2 semanas: Eternas, pero rápidas

El tiempo corre y nadie (hasta el momento) lo puede detener. Así lo sentí ayer que dejé a mi madre en el aeropuerto de Narita para que regresara a México.

Sucedieron muchas cosas en estas 2 semanas (ya puse el mega resumen, je), pero sin lugar a dudas la que más me sorprendió fue que esta vez que me despedí de mi mamá si me dolió y mucho. La vez que partí hacia Japón ya becado hace casi 2 años, no me sentí tan mal como me sentí ayer. Al ver a mi mamá entrar en la puerta de inspección (donde los que no son pasajeros no pueden entrar) todo el sentimiento me entró… Después, cuando la vi caminar hasta dejarla de ver fue fatal. De ahí tuve que moverme al aeropuerto de Haneda para alcanzar mi vuelo de regreso a Fukuoka, el cual dicho sea de paso venía repleto. Al salir del aeropuerto tuve que caminar unos 5 minutos al estacionamiento donde dejé el carro y a manejar 1 hora de regreso, pero esta vez hice más tiempo, mucho más. Sinceramente ahora que lo pienso, estaba manejando por inercia: Sabía a dónde iba, pero no por qué razón iba a ese lugar. Compré algo de comer y recordé que tenía que hacer unas compras de urgencia (cerca de las 12 de la noche) y manejé y manejé. A fin de cuentas llegué a mi departamento y ahí fue lo más difícil: Llegar y de nuevo no ver a nadie esperándome. Dirán que exagero, pero aunque haya estado viviendo 2 años solo (hasta el momento), después de tener a mi madre 15 días aquí esto sinceramente se siente muy solo.

Tengo una montaña de cosas que hacer, pero curiosamente no quiero hacerlas. Pongo de pretexto que no sé por dónde comenzar, pero la realidad es que me siento triste. Estoy completamente seguro de que no pasaré una especie de “Home sick” de nuevo, pero el sentimiento de estar de nuevo solo en mi departamento es raro y me tendré que acostumbrar de nuevo.

Tenía planes de regresar de vacaciones a México en septiembre, pero por lo que se ve, no será posible. Todo parece indicar que hasta que me gradúe (es decir, el año que entra), podré darme una vuelta a mi país. Pero veamos como marchan las cosas, a la mera se me presenta una oportunidad en el inter y me lanzo aunque sea un par de semanas.

Eso sí: Ver a mi mamá contenta, feliz y sobre todo relajada no tiene precio, y jamás lo podré comparar con los miles de pesos que reuní y gasté felizmente en lo que estuvo aquí. Cito tal cual me lo dijo ella:
“Ya que vine una vez, se me quitó el miedo. La próxima vez, mandas por mí en una época en la que no haga frío…”.

Seguramente aquí tendré a mi mamá varias veces más, jeje.

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