sociedad se siente la diferencia cultural en cada uno de los casos anteriores. Diría un buen amigo mexicano que “el ojo que todo lo ve en Japón” (o sea, el “qué dirán”) pesa un montón por acá

Me he puesto a pensar mucho en cuál era la situación en mi familia cuando yo era chico, digamos que cuando tenía entre 5 y 10 años, y cuál es mi situación actual con mi hijo mayor teniendo exactamente 5 años ahora. Dejen de lado cómo ha cambiado el mundo (que sí tiene que ver); la experiencia que uno tiene y quiere aprovechar para criar a sus hijos y la falta de pericia que se hace evidente cuando lo que creías que funcionaba para reforzar los lazos padre-hijo no da frutos o termina con un resultado totalmente contrario al esperado.

Continue reading “La vida continúa”




¿En qué momento?

Aunque este escrito no es originalmente algo que quería sacar durante la pandemia, creo que es buen momento de finalizarlo, editarlo y hacer que vea la luz.

Tomen lo siguiente como una reflexión/anécdota/historia de un viejo cuarentón. Sé que muchos no lo verán de esa forma, otros tantos me dirán que “ya se me van las cabras” (eso desde que tenía como 20) y otros, muy pocos, quizá asienten un poco… quizás.

La vida está llena de parteaguas, pero creo que la mayoría de las veces ni siquiera sabemos que están ahí; algunos pueden ser bastante obvios, mientras que otros no toman tanta importancia hasta mucho tiempo después. De ahí que una de las frases que más me gusten es la de “connect the dots”, que Steve Jobs menciona en su discurso en la universidad de Stanford en 2005:

Again, you can’t connect the dots looking forward; you can only connect them looking backward. So you have to trust that the dots will somehow connect in your future. You have to trust in something — your gut, destiny, life, karma, whatever. This approach has never let me down, and it has made all the difference in my life.

Dejen les cuento algo (voz de abuelito llamando a sus nietos a que escuchen otra de sus súuuuuuper interesantes historias):

En incontables veces he mencionado aquí, en respuestas a comentarios y en respuestas a correos que me envían, que el plan de trabajo es de los requisitos más importantes para obtener la beca de Monbukagakusho. En total, creo que escribí como 3, uno para cada vez que iba a intentar obtenerla (aunque no metí los papeles hasta la última vez); el último plan que escribí, el que pasó y que a final de cuentas me tiene donde estoy, era en el que menos convencido estaba. Lo consideraba simple, sin mucha profundidad, y con muchos lugares por donde criticarlo… pero de alguna forma pensaba que ya no podía moverle mucho más, tanto porque el tiempo ya estaba encima, como porque desarrollarlo más haría que se perdiera la idea que quería transmitir. El caso es que estaba súper indeciso de si desvelarme e intentar ampliar más la idea o simplemente ya dejar todo por la paz y confiar en lo que tenía hecho. No lo hice en computadora porque no tenía impresora, sino que todo fue con máquina de escribir… Mis amigos habían ido por mí para ir a cenar y estaban esperando que terminara, pero yo no daba señales de que eso fuera a terminar en horas, mucho menos minutos, pero su insistencia me hizo detenerme. Fuimos a cenar hamburguesas.

Continue reading “¿En qué momento?”




Lo que no extraño

Ya se la saben: con esto de la pandemia, este tipo de escritos han tomado prioridad. Como ya he mencionado antes, es momento de “aguantar vara”, y al mismo tiempo de expresar lo que uno siente durante este tiempo para que quede como recuerdo una vez que todo vuelva a la normalidad que conocíamos.

Sé que cada persona piensa diferente y que cada uno está viviendo la pandemia de forma diferente, aunque lamentablemente no todos la toman con la debida seriedad o caen en un valemadrismo que sobrepasa, por mucho, los límites de la arrogancia. No le deseo mal a nadie, pero realmente sí pienso que hay quienes han sido muy, pero muy afortunados de no haberse infectado o de ser asintomáticos… sin considerar claro que ellos pueden ser los que infecten a otras personas que no “la vayan a librar tan fácil”.

Independientemente de todo, hay que tener esperanza de que esto terminará en algún momento.

