Relatos de cuarentena en Japón

Como suele suceder, apenas tengo un respiro y me doy cuenta que otro mes se termina. Estamos en cuarentena (no obligatoria), y aunque no he dejado de trabajar tampoco he salido de casa más que para lo necesario, por lo que se supone que los días tendrían que pasar lentamente… pero no es así.

En los últimos días he pensado mucho en la situación actual y cómo nos está afectando a nosotros como familia y a mí como persona. Creo que el que más la está llevando de perder es mi hijo mayor. Le hace mucha falta el kínder, salir, correr, jugar, ensuciarse, mover el cuerpo… Él de plano no se aburre, pues mientas yo estoy trabajando, mi esposa está atendiendo a mi segundo hijo y mi suegra nos ayuda con labores de la casa, mi hijo mayor se la pasa entre viendo a sus Youtubers favoritos, jugando videojuegos, sacando sus juguetes, y en menor medida, estudiando y haciendo actividades que le han mandado del kínder. El único problema verdadero que tengo con él en este momento es que no se le acaba la pila y hacerlo que se duerma es difícil. Al menos cuando se rinde me pide que leamos algún libro, y hemos estado leyendo historias de Charles Dickens, así que hay fantasmas de por medio y eso hace que le entre una interesante muestra de curiosidad y miedo que hace que al final se quede dormido rápidamente… definitivamente no es cansancio.

Mi esposa se pregunta, al igual que creo que todo el mundo, cuándo se irá a acabar, o más o menos normalizar, todo esto. Japón parece que está jugando a algo porque sus medidas han sido criticadas, y con eso de que el estado de emergencia se acaba el 6 de mayo (en teoría), la gente está pensando si de verdad la próxima semana ya podrá regresar a sus actividades normales. Lo interesante de esto es que hay muchos escépticos, y el gobierno ha estado lanzando indirectas de que el mencionado estado podría alargarse… Incluso se ha estado mencionando la posibilidad de comenzar el año escolar en septiembre, argumentando que, además de esperar que para ese entonces la situación respecto al coronavirus ya esté un poco más estable, sería un paso importante en la globalización de Japón al comenzar el ciclo escolar igual que otros países (los noticieros hacen la comparación directa con Estados Unidos). Pero definitivamente no la tiene fácil: si bien es cierto que esto ayudaría a que los estudiantes no perdieran estos meses en los que no hay clases, la realidad es que habría que cambiar mucho más dentro de la sociedad japonesa para que esto funcione. Un ejemplo directo es el inicio del año fiscal y la época de contrataciones de recién egresados. Se necesitarían muchos cambios de logística para que no hubiera períodos en blanco, porque cambiar el año escolar sin las contrataciones en empresas significaría que los recién graduados tendrían que esperar hasta 8 meses para comenzar a laborar.

El bebé… es el bebé. Llorando, creciendo. A él lo que le importa es estar a gusto y con la panza llena de leche materna 😀

En cuanto a mí…

Primero pensaba que la situación, aunque ciertamente tensa, no me estaba afectando tanto como había creído al principio, la realidad es que no es así. Aun cuando la rutina antes de la contingencia era casa → trabajo → casa entre semana, los fines de semana eran para relajarse, salir a pasear, a tomar algo, a distraerse de lo de diario, a tener aunque sea un poco de tiempo personal por las mañanas o noches (hasta antes del nacimiento de mi segundo hijo), y las idas al gimnasio a las 4 AM eran la fuente de energía y motivación para comenzar los días. Incluso la monotonía de los trenes atascados me daba poco más de un par de horas para leer o ver algo, o incluso jugar videojuegos si tenía la suerte de sentarme). Pero todo eso no es posible ahora, y hasta la semana pasada estaba relativamente bien. No obstante, de buenas a primeras un día comencé a sentir demasiada presión que no provenía de ningún lado: el estrés del trabajo siempre está ahí; la situación con la familia aquí no ha cambiado de forma notable; con mi familia en México todo sigue en relativa calma, aunque sí estoy preocupado por mis papás y mi hermana mayor; mis amigos en México están bien, aunque hubo uno en particular que muy probablemente contrajo coronavirus pero nunca fue diagnosticado en forma y ya está casi totalmente recuperado; mis amigos acá en Japón tampoco la están pasando de forma alegre, pero al menos parece que todos están bien…¿Entonces? De repente me llegó la desesperación.

Comencé a pensar cómo tendríamos que adaptarnos si tenemos que vivir con el coronavirus (el nuevo) de ahora en adelante. Me imaginé, de la nada, situaciones de terror en las que mis hijos se contagiaban y se ponían muy mal; me imaginé y me puse en alerta simulando que mi esposa se infectaba y tenía que ser hospitalizada: el rol que tendría que jugar en caso de que eso pasara, tanto con ella como con mis hijos. Luego, el trabajo, que sí, está estable por el momento, pero si poco o nada cambia podría no estar diciendo lo mismo en algunos meses. Y lo más fatal, pero que curiosamente me afectó menos: pensar qué haría si yo me infectaba y pasara lo peor. OJO: no estoy para nada deseando ninguna de las situaciones anteriores, pero pensar en todas las ramificaciones de lo que puede pasar hizo que me desesperara. Tampoco ayuda el hecho de que mucha gente de por acá sigue viviendo su vida diaria, como si nada estuviera pasando. Veo todos los días desde la ventana como la gente sale en familia, los parques con mucha gente, niños jugando normalmente, supermercados llenos, gente que no respeta la social distance, etc., y mi hijo me pregunta por qué la gente está saliendo si se supone que no debería hacerlo.

