Desahogo

Si de algo tengo que quejarme respecto a mi trabajo es que, por muy enojado que estés con los niños, siempre tienes que tener un límite de tolerancia precisamente porque son niños… Pero todo tiene un límite, y hoy llegué al mío.

Creo haber comentado que, entre las escuelas en las que enseño, tengo un grupo que es realmente “especial”: Muy difícil de manejar, no tienen respeto ni por mí (lo cual realmente no me importa) ni por su maestro (un problema muy grave, especialmente en Japón). En mi clase prácticamente nadie responde, algunos se la pasan hablando todo el rato y otros hasta se duermen. Si fuera una universidad, no hay ningún problema: Sigo con mi clase me tomen en cuenta o no, termino normalmente y nos vemos en el examen. Pero estamos hablando de escuelas primarias, y por mucho que sean niños de 6to. año, deben saber que hay un límite para todo.

¿Qué pasó?

Las 3 primeras clases del día estuvieron tranquilas. Todo mundo trabajó bien y hasta tiempo hubo para un par de juegos. La última clase es la que siempre me estresa por la actitud de los niños, pero nunca me rindo y he buscado por todos los medios hacer la clase más interesante. Había comenzado a rendir frutos, pero hoy todo se fue al caño: Justo al comenzar, nadie respondió al saludo (algo relativamente normal en este grupo), y cuando comencé a hablar, los de siempre estaban hable y hable, riéndose, sin prestar ni un mínimo de atención a lo que decía, pero más que eso, no dejaban escuchar a los que sí querían. Como es mi clase y yo soy el encargado, yo puedo hacer lo que quiera, sea al estilo japonés o no. Ya me ha tocado sacar a niños del salón por su mal comportamiento (y ha tenido muy buenos resultados), pero esta vez, aún con el regaño de la maestra encargada, nadie hacía caso e incluso se burlaban de ella (de nuevo, algo totalmente imperdonable aquí). Seguí con la clase, pero a los 20 minutos estallé porque otra vez los de siempre estaban haciendo de las suyas; decidí dar por terminada la clase y salir del salón, explicándoles que no podía dar una clase en esas condiciones. Obviamente la maestra encargada se quedó con la boca abierta porque en Japón ningún profesor hace eso, sino que, en este caso, regañaría a los niños de forma muy severa y los tendría en seiza durante algunas decenas de minutos, pero como tengo permiso de dar la clase a mi antojo, opté por la opción de salirme.

Llegué a la oficina de los demás maestros. Obviamente se sorprendieron de verme ahí. Expliqué la situación e inmediatamente el encargado de coordinar las clases de inglés se levantó y se dirigió al salón de clases, mientras que el profesor en jefe me ofrecía café e invitaba a que me sentara. Me disculpé como 5 veces (estilo japonés de hacer las cosas: Siempre muéstrate humilde ante todo. En este caso, mi disculpa fue con el argumento de “No supe que hacer y opté por salirme. Discúlpeme por mi actitud tan atrevida”), a lo que los profesores me respondieron que no había problema, y que, al contrario, había sido bueno porque había que enseñarles a los niños que las clases son en serio y que todo tiene un límite.

Terminé mis actividades a la hora de siempre, pero pasando los últimos 20 minutos en la oficina platicando con el profesor en jefe. El resultado fue que se va a analizar al grupo, y con base en los resultados se decidirá si las últimas 3 clases de inglés que quedan en el año escolar deben continuar para ellos o no. Eso, en mi caso, significa menos ganancia, pero al menos no voy a estar tan estresado cada vez que me toca trabajar con ellos.

Hablé con mi jefa al respecto (también disculpándome), y recibí apoyo total a mi acción, pero lo enojado nadie me lo quitó.

Apenas voy a comenzar con el trabajo del laboratorio el día de hoy, pero vaya que tuve una mañana movida.

Para el registro:

En Japón los niños de primaria y secundaria no pueden reprobar. No importa que tanto o tan poco sepa el niño, siempre avanza de año. Esto es con el fin de estandarizar el sistema. De ahí que siempre que alguien dice su edad inmediatamente la gente infiere en qué grado escolar está (11 años = 5to. año de primaria, 16 años = 1er. año de bachillerato, etc.).

Sé que en México el índice de niños reprobados en primaria o secundaria es muy muy bajo (se da solo en casos especiales), pero al menos existe, y además de ser presión, es al mismo tiempo motivación para hacer las cosas bien.

Por lo pronto, calma… Ya veremos que sucede la semana que entra.

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