No cabe duda que la situación actual nos ha limitado de muchas maneras; hay cosas que de plano no se pueden hacer, hay cosas que se hacen de forma diferente… hay cosas que extrañamos, pero curiosamente también hay cosas que no se extrañan. En mi particular caso, siendo jefe de familia de 4, viviendo a las afueras de Tokio, puedo decir que lo que la pandemia no me ha hecho extrañar nada es lo siguiente:

  • Zapatos y calcetines. Estar descalzo en tu casa es una sensación a la que te acostumbras rápidamente. El hecho de no tener que salir más que a lo necesario implica que no siempre tengo que ponerme zapatos o calcetines, y ahora en verano es una delicia, para mí, salir en sandalias a todos lados.Si de por sí cuando voy a México se me hace raro usar zapatos dentro de las casas, ahora con tanto tiempo en casa, las pocas veces que he usado calzado cerrado para salir son pocas y contadas. Y no hay nada como trabajar sin usar ni siquiera calcetines. ¿Y qué pasará cuando haga frío? Además de la calefacción, uno de estos debajo del escritorio funciona de maravilla

  • Ropa. No es que esté desnudo en la casa, pero creo que a estas alturas ya todo mundo se imagina cómo es la vestimenta cuando se trabaja desde casa. Alguien en Twitter subió está imagen que ilustra la evolución del “salaryman”
    Aquí vemos a los salaryman de las eras Showa, Heisei, y la actual Reiwa.

    El tweet original:

    No. Tampoco es que ande en puros calzones, pero sí he de decir que es mucho más fácil preocuparse por traer una camisa decente que por todo el coordinado de la ropa. Además, en mi actual empresa la vestimenta es libre y en verano es común que muchos empleados vayan en short y sandalias a trabajar; así lo hacía yo también el año pasado en verano.

    Mencioné en el artículo anterior sobre una presentación importante que tuve que dar hace algunas semanas. Pregunté si se esperaba que estuviera de traje o algo así formal y la respuesta fue que no. Así que simplemente agarré una de las camisetas que me pondría para ir a la oficina y listo.

  • Gel para el pelo. Si de por sí me estoy quedando calvo y nada más no doy mi brazo a torcer para raparme, con la todavía greña larga (o lo que queda de ella) si tenía que medio acomodar el pelo para que no “explotara” a medio día… los que tienen el cabello “chino” entenderán a lo que me refiero. Mi súper tubo de gel estilo “Moco de gorila” todavía tiene más de la mitad, y estoy casi seguro que tengo más de un años con él.
  • Trenes en hora pico. El tren que normalmente tomaba para ir a la oficina pasa a las 6:52 AM, y obviamente ya está atascado, y como generalmente no me podía sentar, era aventarse una hora en calidad de sardina. Es más, me he ido en el primer tren de la mañana, a las 5:12 AM y ahí sí me puedo sentar… pero el problema es que tengo que cambiar trenes porque ése no llega hasta mi destino y en el que sigue de plano nunca he me podido sentar.

    El regreso a casa depende mucho del tren que tome: si alcanzo a tomar el tren de las 5 PM, los últimos 20 minutos del trayecto es casi seguro que puedo sentar. ¿El de las 5:10 PM? Ni de chiste: parado y en calidad de sardina hasta llegar a casa.

    No he tomado un solo tren desde febrero. Extraño hacerlo con mi hijo (el grande; ahora que ya tengo 2 hay que aclarar cuál de ellos, je) cuando salíamos los fines de semana, pero en lo que respecta a las idas al trabajo, no gracias.

  • Las aglomeraciones de gente. Soy originario de una ciudad grande… aunque realmente siempre lo he considerado un ranchote (GDL FTW!!!!!111one) y estoy acostumbrado a las filas interminables, a los montones de gente en todos lados y tener que estar esquivando personas cuando vas corriendo con toda tu alma a alcanzar el tren que debes tomar. Sin embargo, he de confesar que aprecio mucho la calma de no vivir en la zona metropolitana de Tokio y no tener que entrar a ella en este momento (insisto, es historia diferente cuando voy a divertirme con mi hijo el mayor). Es cierto que también por estos lares hay mucha gente en los supermercados, tiendas, etc., pero aprendes a identificar las horas en las que seguramente vas a tener que hacer fila para algo, lo que es muy diferente a ir al corazón de la capital nipona y encontrar gente a todas horas. De ahí que digamos de broma que formarse es el “deporte nacional de Tokio”.

2020 ha sido un año raro, difícil, y pónganle todos los adjetivos que quieran. Pero tratando de ser positivos, ¿hay algo que ustedes no extrañen de antes del coronavirus?