La cereza del pastel es que es ésa misma gente la que luego declara que “ya no aguanta”, que “cuándo se va a terminar todo esto”, “que ya está cansada de tantas abstinencias”.

Estar ocupado ayuda a distraerse del bombardeo de información que hay referente al coronavirus, de eso estoy seguro. Mis hijos no dan tregua, y con la súper ventaja de estar todavía laborando normalmente, termino exhausto cada día.

En fin, sí pienso mucho al respecto, pero no me tiro al pánico.

Algunas cosas que he leído respecto a las repercusiones sociales del coronavirus en Japón reflejan problemas que no son nada nuevos, y estoy seguro de que también en otros países se están dando situaciones similares.

Primero, el aumento en la violencia doméstica. Creo que no hace falta comentar nada más al respecto.

Luego, el que me hizo gritarle a la tele “¿esto es noticia?” fue lo del aumento de problemas en los matrimonios, no al grado de golpes, sino discusiones, “aguante” y hasta divorcios. No por nada el término コロナ離婚 (Korona rikon, divorcio corona) ha surgido y tomado fuerza durante la pandemia. Muchos matrimonios mencionan que “ya no se aguantan”; algunas parejas dicen que de plano no hablan entre sí, y que la diferencia de caracteres ha hecho que de todo tengan peleas. La situación del virus pasa a segundo término: esto refleja mucho de una buena parte de matrimonios en este país, y haciendo otra vez la mención, no es realmente nada nuevo: muchas parejas lo hacen por “estatus” social (o si quieren llámenle presión), por lo que terminan casándose con alguien a quien realmente no conocen, y la relación se mantiene por el mismo estilo de vida japonés: o el esposo se la pasa todo el día trabajando y nada más llega a descansar y prepararse para el día siguiente mientras la esposa se encarga por completo de las tareas del hogar, o ambos trabajan y a duras penas comparten siquiera el desayuno. Los fines de semana son para descansar, pero pocas veces se hace algo en pareja. ¿Resultado? Lo que esas mismas parejas están reclamando ahora:

  • “Mi esposo está trabajando desde casa, pero no me ayuda a nada del quehacer”
  • “Ahora que mi esposo está trabajando desde casa ya no tengo tiempo para estar sola; no puedo comer a la hora que yo quiero ni tampoco puedo aspirar”
  • “En plena cuarentena veo que mi esposo se va al pachinko y me doy cuenta que los valores que tenemos él y yo son realmente diferentes”
  • “Los ingresos de mi esposo. Él siempre ha hecho lo que quiere, y por ello sus ingresos no son estables. Yo le he pedido que consiga un trabajo con ingresos estables. Ahora por el coronavirus la entrada de dinero ha disminuído y ya he llegado a mi límite. Si no piensa con calma las cosas, entonces yo tendré que pensar en el divorcio”

Y un largo etc., al grado que hay revistas que han tratado el tema a fondo. Una de ellas sugiere lo siguiente para evitar el divorcio corona:

  • Es algo obvio: ayudar en los quehaceres del hogar
  • Compartir tiempo en pareja
  • Darle tiempo personal a la esposa

Hay un término en japonés que, al parecer, se volvió famoso en los 80s, pero que siento que refleja mucho de la mayoría de matrimonios en Japón:

亭主元気で留守がいい

Esto se lee “Teishu genki de rusu ga ii”.

Literalmente significa: “Mi esposo está bien (de salud) y es mejor si no está en casa”

El comercial que hizo famoso el término es éste:

Por si hace falta explicar el significado: Mientras que el esposo meta dinero a la casa, para la esposa es mejor si él no está en ella.

Obviamente no todos los matrimonios son así en Japón. Personalmente conozco parejas en cada lado de la situación: parejas en las que la esposa de plano no puede ver al marido y mientras él trabaja ella se la pasa saliendo, gastando dinero y viendo a otras personas (sentido sexual y no sexual), pero tienen que regresar a casa a preparar la cena. Si les preguntan si se quieren divorciar, les dicen que no, que nunca lo han pensado; y también otras en las que realmente se ve que ambos están conectados y que disfrutan mucho la relación que tienen y el tiempo que pasan juntos, aunque sea muy poco. Huelga decir que cada matrimonio es diferente, y que la definición de felicidad tampoco es la misma para cada persona. Es cierto que todos tenemos defectos, y la persona con la que escojamos casarnos (o juntarnos, para tal efecto) también los va a tener. Sin embargo, en una sociedad en la que se le pone mucha presión a la mujer para que se case (aunque se divorcie después) hace que existan matrimonios que se conocen muy poco y que terminan por generar más problemas (niños con padres divorciados, la ya mencionada violencia doméstica, abusos, etc.). Por tanto, el ritmo de vida en Japón les ayuda mucho: se ven poco, casi no platican, no hay actividades ni tiempo en pareja, pero mientras haya estabilidad económica y tengan una buena cara ante la sociedad, todo está bien. La pandemia actual ha venido a desestabilizar ese ritmo y los problemas que ya estaban ahí comienzan a salir a flote.

En fin. Hay que tratarla de llevar lo más leve posible. Esto se ve que va a durar todavía un buen rato.

Cuídense mucho.

 

One Reply to “Relatos de cuarentena en Japón”

  1. Suena a que todos, incluso los que “la llevamos bien porque siempre hemos trabajado así” les llega ese ataque de ansiedad relacionada con los if’s de la enfermedad. Incluso yo que no tengo dependientes de tal grado como en tu caso sí me pegó ligeramente duro uno o dos días.

    Ojalá aprendamos a sentir y apoyarnos durante esos momentos durante lo que queda de esta situación tan extraordinaria. Best wishes.

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