De semanas pasadas en pandemia

Definitivamente me he hecho a la idea de que los escritos que tengan que ver con lo que me ha sucedido (y está sucediendo) durante esta pandemia tienen mayor prioridad que los borradores de otros que ya he comenzado y que la lista de temas pendientes por desarrollar. Ni modo. Siento que esta situación extraordinaria requiere que escriba al respecto porque:

  1. Es forma de sacar el estrés que genera estar encerrado en pleno verano. En un verano normal ya habría ido a la playa/albercas con mi hijo, y estaríamos pasándola muy bien yendo a lugares que normalmente acostumbrábamos.
  2. Queda el registro para el futuro de cómo la estábamos pasando en estas fechas. Eso conlleva la esperanza de que todo termine y que podamos volver a como era antes (o algo similar en caso de que no sea posible).

Habiendo dicho lo anterior…

La semana antepasada fue de ésas en donde parece que todo en la chamba va estar tranquilo y que la misma semana va a terminar relativamente tranquila, lo que significa una carga de trabajo habitual… pero no fue así. De repente me hicieron el responsable de dar una presentación técnica a otra empresa, pero en japonés.

Aunque no me ensalzo de mi habilidad en dicho idioma, lo cierto es que es quizá de lo poco que sé que puedo manejar relativamente bien. No obstante, una presentación a una entidad externa implica mucha más preparación, y si los temas son técnicos, la dificultad aumenta. Asustado no estaba, pero sí preocupado porque el tiempo que tenía para hacer la presentación iba a ser muy limitado. En cuanto se tomó la decisión, comencé a trabajar al respecto.

Creo que no hace falta decir que pasé todo el fin de semana antepasado creando diapositivas, y al mismo tiempo una especie de guión en el caso de que me atorara al decir algo en la lengua nipona. Dos ensayos estaban planeados, y aunque es cierto que me basé en una presentación anterior y que las diapositivas podían estar en inglés, pensar todo en japonés, encontrar las expresiones y tecnisimos correctos fue una tarea mucho más demandante de lo que al principio había pensado.

Estar cansado no era tanto problema. Lo que más me dolió fue que no pude jugar nada, pero nada, con mi hijo el grande. Le expliqué lo que estaba pasando y él decía que entendía, pero al final de los días siempre me esperaba despierto con la esperanza de que pudiera jugar con él aunque fuera un rato, y aunque mi rol en su juego fuera totalmente pasivo.

La presentación salió bien, pero dije dos cosas equivocadas que luego tuve que corregir (y disculparme por ellas). Todo parece indicar que sí cumplí con las expectativas que los jefes tenían; la empresa no es japonesa, y aunque hay japoneses laborando, los del área de negocio no cuentan con los conocimientos técnicos necesarios para explicar detalladamente la tecnología que la compañía posee.

Terminé exhausto después de una semana de labor sin descanso. No me quejo, puesto que en este trabajo esos casos son excepciones, no reglas como sería en una empresa tradicional japonesa. Sin embargo, el cansancio no salió hasta un día después de la presentación: trabajé normalmente, pero al final del día de plano estaba “molido”, y al día siguiente supe que no sería productivo por lo que me tomé el día libre… Y ya se la saben lo que es un día libre con dos niños en casa, pero al menos no tenía que preocuparme por el trabajo.

Además de las dos razones expuestas al principio, decidí escribir sobre la presentación porque necesitaba (y creo que sigo necesitando) un poco de apoyo para recobrar autoestima perdida. La verdad es que no estoy en los niveles que estaba hace un año, cuando tenía relativamente poco de haber entrado a trabajar, pero no estoy todavía cerca de los niveles que tenía antes de venir a Tokio. Ya no sé si es la crisis de los 40 aunada con el “power harassment” sufrido en mi primer año en la capital nipona; el caso es que necesito dejar huella de algo que haya salido bien en la chamba para poder voltear a verlo y darme cuenta que no estoy tan tirado a la calle como a veces creo, a pesar de que yo mismo no suelo voltear a ver el pasado. Y como exponía también al principio, la situación que vivimos a nivel mundial tampoco ayuda mucho.

Por lo pronto, denme permiso de darme palmaditas en la espalda, aunque sea por esta vez. Obviamente el trabajo no termina y ya hay que estar listo con lo que sigue, pero siempre es grato disfrutar de las pequeñas victorias ya que ayudan a seguir adelante y a buscar otras actividades más retadoras.

Es un verano muy triste para mí (es mi época favorita del año), pero es momento de aguantar.